Irene y francisco salieron ayer por la noche. ellos dos

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De AMORy 

DE SOMBRA 





ISABEL 

ALLEN DE 


Lcctulaodia 


1 


Fue el segundo gran exito de la autora despues de La casa de los espiritus y 
Nevada al cine 10 anos mas tarde por la estadounidense Betty Kaplan con 
Antonio Banderas y Jennifer Connelly como protagonistas. 

En palabras de la propia autora, es la historia de una mujer y un hombre que 
se amaron en plenitud, salvandose as! de una historia vulgar. La he llevado 
en la memoria cuidandola para que el tiempo no la desgaste, y es solo ahora 
cuando puedo finalmente contarla. Lo hare por ellos y por otros que me 
confiaron sus vidas para que no las borre el viento.... Escrita durante su exilio 
en Venezuela , el amor entre Irene y Francisco es un alegato apasionado a 
favor de la fe en la libertad y la dignidad humanas. 

Esta obra encierra los temas sobre los que giran el amor y el odio. Sobre 
estos dos sentimientos se desarrollan los acontecimientos de la novela como 
en dos caminos probables que pelean por sobreponerse uno al otro. 
Finalmente vence el amor con la fe puesta en la libertad y en la dignidad 
humana. El inicio de un amor, el sentimiento patriotico aun en el exilio. 

La novela esta narrada en tercera persona omnisciente. El narrador 
omnisciente por momentos se vuelve objetivo en la seleccion de los 
acontecimientos narrados. Toma partida por los protagonistas y acompana 
los hechos de manera comprometida con esa realidad social de injusticia que 
vive el pueblo y se quiere denunciar. En algunas partes hay dialogos, o son 
los personajes quienes cuentan historias pero por lo general es la narradora 
quien lo hace. 


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‘Lectulandia 


Isabel Allende 

De amor y de sombra 

ePUB vl.O 

Kementxu 22.01.13 


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TTtulo original: De amory de sombra 
Isabel Allende, 1984 

Editor original: Kementxu (vl.O) 
ePub base v2.0 


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PRIMERA PARTE 


El primer dia de sol evaporo la humedad acumulada en la tierra por los meses de 
invierno y calento los fragiles huesos de los ancianos, que pudieron pasear por los 
senderos ortopedicos del jardln. Solo el melancolico permanecio en su lecho, porque 
era inutil sacarlo al aire puro si sus ojos solo velan sus propias pesadillas y sus oldos 
estaban sordos al tumulto de los pajaros. Josefina Bianchi, la actriz, vestida con el 
largo traje de seda que medio siglo antes usara para declamar a Chejov y llevando 
una sombrilla para proteger su cutis de porcelana trizada, avanzaba lentamente entre 
los macizos que pronto se cubririan de flores y abejorros. 

— Pobres muchachos — sonrio la octogenaria al percibir un temblor sutil en el no 
me olvides y adivinar all! la presencia de sus adoradores, aquellos que la amaban en 
el anonimato y se ocultaban en la vegetacion para espiar su paso. 

El Coronel se desplazo algunos centimetres apoyado en el corral de aluminio que 
servla de soporte a sus piernas de algodon. Para festejar la naciente primavera y 
saludar al pabellon national, como era preciso hacerlo todas las mananas, se habla 
colocado en el pecho las medallas de carton y lata fabricadas por Irene para el. 
Cuando la agitation de sus pulmones se lo permitia, gritaba instrucciones a la tropa y 
ordenaba a los bisabuelos temblorosos apartarse del Campo de Marte, donde los 
infantes podlan aplastarlos con su gallardo paso de desfile y sus botas de charol. La 
bandera ondeo en el aire como un invisible gallinazo cerca del alambre telefonico y 
sus soldados se cuadraron rigidos, la mirada al frente, redoble de tambores, voces 
viriles entonando el sagrado himno que solo sus oldos escuchaban. Fue interrumpido 
por una enfermera en uniforme de batalla, silenciosa y solapada como usualmente son 
esas mujeres, provista de una servilleta para limpiarle la baba que descendia por las 
comisuras de sus labios y mojaba su camisa. 

Quiso ofrecerle una condecoracion o ascenderla de grado, pero ella dio media 
vuelta y lo dejo plantado con sus intenciones en el aire, despues de advertirle que si 
se ensuciaba en los calzones le daria tres nalgadas, porque estaba harta de limpiar 
caca ajena. ^De quien habla esta insensata?, se pregunto el Coronel deduciendo que 
sin duda se referia a la viuda mas rica del reino. Solo ella usaba panales en el 
campamento a causa de una herida de canon que hizo polvo su sistema digestivo y la 
tumbo para siempre en una silla de ruedas, pero ni aun por eso era respetada. Al 
menor descuido le hurtaban sus horquillas y sus cintas, el mundo esta lleno de 
bellacos y truhanes. 

— jLadrones! jMe robaron mis zapatillas! — grito la viuda. 

— Callese, abuela, que pueden oirla los vecinos — le ordeno la cuidadora 
moviendo la silla para ponerla al sol. 

La invalida siguio lanzando acusaciones hasta quedar sin aire y tuvo que callarse 


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para no morir, pero le quedaron fuerzas para senalar con un dedo artritico al satiro 
que se abria furtivamente la bragueta para mostrar su lastimoso pene a las senoras. 
Ninguna se preocupaba por eso, excepto una menuda dama vestida de luto, quien 
observaba aquel higo seco con cierta ternura. Estaba enamorada de su dueno y por las 
noches dejaba abierta la puerta de su habitacion para decidirlo. 

— jRamera! — mascullo la viuda acaudalada, pero no pudo evitar una sonrisa, 
porque de subito recordo los tiempos mas lejanos, cuando aun tenia marido y el 
pagaba con morocotas de oro el privilegio de ser acogido entre sus gruesos muslos, lo 
cual ocurria con bastante frecuencia. Llego a tener una bolsa llena, tan pesada que 
ningun marinero podia echarsela al hombro. 

— ^Donde estan mis monedas de oro? 

— ^De que esta hablando, abuela? — respondio distralda la empleada tras la silla 
de ruedas. 

— jTu me las robaste! jLlamare a la policla! 

— No fastidie, vieja — replied la otra sin alterarse. 

Al hemiplejico lo habian acomodado en un banco con sus piernas arropadas en un 
chal, sereno y digno a pesar de la deformidad de su media cara, la mano inutil en el 
bolsillo y la pipa vacia en la otra, con su britanica elegancia de chaqueta parchada 
con cuero en los codos. Esperaba el correo, por eso exigio que lo sentaran frente al 
porton, para ver entrar a Irene y saber a la primera mirada si traia carta para el. 

A su lado tomaba el sol un anciano triste con el cual no hablaba porque eran 
enemigos, aunque ambos habian olvidado la causa de la discordia. Por error, a veces 
se dirigian la palabra sin recibir respuesta, mas por sordera que por hostilidad. 

En el balcon del segundo piso, donde la trinitaria aun no producia hojas ni flores, 
asomo Beatriz Alaantara de Beltran. Vestia pantalon de gamuza color arveja y blusa 
francesa del mismo tono, haciendo juego con la sombra de sus parpados y su anillo 
de malaquita, maquillada para la manana, fresca y tranquila despues de su sesion de 
ejercicios orientales para relajar las tensiones y olvidar los suenos de la noche, con un 
vaso de jugo de frutas en la mano para mejorar la digestion y aclarar la piel. Respiro 
profundamente notando la nueva tibieza del aire y calculo los dias que faltaban para 
su viaje de vacaciones. El invierno habia sido muy duro y ella habia perdido el 
bronceado. Observo con severidad el jardin a sus pies, embellecido por el despunte de 
la primavera, pero ignoro la luz en las piedras del muro y la fragancia de la tierra 
mojada. La hiedra perenne habia sobrevivido a las ultimas heladas, las tejas brillaban 
todavia con el rocio de la noche y el pabellon de los huespedes, con sus artesonados y 
postigos de madera, lucia destenido y triste. Decidio que haria pintar la casa. Sus ojos 
contaban a los ancianos y revisaban los menores detalles para asegurarse del 
cumplimiento de sus ordenes. Ninguno faltaba, excepto aquel infeliz depresivo que 
permanecia en su cama mas muerto de pena que vivo. Se fijo tambien en las 


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cuidadoras, notando los delantales limpios y planchados, los cabellos recogidos y las 
zapatillas de goma. Sonrio satisfecha, pues todo funcionaba bien y habia pasado el 
peligro de las lluvias con su sequito de epidemias, sin arrebatarle a ningun cliente. 
Con algo de suerte tendria la renta asegurada por unos meses mas, puesto que incluso 
el enfermo postrado podrla sobrevivir todo el verano. 

Desde su observatorio, Beatriz diviso a su hija Irene entrando al jardln de La 
Voluntad de Dios. Comprobo con fastidio que no utilizaba la puerta lateral de acceso 
al patio privado y a la escalera de la residencia del segundo piso, donde hablan 
instalado su vivienda. Hizo construir especialmente una entrada separada para no 
pasar por el hogar geriatrico cuando llegaba o salla de su casa, porque la decrepitud la 
deprimla y preferia vigilarla de lejos. Su hija, en cambio, no perdla ocasion de visitar 
a los huespedes como si sintiera placer en su compama. Pareda haber descubierto un 
lenguaje para veneer la sordera y la mala memoria. Ahora circulaba entre ellos 
repartiendo golosinas blandas en consideration a las dentaduras postizas. La vio 
aproximarse al hemiplejico, mostrarle una carta, ayudarlo a abrirla porque el no podia 
hacerlo con su unica mano invalida y permanecer a su lado cuchicheando. Despues la 
muchacha dio un breve paseo con el otro caballero anciano y aunque desde el balcon 
la madre no ola sus palabras, supuso que hablaban del hijo, la nuera y el bebe, unico 
tema que a el le interesaba. Irene dedico a cada uno una sonrisa, una caricia, unos 
minutos de su tiempo, mientras Beatriz pensaba en el balcon que nunca acabarla de 
entender a esa joven estrafalaria con quien tenia tan poco en comun. De pronto el 
abuelo erotico se acerco a Irene y le coloco ambas manos sobre los senos, 
oprimiendolos con mas curiosidad que lascivia. Ella se detuvo inmovilizada por unos 
instantes interminables para su madre, hasta que una de las cuidadoras se dio cuenta 
de la situation y corrio a intervenir. Pero Irene la detuvo con un gesto. 

— Dejelo. No le hace mal a nadie — sonrio. 

Beatriz abandono su puesto de observation mordiendose los labios. Se dirigio a la 
cocina donde Rosa, la empleada, picaba las verduras para el almuerzo arrullada por la 
novela de la radio. Tenia la cara redonda, morena, sin edad, vasto el regazo, muelle la 
barriga, enormes los muslos. Era tan gorda que no podia cruzar las piernas ni rascarse 
sola la espalda. ^Como te limpias el trasero, Rosa?, le preguntaba Irene cuando 
pequena, maravillada ante esa mole acogedora que cada ano aumentaba un kilo. jQue 
ideas tienes, criatura! La gordura es parte de la hermosura, replicaba Rosa inmutable, 
fiel a su costumbre de hablar en proverbios. 

— Me preocupa Irene — dijo la patrona sentandose en un taburete y sorbiendo 
lentamente su jugo de frutas. 

Rosa nada respondio, pero apago la radio invitandola a las confidencias, la senora 
suspiro, tengo que hablar con mi hija, no se en que diablos anda metida, ni quienes 
son esos pinganillas que la acompanan. ^Por que no va al Club a jugar tenis y de paso 


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conoce a jovenes de su misma clase? Con la disculpa de su trabajo hace lo que le da 
la gana, el periodismo siempre me ha parecido un asunto sospechoso, propio de gente 
de medio pelo; si su novio supiera las cosas que se le ocurren a Irene, no lo 
aguantaria, porque la futura esposa de un oficial del Ejercito no puede darse esos 
lujos ^cuantas veces se lo habre dicho? Y no me digan que cuidar la reputation esta 
pasado de moda, los tiempos cambian, pero no tanto. Por otra parte, Rosa, ahora los 
militares pertenecen a la mejor sociedad, no son como antes. Estoy cansada de las 
extravagancias de Irene, tengo muchas preocupaciones, mi vida no es facil, tu lo 
sabes de sobra. Desde que Eusebio se esfumo dejandome con las cuentas bancarias 
bloqueadas y un tren de gastos digno de una embajada, debo hacer milagros para 
flotar en un nivel decente; pero todo es muy dificil, los viejos son una carga, al final 
de cuentas creo que producen mas gasto y cansancio que beneficio, cuesta mucho 
hacerles pagar la renta, sobre todo a esa maldita viuda, siempre atrasada con su 
mensualidad. Este negocio no ha resultado ninguna maravilla. No tengo animo para 
andar detras de mi hija vigilando que se ponga una crema en la cara y se vista como 
Dios manda para no espantar al novio. Ya esta en edad de cuidarse sola, ,mo te 
parece? Mirame a mi, si no fuera por mi propia tenacidad ^como me veria? Estaria 
como tantas de mis amigas, con un mapa de surcos y patas de gallo en la cara, con 
rollos y bolsas por todas partes. 

En cambio conservo el talle de los veinte y la piel lisa. No, nadie puede decir que 
yo tenga una existencia ociosa, al contrario, los sobresaltos me estan matando. 

— Usted anda con la cara en gloria y el culo en pena, senora. 

— ^Por que no hablas con mi hija, Rosa? Creo que a ti te hace mas caso que a mi. 

Rosa dejo el cuchillo sobre la mesa y observo a su patrona sin simpatia. Por 
principio estaba siempre en desacuerdo con ella, sobre todo en lo concerniente a 
Irene. No aceptaba criticas a su nina, sin embargo admitio que en este caso la madre 
tenia razon. Tambien a ella le gustaria veria ataviada con vaporoso velo y flores 
virginales, saliendo del brazo del capitan Gustavo Morante por la puerta de la iglesia 
entre dos filas de sables alzados, pero su conocimiento del mundo — adquirido a 
traves de las novelas de la radio y la television — le indicaban cuanto se sufre en esta 
vida y cuantas peripecias es preciso soportar antes de alcanzar un final feliz. 

— Mejor dejela en paz, senora. El que nace chicharra muere cantando. Ademas 
Irene no tendra larga vida, eso se le nota en los ojos distraidos. 

— iMujer, por Dios! jQue tonterias dices! 

Irene entro a la cocina envuelta en un remolino de amplias faldas de algodon y 
cabellos bravos. Beso a las dos mujeres en las mejillas y abrio la nevera para husmear 
en el interior. 

Su madre estuvo a punto de soltarle un discurso improvisado, pero en un instante 
de lucidez comprendio que toda palabra era inutil, pues esa joven con una huella de 


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dedos en su seno izquierdo estaba tan lejos de ella como un astronomo. 

— Empezo la primavera, Rosa, pronto florecera el nomeolvides — dijo Irene con 
un guino de complicidad que la otra supo interpretar, pues ambas estaban pensando 
en el recien nacido que cayo del tragaluz. 

— iQue hay de nuevo? — pregunto Beatriz. 

— Tengo que hacer un reportaje, mama. Voy a entrevistar a una especie de santa. 
Dicen que hace milagros. 

— ^Que clase de milagros? 

— Quita verrugas, cura el insomnio y el hipo, reconforta la desesperanza y hace 
Hover — rio ella. 

Beatriz suspiro sin dar muestras de apreciar el humor de su hija. Rosa volvio a la 
tarea de picar zanahorias y sufrir con la novela de la radio, mientras mascullaba que 
cuando hay santos vivos los santos muertos no hacen milagros. Irene partio a 
cambiarse de ropa y buscar su grabadora a la espera de Francisco Leal, quien siempre 
la acompanaba en su trabajo para tomar las fotograflas. 

Digna Ranquileo observo el campo y noto los signos anunciando el cambio de la 
estacion. 

— Pronto entraran en celo los animales y se ira Hipolito con el circo — murmuro 
entre dos oraciones. 

Tenia el habito de hablar con Dios. Ese dla, mientras se afanaba con el desayuno, 
se perdia en largos rezos y confesiones. Sus hijos le dijeron muchas veces que esa 
costumbre evangelica provocaba la burla de todo el mundo. ^No podia hacerlo en 
silencio y sin mover los labios? Ella no les hacia caso. Sentia al Senor como una 
presencia fisica en su vida, mas proxima y util que su marido, a quien solo veia 
durante el invierno. Procuraba solicitarle pocos favores, porque habia comprobado 
que las peticiones acaban por fastidiar a los seres celestiales. Se limitaba a pedir 
consejo en sus infinitas dudas y perdon por los pecados propios y ajenos, 
agradeciendo de paso cualquier pequeno acontecimiento beneficioso: paro la lluvia, 
paso la fiebre de Jacinto, maduraron los tomates en el huerto. Sin embargo, desde 
hacia algunas semanas importunaba a menudo al Redentor clamando por Evangelina. 

— Curala — rogaba esa manana mientras atizaba el fuego de la cocina y 
acomodaba cuatro ladrillos para sostener la parrilla sobre los lenos encendidos — . 
Curala, mi Dios, antes que se la lleven al manicomio. 

Nunca, ni siquiera ante la procesion de suplicantes rogando por un milagro, penso 
que los ataques de su hija eran sintomas de santidad. Menos aun creia en demonios 
provocadores, como aseguraban las comadres deslenguadas despues de ver una 
pelicula sobre exorcismos en el pueblo, donde la espuma en la boca y los ojos 
perdidos eran signos de Satanas. 

Su sentido comun, el contacto con la naturaleza y su larga experiencia de madre 


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de muchos hijos, le permitian deducir que aquello era una enfermedad fisica y 
mental, sin nada malefico o divino. Lo atribula a las vacunas de la infancia o a la 
llegada de la menstruacion. Siempre se opuso al Servicio de Salud, que iba de casa en 
casa atrapando a los ninos escondidos entre las matas del huerto y bajo las camas. 
Aunque patalearan y ella jurara que ya hablan sido tratados, de todos modos les 
daban caza y los inyectaban sin piedad. Estaba segura que esos llquidos se 
acumulaban en la sangre provocando alteraciones del organismo. Por otra parte, la 
menstruacion era un acontecimiento natural en la vida de toda mujer, pero a algunas 
les calentaba los humores y les ponla ideas perversas en la mente. Cualquiera de esas 
dos cosas podia ser la causa del terrible mal, pero de algo estaba cierta: su hija se 
debilitarla, como ocurre con las peores enfermedades, y si no sanaba en un plazo 
prudente, acabaria desquiciada o en la tumba. 

Otros hijos suyos murieron en la ninez atacados por epidemias o sorprendidos por 
accidentes irremediables. Asi sucedla en todas las familias. Si la criatura era pequena 
no la lloraban, porque se elevaba directamente a las nubes con los angeles, donde 
intercedla por los rezagados en la tierra. Pero perder a Evangelina le resultaba mas 
doloroso, ya que debla responder por ella ante su verdadera madre. No queria dar la 
impresion de haberla descuidado, porque la gente murmuraria a sus espaldas. 

En su casa, Digna era la primera en levantarse y la ultima en ir a la cama. Con el 
canto del gallo ya estaba en la cocina acomodando la lena sobre las brasas aun tibias 
de la noche anterior. Desde el momento en que ponia a hervir el agua para el 
desayuno, no volvia a sentarse, siempre ocupada con los ninos, el lavado, la comida, 
el huerto, los animales. Sus jornadas eran todas iguales, como un rosario de cuentas 
identicas determinando su existencia. No conocia el descanso y las unicas veces que 
guardo reposo fue cuando dio a luz a otro hijo. Su vida estaba hecha de rutinas 
encadenadas sin variantes, salvo aquellas marcadas por las estaciones. Solo existia 
trabajo y cansancio para ella. El momento mas apacible del dia era al atardecer, 
cuando tomaba la costura acompanada por una radio a pilas y se transportaba a un 
universo lejano del cual poco entendia. Su destino no parecia mejor ni peor que otros. 
A veces concluia que era mujer de suerte, porque al menos Hipolito no se comportaba 
como un campesino bruto, trabajaba en el circo, era un artista, corria caminos, veia 
mundo y a su vuelta narraba hechos asombrosos. Se toma sus tragos de vino, no lo 
niego, pero en el fondo es bueno, pensaba Digna. Era grande su desamparo en la 
epoca de preparar los potreros, sembrar, cosechar, pero ese marido transhumante tenia 
cualidades que compensaban. Solo borracho se atrevia a pegarle y solo si Pradelio, el 
hijo mayor, no andaba cerca, porque delante del muchacho Hipolito Ranquileo no le 
levantaba la mano. Gozaba de mayor libertad que otras mujeres, visitaba a las 
comadres sin pedir permiso, podia asistir a los servicios religiosos de la Verdadera 
Iglesia Evangelica y habia criado a sus hijos conforme a su moral. Estaba 


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acostumbrada a tomar decisiones y solamente en invierno, cuando el regresaba al 
hogar, ella inclinaba la cabeza, bajaba la voz y lo consultaba antes de actuar, por 
respeto. Pero tambien esa temporada tenia sus ventajas, aunque a menudo la lluvia y 
la pobreza pareclan eternizarse sobre la tierra. Era un periodo de reposo, descansaban 
los campos, los dlas pareclan mas cortos, amanecla mas tarde. Se acostaban a las 
cinco para ahorrar velas y en la tibieza de las mantas se podia apreciar cuanto vale un 
hombre. 

Gracias a su profesion de artista, Hipolito no participo en los sindicatos agricolas 
ni en otras novedades del gobierno anterior, de modo que cuando todo volvio a ser 
como en tiempos de los abuelos, lo dejaron en paz y no hubo nada funesto que 
lamentar. Hija y nieta de campesinos, Digna era prudente y desconfiada. Nunca creyo 
en las palabras de los asesores y supo desde el comienzo que la reforma agraria 
acabarla mal. Siempre lo dijo, pero nadie le presto atencion. Su familia tuvo mas 
suerte que los Flores, los verdaderos padres de Evangelina, y que muchos otros 
trabajadores de la tierra que dejaron las esperanzas y el pellejo en esa aventura de 
promesas y confusiones. 

Hipolito Ranquileo tenia virtudes de buen marido, era tranquilo, nada revoltoso o 
violento, ella no le conocia otras mujeres ni vicios mayores. Cada ano traia algo de 
dinero al hogar, ademas de algun regalo a menudo inservible, pero siempre 
bienvenido, porque lo importante es la intencion. Tenia un caracter galante. Nunca se 
le quito esa virtud como otros hombres que apenas se casan tratan a su mujer como a 
las bestias, decia Digna, por eso ella le dio hijos con alegria y hasta con cierto placer. 
Al pensar en sus caricias se ruborizaba. Su marido nunca la vio desnuda, el pudor es 
lo primero, sostenia, pero eso no le restaba encanto a su intimidad. Se enamoro de las 
cosas lindas que el sabia decir y decidio ser su esposa ante Dios y el Registro Civil, 
por eso no lo dejo tocarla y llego virgen al matrimonio, tal como deseaba que hicieran 
sus hijas, asi las respetarian y nadie podria criticarlas por livianas de cascos; pero 
aquellos eran otros tiempos y ahora resulta cada vez mas dificil cuidar a las 
muchachas, una vuelve la cara y se van al rio, las mando al pueblo a comprar azucar 
y se pierden por horas, me preocupo de vestirlas con decencia, pero ellas se 
arremangan las faldas, se abren los botones de la blusa y se colorean la cara. Ay, 
Senor, ayudame a criarlas hasta el matrimonio y entonces podre descansar, no vaya a 
repetirse la desgracia de la mayor, perdonala, era muy joven y casi no se dio cuenta 
de lo que hacia, fue tan rapido para la pobrecita, ni tiempo le dio de acostarse como 
los humanos, lo hizo de pie contra el sauce del fondo como los perros; cuida de las 
otras ninas para que no venga un fresco a sobrepasarse con ellas, porque esta vez el 
Pradelio lo mata y caeria la desgracia en esta casa; con el Jacinto ya tuve mi parte de 
vergiienza y sufrimiento, pobre nino, el no tiene la culpa de su mancha. 

Jacinto, el menor de la familia, era en realidad su nieto fruto bastardo de su hija 


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mayor y un forastero que llego en otono a pedir que lo dejaran pasar la noche en la 
cocina. Tuvo el buen tino de nacer cuando Hipolito recorria los pueblos con el circo y 
Pradelio cumplla con el servicio militar. As! las cosas, no hubo un hombre para tomar 
venganza, como era debido. Digna supo lo que debia hacer: arropo al recien nacido, 
lo alimento con leche de yegua y mando a la madre a la ciudad a emplearse como 
sirvienta. Al volver los hombres el hecho estaba consumado y debieron aceptarlo. 
Despues se acostumbraron a la presencia de la criatura y acabaron tratandola como un 
hijo mas. No fue el unico ajeno criado en el hogar de los Ranquileo, antes de Jacinto 
otros fueron acogidos: huerfanos perdidos que alguna vez golpearon su puerta. Con el 
transcurso de los anos olvidaron el parentesco y solo quedo la costumbre y el carino. 

Como cada manana cuando el alba asomaba detras de los montes, Digna lleno el 
mate con la yerba para su marido y coloco su silla en el rincon cercano a la puerta, 
donde el aire corria mas puro. Quemo unos terrones de azucar y distribuyo dos en 
cada tazon de lata para preparar la infusion de poleo para los hijos mayores. 
Humedecio el pan del dla anterior y lo puso sobre las brasas, colo la leche de los 
ninos y en una sarten de hierro, negro por el uso, mezclo un revoltillo de huevos y 
cebolla. 

Quince anos hablan transcurrido desde el dla en que Evangelina nacio en el 
hospital de Los Riscos, pero Digna podia recordarlo como si hubiera ocurrido recien. 
Habiendo parido tantas veces, dio a luz con rapidez y, tal como siempre hacia, se alzo 
sobre los codos para ver salir al bebe de su vientre, comprobando la semejanza con 
sus otros hijos: el pelo tieso y oscuro del padre y la piel blanca de la cual ella se 
sentia orgullosa. Por eso, cuando le llevaron una criatura envuelta en trapos y noto 
una pelusa rubia cubriendo su craneo casi calvo, supo sin lugar a dudas que no era la 
suya. Su primer impulso fue rechazarla y protestar, pero la enfermera tenia prisa, se 
nego a escuchar razones, le puso el bulto en los brazos y se fue, la nina empezo a 
llorar y Digna, con un gesto antiguo como la historia, abrio su camison y se la puso al 
pecho, mientras comentaba con sus vecinas en la sala comun de la maternidad, que 
seguramente habia un error: esa no era su hija. Al terminar de amamantarla, se 
levanto con alguna dificultad y fue a explicar el problema a la matrona del piso, pero 
esta le respondio que estaba equivocada, nunca habia sucedido algo asi en el hospital, 
atentaba contra el reglamento eso de andar cambiando a los ninos. Agrego que 
seguramente estaba mal de los nervios y sin mas tramite le inyecto un liquido en el 
brazo. Luego la envio de regreso a su cama. Horas despues Digna Ranquileo desperto 
con la bulla de otra parturienta en el extremo opuesto de la sala. 

— jMe cambiaron a la niha! — gritaba. 

Alarmados por el escandalo acudieron enfermeras, medicos y hasta el director del 
hospital. Digna aprovecho para plantear tambien su problema en la forma mas 
delicada posible, porque no deseaba ofender. Explico que habia traido al mundo a una 


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criatura morena y le entregaron otra de pelo amarillo sin el menor parecido con sus 
hijos. ^Que pensaria su marido al verla? 

El director del establecimiento se indigno: ignorantes, desconsideradas, en vez de 
agradecer que las atiendan me arman un alboroto. Las dos mujeres optaron por 
callarse y esperar una mejor ocasion. Digna estaba arrepentida de haber ido al 
hospital y se acusaba de lo ocurrido. Hasta entonces todos sus hijos nacieron en la 
casa, con ayuda de Mamita Encarnacion, quien controlaba el embarazo desde los 
primeros meses y aparecia la vispera del alumbramiento, quedandose hasta que la 
madre pudiera ocuparse de sus quehaceres. Llegaba con sus yerbas para parir rapido, 
sus tijeras benditas por el obispo, sus trapos limpios y hervidos, sus compresas 
cicatrizantes, sus balsamos para los pezones, las estrias y los desgarros, su hilo de 
coser y su incuestionable sabiduria. Mientras preparaba el ambiente para la criatura 
en camino, charlaba sin cesar entreteniendo a la enferma con los chismes locales y 
otras historias de su invention, cuya finalidad era hacer el tiempo mas corto y el 
sufrimiento menor. Esa mujer pequena, agil, envuelta en un aroma inmutable de 
humo y espliego, ayudaba a nacer a casi todos los crios de la zona desde hacia mas de 
veinte anos. 

Nada exigia por sus servicios, pero vivia de su oficio, porque los agradecidos 
pasaban frente a su rancho dejando huevos, fruta, lena, aves, una liebre o una perdiz 
de la ultima caceria. 

Aun en los peores tiempos de miseria, cuando se arruinaban las cosechas y se 
secaba el vientre de las bestias, no faltaba lo necesario en el hogar de Mamita 
Encarnacion. Conocia todos los secretos de la naturaleza en torno al hecho de nacer y 
tambien algunos infalibles sistemas para abortar con yerbas o cabo de vela, que solo 
usaba en casos de reconocida justicia. Si fallaban sus conocimientos, empleaba su 
intuition. 

Cuando al fin la criatura se abria paso hasta la luz, cortaba el cordon umbilical 
con las tijeras milagrosas para darle fuerza y salud, en seguida la revisaba de pies a 
cabeza para cerciorarse de que nada extrano aparecia en su constitution. Si descubria 
una falla, anticipo de una vida de sufrimiento o de una carga para los demas, 
abandonaba al recien nacido a su suerte, pero si todo estaba en el orden de Dios, daba 
gracias al cielo y procedia a iniciarlo en el trajin de la vida con un par de palmadas. A 
la madre daba borraja para expulsar la sangre negra y los malos humores, aceite de 
ricino para limpiar la tripa y cerveza con yemas crudas para garantizar abundancia de 
leche. Se quedaba tres o cuatro dias a cargo de la casa, cocinaba, barria, servia la 
comida a la familia y se ocupaba de la parvada de ninos. Asi habia sido en todos los 
partos de Digna Ranquileo, pero cuando nacio Evangelina la comadrona estaba en la 
carcel por ejercicio ilegal de la medicina y no pudo atenderla. Por esa razon y no por 
otra, Digna acudio al hospital de Los Riscos, donde se sintio tratada peor que un 


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condenado. A1 entrar le pusieron un parche con un numero en la muneca, le afeitaron 
sus partes pudorosas, la banaron con agua fria y desinfectante, sin considerar la 
posibilidad de secarle la leche para siempre y la colocaron en una cama sin sabanas 
con otra mujer en sus mismas condiciones. Despues de hurgar sin pedirle permiso en 
todos los orificios de su cuerpo, la hicieron dar a luz debajo de una lampara a la vista 
de quien quisiera curiosear. Todo lo soporto sin un suspiro, pero cuando salio de alii 
con una hija que no era la suya en los brazos y sus vergiienzas pintadas de rojo como 
una bandera, juro no volver a poner los pies en un hospital en los dlas de su vida. 

Digna termino de frelr el revoltillo de huevos con cebolla y llamo a la familia a la 
cocina. Cada uno aparecio con su silla. 

Cuando los ninos empezaban a caminar, ella les asignaba un asiento propio, 
Intimo e inviolable, unica posesion en la pobreza comunitaria de los Ranquileo. 
Incluso la cama se compartla y la ropa se guardaba en grandes canastos de mimbre 
donde cada manana la familia retiraba lo necesario. Nada tenia dueno. 

Hipolito Ranquileo sorbla su mate ruidosamente y masticaba el pan con lentitud, 
debido a los dientes ausentes y a otros que bailaban en sus enclas. Parecla sano, 
aunque nunca se vio fuerte, pero ahora estaba envejeciendo, los anos se dejaron caer 
de golpe sobre el. Su mujer lo atribula a la vida errante del circo, siempre 
deambulando sin rumbo fijo, comiendo mal, pintandose la cara con esos impudicos 
mejunjes permitidos por Dios a las perdidas de la calle, pero daninos para una 
persona decente. En pocos anos el gallardo mozo que acepto por novio se convirtio 
en ese hombrecito encogido con un rostro acartonado a fuerza de hacer morisquetas, 
donde la nariz parecia un porron, que tosla demasiado y se quedaba dormido en la 
mitad de una conversacion. Durante los meses de frio y de forzada inactividad solia 
divertir a los ninos vistiendo sus atuendos de payaso. Bajo la mascara blanca y la 
enorme boca roja abierta en una risotada perenne, su mujer veia los surcos del 
cansancio. Como ya estaba algo decrepito, le resultaba cada vez mas dificil conseguir 
trabajo y ella cultivaba la esperanza de verlo afincado en el campo y ayudandola en 
las faenas. Ahora se imponia el progreso a la fuerza y las nuevas disposiciones 
pesaban como fardos en los hombros de Digna. Tambien los campesinos debian 
adecuarse a la economia de mercado. La tierra y sus productos entraban en 
competencia libre, cada uno prosperaba de acuerdo a su rendimiento, iniciativa y 
eficiencia empresarial y hasta los indios iletrados sufrian el mismo destino, con 
grandes ventajas para quienes poseian dinero, pues podian comprar por unos centavos 
o alquilar por noventa y nueve anos las propiedades de los agricultores pobres, como 
los Ranquileo. Pero ella no deseaba abandonar el lugar donde nacio y crio a sus hijos 
para habitar uno de los novedosos villorrios agricolas. Alii los patrones recogian cada 
manana la mano de obra necesaria ahorrandose problemas con los inquilinos. Eso 
representaba la pobreza dentro de la pobreza. Ella queria que su familia trabajara las 


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seis cuadras de su herencia, pero cada vez resultaba mas diflcil defenderse de las 
grandes empresas, especialmente sin el respaldo de un hombre para ayudarla en 
tantas penalidades. 

Digna Ranquileo sintio compasion por su marido. Para el reservaba la mejor 
porcion de cazuela, los huevos mas grandes, la lana mas suave para tejer sus chalecos 
y calcetas. Le preparaba yerbas para los rinones, para despejar las ideas, para aclarar 
la sangre y ayudar al sueno, pero era evidente que a pesar de sus cuidados Hipolito 
envejeda. En ese momento dos ninos peleaban por los restos del revoltillo y el los 
observaba indiferente. En tiempos normales habria intervenido a manotazos para 
separarlos, pero ahora solo tenia ojos para Evangelina, la segula con la mirada como 
si temiera verla transformada en un monstruo similar a los del circo. A esa hora la 
muchacha era uno mas del monton de chiquillos friolentos y despeinados. Nada en su 
aspecto anunciaba lo que sucederia dentro de algunas horas, exactamente al 
mediodia. 

— Curala, Dios mio — repitio Digna cubriendose la cara con el delantal para que 
no la vieran hablando sola. 

La manana se anunciaba tan mansa, que Hilda sugirio tomar el desayuno en la 
cocina abrigada solo por la tibieza de las hornillas, pero su marido le recordo que no 
podia descuidarse con los resfrios, pues de nina padecio de los pulmones. Segun el 
calendario era invierno todavla, pero por el color de las madrugadas y el canto de las 
alondras se adivinaba la llegada de la primavera. Debian ahorrar combustible. Eran 
tiempos de carestia, pero en consideration a la fragilidad de su mujer, el Profesor 
Leal insistia en encender la estufa a kerosen. El viejo artefacto circulaba por las 
habitaciones de dia y de noche acompanando el transito de quienes alii vivian. 

Mientras Hilda ordenaba los chales, el Profesor Leal con abrigo, bufanda y 
pantuflas, se asomo al patio para colocar granos en los comederos y agua fresca en 
los tiestos. Noto los minusculos brotes en el arbol y calculo que dentro de poco las 
ramas se llenarian de hojas, como una verde ciudadela para albergar a los pajaros 
migratorios. Le gustaba verlos volar libremente tanto como odiaba las j aulas, porque 
consideraba imperdonable aprisionarlos solo para darse el lujo de tenerlos ante la 
vista. Tambien en los detalles era consecuente con sus principios anarquistas: si la 
libertad es el primer derecho del hombre, con mayor razon debia serlo de aquellas 
criaturas nacidas con alas en los costados. 

Su hijo Francisco lo llamo desde la cocina anunciando que el te estaba servido y 
que Jose habia llegado de visita. El Profesor apresuro el paso, porque no era usual 
recibirlo tan temprano un dia sabado, requerido siempre por su inacabable tarea de 
socorrer al projimo. Lo vio sentado ante la mesa y noto por primera vez que 
empezaba perder pelo en la nuca. 

— iQue hay, hijo? ^Pasa algo? — pregunto dandole una palmada en el hombro. 


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— Nada, viejo. Tengo ganas de tomar un desayuno decente preparado por mama. 

Era el mas fornido y tosco de la familia, el unico sin los huesos largos y la nariz 
aguilena de los Leal. Pareda un pescador y nada en su apariencia delataba la 
delicadeza de su alma. Entro al Seminario tan pronto salio del liceo, la decision no 
sorprendio a nadie, excepto a su padre, porque desde nino tuvo actitudes de jesuita y 
paso la infancia disfrazandose de obispo con las toallas del bano y jugando a decir 
misa. No habla explication para esas inclinaciones, porque en su casa nadie 
practicaba abiertamente la religion y su madre aunque se confesaba catolica, no iba a 
misa desde que se caso. El consuelo del Profesor Leal ante la decision de su hijo, era 
que no usaba sotana sino braga de obrero, no vivla en un convento sino en una 
poblacion proletaria y estaba mas cerca de los tragicos sobresaltos de este mundo que 
de los misterios eucaristicos. Jose vestla un pantalon heredado de su hermano mayor, 
una camisa destenida y un chaleco de gruesa lana tejido por su madre. Tenia las 
manos callosas por las herramientas de plomero con que sufragaba los gastos de su 
asistencia. 

— Estoy organizando unos cursillos de cristiandad — dijo en tono socarron. 

— Ya veo — respondio Francisco con conocimiento de causa, porque trabajaban 
juntos en un consultorio gratuito de la parroquia y estaba informado de las 
actividades de su hermano. 

— Ay, Jose, no te metas en polltica — suplico Hilda — . ^Quieres ir preso de nuevo, 
hijo? 

La ultima preocupacion de Jose Leal era su propia seguridad. No le alcanzaba el 
animo para llevar la cuenta de los infortunios ajenos. Cargaba sobre la espalda un 
peso inaguantable de dolor e injusticia. A menudo reprochaba al Creador que pusiera 
a prueba tan duramente su fe: si existia el amor divino, tanto sufrimiento humano 
pareda una burla. En aquella improba tarea de alimentar pobres y amparar huerfanos, 
perdio el barniz eclesiastico adquirido en el Seminario, transformandose 
definitivamente en un ser hosco, dividido entre la impaciencia y la piedad. Su padre 
lo distinguio entre todos sus hijos, porque podia ver la similitud entre sus propios 
ideales filosoficos y lo que calificaba de barbara superstition cristiana de su hijo. Eso 
alivio su pena, acabo perdonando la vocation religiosa de Jose y dejo de lamentarse 
por las noches con la cabeza hundida en la almohada para no preocupar a su padre de 
la vergiienza de tener un cura en la familia. 

— Vine a buscarte, hermano — dijo Jose Debes ver a una nina en la poblacion. 

La violaron hace una semana y desde entonces se quedo muda. 

Ve con tus conocimientos de psicologia, porque Dios no da abasto con tantos 
problemas. 

— Hoy es imposible, tengo que ir con Irene a tomar unas fotografias, pero manana 
vere a la criatura. ^Cuantos anos tiene? 


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— Diez. 

— jPor Dios! ^Que monstruo puede hacer eso a una pobre inocente? — exclamo 
Hilda. 

— Su padre. 

— jBasta, por favor! — ordeno el Profesor Leal — . ^Quereis enfermar a mama? 

Francisco asintio por todos y por un rato guardaron silencio, buscando un tema de 
conversation para borrar la congoja de Hilda. Unica mujer en una familia de varones, 
consiguio imponer su dulzura y discretion. No recordaban haberla visto exasperada. 
En su presencia no habia rinas de muchachos, chistes picantes o groserias. En la 
ninez, Francisco solia angustiarse con la sospecha de que su madre, usada por la 
rudeza de la vida, podria ir desapareciendo imperceptiblemente, hasta esfumarse del 
todo, como la niebla. Entonces corria a su lado, la abrazaba, la sujetaba por la ropa en 
un desesperado intento de retener su presencia, su calor, el olor de su delantal, el 
sonido de su voz. Habia transcurrido mucho tiempo desde entonces, pero todavia la 
ternura por ella era su sentimiento mas inconmovible. 

Solo Francisco quedo en la casa de sus padres despues que Javier se caso y Jose 
partio al Seminario. Ocupaba la misma habitation de su infancia, con muebles de 
pino v estanterias atiborradas de libros. Alguna vez tuvo la intention de alquilar una 
vivienda independiente, pero en el fondo le gustaba la compania de su familia y por 
otra parte no deseaba causar un dolor innecesario a sus padres. Para ellos existian 
solo tres excusas para que un hijo saliera de su casa: la guerra, el matrimonio o el 
sacerdocio. Despues agregarian otra: huir de la policia. 

La casa de los Leal era pequena, antigua, modesta, con pintura y remiendos. De 
noche crujia suavemente, como anciana cansada y reumatica. Fue disenada por el 
Profesor Leal muchos anos antes, pensando que lo unico indispensable era una 
amplia cocina donde transcurriera la vida y donde instalar una imprenta clandestina, 
un patio para colgar la ropa y sentarse a mirar los pajaros y suficientes cuartos para 
poner las camas de sus hijos. Lo demas dependia de la amplitud del espiritu y la 
viveza del intelecto, decia cuando alguien reclamaba por la estrechez o la modestia. 
Alii se acomodaron y hubo espacio y buena voluntad para acoger a los amigos en 
desgracia y a los parientes llegados de Europa escapando de la guerra. Era una 
familia afectuosa. En plena adolescencia, cuando ya se afeitaban los bigotes, todavia 
los muchachos se introducian a la cama de los padres para leer el periodico por la 
manana y pedir a Hilda que les rascara la espalda. Al irse los hijos mayores, los Leal 
sintieron que la casa les quedaba grande, veian sombras en los rincones y oian ecos 
en el corredor, pero luego nacieron los nietos y volvio el bullicio habitual. 

— Es necesario arreglar los techos y cambiar las tuberias — decia Hilda cada vez 
que llovia o aparecia una nueva gotera. 

— ^Para que? Aun tenemos nuestra casa en Teruel y cuando muera Franco 


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volveremos a Espana — replicaba su marido. 

El Profesor Leal sonaba con el regreso a la patria desde el dla en que el barco lo 
alejo de las costas europeas. Indignado contra el Caudillo, juro no usar calcetines 
hasta saberlo enterrado, sin imaginar cuantas decadas tardaria en cumplir su deseo. 
Su promesa le produjo escamas en los pies y le acarreo algunos sinsabores en el 
trafico profesional. En ciertas ocasiones se entrevisto con personajes importantes o 
fue comisionado a tomar examenes en colegios y liceos y sus pies desnudos dentro de 
sus grandes zapatos de suela de goma, removlan los prejuicios ajenos. Pero era 
demasiado orgulloso, y antes de dar explicaciones preferia ser considerado como un 
extranjero extravagante o un miserable cuyos ingresos no alcanzaban para comprar 
medias. La unica oportunidad en que pudo ir con su familia a la montana para gozar 
la nieve de cerca, permanecio en el hotel con los pies azules y helados como 
arenques. 

— Vamos, hombre. ^No ves que Franco ni sabe de ti? — le suplico Hilda. 

Culmino con una mirada llena de dignidad y se mantuvo solitario junto a la 
chimenea. Una vez muerto su gran enemigo, se coloco un par de rojos y brillantes 
calcetines que mantenlan en si mismos toda su filosofla existencial, pero antes de 
media hora se vio obligado a quitarselos. Habla pasado mucho tiempo sin ellos y ya 
no los toleraba. Entonces, para disimular, hizo el juramento de seguir sin usarlos 
hasta la caida del General que gobernaba con mano de hierro su patria adoptiva. 

— Me los ponen cuando muera, carajo — decia — . jQuiero irme al infierno con 
calcetas rojas! 

No creia en la prolongation de la vida despues de la muerte, pero toda precaution 
en ese sentido era poca para su hidalgo temperamento. La democracia en Espana no 
le devolvio el uso de los calcetines ni lo hizo regresar, porque sus hijos, sus nietos y 
las ralces americanas lo retuvieron. La casa tampoco recibio las reparaciones 
necesarias. Despues del Golpe Militar otras urgencias ocuparon a la familia. A causa 
de sus ideas politicas, el Profesor Leal fue colocado en la lista de los indeseables y 
obligado a jubilar. No perdio el optimismo al verse sin trabajo y con una pension 
reducida, mas bien imprimio en la cocina un volante para ofrecer clases de literatura 
y lo distribuyo donde pudo. Sus escasos alumnos consiguieron equilibrar un poco el 
presupuesto y asi pudieron vivir con sencillez y ayudar a Javier. El hijo mayor se 
encontraba en serias dificultades economicas para mantener mujer y tres ninos. 
Descendio el nivel de vida de los Leal, como ocurrio a tantos en su medio. 
Prescindieron de los abonos a los conciertos, el teatro, los libros, los discos y otros 
refinamientos que alegraban sus dias. Mas tarde, cuando fue evidente que tampoco 
Javier podria encontrar un empleo, su padre decidio construir un par de habitaciones 
y un bano en el patio para acogerlo con su familia. Los tres hermanos se juntaban los 
fines de semana para pegar ladrillos bajo las ordenes del Profesor Leal, quien obtenia 


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sus conocimientos de un manual de construction comprado en un remate de libros 
viejos. Como ninguno tenia experiencia en ese oficio y al manual le faltaban varias 
hojas, el resultado predecible, una vez la obra concluida, seria una edificacion de 
paredes torcidas que pensaban disimular cubriendola con hiedra. Javier se opuso 
hasta el final a la idea de vivir a expensas de sus padres. Por herencia tenia un 
caracter orgulloso. 

— Donde comen tres, comen ocho — dijo Hilda sin alterar el habito de su 
parsimonia. Cuando tomaba una decision era por lo general inapelable. 

— Son tiempos muy malos, hijo, tenemos que ayudarnos — agrego el Profesor 
Leal. 

A pesar de los problemas, se sentia satisfecho de su vida y habria sido 
completamente feliz si no lo atormentara desde su primera juventud la devastadora 
pasion revolucionaria que determino su caracter y su existencia. Dedico buena parte 
de su energia, su tiempo y sus ingresos a divulgar sus principios ideologicos. Formo a 
sus tres hijos en su doctrina, les enseno desde pequenos a manejar la imprenta 
clandestina de la cocina y fue con ellos a repartir volantes panfletarios en las puertas 
de las fabricas a espaldas de la policia. Hilda estaba siempre a su lado en las 
reuniones sindicales, con sus palillos incansables en las manos y la lana dentro de una 
bolsa sobre sus rodillas. Mientras su marido arengaba a los camaradas, ella se perdia 
en un mundo secreto, saboreando sus recuerdos, bordando afectos, recreando sus 
mejores nostalgias, ajena por completo al bullicio de las discusiones politicas. 
Mediante un largo y suave proceso de depuration, consiguio borrar la mayor parte de 
las penurias pasadas y solo guardaba las evocaciones felices. Jamas hablaba de la 
guerra, los muertos que enterro, su accidente o la larga marcha hacia el exilio. 
Quienes la conocian atribuian esa memoria selectiva al golpe que le partio la cabeza 
en su juventud, pero el Profesor Leal podia interpretar los pequenos signos y 
sospechaba que ella nada habia olvidado. 

Simplemente no deseaba cargar con antiguos pesares, por eso no los mencionaba, 
anulandolos mediante el silencio. Su mujer lo habia acompahado por todos los 
caminos durante tanto tiempo, que no podia recordar la vida sin ella. Marchaba a su 
lado con paso firme en las manifestaciones call ej eras. En intima colaboracion criaron 
a sus hijos. Ayudo a otros mas necesitados, acampo a la intemperie en las noches de 
huelga y amanecio cosiendo ropa ajena por encargo cuando no alcanzaba su sueldo 
para mantener a la familia. Con el mismo entusiasmo lo siguio a la guerra y al exilio, 
le llevo comida caliente a la carcel cuando fue detenido y no perdio la calma el dia en 
que les embargaron los muebles, ni el buen humor cuando dormian temblando de frio 
en la cubierta de tercera clase de un barco de refugiados. Hilda aceptaba todas las 
extravagancias de su marido — y no eran pocas — sin alterar su paz, porque en tanta 
vida compartida no habia hecho sino aumentar su amor por el. 


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Mucho tiempo atras, en una pequena aldea de Espana, entre cerros abruptos y 
vinedos, el la requirio en matrimonio. 

Ella respondio que era catolica y pensaba continuar siendolo, que no tenia nada 
personal contra Marx, pero no soportarla su retrato en la cabecera de la cama y que 
sus hijos serlan bautizados para evitar el riesgo de que murieran moros y fueran parar 
al limbo. El Profesor de Logica y Literatura era comunista ferviente y ateo, pero no 
carecla de intuition y comprendio que nada harla cambiar de opinion a esa joven 
sonrosada y fragil con ojos iluminados, de quien se habia enamorado con certeza, por 
lo tanto era preferible negociar un pacto. 

Acordaron en casarse por la Iglesia, unica forma legal de hacerlo en esa epoca, 
que los hijos recibirian los sacramentos pero irian a escuelas laicas, que el pondria su 
acento en el nombre de los varones y ella en el de las ninas v que serian enterrados en 
una tumba sin cruz con un epitafio de contenido pragmatico redactado por el. Hilda 
acepto porque ese hombre enjuto con manos de pianista y fuego en las venas era lo 
que siempre quiso por companero. El cumplio su parte del cuerdo con la escrupulosa 
honestidad que lo caracterizaba, pero Hilda no tuvo la misma rectitud. El dia del 
zaba, pero Hilda no tuvo la misma rectitud. El dia del nacimiento del primogenito, su 
marido estaba sumido en la guerra y cuando pudo ir a visitarlos, el nino habia sido 
bautizado Javier, como su abuelo. La madre estaba en lastimosa condition y no era el 
momento de iniciar una pelea, pero el decidio apodarlo Vladimir, primer nombre de 
Lenin. Nunca pudo hacerlo, porque cuando lo llamaba asi su mujer le preguntaba a 
quien diablos se referia, por otra parte, la criatura lo miraba con expresion asombrada 
y no respondia. Poco antes del parto siguiente, Hilda desperto una manana contando 
un sueno: daba a luz un varon y debian llamarlo Jose. Discutieron freneticamente 
durante algunas semanas, hasta llegar a una solution justa: Jose Ilich. Despues 
lanzaron una moneda al aire para decidir cual nombre usarian y gano Hilda, pero eso 
ya no era culpa de ella, sino de la suerte a quien no complacia el segundo nombre del 
lider revolucionario. Anos mas tarde nacio el ultimo hijo y para entonces el Profesor 
Leal habia perdido parte de su entusiasmo por los sovieticos, de modo que se salvo de 
llamarse Ulianov. Hilda le puso Francisco en honor al santo de Asis, poeta de pobres 
y animales. Tal vez por eso, por ser el menor y tan parecido a su padre, lo favorecio 
con una ternura especial. El nino retribuyo el amor total de su madre con un perfecto 
complejo de Edipo que le duro hasta la adolescencia, cuando la perturbation de sus 
hormonas le hizo comprender que existian otras mujeres en este mundo. 

Ese sabado por la manana Francisco termino el te, se echo al hombro el maletin 
con su equipo fotografico y se despidio de la familia. 

— Abrigate, el viento de la moto es fatal — dijo su madre. 

— Dejalo, mujer, ya no es un chiquillo — reclamo su marido y los hijos sonrieron. 

Los primeros meses despues del nacimiento de Evangelina, Digna Ranquileo 


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lamento su infortunio y penso en un castigo del cielo por acudir al hospital en vez de 
quedarse en su casa. Pariras con dolor, deda claramente la Biblia y as! se lo habla 
recordado el Reverendo. Pero luego comprendio cuan insondables son los designios 
del Sefior. Esa criatura rubia de ojos claros tal vez significaba algo en su destino. Con 
la ayuda espiritual de la Verdadera Iglesia Evangelica, acepto la prueba y se dispuso a 
querer a esa nifia, a pesar de sus mafias. Amenudo recordaba a la otra, la que se llevo 
la comadre Flores y que en justicia le perteneda. Su marido la consolaba diciendo 
que pareda mas sana y fuerte y seguro se criaria mejor con la otra familia. 

— Los Flores son propietarios de un buen pedazo de terreno. Por alb dicen que se 
compraran un tractor. Son mas cultivados, pertenecen al Sindicato Agricola — 
razonaba Hipolito afios atras, antes que la desgracia se abatiera sobre la casa de los 
Flores. 

Despues del parto, las dos madres intentaron reclamar a sus hijas, asegurando que 
las vieron nacer y se dieron cuenta del error por el color de sus cabellos, pero el 
director del hospital no quiso olr hablar de ese tema y amenazo con enviarlas a la 
carcel por levantar calumnias contra la institution. Los padres sugirieron 
simplemente cambiar a las nifias y quedarse en paz, pero ellas no deseaban hacerlo 
sin legalidad. Decidieron quedarse provisoriamente con la que tenlan en brazos hasta 
aclarar el embrollo ante la autoridad, pero despues de una huelga del Servicio de 
Salud y un incendio del Registro Civil, donde el personal fue remplazado y 
desaparecieron los archivos, se les acabo la esperanza de obtener justicia. Optaron 
por criar a las nifias ajenas como si fueran propias. Aunque vivian a escasa distancia 
tenian pocas ocasiones de encontrarse, pues sus vidas eran muy aisladas. Desde el 
comienzo acordaron llamarse mutuamente comadre y dar a las criaturas el mismo 
nombre de pila, por si alguna vez recuperaban el apellido legitimo no tuviesen 
necesidad de habituarse a un nuevo apodo. Tambien les contaron la verdad apenas 
alcanzaron la edad de comprender, porque de todos modos tarde o temprano iban a 
enterarse. Todo el mundo en la region conocia la historia de las Evangelinas 
cambiadas y no faltaria quien fuera con el chisme donde las muchachas. 

Evangelina Flores resulto una tipica campesina morena, de ojos vivaces, amplias 
caderas y senos opulentos, bien plantada en sus gruesas y torneadas piernas. Era 
fuerte y de temperamento alegre. A los Ranquileo les toco una criatura llorona 
lunatica, fragil y dificil de cuidar. Hipolito le otorgaba un trato especial, con respeto y 
admiration por su piel sonrosada y su claro pelo, tan raros en su familia. Cuando el 
estaba en la casa vigilaba estrechamente a los varones, no fueran a propasarse con esa 
nifia que no era de su misma sangre. En un par de ocasiones sorprendio a Pradelio 
haciendole cosquillas, manoseandola con disimulo, besuqueandola, y para quitarle el 
afan de sobarla le propino unas zurras que por poco lo despachan a otra vida, porque 
ante Dios y los humanos Evangelina debia ser como una hermana. Pero Hipolito solo 


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permaneda en el hogar durante algunos meses y el resto del ano no podia hacer 
respetar todas sus ordenes. 

Desde que escapo con un circo a los trece anos, Hipolito Ranquileo ejercio ese 
oficio y jamas le intereso otro. Su mujer y sus hijos lo despedlan cuando comenzaba 
el buen tiempo y floreclan las carpas remendadas. Iba de pueblo en pueblo 
recorriendo el pals para lucir sus habilidades en agotadoras giras de carnaval de 
pobres. Cumplla multiples ocupaciones bajo la tienda. Primero fue trapecista y 
saltimbanqui, pero con los anos perdio el equilibrio y la destreza. Luego realizo una 
corta incursion como domador de unas fieras lamentables, que removian su piedad y 
acabaron con sus nervios. Por fin se conformo con hacer de payaso. Su vida, igual a 
la de cualquier campesino, se regia por el estado de las lluvias y la luz del sol. 

Durante los meses frios y humedos, a los circos pobres no les sonrie la fortuna y 
el hibernaba en su hogar, pero con el despertar de la primavera decia adios a los 
suyos y partia sin escrupulos, dejando a su mujer a cargo de los hijos y las faenas del 
campo. Ella dirigia mejor esos asuntos, porque llevaba en sus venas la experiencia de 
varias generaciones. La unica vez que el fue al pueblo con el dinero de la cosecha a 
comprar ropa y provisiones para el ano, se emborracho y le robaron todo. Durante 
meses falto el azucar en la mesa de los Ranquileo y ninguno tuvo zapatos nuevos, de 
ahi su confianza para delegar las actividades comerciales en su esposa. Ella tambien 
lo preferia asi. Desde el comienzo de su existencia de casada se echo encima la 
responsabilidad de la familia y la labranza. 

Era usual verla inclinada en la artesa o en el surco del arado rodeada de un 
enjambre de chiquillos de diversas edades colgando de sus faldas. Despues credo 
Pradelio y ella penso que la auxiliaria en tanto quehacer, pero su hijo a los quince 
anos era el moceton mas alto y fornido jamas visto por alii, por eso a todos parecio 
natural que luego de cumplir el servicio militar ingresara en la policia. 

Cuando caian las primeras lluvias, Digna Ranquileo movia su silla al corredor y 
se instalaba a otear el recodo del camino. 

Sus manos siempre ocupadas tejian cestos de mimbre o ajustaban la ropa de los 
ninos, mientras sus ojos atentos se distraian de vez en cuando para observar el 
sendero. De pronto, un dia cualquiera aparecia la pequena figura de Hipolito con su 
maleta de carton. Ahi estaba el mismo de sus nostalgias, materializado al fin, 
aproximandose a pasos cada ano mas lentos, pero siempre tierno y burlon. El corazon 
de Digna daba un vuelco, tal como le ocurrio la primera vez muchos anos antes, 
cuando lo conocio en la boleteria de un circo ambulante, con su raida librea verde y 
oro y la exaltada expresion de sus ojos negros, incitando al publico a entrar al 
espectaculo. Tenia entonces un rostra agradable, porque no se habia fijado aun la 
mascara de payaso en su piel. Su mujer nunca pudo recibirlo con naturalidad. Una 
vehemencia de adolescente oprimia su pecho y la impulsaba a saltar a su cuello para 


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ocultar las lagrimas, pero los meses de separacion exacerbaban su pudor y lo 
saludaba con gesto contenido, los ojos bajos, ruborizada. 

Su hombre estaba alll, habla regresado, todo seria diferente por un tiempo, porque 
el se esmeraba en suplir ausencias. En los meses siguientes ella invocaria a los 
esplritus beneficos de su Biblia para que la lluvia no cesara inmovilizando el 
calendario en un invierno sin fin. 

En cambio, para los hijos la vuelta del padre era un acontecimiento menor. A1 
llegar un dla de la escuela o del trabajo en los potreros, lo encontraban sentado en su 
sillon de mimbre junto a la puerta, con su mate en la mano, mimetizado en el color 
del otono, como si jamas se hubiera desprendido de esos campos, de esa casa, de las 
parras con sus racimos secandose en los ganchos, de los perros echados en el patio. 
Los ninos perciblan los ojos turbados de impaciencia de su madre, la viveza de sus 
gestos para atender a su marido, vigilando con inquietud esos encuentros para evitar 
impertinencias. El respeto por el padre es el pilar de la familia, as! lo dice el Antiguo 
Testamento, por eso esta prohibido llamarlo Tony Chalupa y tampoco se puede hablar 
de su trabajo de payaso, no hagan preguntas, esperen que el les cuente cuando tenga 
ganas. Durante su juventud, cuando Hipolito era disparado con un canon de un 
extremo a otro de la carpa, aterrizando sobre la red con fragor de polvora y sonrisa 
inquieta, pasado el espanto los hijos podlan sentirse orgullosos de el, porque volaba 
como un gavilan. Posteriormente Digna no les permitla ir al circo para ver al padre 
declinar en sus tristes piruetas, preferia que conservaran en la memoria esa airosa 
imagen y no se avergonzaran de sus grotescos ropajes de payaso viejo, golpeado, 
humilde, expulsando vientos, hablando en falsete y riendo sin causa. Cuando el circo 
paso por Los Riscos arrastrando a un oso despelucado y llamando a los vecinos a 
bocinazos para presenciar el grandioso espectaculo internacional aclamado por todos 
los publicos, ella se nego a llevar a los ninos por temor a los payasos, todos iguales en 
apariencia y todos como Hipolito. Sin embargo, en la intimidad del hogar, el se 
colocaba su disfraz y se pintaba el rostro, pero no para hacer cabriolas indignas o 
contar chistes groseros, sino para deleitarlos con sus historias de esperpentos: la 
mujer barbuda, el hombre gorila tan forzudo que podia arrastrar un camion con un 
alambre sujeto por los dientes, el tragafuego capaz de engullir una antorcha 
encendida con petroleo pero no podia apagar una vela con los dedos, la enana albina 
al galope sobre las ancas de una cabra, el trapecista que se cayo de cabeza desde el 
palo mas alto y salpico al respetable publico con sus sesos. 

— El cerebro de los cristianos es igual al de las vacas — explicaba Hipolito al 
finalizar la tragica anecdota. 

Sus hijos no se cansaban de oir una y otra vez los mismos cuentos, sentados en un 
circulo alrededor del padre. Ante los ojos maravillados de la familia, que escuchaba 
sus palabras suspendida en el tiempo, Hipolito Ranquileo recuperaba toda la dignidad 


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perdida en f undone s de pacotilla, donde era bianco de burlas. 

Algunas noches de invierno, cuando los ninos dormian, Digna sacaba la maleta de 
carton oculta bajo la cama y a la luz de una vela repasaba la ropa de trabajo de su 
marido, recosla los enormes botones rojos, zurda roturas por aqul y pegaba parches 
estrategicos por alia, lustraba con cera de abeja los descomunales zapatos amarillos y 
tejla en secreto las medias listadas del disfraz. Habla en su action la misma ternura 
absorta de sus breves encuentros amorosos. En el silencio nocturno los pequenos 
sonidos se agrandaban, la lluvia golpeaba sobre las tejas y la respiration de sus hijos 
en las camas vecinas era tan nltida, que la madre podia adivinar sus suenos. Los 
esposos se abrazaban bajo las mantas, conteniendo los suspiros, envueltos en el calor 
de su discreta conspiration amorosa. A diferencia de otros campesinos, se casaron 
enamorados y por amor engendraron hijos. Por eso ni aun en los tiempos mas 
diflciles de sequla, terremoto o inundation, cuando la marmita estaba vacia, 
lamentaron la llegada de otra criatura. Los ninos son como las flores y el pan, decian, 
una bendicion de Dios. 

Hipolito Ranquileo aprovechaba su permanencia en la casa para levantar cercos, 
juntar lena, reparar herramientas, parchar los techos cuando amainaba la lluvia. Con 
el ahorro de sus giras circenses, la venta de miel y cerdos, se mantenia la familia 
gracias a una estricta economia. En los anos buenos no faltaba el alimento, pero aun 
en las mejores epocas el dinero resultaba muy escaso. Nada se botaba ni perdia. Los 
menores reciblan la ropa de los mas grandes y seguian usandola hasta que las 
abrumadas telas no soportaban mas remiendos y estos se desprendian como costras 
secas. Los chalecos se deshadan hasta la ultima hebra, se lavaba la lana y se volvia a 
tejer. El padre fabricaba alpargatas para todos y la madre no daba descanso a los 
palillos y la maquina de coser. No se sentian pobres, como otros campesinos, porque 
eran duenos de la tierra heredada de los abuelos, tenian sus animales y herramientas 
de labranza. Alguna vez en el pasado recibieron creditos agricolas y por un tiempo 
creyeron en la prosperidad pero luego las cosas retornaron al antiguo ritmo. Vivian 
margen del espejismo de progreso que afectaba al resto del pais. 

— Oiga, Hipolito, deje de mirar a Evangelina — susurro Digna a su marido. 

— Tal vez hoy no le venga el ataque — dijo el. 

— Siempre le viene. Nada podemos hacer. 

La familia termino el desayuno y se disperso, retirando cada uno su silla. De 
lunes a viernes los menores caminaban hasta la escuela una media hora de marcha 
rapida. Cuando hacia frio la madre entregaba a cada nino una piedra calentada al 
fuego para que la pusiera en el bolsillo, asi mantenia las manos tibias. Tambien les 
daba un pan y dos terrones de azucar. Antes, cuando repartian leche en la escuela, 
utilizaban el azucar para endulzarla, pero desde hacia algunos anos la chupaban como 
caramelos en el recreo. Esa media hora de camino resultaba una bendicion, porque 


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volvian a casa cuando la crisis de su hermana habia pasado y los peregrinos se 
retiraban. Pero ese dia era sabado, por lo tanto estarian presentes y en la noche 
Jacinto mojaria la cama en la angustia de sus pesadillas. Evangelina no iba a la 
escuela desde que empezaron los primeros signos de su alteracion. Su madre 
recordaba con exactitud el comienzo de la desgracia. Fue el mismo dla de la 
convencion de ranas, pero ella estaba segura de que ese episodio no guardaba 
relation alguna con la enfermedad de la nina. 

Una manana las descubrieron muy temprano, dos gordas y soberbias ranas 
observando el paisaje cerca del cruce del ferrocarril. A poco llegaron muchas mas 
provenientes de todas direcciones, pequenas de estanque, medianas de pozo, blancas 
de acequia, grises de rio. Alguien dio la voz de alarma y acudio todo el mundo a 
mirarlas. Entretanto los batracios formaron filas compactas y emprendieron marcha 
ordenadamente. Por el camino se sumaron otras y pronto hubo una verde multitud 
dirigiendose hacia la carretera. La noticia se rego y llegaron los curiosos a pie, a 
caballo, en autobus, comentando aquel prodigio nunca antes visto. El enorme 
mosaico viviente ocupo el asfalto de la ruta principal a Los Riscos, deteniendo a los 
vehlculos que a esa hora circulaban. Un camion imprudente intento avanzar, 
resbalando sobre los cadaveres destripados y volcandose en medio del entusiasmo de 
los ninos, que se apoderaron con avidez de la mercanria dispersa entre los matorrales. 
La poliria sobrevolo la zona en un helicoptero comprobando que habia doscientos 
setenta metros de camino cubierto de ranas, tan cerca unas de otras que semejaba una 
brillante alfombra de musgo. La noticia fue lanzada por radio y en corto tiempo 
llegaron los periodistas de la capital acompanados por un experto chino de Naciones 
Unidas, quien aseguraba haber visto un fenomeno parecido durante su infancia en 
Pekin. El extranjero descendio de un automovil oscuro con placas oficiales, saludo a 
izquierda y derecha y el gentio lo aplaudio, confundiendolo naturalmente con el 
director del orfeon. Despues de observar por algunos minutos aquella gelatinosa 
multitud, el oriental concluyo que no habia motivo de alarma, pues se trataba solo de 
una convencion de ranas. Asi lo llamo la prensa y como era epoca de pobreza y 
cesantia, hicieron burla diciendo que a falta de mana, Dios enviaba del cielo ranas 
para que su pueblo escogido las cocinara con ajo y cilantro. 

Cuando Evangelina tuvo el ataque, los participantes en la convencion se habian 
dispersado y los camarografos de la Television estaban bajando sus equipos de los 
arboles. Eran las doce del mediodia, el aire lucia limpio, lavado por la lluvia. 

Dentro de la vivienda Evangelina permanecia sola y en el patio Digna y su nieto 
Jacinto alimentaban a los cerdos con los desperdicios de la cocina. Despues de dar 
una mirada al espectaculo, comprendieron que no habia mas que ver, pues tan solo se 
trataba de una asquerosa asamblea de bichos, por eso regresaron a sus tareas. Un grito 
agudo y el estrepito de loza quebrada les advirtieron que algo ocurria dentro de la 


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casa. 

Encontraron a Evangelina de espaldas en el suelo, apoyada en los talones y la 
nuca, doblada hacia atras como un arco, echando espumarajos por la boca y rodeada 
de tazas y platos rotos. 

La madre, espantada, recurrio al primer remedio que se le ocurrio: le vacio 
encima un balde de agua fria, pero eso, lejos de calmarla, aumento los signos 
alarmantes. La espuma se torno en una baba rosacea cuando la joven se mordio la 
lengua, sus ojos se volvieron hacia atras perdiendose en el infinito, se estremecio 
convulsionada y la habitation se impregno de angustia y de olor a excremento. Tan 
violenta fue la tension, que las gruesas paredes de adobe paredan vibrar como si un 
secreto temblor recorriera sus entranas. Digna Ranquileo abrazo a Jacinto tapandole 
los ojos para que no viera aquel maleficio. 

La crisis duro pocos minutos y dejo a Evangelina extenuada, a la madre y al 
hermano aterrorizados y la casa vuelta a reves. Cuando llegaron Hipolito y los otros 
hijos que andaban en la convention de ranas, ya todo habla pasado, la nina 
descansaba en su silla y la madre recogla la vajilla rota. 

— La pico una arana colorada — diagnostico el padre cuando se lo contaron. 

— Ya la revise de pies a cabeza. Picadura no es. . . 

— Entonces ha de ser epilepsia. 

Pero Digna conoda la Indole de esa enfermedad y sabla que no produce estragos 
en el mobiliario. Esa misma tarde tomo la decision de llevar a Evangelina donde don 
Simon, el curandero. 

— Mejor la lleva donde un medico — aconsejo Hipolito. 

— Usted sabe mi opinion sobre los hospitales y los doctores — replied su mujer, 
segura de que si habla remedio para la nina, don Simon lo conoceria. 

Ese sabado se cumplian cinco semanas del primer ataque y hasta entonces nada 
pudieron hacer para aliviarla. Alii estaba Evangelina ayudando a su madre a lavar los 
cacharros mientras transcurria la manana y se acercaba el temido mediodia. 

— Prepara los jarros para el agua con harina, hija — ordeno Digna. 

Evangelina comenzo a cantar mientras alineaba los recipientes de aluminio y 
hierro enlozado sobre la mesa. En cada uno vertio un par de cucharadas de harina 
tostada y un poco de miel. Mas tarde agregaria agua fria para ofrecer a los visitantes 
que llegaban a la hora del trance, con la esperanza de beneficiarse con algun milagro 
de menor consideracion. 

— Desde manana no les doy ni una cosa — rezongo Digna — . Nos vamos a 
arruinar. 

— No hable asi, mujer, mire que la gente viene por carino. 

— Un poco de harina no nos hace mas pobres — replied Hipolito y ella bajo la 
cabeza, porque el era el hombre y siempre tenia razon. 


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Digna estaba a punto de llorar, comprendio que comenzaban a fallarle los nervios 
y fue a buscar unas flores de tilo para prepararse una infusion calmante. Las ultimas 
semanas habian sido un calvario. Esa mujer fuerte y resignada, que acumulo penas y 
soporto tantas penurias, trabajos y afanes de la maternidad sin una queja, se sentia en 
el limite de la zozobra ante ese embrujo que agobiaba su hogar. Estaba segura de 
haber intentado todo para curar a su hija, incluso la llevo al hospital rompiendo su 
juramento de nunca mas poner alii los pies. Pero todo habia sido en vano. 

Al tocar el timbre de la casa, Francisco deseo que Beatriz Alcantara no 
apareciera. En su presencia se sentia repudiado. 

— Este es Francisco Leal, mama, un companero — lo presento Irene la primera 
vez, varios meses atras. 

— Colega ^eh? — replied la senora incapaz de soportar las implicaciones 
revolucionarias de la palabra companero. 

Desde ese encuentro ambos supieron cuanto podian esperar del otro, sin embargo 
hacian esfuerzos por ser amables, un tanto por agradarse como por el habito de las 
buenas maneras. Beatriz averiguo sin tardanza que Francisco descendia de emigrantes 
espanoles sin fortuna, pertenecientes a esa casta de intelectuales a sueldo de los 
barrios de la clase media. Sospecho de inmediato que su oficio de fotografo, su 
morral y su motocicleta no eran indicios de bohemia. El joven parecia tener las ideas 
claras y estas no coincidian con las suyas. Su hija Irene frecuentaba gente bastante 
extrana y ella no lo objetaba, puesto que resultaba de todos modos inutil hacerlo, sin 
embargo se opuso como pudo a la amistad con Francisco. No le gustaba ver a Irene 
en feliz camaraderia con el, unidos por los fuertes lazos del trabajo compartido y, 
mucho menos imaginar sus consecuencias para el noviazgo con el Capitan. Lo 
consideraba peligroso porque incluso ella misma se sentia atraida por los oscuros 
ojos, sus largas manos y la voz serena del fotografo. 

Por su parte, Francisco advirtio a la primera mirada los prejuicios de clase y la 
ideologia de Beatriz. Se limito a darle un trato cortes y distante, lamentando que fuera 
la madre de su mejor amiga. 

Al ver la casa se sintio una vez mas cautivado por el ancho muro que cercaba la 
propiedad, construido con piedras redondas de rio, orilladas por esa vegetacion enana 
nacida en la humedad del invierno. Una discreta placa de metal anunciaba Hogar de 
Ancianos y mas abajo agregaba un nombre adecuado al sentido del humor de Irene: 
La Voluntad de Dios. Siempre lo maravillaba el contraste entre el jardin bien cuidado 
donde pronto florecerian dalias, glicinas, rosas y gladiolos en una explosion de 
perfume y color, y la decrepitud de los habitantes del primer piso de la mansion 
convertida en residencia geriatrica. En la planta alta todo era armonia y buen gusto. 
Alii estaban las alfombras orientales, los exquisitos muebles, las obras de arte 
adquiridas por Eusebio Beltran antes de desaparecer. La casa era similar a otras del 


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mismo sector, pero a causa de la necesidad, Beatriz le hizo algunas modificaciones, 
manteniendo dentro de lo posible la misma fachada para que desde la calle se viera 
tan senorial como las residencias vecinas. En ese sentido era muy cuidadosa no 
deseaba aparecer negociando con ancianos, sino mas bien ejerciendo un papel de 
benefactora, pobrecitos <ja donde irian a parar si no los cuidaramos? 

Usaba igual prudencia para referirse a su marido. Preferia acusarlo de haber 
partido sin rumbo conocido en compama de alguna mujerzuela, que manifestar dudas 
en otro sentido. En realidad sospechaba que su ausencia no se debla a una aventura 
amorosa, mas bien las fuerzas del orden lo habian eliminado por descuido o lo tenlan 
por error secandose en alguna prision, tal como se rumoreaba de tantos casos en los 
ultimos anos. No fue la unica en albergar esos negros pensamientos. A1 principio sus 
amistades la observaron con suspicacia y cuchichearon a sus espaldas que Eusebio 
Beltran habla caldo en manos de la autoridad, en cuyo caso sin duda escondla algun 
pecado: podria ser un comunista mezclado con la gente decente como otros por alll. 
Beatriz no queria acordarse de las amenazas y las burlas telefonicas, los mensajes 
anonimos deslizados por debajo de la puerta, ni la ocasion inolvidable cuando 
vaciaron pilas de basura sobre su cama. 

Esa noche nadie se encontraba en la casa, porque tambien Rosa habla salido. 
Cuando ella y su hija regresaron del teatro todo estaba en orden y solo les extrano el 
silencio de la perra. 

Irene comenzo a buscarla llamandola por las habitaciones y Beatriz iba tras ella 
encendiendo las luces. Estupefactas, vieron entonces sobre las camas cerros de 
desperdicios, latas, vaclas, cascaras inmundas, papeles manchados con excrementos. 
Encontraron a Cleo encerrada en un armario con aspecto de muerta y as! permanecio 
quince horas hasta recuperarse del somnifero. Esa noche Beatriz se sento a mirar el 
desparrame y la mierda sobre su lecho sin comprender el significado de esa 
provocation. No pudo adivinar quien habia llevado bolsas de porqueria hasta su casa, 
abierto la puerta con una ganzua, narcotizado a la perra y envilecido todo de ese 
modo. En aquella epoca todavia no existia el hogar de ancianos del primer piso y 
aparte de Rosa y el jardinero, no disponian de mas personal de servicio. 

— No lo comentes con nadie, hijita. Es un insulto, una deshonra — lloro Beatriz. 

— No pienses mas en esto, mama. ^No ves que es obra de un loco? No te 
preocupes. 

Beatriz Alcantara sabia que de alguna forma ese ultraje se relacionaba con su 
marido y una vez mas lo maldijo. Recordo con precision la tarde en que Eusebio 
Beltran la abandono. En esos dias andaba obsesionado con el negocio de las mantas 
para los musulmanes y la carniceria filantropica que lo condujo a la ruina. Habian 
cumplido mas de veinte anos casados y la paciencia de Beatriz estaba agotada. Ya no 
soportaba su indiferencia, sus multiples infidelidades, su manera escandalosa de 


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gastar el dinero en avionetas plateadas, potros de carrera, esculturas eroticas, 
banquetes en restaurantes, mesas de juego y regalos dispendiosos para otras mujeres. 
A1 entrar en la edad madura su marido no se tranquilizo, por el contrario, se 
acentuaron sus defectos y junto con adquirir canas en las sienes y arrugas alrededor 
de los ojos, se acrecentaron sus impulsos aventureros. Arriesgaba su capital en 
empresas insensatas, se perdla durante semanas en viajes exoticos, desde seguir a los 
llmites del continente a una ecologista nordica, hasta embarcarse en solitaria travesla 
por el oceano en una balsa impulsada por vientos impredecibles. Su simpatla 
cautivaba a todo el mundo menos a su esposa. En una de sus tremendas discusiones, 
ella perdio el freno y lo agobio con una andanada de insultos y reproches. Eusebio 
Beltran era hombre de buenos modales y aborreda toda forma de violencia. Levanto 
la mano pidiendo tregua y con una sonrisa anuncio que iba a buscar cigarrillos. Partio 
discretamente y nunca mas supieron de el. 

— Huyo de sus deudas especulaba Beatriz cuando le resultaba insuficiente el 
argumento de que se hubiera encaprichado con otra mujer. 

No dejo rastro alguno de su paso. Tampoco se encontro su cadaver. En los anos 
siguientes ella se adapto a su nuevo estado haciendo esfuerzos desproporcionados 
para fingir ante sus amistades una vida normal. Silenciosa y solitaria recorrio 
hospitales, retenes y consulados inquiriendo por el. Se acerco a algunos amigos de las 
altas esferas e inicio averiguaciones secretas con una agenda de detectives, pero 
nadie pudo ubicarlo. Por ultimo, cansada de deambular por diversas oficinas tomo la 
decision de acudir a la Vicaria. En su medio social aquello era muy mal visto y no se 
atrevio a comentarlo ni con Irene. Se consideraba a esa dependencia del Arzobispado 
como un antro de curas marxistas y laicos peligrosos dedicados a ayudar a los 
enemigos del regimen. Era la unica organizacion en pie de guerra contra el Gobierno, 
dirigida por el Cardenal, quien ponla el invencible poder de la Iglesia al servicio de 
los perseguidos sin detenerse a preguntar su color politico. Hasta ese dla en que 
necesito ayuda, Beatriz dictaminaba con soberbia que las autoridades debian borrar 
del mapa a esa institution y encarcelar al Cardenal y a sus satelites insurrectos. 

Pero su gestion fue en vano, porque tampoco en la Vicaria pudieron darle noticias 
del ausente. Su marido parecia arrebatado por un ventarron de olvido. 

La incertidumbre estropeo el sistema nervioso de Beatriz. 

Sus amigas le recomendaron cursos de yoga y de meditation oriental para 
apaciguar su constante sobresalto. Al colocarse con dificultad cabeza abajo y los pies 
hacia el techo, respirando por el ombligo y poniendo la mente en el Nirvana, lograba 
olvidar sus problemas, pero no podia permanecer en esa position todo el dia y en los 
momentos en que pensaba en si misma se pasmaba ante la ironia de su suerte. Estaba 
convertida en la esposa de un desaparecido. Dijo muchas veces que nadie se perdia en 
el pais y esos eran embustes antipatrioticos. 


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Cuando veia a las mujeres desencajadas desfilando todos los jueves en la plaza, 
con los retratos de sus familiares prendidos al pecho, deda que eran pagadas por el 
oro de Moscu. 

Jamas imagino encontrarse en la misma situation de esas madres y esposas en 
busca de los suyos. Legalmente no era viuda ni lo seria antes de diez anos, cuando la 
ley le diera un certificado de defuncion de su marido. No pudo disponer de los bienes 
dejados por Eusebio Beltran ni echar el guante a los socios escurridizos que se 
hicieron humo con las acciones de sus empresas. Permanecio en su mansion 
simulando aires de duquesa, pero sin dinero para mantener su rutina de senora del 
barrio alto. Acosada por los gastos, estuvo a punto de rociar la casa con gasolina para 
que la consumieran las llamas y cobrar el seguro, cuando a Irene se le ocurrio la sutil 
idea de sacarle renta a la planta baja. 

— Ahora que tantas familias parten al extranjero y no pueden llevarse a los 
abuelos, creo que les hariamos un favor haciendonos cargo de ellos. Ademas, 
podrlamos reunir un pequeno ingreso — sugirio Irene. 

As! lo hicieron. El primer piso fue dividido en compartimientos para adecuar 
varias habitaciones, instalaron nuevos banos y pasarelas en los corredores para dar 
apoyo a la vejez y certeza a las piernas flojas, cubrieron las gradas con plataformas 
para deslizar las sillas de ruedas y distribuyeron parlantes con musica ambiental para 
apaciguar el disgusto y aliviar el desanimo, sin considerar la posibilidad de que 
cayera en oldos sordos. 

Beatriz y su hija se acomodaron en el piso superior con Rosa, quien estaba a su 
servicio desde tiempos inmemoriales. 

La madre decoro el hogar con sus mejores posesiones descartando toda 
vulgaridad y comenzo a vivir de las rentas pagadas por los pacientes de La Voluntad 
de Dios. Si las dificultades golpeaban a la puerta con demasiada insistencia, se movla 
dentro de los limites de la maxima discretion para vender un cuadro, un objeto de 
plata o alguna joya de las muchas adquiridas para resarcirse de los regalos que su 
marido hacia a sus amantes. 

Irene lamentaba las aflicciones de su madre por esos problemas pedestres. Era 
partidaria de vivir en un lugar mas modesto y habilitar toda la casa para albergar mas 
huespedes con lo cual podrian cubrir sus gastos con holgura, pero Beatriz preferia 
matarse trabajando y hacer toda suerte de malabarismos con tal de no mostrar su 
deterioro. Dejar la casa habria sido un reconocimiento publico de pobreza. Madre e 
hija diferian mucho en su apreciacion de la vida. Tampoco estaban de acuerdo 
respecto a Eusebio Beltran. Beatriz lo consideraba un pillo capaz de cometer estafa, 
bigamia u otra felonia que lo obligara a escabullirse con el rabo entre las piernas, 
pero cuando emitia esas opiniones Irene le hacia frente como una fiera. La joven 
adoraba a su padre, rehusaba creerlo muerto y menos aceptar sus defectos. No le 


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importaban sus razones para desaparecer del mundo conocido. Su afecto por el era 
incondicional. Atesoraba en la memoria su imagen de hombre elegante, su perfil 
patricio, su formidable caracter mezcla de buenos sentimientos y exaltadas pasiones 
que lo colocaba al filo de la truhaneria. Aquellos rasgos excentricos horrorizaban a 
Beatriz, pero eran los que Irene recordaba con mayor ternura. 

Eusebio Beltran fue el menor de una familia de agricultores con dinero, tratado 
por sus hermanos como un irresponsable sin remedio, debido a su tendencia al 
despilfarro y su inmensa alegria de vivir, en contraste con la avaricia y melancolia de 
su parentela. Tan pronto murieron los padres, los hermanos repartieron la herencia, le 
dieron su parte y no quisieron saber mas de el. Eusebio vendio sus tierras y partio al 
extranjero donde por varios anos despilfarro hasta el ultimo centavo en diversiones 
principescas, de acuerdo a su vocacion de tarambana. Regreso repatriado en un barco 
de carga, lo cual bastaba para desacreditarlo definitivamente a los ojos de cualquier 
muchacha casadera, pero Beatriz Alcantara se enamoro de su porte aristocratico, su 
apellido y el ambiente que lo rodeaba. Ella pertenecia a una familia de clase media y 
desde nina su unica ambicion fue ascender en la escala social. Su capital consistia en 
la belleza de sus rasgos, el artificio de sus maneras y algunas frases chapuceadas en 
ingles y frances con tanto desparpajo que parecia dominar esas lenguas. Un barniz de 
cultura le permitia hacer buen papel en los salones y su habilidad para el cuidado de 
su persona le dieron prestigio de mujer elegante. Eusebio Beltran estaba 
practicamente arruinado y habia tocado fondo en muchos aspectos de su vida, pero 
confiaba en que eso solo seria una crisis pasajera, pues tenia la idea de que la gente 
con linaje siempre sale a flote. 

Ademas era radical. La ideologia de los radicales en aquella epoca podia 
resumirse en pocas palabras: ayudar a los amigos, fregar a los enemigos y hacer 
justicia en los demas casos. Sus amigos lo ayudaron y a poco andar jugaba golf en el 
club mas exclusivo, disponia de un abono en el Teatro Municipal y un palco en el 
Hipodromo. Con el respaldo de su encanto y su aire de noble britanico, consiguio 
socios para toda suerte de empresas. Empezo a vivir con opulencia porque le parecia 
estupido hacerlo de otro modo y se caso con Beatriz Alcantara porque tenia debilidad 
por las mujeres hermosas. La segunda vez que la invito a salir ella le pregunto sin 
preambulos cuales eran sus intenciones, porque no deseaba perder su tiempo. Habia 
cumplido veinticinco anos y no podia gastar meses en coqueteos inutiles, puesto que 
solo le interesaba obtener un marido. Esta franqueza divirtio mucho a Eusebio, pero 
cuando ella se nego a mostrarse de nuevo en su compania, comprendio que estaba 
hablando en serio. Le tomo un minuto ceder al impulso de ofrecerle matrimonio y no 
le alcanzo la vida para lamentarlo. Tuvieron una hija, Irene, hereditaria de la 
distraccion angelica de su abuela paterna y el constante buen humor del padre. 
Mientras la nina crecia, Eusebio Beltran emprendio diversos negocios, alguno 


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rentables y otros francamente descabellados. Era hombre provisto de imaginacion sin 
frontera y la mejor prueba de ello fue su maquina tumbacocos. Un dia leyo en una 
revista que la recoleccion manual aumentaba mucho el costo de esa fruta. El nativo 
de turno debia trepar a la palmera, sacar el coa y volver a bajar. Subiendo y bajando 
se perdia tiempo y algunos caian desde lo alto ocasionando gastos imprevistos. 
Estaba decidido a encontrar una solution. Paso tres dias encerrado en su oficina 
atormentado por el problema de los cocos, que dicho sea de paso, el no conocia ni de 
cerca, porque en sus viajes habia descartado el tropico y en su casa no se consumian 
alimentos exoticos. Pero se informo. Estudio el diametro y peso del fruto, el clima y 
terreno adecuados para su cultivo, la epoca de la cosecha, el tiempo de maduracion y 
otros detalles. Luego lo vieron muchas horas trazando pianos y el resultado de tanto 
desvelo fue la invention de una maquina capaz de recolectar un numero sorprendente 
de cocos por hora. 

Fue al Registro y patento aquella torre rampante provista de un brazo retractil, en 
medio de las risotadas de sus familiares y amigos, quienes tampoco conocian los 
cocos en su estado primitivo y solo los habian visto coronando el sombrero de las 
bailadoras de mambo o rallados sobre los pasteles de boda. 

Eusebio Beltran profetizo que un dia su maquina tumbacocos serviria para algo y 
el tiempo le dio la razon. 

Ese periodo fue un calvario para Beatriz y su marido. Eusebio quiso cortar por lo 
sano y separarse para siempre de esa esposa que lo hostigaba y perseguia con una 
cantinela agobiante, pero ella se nego sin tener mas razon que el deseo de 
atormentarlo e impedirle realizar una nueva alianza con cualquiera de sus rivales. Su 
argumento era la necesidad de dar a Irene un hogar bien constituido. Antes de causar 
a mi hija ese dolor, pasaran sobre mi cadaver, decia. Su marido estuvo a punto de 
hacerlo, pero prefirio comprar su libertad. En tres ocasiones ofrecio una suma elevada 
de dinero para que le permitiera irse en paz y otras tantas ella acepto, pero en el 
ultimo momento, cuando los abogados tenian todo preparado y solo faltaba la firma 
compromitente, se arrepentia. Sus abundantes batallas fortalecieron el odio. Por esta 
y mil razones de sentimiento, Irene no lloraba a su padre. Sin duda habia huido para 
liberarse de sus ataduras, sus deudas y su mujer. 

Cuando Francisco Leal llamo a la puerta de la casa, salio Irene a recibirlo 
acompanada por Cleo que ladraba a sus pies. 

La joven se habia preparado para el viaje con un chaleco en los hombros, un 
panuelo en la cabeza y su grabadora. 

— ^Sabes donde vive la santa? — pregunto el. 

— En Los Riscos, a una hora de aqui. 

Dejaron la perra en la casa, subieron en la motocicleta y partieron. La manana 
estaba luminosa, tibia y sin nubes. 


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Atravesaron toda la ciudad, las umbrosas calles del barrio entre arboles opulentos 
y mansiones senoriales, la zona gris y ruidosa de la clase media y los anchos 
cordones de miseria. Mientras el vehlculo volaba, Francisco Leal sentla a Irene 
apoyada en su espalda y pensaba en ella. La primera vez que la vio, once meses antes 
de esa primavera fatidica, creyo que habla escapado de un cuento de bucaneros y 
princesas, pareciendole en verdad un prodigio que nadie mas lo percibiera. Por esos 
dlas el buscaba trabajo fuera de los confines de su profesion. Su consultorio privado 
estaba siempre vacio, produciendo mucho gasto y ninguna ganancia. Tambien lo 
hablan suspendido de su cargo en la Universidad, porque cerraron la Escuela de 
Psicologia, considerada un semillero de ideas perniciosas. Paso meses recorriendo 
liceos, hospitales e industrias sin mas resultado que un creciente desanimo, hasta 
convencerse de que sus anos de estudio y su doctorado en el extranjero de nada 
Servian en la nueva sociedad. Y no era que de pronto se hubiesen resuelto las penurias 
humanas y el pals estuviera poblado de gente feliz, sino que los ricos no sufrlan 
problemas existenciales y los demas, aunque lo necesitaran con desesperacion, no 
podlan pagar el lujo de un tratamiento psicologico. Apretaban los dientes y 
aguantaban callados. 

La vida de Francisco Leal, plena de buenos augurios en la adolescencia, al 
terminar la veintena parecla un fracaso a los ojos de cualquier observador imparcial y 
con mayor razon los suyos. Por un tiempo obtuvo consuelo y fortaleza de su trabajo 
en la clandestinidad, pero pronto fue indispensable contribuir al presupuesto de su 
familia. La estrechez en casa de los Leal se estaba convirtiendo en pobreza. Mantuvo 
el control de sus nervios hasta comprobar que todas las puertas parecian cerradas para 
el; pero una noche perdio la serenidad y se desmorono en la cocina, donde su madre 
preparaba la cena. Al verlo en ese estado, ella se seco las manos en el delantal, retiro 
la salsa de la hornilla y lo abrazo como hacia cuando era muchacho. 

— La psicologia no es lo unico, hijo. Limpiate la nariz y busca por otro lado — 
dijo. 

Hasta entonces Francisco no habia pensado en cambiar de oficio, pero las 
palabras de Hilda le senalaron nuevos derroteros. Rapidamente hizo a un lado la 
compasion de si mismo y reviso sus habilidades para seleccionar alguna productiva y 
tambien de cierto agrado. Para empezar opto por la fotografia, donde tendria poca 
competencia. Habia comprado anos atras un aparato japones con todos sus accesorios 
y considero que habia llegado el momento de quitarle el polvo y usarlo. Metio dentro 
de una carpeta algunos trabajos realizados, hurgo en la guia telefonica para ver donde 
ofrecerse y asi llego a una revista femenina. 

La redaction ocupaba el ultimo piso de un vetusto edificio con el nombre del 
fundador de la editorial grabado en el portico con letras doradas. En la epoca del auge 
cultural, cuando se intento incorporar a todos en la fiesta del conocimiento y el vicio 


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de la information y se vendia mas papel impreso que hogazas de pan, los duenos 
decidieron decorar el local para estar a tono con el delirante entusiasmo que sacudla 
al pals. 

Comenzaron por la planta baja, alfombrando de muro a muro, colocando zocalos 
de finas maderas, remplazando el destartalado mobiliario por escritorios de aluminio 
y cristal, quitando ventanas para abrir claraboyas, clausurando escaleras para cavar 
huecos donde empotrar las cajas fuertes, colocando ojos electronicos que abrlan y 
cerraban las puertas por obra de magia. Los pianos del edificio estaban convertidos 
en un laberinto, cuando cambiaron subitamente las reglas de los negocios. Los 
decoradores nunca llegaron al quinto piso, que conservo sus muebles de color 
indefinido, sus maquinas prehistoricas, sus cajones del archivo y sus inconsolables 
goteras del techo. Estas modestas instalaciones guardaban poca relation con el 
semanario de lujo all! editado. Usaban todos los colores del arcoiris sobre papel 
satinado, portadas donde sonrelan reinas de belleza ligeras de ropa y atrevidos 
reportajes feministas. Sin embargo, debido a la censura de los ultimos anos, ponian 
parches negros sobre los senos desnudos y empleaban ismos para designar conceptos 
prohibidos, como aborto, y libertad. 

Francisco Leal conocia la revista porque alguna vez se la compro a su madre. 
Solo recordaba el nombre de Irene Beltran, periodista que escribia alii con bastante 
audacia, merito inmenso en aquellos tiempos. Por eso, al llegar a la reception quiso 
hablar con ella. Lo condujeron a una amplia habitation dominada por un ventanal, 
desde el cual se veia a la distancia la mole imponente del cerro, soberbio guardian de 
la ciudad. 

Habia cuatro mesas de trabajo donde funcionaban otras tantas maquinas de 
escribir y al fondo un perchero con trajes de brillantes telas. Un marica vestido de 
bianco peinaba a una muchacha, mientras otra aguardaba su turno, sentada inmovil 
como un idolo, sumida en la contemplation de su propia belleza. Le senalaron a Irene 
Beltran y apenas la vio de lejos se sintio atraido por la expresion de su rostro y la 
extrana cabellera revuelta sobre sus hombros. Ella lo llamo con una sonrisa coqueta, 
ultimo requisito para concluir que esa joven podia robarle hasta los pensamientos, 
porque la habia vislumbrado tal cual era en sus lecturas de la infancia y en los suenos 
de la adolescencia. Cuando se aproximo habia perdido todo desplante y quedo de pie 
frente a ella, turbado, incapaz de apartar la vista de esos ojos acentuados por el 
maquillaje. 

Saco por fin la voz y se presento. 

— Busco trabajo — dijo de sopeton, poniendo sobre la mesa la carpeta con sus 
muestras fotograficas. 

— ^Estas en la Lista Negra? — pregunto ella abiertamente, sin bajar la voz. 

— Entonces podremos hablar. Esperame afuera y cuando termine aqui me reuno 


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contigo. 

Francisco salio sorteando escritorios y maletas abiertas en el suelo donde yacian 
estolas y abrigos de pieles como el botin de un reciente safari. Tropezo con Mario, el 
peluquero, que se deslizo por su lado cepillando una peluca de cabellos palidos, 
informandole al pasar que ese ano estaban de moda las rubias Espero en la reception 
por un tiempo que le parecio muy breve porque se distrajo con el desfile desusado de 
modelos en ropa interior, ninos llevando cuentos para un concurso infantil, un 
inventor decidido a dar a conocer su uroflujometro, novedoso instrumento para medir 
la direction e intensidad del chorro de orina, una pareja aquejada por disturbios 
pasionales en busca del Consultorio del Amor y una senora de pelo azabache quien se 
presento como fabricante de horoscopos y profecias. Al verlo se detuvo sorprendida, 
como si lo hubiera visto en una premonition. 

— jLo leo en tu frente: viviras una gran pasion! exclamo. 

Francisco habia terminado con su ultima novia varios meses atras y estaba 
decidido a mantenerse alejado de toda incertidumbre amorosa. Se quedo alii sentado 
como un escolar en penitencia, sin saber que decir y sintiendose ridiculo. Ella le 
palpo la cabeza con dedos expertos, le examino las palmas de las manos y 
naturalmente lo declare Sagitario, aunque debia tener ascendente Escorpion porque 
estaba marcado por los signos del sexo y de la muerte. Sobre todo de la muerte. 

Por fin desaparecio la pitonisa para alivio de Francisco, quien nada entendia del 
zodiaco y desconfiaba de la quiromancia, la adivinacion y otros desvarios. Poco 
despues aparecio Irene Beltran y pudo verla de cuerpo entero. Resulto tal como la 
imaginaba. Vestia una falda demasiado larga de tela artesanal, blusa de algodon 
crudo, faja tejida de varios colores apretando su cintura y una bolsa de cuero 
atiborrada como el morral de un cartero. Le tendio una mano pequena de unas cortas, 
con anillos en todos los dedos y una sonajera de pulseras de bronce y plata en la 
muneca. 

— ^Te gusta la comida vegetariana? — pregunto y sin aguardar respuesta lo tomo 
del brazo y lo condujo escaleras abajo, porque los ascensores se habian atascado, 
como muchas otras cosas en la editorial. 

Al salir a la calle dio el sol de lleno sobre el cabello de Irene y Francisco penso 
que nunca habia visto nada tan extraordinario. No pudo evitar el impulso de estirar 
los dedos para tocarlo. Ella sonrio, habituada a producir asombro en una latitud 
geografica donde el pelo de ese color era inusitado. 

Al llegar a la esquina se detuvo, saco un sobre con estampilla y lo puso en un 
buzon del correo. 

— Es para alguien que no tiene quien le escriba dijo enigmatica. 

Dos cuadras mas lejos encontraron un pequeno restaurante, lugar de reunion de 
macrobioticos, espiritistas, bohemios, estudiantes y enfermos de ulcera gastrica. A 


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esa hora estaba repleto, pero ella era cliente habitual. El mesonero la saludo por su 
nombre, los condujo a un rincon y los acomodo en una mesa de madera con mantel a 
cuadros. Les sirvio el almuerzo sin tardanza acompanado de jugos de frutas y un 
oscuro pan salpicado de pasas y nueces. Irene y Francisco saborearon los alimentos 
con lentitud, estudiandose con la mirada. Pronto entraron en confianza y ella hablo de 
su trabajo en la revista, donde escribia sobre hormonas portentosas disparadas como 
balas en el brazo para evitar la concepcion, mascaras de algas marinas para borrar las 
huellas de la edad sobre la piel, amores de principes y princesas de las casas reales de 
Europa, desfiles de moda extraterrestre o pastoril, segun los caprichos de cada 
temporada en Paris y otros temas de diverso interes. 

De si misma dijo que vivia con su madre, una antigua empleada y su perra Cleo. 
Agrego que su padre salio cuatro anos antes a comprar cigarrillos, desapareciendo 
para siempre de sus vidas. A su novio, el capitan del Ejercito Gustavo Morante, no lo 
menciono. De su existencia se enteraria Francisco mucho despues. 

Les sirvieron de postre papayas en almibar cosechadas en las tibias regiones 
nortenas. Ella las acaricio con la vista y la cuchara, gozando la espera. Francisco 
comprendio que la joven, tal como el, respetaba ciertos placeres terrenales. Irene no 
termino el postre, dejando un trozo en el plato. 

— Asi mas tarde lo saboreo con el recuerdo — explico — . Y ahora hablame de ti... 

En pocas palabras, porque su inclinacion natural y los requisitos de su profesion 
lo indurian a ser laconico y, en cambio, a escuchar con atencion, le conto que llevaba 
algun tiempo sin encontrar empleo de psicologo y necesitaba trabajar en cualquier 
oficio digno. La fotografia parecia una buena posibilidad, pero no deseaba convertirse 
en uno de esos aficionados mendicantes que se ofrecen en bodas, bautizos y 
onomasticos, por eso acudia a la revista. 

— Manana entrevistare a unas prostitutas, ^quieres hacer una prueba conmigo? — 
pregunto Irene. 

Francisco acepto de inmediato, apartando una sombra de tristeza en su espiritu al 
comprobar cuanto mas facil era ganarse la vida apretando un obturador, que poniendo 
al servicio del projimo su experiencia y los conocimientos duramente obtenidos en 
anos de estudio. 

Cuando les llevaron la cuenta, ella abrio el bolso para sacar dinero, pero 
Francisco habia recibido lo que su padre llamaba una estricta educacion de caballero, 
porque lo cortes no quita lo revolucionario. Se adelanto a tomar la factura pasando 
por alto los avances de las liberacionistas en sus campanas de igualdad, 
sorprendiendo desfavorablemente a la joven periodista. 

— No tienes trabajo, dejame pagar — alego. En los meses siguientes ese seria uno 
de sus pocos motivos de discusion. 

Pronto Francisco Leal tuvo el primer indicio de los inconvenientes de su nueva 


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ocupacion. A1 otro dia acompano a Irene a la zona roja de la ciudad, convencido de 
que ella habia realizado contactos previos. Pero no fue asi. Llegaron al barrio de los 
burdeles al anochecer y se dedicaron a recorrer las calles con tal aire de perdidos, que 
muchos clientes potenciales abordaron a la muchacha preguntandole su tarifa. 
Despues de observar un poco, Irene se acerco a una morena plantada en una esquina 
bajo las luces multicolores de los avisos de neon. 

— Permiso, senorita, justed es puta? 

Francisco se apronto para defenderla en el caso justificado que la otra le propinara 
un carterazo, pero nada de eso ocurrio, al contrario, la morena infid sus pechos como 
dos globos prisioneros en su blusa a punto de estallar y sonrio alegrando la noche con 
el brillo de un diente de oro. 

— Atus ordenes, hija — replied. 

Irene procedio a explicarle las razones por las cuales se encontraban alii y ella 
ofrecio su colaboracion con esa buena voluntad de la gente hacia la prensa. Eso atrajo 
la curiosidad de sus companeras y de algunos transeuntes. En pocos minutos se formo 
un grupo causando cierta congestion urbana. 

Francisco sugirio despejar la via antes que llegara una patrulla, como ocurria 
cuando mas de tres personas se juntaban sin autorizacion de la Comandancia. La 
morena los condujo hasta el Mandarin Chino, donde prosiguio la amena conversacion 
con la matrona y las otras mujeres de la casa, mientras los clientes aguardaban con 
paciencia y hasta aceptaban participar en la entrevista, siempre que respetaran su 
anonimato. 

Francisco no tenia el habito de formular preguntas intimas fuera de su consultorio 
y sin fines terapeuticos, por eso se sorprendio cuando Irene Beltran llevo a cabo un 
extenso interrogatorio: cuantos hombres por noche, cual era el monto de ingresos, las 
tarifas especiales para escolares y ancianos, tristezas y atropellos, la edad de retiro y a 
cuanto asendia el porcentaje de los cafiches y policias. En sus labios la investigacion 
adquiria una alba patina de inocencia. Al concluir su trabajo estaba en muy buenos 
terminos con las damas de la noche y su amigo temio que decidiera trasladarse a vivir 
al Mandarin Chino. Mas tarde supo que siempre actuaba asi, poniendo el alma en 
todo lo que hacia. En los meses siguientes la vio a punto de adoptar una criatura 
cuando hizo una encuesta sobre huerfanos, lanzarse desde un avion siguiendo a unos 
paracaidistas y desmayarse de terror en una mansion espirituada donde anteriormente 
padecieran horas de espanto. 

Desde esa noche la acompano en casi todos sus pasos como periodista. Las 
fotografias ayudaron al presupuesto de los Leal y significaron un cambio en la 
existencia de Francisco, que se enriquecio con nuevas andanzas. En contraste con la 
frivolidad y el brillo efimero de la revista, estaba la aspera realidad del consultorio en 
la poblacion de su hermano Jose, donde atendia tres veces por semana a los mas 


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desesperados, con la sensacion de ayudar muy poco, porque no existia consuelo para 
tanta miseria. Nadie en la editorial sospecho del nuevo fotografo. Pareda un hombre 
tranquilo. Ni siquiera Irene supo de su vida secreta, aunque algunos indicios leves 
estimulaban su curiosidad. Seria mucho mas tarde, al cruzar la frontera de las 
sombras, cuando descubrio la otra cara de ese amigo suave y de pocas palabras. En 
los meses siguientes se estrecho su relacion. No podlan prescindir uno del otro, se 
habituaron a estar juntos en el trabajo y en el tiempo libre, inventando diversos 
pretextos para no separarse. Compartlan los dlas sorprendidos de la suma de sus 
encuentros. Amaban la misma musica, lelan los mismos poetas, preferian el vino 
bianco seco, relan al unisono, se conmovlan por iguales injusticias y se sonrojaban 
ante los mismos bochornos. A Irene le extranaba que Francisco desapareciera a veces 
por uno o mas dlas, pero el eludio las explicaciones y ella tuvo que aceptar el hecho 
sin hacer preguntas. Ese sentimiento era semejante al de Francisco cuando ella estaba 
con su novio, pero ninguno de los dos sabia reconocer los celos. 

Digna Ranquileo consulto a don Simon, conocido en todo el ambito de la region 
por sus aciertos medicinales, muy superiores a los del hospital. Las enfermedades, 
decia, son de dos tipos: se curan solas o no tienen remedio. En el primer caso podia 
aliviar los sintomas y abreviar la convalecencia, pero si le tocaba un paciente 
incurable, lo enviaba al doctor de Los Riscos, salvando asi su prestigio y de paso 
salpicando de dudas a la medicina tradicional. La madre lo encontro descansando en 
una silla de paja en la puerta de su casa, a tres cuadras de la plaza del pueblo. Se 
rascaba la barriga con mansedumbre y conversaba en voz alta con un loro que se 
balanceaba sobre el respaldo. 

— Aqui le traigo a mi chiquilla — dijo Digna sonrojandose. 

— ^No es esta la Evangelina cambiada? — saludo impavido el curandero. 

Digna asintio. El hombre se puso lentamente de pie y las invito al interior de su 
morada. Entraron en una amplia habitation en penumbra, atiborrada de frascos, 
ramajes secos, yerbas colgando del techo y oraciones impresas enmarcadas en la 
pared; mucho mas pareda la covacha de un naufrago que el consultorio de un 
cientifico, como a el le gustaba designarlo. Aseguraba ser medico graduado en Brasil 
y a quien lo dudara le mostraba un mugroso diploma con firmas floridas y ribetes de 
angeles dorados. Una cortina de hule aislaba un rincon del cuarto. Mientras la madre 
relataba los pormenores de su desgracia, el escuchaba con los ojos entornados sumido 
en concentration. De soslayo echaba unas miradas a Evangelina, detallando las 
huellas de rasgunos en su piel, la palidez de su rostro, a pesar de las mejillas partidas 
por el frio y las sombras violaceas bajo sus ojos. Conocia esos sintomas, pero para 
estar completamente seguro le ordeno cruzar la cortina y quitarse toda la ropa. 

— Voy a examinar a la mocosa, senora Ranquileo — dijo depositando al loro sobre 
la mesa y siguiendo a Evangelina. 


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Despues de revisarla minuciosamente y hacerla orinar en una bacinica para 
estudiar la naturaleza de sus fluidos, don Simon corroboro sus sospechas. 

— Le hicieron un mal de ojo. 

— ^Eso tiene cura, don? — pregunto Digna Ranquileo espantada. 

— SI la tiene, pero debemos descubrir quien lo hizo para combatir el dano, 
^comprende? 

— Averigue quien odia a la chiquilla y me avisa para que yo pueda mejorarla. 

— Nadie odia a Evangelina, don Simon. Es una nina inocente. ^Quien puede 
hacerle ese perjuicio? 

— Algun hombre despechado o una mujer celosa — sugirio el curandero atisbando 
los senos minusculos de la paciente. 

Evangelina se echo a llorar con desconsuelo y su madre dio un respingo colerico, 
pues vigilaba a su hija de cerca, estaba segura de que no mantenia relaciones 
amorosas y menos podia imaginar a alguien interesado en hacerle dano. Ademas, 
Digna habia perdido parte de la confianza en don Simon, desde que supo como lo 
enganaba su mujer, porque concluyo con razon que no debia ser tanta su sabiduria si 
era la unica persona del pueblo en ignorar sus propios cuernos. Dudo del diagnostico, 
pero no quiso ser descortes. Con muchos rodeos pidio algun medicamento para no 
irse de alii con las manos vacias. 

— Recetele a la nina unas vitaminas, don, a ver si se le pasa. 

Puede ser que junto al mal de ojo tenga la peste inglesa. . . 

Don Simon le entrego un punado de pildoras de fabricacion casera y unas hojas 
machacadas en un mortero y reducidas a polvo. 

— Disuelva esto en vino y se lo da a tomar dos veces al dia. 

Tambien tiene que ponerle compresas de mostaza y meterla en agua fria. No se 
olvide de las infusiones de castano dulce. Siempre sirven para estos casos. 

— con eso se le pasaran los ataques? 

— Le bajara la calentura del vientre, pero mientras este ojeada no se mejorar. Si le 
da otro ataque me la trae para hacerle un ensalmo. 

Tres dias mas tarde, madre e hija se encontraban de regreso para intensificar el 
tratamiento, porque Evangelina sufria una crisis diaria siempre alrededor del 
mediodia. En esta ocasion el curandero procedio energicamente. Se llevo a la 
paciente detras del hule, la desnudo con sus propias manos y la lavo de pies a cabeza 
con una mixtura compuesta de alcanfor, azul de metileno y agua bendita en partes 
iguales, deteniendose con especial atencion en las zonas mas afectadas por el mal: 
talones, senos, espalda y ombligo. La friccion, el susto y el race de aquellas pesadas 
palmas, tineron la piel de la joven de un tenue color celeste y le produjeron una 
violenta agitation nerviosa que por poco la conduce a un patatus. Por fortuna, el 
disponia de un jarabe de agrimonia para tranquilizar a la enferma, dejandola 


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desfalleciente y temblorosa. Despues del ensalmo entrego a la madre una larga lista 
de recomendaciones y varias yerbas medicinales: alamo temblon contra la inquietud y 
la ansiedad, achicoria para la autocompasion, genciana para evitar el desanimo, 
aulaga contra el suicidio y el llanto, acebo para prevenir el odio y la envidia, pino 
para curar el remordimiento y el panico. Le indico llenar una fuente con agua de 
manantial, echar dentro las hojas y flores y dej arias reposar a la luz diurna durante 
cuatro horas antes de hacerlas hervir a fuego lento. Le recordo que para la 
impaciencia amorosa de los inocentes se debe poner piedra alumbre en su alimento y 
evitar que comparta la cama con otros miembros de la familia, porque la calentura se 
contagia, como el sarampion. Finalmente le dio un frasco de pastillas de calcio y un 
jabon desinfectante para su bano diario. 

A la semana la muchacha habla adelgazado, tenia turbia la mirada y tremulas las 
manos, andaba con el estomago revuelto y los ataques continuaban. Entonces, 
venciendo su natural resistencia, Digna Ranquileo la llevo al hospital de Los Riscos, 
donde un joven facultativo recien llegado de la capital, que se expresaba en terminos 
cientificos y nunca habla oido del empacho, la lipiria calambre y mucho menos del 
mal de ojo, le aseguro que Evangelina padecla histeria. Dictamino ignorarla y esperar 
que el termino de la adolescencia apaciguara sus nervios. 

Le receto un tranquilizante capaz de tumbar a un toro y le advirtio que si esas 
pataletas de loca no se le pasaban, tendrian que remitirla al Hospital Psiquiatrico de la 
capital, donde le devolverian el buen juicio con golpes de electricidad. 

Digna quiso saber si la histeria causaba el bade de las tazas en las estanterias, el 
lugubre aullido de los perros, la ruidosa lluvia de piedras invisibles en el techo y la 
vibration de los muebles, pero el doctor prefirio no entrar en tales honduras y se 
limito a recomendarle que pusiera la vajilla en un lugar seguro y atara a las bestias en 
el patio. 

Al comienzo el medicamento sumio a Evangelina en un sopor profundo, parecido 
a la muerte. A duras penas podian hacerla abrir los ojos para alimentarla. Le 
introducian un bocado entre los labios y luego le salpicaban la cara con agua fria para 
que se acordara de masticar y tragar. Debian acompanarla a la letrina, pues temian 
verla caer dentro vencida por el sueno. Permanecia acostada y cuando sus padres la 
ponian de pie daba un par de pasos de borracho y caia al suelo roncando. Esta 
ensonacion se interrumpia solo al mediodia para su trance acostumbrado, unico 
momento en que se despabilaba dando muestras de alguna vitalidad. Antes de una 
semana las pastillas recetadas en el hospital dejaron de producirle efecto y entro en 
una etapa de mutismo y tristeza que la mantenia quieta e insomne tanto de dia como 
de noche. Entonces la madre tomo la iniciativa de enterrar las pildoras en un hoyo 
profundo del huerto donde no pudieran ser encontradas por ningun ser viviente. 

Desesperada, Digna Ranquileo acudio a Mamita Encarnacion, quien despues de 


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establecer claramente que su especialidad eran los partos y embarazos y en ningun 
caso los arrebatos provocados por otras causas, acepto examinar a la j oven. 

Llego a la casa una manana y pudo presenciar el trance lunatico y comprobar con 
sus propios ojos que la tembladera de los muebles y el comportamiento alterado de 
los animales no eran habladurias, sino la verdad misma. 

— A esta nina le falta un hombre — dictamino. 

Semejante afirmacion ofendio a los Ranquileo. No podlan aceptar que una 
muchacha decente, criada como hija propia, a quien hablan cuidado con especial 
esmero y preservado del roce hasta de sus hermanos, se alborotara como las perras. 
La partera movio la cabeza ignorando estos argumentos e insistio en su diagnostico. 
Recomendo mantenerla siempre ocupada con mucho trabajo, para as! prevenir males 
mayores. 

— El ocio y la castidad producen melancolla. De todos modos tienen que 
aparearla, porque este torbellino no se le va a pasar sin un macho. 

Escandalizada, la madre no siguio el consejo, pero cumplio la recomendacion de 
tener a la muchacha afanada, con lo cual le devolvio la alegria y el sueno, pero no 
logro disminuir la intensidad de sus crisis. 

Pronto los vecinos se enteraron de esas extravagancias y empezaron a fisgonear 
alrededor de la casa. Los mas atrevidos merodeaban desde temprano para ver el 
fenomeno de cerca y trataron de buscarle alguna aplicacion practica. Algunos 
sugirieron a Evangelina comunicarse con las animas del Purgatorio durante el ataque, 
adivinar el futuro o calmar la lluvia. 

Digna comprendio que si el asunto pasaba a dominio publico, llegaria gente de 
todas partes a pisotear su huerto, ensuciar su patio y burlarse de su hija. En esas 
condiciones Evangelina nunca encontraria a un hombre con suficiente valor para 
desposarla y darle los ninos que tanto necesitaba. Como nada podia esperar de la 
ciencia, visito a su pastor evangelico en el galpon pintado de anil que servia de 
templo a los seguidores de Jehova. Ella era miembro activo de la pequena 
congregacion protestante y el ministro la recibio con amabilidad. Le conto sin omitir 
detalles la desdicha que abrumaba su hogar, aclarando haber evitado a su hija todo 
contacto pecaminoso, incluso las miradas de sus hermanos y de su padre adoptivo. 

El Reverendo escucho el relato con gran atencion. Puso ambas rodillas por tierra 
y durante largos minutos se sumio en meditation pidiendo una luz al Senor. Luego 
abrio la Biblia al azar y leyo el primer versiculo que cay 6 ante sus ojos: 

Holofernes estuvo muy alegre a causa de ella y bebio vino sin medida, mas de lo 
que nunca en su vida habia tornado (Jud. 12:20). 

Satisfecho, interpreto la respuesta de Dios al problema de su sierva Ranquileo. 

— ^Abandono su marido el alcohol, hermana? 

— Usted sabe que eso es imposible. 


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— dCuantos anos llevo predicandole la abstinencia? 

— No puede dejarlo, tiene el vino metido en la sangre. 

— Dlgale que se acerque a la Verdadera Iglesia Evangelica, podemos ayudarlo. 
^Ha visto algun borracho entre nosotros? 

Digna le dio las razones tantas veces repetidas para justificar la debilidad de su 
esposo. El asunto remontaba a su tercer hijo, muerto al nacer. Sin dinero para 
comprar una urna, Hipolito coloco al angelito en una caja de zapatos, se la puso bajo 
el brazo y partio rumbo al cementerio. Por el camino se empeno en matar la pena con 
unos tragos hasta perder la nocion de si mismo. Tiempo despues recupero el sentido 
tirado en un barrial. La caja habla desaparecido y aunque recorrio toda la region 
buscandola, nunca pudo ser hallada. 

— Imaglnese sus pesadillas, Reverendo. Todavla suena con eso mi pobre Hipolito. 
Despierta gritando porque su hijo lo llama desde el Limbo. Cada vez que se acuerda 
recurre a la botella. Por eso se emborracha y no por vicio o por maldad. 

— El alcoholico siempre tiene una disculpa a flor de labios. 

Evangelina es una trompeta de Dios. Mediante su enfermedad el llama a su 
marido para reformarlo antes de que sea tarde. 

— Con todo respeto, Reverendo, si el Senor me da a elegir, prefiero ver a Hipolito 
borracho de solemnidad y no a mi nina aullando como perro y hablando con voz de 
macho. 

— jPecado de soberbia, hermana! ^Quien eres tu para indicar a Jehova la forma de 
conducir nuestros miserables destinos? 

Llevado por su celo, a partir de ese dia el pastor acudio con frecuencia a casa de 
los Ranquileo, acompanado por algunos devotos miembros de su congregacion, para 
ayudar a la joven con el poder de la oracion comunitaria. Pero transcurrio otra 
semana y Evangelina no daba muestras de mejoria. 

Uno de los intrusos deambulando inquieto a la hora del ataque, descubrio la 
forma de beneficiarse. Tropezo con una silla y se apoyo accidentalmente en la cama 
donde la muchacha se contorsionaba. Al dia siguiente habian desaparecido las 
verrugas que empedraban su mano. Se corrio de inmediato la voz del prodigio y los 
visitantes aumentaron en forma alarmante, seguros de obtener curaciones durante el 
trance. Alguien desempolvo la historia de las Evangelinas cambiadas en el hospital y 
eso contribuyo al prestigio del milagro. Entonces el Reverendo considero la cuestion 
fuera del alcance de sus conocimientos y sugirio llevar a la enferma donde el cura 
catolico, cuya Iglesia, por ser mas antigua, poseia mayor experiencia con los santos y 
sus obras. 

En la parroquia, el Padre Cirilo escucho la historia de labios de los Ranquileo y 
recordo a Evangelina como la unica de su curso que no hizo la Primera Comunion en 
la escuela porque su madre pertenecia a las filas herejes del protestante. Era una de 


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las ovejas de su rebano arrebatada por la fanfarria de bombo y platillo de los 
evangelicos, pero de todos modos el no podia negarle su consejo. 

— Rezare por la criatura. La misericordia del Senor es infinita y tal vez nos ayude, 
a pesar de que ustedes estan alejados de la Santa Iglesia. 

— Gracias, Padre, pero ademas de las oraciones, ,mo me la podrla exorcizar? — 
sugirio Digna. 

El sacerdote se persigno alarmado. Esa idea debia provenir de su rival protestante, 
pues aquella campesina no podia ser versada en tales materias. En los ultimos 
tiempos, el Vaticano no veia con buenos ojos esos ritos y hasta evitaba mencionar al 
demonio, como si fuera mejor ignorarlo. El tenia pruebas irrefutables de la existencia 
de Satanas, el devorador de almas, y por lo mismo no se sentia inclinado a hacerle 
frente con ceremonias improvisadas. Por otra parte, si semejantes practicas llegaban a 
oidos de su superior, el manto del escandalo oscureceria definitivamente su vejez. Sin 
embargo, el sentido comun le advertia que a menudo la sugestion realiza proezas 
inexplicables y tal vez unos padrenuestros y unas asperciones de agua bendita 
calmarian a la enferma. Dijo a la madre que eso seria suficiente, descontando como 
poco probable la posesion demoniaca. El exorcismo no podia aplicarse a ese caso. 
Consistia en veneer al mismo Diablo y un parroco achacoso y solitario, perdido en 
una aldea rural, no representaba un rival apropiado para las fuerzas del Maligno, 
suponiendo que esa fuera la causa de los sufrimientos de Evangelina. Les ordeno 
reconciliarse con la Santa Iglesia Catolica, porque esas desgracias solian ocurrir a 
quienes desafiaban a Nuestro Senor con sectas impias. Pero Digna habia visto a los 
patrones en contubernio con el cura dentro del confesionario de la parroquia, entre 
mea culpa y cuchicheos, espiando a los campesinos y delatandolos en sus pequenos 
hurtos, por eso desconfiaba del catolicismo, considerandolo aliado de los ricos y 
enemigo de los pobres en abierta rebelion contra los mandatos de Jesucristo, quien 
predico lo contrario. 

Desde entonces tambien el Padre Cirilo acudia al hogar de los Ranquileo cuando 
se lo permitian sus multiples ocupaciones y sus cansadas piernas. En la primera 
ocasion temblaron sus firmes convicciones ante el espectaculo de la joven fustigada 
por ese extrano mal. El agua bendita y los sacramentos no aliviaban los sintomas, 
pero como tampoco los agravaban, dedujo naturalmente que el Diablo estaba al 
margen de ese escandalo. Se unio al Reverendo protestante en el mismo empeno 
espiritual. Estuvieron de acuerdo en tratarlo como una enfermedad mental y en 
ningun caso como expresion divina, porque los burdos milagros atribuidos a la nina 
resultaban indignos de ser considerados. Juntos combatieron la supersticion y despues 
de estudiar el caso concluyeron que la desaparicion de algunas verrugas que casi 
siempre se curan solas, el mejoramiento del clima, normal en esa epoca y la dudosa 
suerte en los juegos de azar, no bastaban para justificar ese halo de santidad. Pero 


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estos energicos razonamientos del parroco y del pastor no detuvieron la romeria. 
Entre los visitantes que acudlan a pedir favores se dividieron las opiniones. 

Mientras unos sostenlan el origen mlstico de la crisis, otros la atribulan a un 
simple maleficio satanico. Es histeria, alegaban en coro el protestante, el cura, la 
comadrona y el medico del hospital de Los Riscos, pero nadie quiso escucharlos, 
entusiasmados como estaban con aquella feria de prodigios insignificantes. 

Abrazada a la cintura de Francisco, con la cara aplastada contra la rugosa textura 
de su chaqueta y el pelo alborotado por el viento, Irene imaginaba volar sobre un 
dragon alado. 

Atras quedaban las ultimas casas de la ciudad. La carretera avanzaba entre 
campos orillados de alamos translucidos y a lo lejos se divisaban los cerros envueltos 
en la neblina azul de la distancia. Cabalgaba a horcajadas en la grupa, perdida en 
fantasias rescatadas de su infancia, a galope tendido por las dunas de un cuento 
oriental. Disfrutaba la velocidad, el estremecimiento sismico entre las piernas, el 
rugido tremendo atravesando su piel. Pensaba en la santa que iba a visitar, en el tltulo 
de su reportaje, la diagramacion a cuatro paginas con fotograflas a color. Desde la 
aparicion del Iluminado, varios anos atras, que iba de norte a sur mejorando llagas y 
resucitando muertos, no se oia hablar de milagreros. Poseidos, espirituados, malditos 
y desquiciados habia por montones, como la muchacha que escupia renacuajos, el 
viejo agorero de terremotos y el sordomudo que paralizaba las maquinas con la vista, 
tal como ella misma pudo comprobar cuando lo entrevisto por senas y despues no 
hubo forma de poner en marcha su reloj. 

Pero aparte de ese luminoso personaje, nadie se ocupo en mucho tiempo de 
prodigios beneficos para la humanidad. Cada dia resultaba mas dificil encontrar 
noticias atrayentes para la revista. Parecia que nada interesante pasaba en el pais y 
cuando ocurria, la censura impedia su publication. Irene metio las manos bajo la 
chaqueta de Francisco para entibiar sus dedos entumecidos. Palpo su pecho delgado, 
nervios y huesos, tan diferente a Gustavo, una masa compacta de musculos 
ejercitados por la esgrima, el judo, la gimnasia y las cincuenta planchas que hacia 
cada manana con su tropa, porque no exigia a sus hombres nada que el mismo no 
fuera capaz de realizar. Soy como un padre para ellos, un padre severo, pero justo, 
decia. A1 hacer el amor en la penumbra de los hoteles, se quitaba la ropa orgulloso de 
su porte y se exhibia por la habitation desnudo. Ella amaba ese cuerpo tostado por la 
sal y el viento, curtido por el esfuerzo fisico, elastico, duro, armonioso. Lo observaba 
complacida y lo acariciaba algo distraida, pero con admiration. ^Donde se 
encontraria en ese momento? 

Tal vez en los brazos de otra mujer. Aunque por carta el jurara fidelidad, Irene 
conocia los apremios de su naturaleza y podia visualizar oscuras mulatas disfrutando 
con el. Cuando estuvo en el Polo la situation fue diferente, porque en medio de aquel 


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frio glacial y sin mas compania que los pingiiinos y siete hombres entrenados para 
olvidar el amor, la castidad era obligatoria. Pero la joven estaba segura de que en el 
tropico la existencia del Capitan transcurria de manera diferente. Sonrio al comprobar 
cuan poco le importaba todo eso y trato de recordar sin conseguirlo cuando sintio 
celos de su novio por ultima vez. 

El ruido del motor llevo a su mente una cancion de la Legion Espanola que 
Gustavo Morante tarareaba a menudo: 

Soy un hombre a quien la suerte hirio con zarpa fiera, Soy el novio de la Muerte 
que estreche con brazo fuerte y su amor fue mi bandera. 

Mala idea fue cantarla delante de Francisco, porque a partir de entonces apodo a 
Gustavo el Novio de la Muerte. Irene no se ofendio por eso. En realidad pensaba poco 
en el amor y no cuestionaba su larga relacion con el oficial, la aceptaba como una 
condition natural escrita en su destino desde la infancia. Tantas veces oyo decir que 
Gustavo Morante era su pareja ideal, que acabo por creerlo sin detenerse a juzgar sus 
sentimientos. Era solido, estable, viril, firmemente plantado en su realidad. Ella se 
consideraba a si misma como un cometa navegando en el viento y, asustada de su 
propio motln interior, cedia a veces a la tentacion de pensar en alguien que pusiera 
freno a sus impulsos; pero esos estados de animo le duraban poco. Cuando meditaba 
en su futuro se tornaba melancolica, por eso preferia vivir desaforada mientras le 
fuera posible. 

Para Francisco la relacion de Irene con su novio era apenas la suma de dos 
soledades y de muchas ausencias. Deda que cuando tuvieran ocasion de permanecer 
juntos durante un tiempo, ambos comprenderian que solo los unia la fuerza del 
habito. No habia urgencia alguna en ese amor, sus encuentros eran apacibles y 
demasiado largas sus separaciones. Creia que en el fondo Irene deseaba prolongar ese 
noviazgo hasta el fin de sus dias, para vivir en libertad condicionada juntandose con 
el de vez en cuando y retozar como cachorros. Resultaba claro que el matrimonio la 
espantaba y por eso discurria pretextos de postergacion, como si adivinara que una 
vez desposada con aquel principe destinado al generalato, deberia renunciar a su 
revuelo de trapos, sus pulseras ruidosas y su agitada existencia. 

Esa manana, mientras la motocicleta tragaba potreros y cerros en direction a Los 
Riscos, Francisco calculaba cuan poco faltaba para el regreso del Novio de la Muerte. 
Con su llegada todo cambiaria. Desapareceria la dicha de los ultimos meses cuando 
tuvo a Irene para si, adios a los suenos turbulentos, las sorpresas cotidianas, la 
ansiedad de esperarla y la risa de verla acometer empresas desmesuradas. Deberia ser 
mucho mas cuidadoso, hablar solo lo intrascendente y evitar toda action sospechosa. 
Hasta entonces compartieron una serena complicidad. Su amiga parecia ambular por 
el mundo en estado de inocencia sin detectar los pequenos signos de su doble vida, al 
menos jamas hacia preguntas. En su presencia era indispensable tomar medidas de 


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precaucion, pero la llegada de Gustavo Morante lo obligaba a ser mas prudente. Su 
relation con Irene le resultaba tan preciosa, que deseaba mantenerla intacta. No 
queria sembrar su amistad de omisiones y mentiras, pero comprendia que pronto seria 
inevitable. Mientras conduda el vehlculo quiso prolongar ese paseo hasta el llmite 
del horizonte, donde no los alcanzara la sombra de Capitan, atravesar el pals, el 
continente y otros mares con Irene abrazada a su cintura. El viaje le parecio breve. A1 
desviarse por un angosto sendero aparecieron extensos trigales que en esa epoca 
luclan como una verde pelusa sobre los campos. Suspiro con cierta tristeza, porque 
hablan llegado a su destino. Dieron sin dificultad con el lugar donde vivla la santa 
extranados de tanta soledad y silencio, porque esperaban al menos una romeria de 
incautos para ver el fenomeno. 

— ^Estas segura de que es aqul? 

— Segura. 

— Entonces debe ser una santa de pacotilla, porque no se ve a nadie. 

Ante sus ojos surgio una vivienda de campesinos pobres, con paredes de adobe 
blanqueadas a la cal, cubierta de tejas destenidas, un corredor delante de la puerta y 
una sola ventana en toda la construction. Al frente se extendia un amplio patio 
limitado por un parron sin hojas, como un arabesco de ramas secas y torcidas, donde 
asomaban los primeros brotes presagiando la sombra del verano. Divisaron un pozo, 
una caseta de tablas que parecia una letrina y poco mas alia una sencilla edification 
cuadrada destinada a la cocina. 

Varios perros de diferentes tamanos y pelajes acudieron a recibir a los visitantes 
ladrando furiosos. Irene, habituada al trato con los animales, caminaba en medio de la 
jauria hablando a las bestias como si las conociera de siempre. 

Francisco, en cambio, se sorprendio recitando para sus adentros el verso magico 
aprendido en su infancia para conjurar esos peligros: detente animal feroz, echa tu 
rabo en el suelo, que primero nacio Dios, que tu grandisimo perro pero era evidente 
que el sistema de su amiga funcionaba mejor, porque mientras ella avanzaba 
tranquila, a el lo rodearon mostrando los colmillos. Estaba dispuesto a repartir 
patadas entre los calientes hocicos, cuando aparecio un nino de cortos anos provisto 
de una varilla, quien a gritos espanto a los guardianes. Al bochinche surgieron de la 
casa otras personas: una mujer gruesa de aspecto tosco y resignado, un hombre con 
surcos en el rostro semejante a una castana de invierno y varios ninos de diversas 
edades. 

— ^Aqui yive Evangelina Ranquileo? — pregunto Irene. 

— Si, pero los milagros son al mediodia. 

Ella explico que eran periodistas atraidos por la magnitud de los rumores. La 
familia, venciendo la timidez, los invito a entrar en su vivienda de acuerdo a la 
inalterable tradition hospitalaria de los habitantes de esa tierra. 


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Pronto llegaron los primeros visitantes y se instalaron en el patio de los 
Ranquileo. En la luz de la manana Francisco enfoco a Irene mientras hablaba con la 
familia, para captarla en un descuido, porque no le gustaba posar para la camara Las 
fotograflas enganan al tiempo, suspendiendolo en un trozo de carton donde el alma 
queda bocabajo, deria. El aire limpio y el entusiasmo daban a la joven el aspecto de 
una criatura del bosque. Circulaba en la propiedad de los Ranquileo con la libertad y 
la confianza de quien hubiera nacido alll, hablando, riendo, ayudando a servir los 
refrescos, sorteando a los perros que movlan la cola entre sus piernas. Los ninos la 
segulan asombrados por su extrano cabello, su ropa extravagante, su risa perenne y el 
encanto de sus pequenos gestos. 

Llegaron algunos evangelistas con sus guitarras, flautas y bombos y comenzaron 
a entonar salmos bajo la direction del Reverendo, quien resulto ser un hombrecillo de 
chaqueta lustrosa y sombrero de funeral. El coro y los instrumentos desafinaban 
planideramente, pero nadie, excepto Irene y Francisco, pareria notarlo. Llevaban 
varias semanas oyendolo y se le habla acostumbrado el oldo. 

Tambien aparecio el Padre Cirilo acezando por el enorme esfuerzo de pedalear en 
bicicleta desde la Iglesia hasta la casa de los Ranquileo. Sentado bajo el parron, 
perdido en divagaciones melancolicas o en oraciones aprendidas de memoria, se 
meda la barba blanca que de lejos pareda un rama de azucenas prendido a su pecho. 
Tal vez habla comprendido que el rosario de Santa Gemita tocado por las manos del 
Papa resultaba tan ineficaz en ese caso como los canticos de su colega protestante o 
las plldoras multicolores del medico de Los Riscos. De vez en cuando consultaba su 
reloj de bolsillo para verificar la puntualidad del trance. Otras personas atraldas por la 
posibilidad de los milagros se mantenian silenciosas bajo el alero de la casa, en sillas 
dispersas a la sombra. Algunos conversaban pausadamente de la proxima siembra o 
de algun lejano partido de futbol escuchado por radio, sin mencionar en ningun 
momento el interes que los habia conducido hasta alii, por respeto a los duenos de 
casa o por pudor. 

Evangelina y su madre atendian a las visitas ofreciendo agua fresca con harina 
tostada y miel. Nada en el aspecto de la muchacha luria anormal, se vela tranquila, 
con las mejillas arreboladas y una sonrisa bobalicona en su cara de manzana Estaba 
contenta de ser el centro de attraction de esa pequena concurrencia. 

Hipolito Ranquileo demoro un largo tiempo en reunir a los perros para atarlos a 
los arboles. Ladraban demasiado. Luego se aproximo a Francisco para explicarle la 
necesidad de matar a una de las perras, porque habia parido el dla anterior y devoro a 
las crias, hecho tan grave como una gallina cantando con voz de gallo. Ciertos vicios 
de la naturaleza deben eliminarse de raiz para evitar contagios a otras criaturas. En 
esta materia el era muy delicado. 

En eso estaban cuando el Reverendo se planto al centro del patio e initio a todo 


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pulmon un apasionado discurso. Los presentes lo atendieron para no desairarlo, 
aunque era evidente que todos menos los evangelistas se sentian desconcertados. 

“jAlza de precios! jCarestla de la vida! Este es un problema conocido. Para 
detenerlo hay muchos medios: carcel, multa, huelga, etc. ^Cual es el meollo del 
problema? ^Cual es la causa? 

dComo es la bola de fuego que inflama la codicia del hombre? Hay detras de esto 
una tendencia peligrosa al pecado de la concupiscencia, el apetito desordenado por 
los placeres terrenales. Elio aleja al hombre del Santo Dios, produce desequilibrio 
humano, moral, economico y espiritual, desata la ira del Senor Todopoderoso. 
Nuestros tiempos son como los de Sodoma y Gomorra, el hombre ha caldo en las 
tinieblas del error y ahora cosecha su celemln de castigos por haberle dado la espalda 
al Creador. Jehova nos manda sus advertencias para que recapacitemos y tengamos 
arrepentimiento de nuestros asquerosos pecados...” 

— Disculpe, Reverendo, ^le sirvo un refresco? — lo interrumpio Evangelina 
dejandolo con la inspiration en un hilo para enumerar nuevas faltas. 

Una de las disdpulas protestantes, bizca y paticorta, se acerco a Irene para 
explicate su teoria sobre la hija de los Ranquileo: Belcebu, principe de los demonios, 
se le ha metido en el cuerpo, escriba eso en su revista, senorita. Le gusta fregar a los 
cristianos, pero el Ejercito de Salvation es mas fuerte y lo vencera. Pongalo en su 
revista, no se olvide. 

El Padre Cirilo escucho las ultimas palabras, tomo a Irene por el brazo y la llevo 
aparte. 

— No le haga caso. Estos evangelicos son muy ignorantes, hija. No estan en la 
verdadera fe, pero tienen algunas buenas cualidades, eso no se puede negar. ^Sabe 
que son abstemios? 

Hasta los alcoholicos consuetudinarios dejan de beber en es secta, por eso yo los 
respeto. Pero el Diablo nada tiene que ver con esto. La nina esta chiflada, eso es todo. 

— los milagros? 

— ^De cuales milagros me habla? — No creera esas patranas. 

Minutos antes del mediodla Evangelina Ranquileo abandono el patio para entrar 
en la casa. Se quito el chaleco se solto la trenza de su cabello y se sento en una de las 
tres camas del cuarto. Afuera todos callaron, acercandose al corredor par mirar a 
traves de la puerta y de la ventana. Irene y Francisco siguieron a la muchacha al 
interior de la vivienda y mientras el acomodaba su camara a la penumbra, ella 
preparaba la grabadora. 

El hogar de los Ranquileo tenia suelo de tierra, tan pisado, mojado y vuelto a 
pisar, que habla adquirido la consistencia del cemento. Los escasos muebles eran de 
madera ordinaria sin pulir, habla algunas sillas y taburetes de paja una mesa rustica 
de fabrication casera y como unico adorno una imagen de Jesus con el corazon en 


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llamas. Una cortina separaba el dormitorio de las ninas. Los muchachos disponlan de 
algunos colchones en el suelo en un cuarto anexo con entrada independiente, as! 
evitaban la promiscuidad entre hermanos. Todo estaba escrupulosamente limpio, olla 
a menta y tomillo, un ramo de cardenales rojos en un tarro daba alegria a la ventana y 
sobre la mesa se extendla un mantel verde de lienzo. Francisco encontro en esos 
sencillos elementos un profundo sentido estetico y decidio que mas tarde tomaria 
algunas fotograflas para su coleccion. Nunca pudo hacerlo. 

A las doce del mediodla Evangelina cayo sobre la cama. Su cuerpo se estremecio 
y un hondo, largo, terrible gemido la recorrio entera, como una llamada de amor. 
Comenzo a agitarse convulsivamente y se arqueo hacia atras en un esfuerzo 
sobrehumano. En su rostro desfigurado se borro la expresion de nina simple que tenia 
poco antes y envejecio de subito varios anos. Una mueca de extasis, dolor o lujuria 
marco sus facciones. La cama se remecio e Irene, aterrada, percibio que tambien la 
mesa a dos metros de distancia adquirla movimiento propio sin mediar fuerza alguna 
conocida. El susto vencio su curiosidad y se acerco a Francisco en busca de 
proteccion, lo tomo de un brazo y se estrecho a el sin quitar la vista del espectaculo 
demencial que se desarrollaba sobre el lecho, pero su amigo la aparto con suavidad 
para manipular la camara. Afuera los perros aullaban en un interminable lamento de 
catastrofe, coreando las voces de canticos y rezos. Las jarras de laton bailaban en la 
alacena y extranos golpes azotaban el tejado como una granizada de guijarros. Un 
temblor continuo sacudia un entablado sobre las vigas del alero, donde la familia 
guardaba las provisiones, las semillas y las herramientas de labranza. 

De arriba cayo una lluvia de malz escapado de los sacos, aumentando la 
sensacion de pesadilla. Sobre la cama Evangelina Ranquileo se contorsionaba, 
victima de impenetrables alucinaciones y urgencias misteriosas. El padre, oscuro, 
desdentado, con su patetica expresion de payaso triste, observaba abatido desde el 
umbral, sin acercarse. La madre permanecia al lado de la cama con los ojos 
entornados, intentando tal vez escuchar el silencio de Dios. Dentro y fuera de la casa 
la esperanza se apoderaba de los peregrinos. Uno a uno se aproximaron a Evangelina 
en demanda de su pequeno, humilde milagro. 

— Secame los furunculos, santita. 

— Haz que no se lleven a mi Juan a la conscripcion. 

— Dios te salve, Evangelina, llena eres de gracia, sanale las almorranas a mi 
marido. 

— Hazme una sena, ^que numero juego en la loteria? 

— Para la lluvia, sierva de Dios, antes de que las siembras se vayan al carajo. 

Los que habian acudido estimulados por la fe o simplemente como recurso 
desesperado, desfilaban en orden deteniendose un instante junto a la joven para hacer 
su peticion y despues se alejaban transfigurados por la confianza de que por su 


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intermedio la Divina Providencia los beneficiaria. 

Nadie escucho llegar el camion de la guardia. 

Oyeron ordenes y antes que pudieran reaccionar, los militares invadieron en 
tropel, ocupando el patio y metiendose a la casa con las armas en la mano. Apartaron 
a la gente a empujones, corrieron a los ninos a gritos, golpearon con las culatas a 
quienes se pusieron por delante y llenaron el aire con sus voces de mando. 

— jCara a la pared! jManos a la nuca! — grito el hombre macizo con cuello de 
toro, que dirigla al grupo. 

Todos obedecieron, menos Evangelina Ranquileo imperturbable en su trance e 
Irene Beltran inmovilizada en su sitio tan sorprendida que no atino a moverse. 

— jLos documentos! — bramo un sargento con cara de indigena. 

— Soy periodista y el es fotografo — dijo Irene con voz firme senalando a su 
amigo. 

Cachearon a Francisco bruscamente en los costados, las axilas, la entrepierna y 
los zapatos. 

— jVuelvete! — le ordenaron. 

El oficial, a quien mas tarde conocerian como el Teniente Juan de Dios Ramirez, 
se aproximo y le puso el canon de la metralleta en las costillas. 

— jTu nombre! 

— Francisco Leal. 

— ^Que mierda hacen aqui? 

— Ninguna mierda, un reportaje — interrumpio Irene. 

— jNo te hablo a ti! 

— Pero yo si, mi Capitan — sonrio ella subiendolo de grado con ironia. 

El hombre vacilo, poco acostumbrado a la impertinencia de un civil. 

— i Ranquileo! — llamo. 

Al punto se destaco entre la tropa un gigante moreno, de expresion alelada, 
armado con un rifle, y se cuadro frente a su superior. 

— ^Esta es tu hermana? — senalo el Teniente a Evangelina, que estaba en otro 
mundo, perdida en turbia copula con los espiritus. 

— jAfirmativo, mi Teniente! — respondio el otro rigido, los talones juntos, el 
pecho erguido, la vista al frente, el rostro de granito. 

En ese instante una nueva y mas violenta lluvia de piedras invisibles remecio el 
techo. El oficial se lanzo de bruces al suelo y sus hombres lo imitaron. Estupefactos, 
los demas los vieron reptar sobre codos y rodillas hasta el patio, donde se pusieron de 
pie apresuradamente y corrieron zigzagueando a ocupar sus posiciones. Desde la 
artesa del lavado, el Teniente comenzo a disparar en direction a la casa. Era la serial 
esperada. Los guardias enloquecidos, excitados por una incontrolable violencia, 
apretaron sus gatillos y en unos segundos el cielo se lleno de ruido, gritos, llantos, 


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ladridos, cacareos, una ventolera de polvora. Los que estaban en el patio se tiraron a 
tierra y algunos buscaron refugio en la acequia y detras de los arboles. Los 
evangelicos intentaron poner a salvo sus instrumentos musicales y el Padre Cirilo se 
metio bajo la mesa estrechando el rosario de Santa Gemita y clamando en voz alta la 
proteccion del Senor de los Ejercitos. 

Francisco Leal advirtio que los proyectiles pasaban cerca de la ventana y algunos 
impactaban contra las gruesas paredes de adobe como una rafaga de tenebrosos 
presagios. Tomo a Irene por la cintura y la echo al piso, cubriendola con su cuerpo. 
La sintio estremecerse entre sus brazos y no supo si se ahogaba con su peso o estaba 
aterrorizada. Apenas se disipo el griterio y el espanto, se puso de pie y corrio a la 
puerta, seguro de encontrar media docena de muertos por la balacera, pero el unico 
cadaver con que tropezaron sus ojos fue el de una gallina destripada por las 
municiones. Los guardias estaban sofocados, poseidos de locura, desbordados por la 
sensacion del poder. Los vecinos y curiosos yacian por el suelo cubiertos de polvo y 
barro, los ninos lloraban y los perros tiraban de sus amarras ladrando desesperados. 
Francisco sintio a Irene pasar por su lado como una exhalacion y antes que pudiera 
detenerla se detuvo frente al Teniente con los brazos en jarra, gritando con una voz 
que no parecia la suya. 

— jSalvajes! jBestias! ^No tienen respeto? ^No ven que pueden matar a alguien? 

Francisco corrio hacia ella, convencido de que le meterian una bala entre los ojos, 
pero comprobo asombrado que el oficial se reia. 

— No te pongas nerviosa, linda, disparamos al aire. 

— ^Por que me tutea? en primer lugar que hacen ustedes aqui? — lo increpo 
Irene sin poder controlar sus nervios. 

— Ranquileo me conto lo de su hermana y yo le dije: alia donde fracasan los curas 
y los doctores, triunfan las Fuerzas Armadas. Eso le dije y por eso estamos aqui. 
jAhora veremos si sigue pataleando cuando me la lleve presa, la chiquilla esa! 

Camino a grandes zancadas en direction a la casa. Irene y Francisco lo siguieron 
como automatas. Lo que ocurrio a continuation quedaria para siempre grabado en sus 
memorias y lo recordarian como una sucesion de imagenes tormentosas e inconexas. 

El Teniente Juan de Dios Ramirez se aproximo a la cama de Evangelina. La 
madre se movio para detenerlo, pero el la aparto. jNo la toque! alcanzo a gritar la 
mujer, pero fue tarde, porque el oficial habia estirado la mano y tornado a la enferma 
por un brazo. 

Antes que nadie pudiera predecirlo, el puno de Evangelina salio disparado a 
estrellarse contra la rubicunda cara del militar, dandole en la nariz con tal fuerza, que 
lo lanzo de espaldas al suelo. Como una pelota inutil rodo su casco bajo la mesa. La 
joven perdio en seguida la rigidez, sus ojos ya no parecian extraviados ni echaba 
espumarajos por la boca. La que tomo al Teniente Ramirez por la guerrera sin el 


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menor esfuerzo, lo levanto en vilo y lo saco de la casa sacudiendolo como un 
estropajo, era la suave muchacha de quince anos y huesos fragiles que poco antes 
servla harina tostada con miel bajo el parron. Solo su fuerza portentosa delataba el 
estado anormal en que se encontraba. Irene reacciono rapidamente. Arrebato a 
Francisco la camara de las manos y comenzo a fotografiar sin cuidarse del enfoque, 
con la esperanza de que algunas tomas salieran bien, a pesar del brusco cambio en la 
intensidad de la luz entre las sombras del interior y la reverberation del mediodla 
afuera. 

A traves del lente Irene vio a Evangelina remolcar al Teniente hasta el centro del 
patio y lanzarlo con displicencia a pocos metros de los protestantes, quienes 
permanedan temblando agazapados en el suelo. El oficial intento ponerse en pie, 
pero ella le propino unos cuantos golpes certeros en la nuca y lo dejo alii sentado, le 
mando algunas patadas sin rabia, ignorando a los guardias que la rodeaban 
apuntandola con sus armas pero sin atreverse a disparar, paralizados por el asombro. 
La muchacha agarro la metralleta que Ramirez mantenia abrazada contra el pecho y 
la tiro lejos. Cayo en un barrial donde se hundio frente al hocico impasible de un 
puerco, que la husmeo antes de verla desaparecer tragada por la porqueria. 

En ese momento Francisco Leal adquirio conciencia de la situation y recordo sus 
estudios de psicologia. Se aproximo a Evangelina Ranquileo y con suavidad, pero 
tambien con firmeza, le dio un par de toques en el hombro llamandola por su nombre. 
La joven parecio volver de un largo viaje sonambulo. 

Bajo la cabeza, sonrio con timidez y fue a sentarse bajo el parron, mientras los 
uniformados corrian a recuperar la metralleta, a limpiarle el barro, a buscar el casco, a 
socorrer a su superior, ponerlo de pie, sacudirle la ropa, ^como se siente mi Teniente? 
Y el oficial palido, tremulo, los aparto a manotazos, se coloco el casco y empuno su 
arma, sin encontrar en todo su vasto repertorio de violencias la mas adecuada para esa 
ocasion. 

Inmoviles, aterrorizados, todos esperaron algo atroz, alguna tenebrosa locura o 
flagelo final que acabara con ellos, los alinearan contra la pared y los fusilaran sin 
mas tramite o, por lo menos, los subieran a culatazos al camion y los hicieran 
desaparecer en algun barranco de las montanas. Pero despues de una larguisima 
vacilacion, el Teniente Juan de Dios Ramirez dio media vuelta y se dirigio a la salida. 

— jRetirarse, huevones! — grito y sus hombres lo siguieron. 

Pradelio Ranquileo, el hermano mayor de Evangelina, desencajado y con una 
expresion de estupor en su rostro moreno, fue el ultimo en obedecer y solo reacciono 
al escuchar el motor del camion. Corriendo trepo en la parte trasera junto a sus 
companeros. Entonces el oficial recordo las fotografias impartio una orden y el 
sargento dio media vuelta y troto en direction a Irene, le arrebato la camara, le quito 
el rollo de pelicula y lo expuso a la luz. En seguida lanzo la maquina por encima del 


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hombro como si fuera una lata vacia de cerveza. 

Partieron los guardias y reino un silencio total en el patio de los Ranquileo. 
Estaban detenidos en sus intenciones, como sucede en los malos suenos. De pronto la 
voz de Evangelina rompio el hechizo. 

— ^Le sirvo otro refresco, Reverendo? 

Y entonces respiraron, pudieron moverse, recoger sus pertenencias y dispersarse 
con aire avergonzado. 

— jDios nos proteja! — suspiro el Padre Cirilo sacudiendo su empolvada sotana. 

— ;Y nos ampare! — agrego el pastor protestante palido como un conejo. 

Irene recupero la camara. Era la unica que sonreia. Pasado el susto solo recordaba 
el aspecto grotesco de lo sucedido, planeaba el titulo del reportaje y se preguntaba si 
la censura le permitiria mencionar el nombre del oficial que habia recibido la golpiza. 

— Mala idea tuvo mi hijo de traer a la guardia — opino Hipolito Ranquileo. 

— Muy mala — anadio su mujer. 

Poco despues, Irene y Francisco regresaron a la ciudad. La joven llevaba apretado 
contra el pecho un gran ramo de flores, regalo de los ninos Ranquileo. Estaba de buen 
humor y parecia haber olvidado el incidente, como si no tuviera ni la menor 
conciencia del peligro pasado. Lo unico que en apariencia le disgustaba era la perdida 
de la pelicula, sin la cual resultaba imposible publicar la information pues nadie 
creeria semejante historia. Se consolaba pensando que podian volver al domingo 
siguiente para tomar otras fotografias de Evangelina durante su trance. La familia los 
habia invitado a regresar, porque tenia planeado matar a un cerdo, lo cual era una 
fiesta anual que reunia a varios vecinos en una comilona barbara. 

Francisco, en cambio, paso todo el viaje acumulando indignation y al dejar a 
Irene en la puerta de su casa apenas podia contenerse. 

— ^Por que te enojas tanto, Francisco? No paso nada, solo unas balas al aire y una 
gallina muerta, eso es todo — rio ella al despedirse. 

Hasta entonces el habia procurado mantenerla alejada de las miserias irreparables, 
la injusticia y la represion que a diario presenciaba y eran temas habituales de 
conversation entre los Leal. Consideraba extraordinario que Irene navegara inocente 
sobre ese mar de zozobras que anegaba al pais, ocupada solo de lo pintoresco y lo 
anecdotico. Se sorprendia al verla flotando incontaminada en el aire de sus buenas 
intenciones. Ese injustificado optimismo, esa limpia y fresca vitalidad de su amiga, 
resultaban balsamicas para los tormentos que el padecia por no poder cambiar las 
circunstancias. Ese dia, sin embargo, tuvo la tentacion de tomarla por los hombros y 
sacudirla hasta ponerle los pies en la tierra y abrirle los ojos a la verdad. Pero al 
contemplarla junto al muro de piedra de su casa, con los brazos cargados de flores 
silvestres para sus ancianos y el pelo revuelto por el viaje en la moto, intuyo que esa 
criatura no estaba hecha para las sordidas realidades. La beso en la mejilla lo mas 


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cerca posible de la boca, deseando con pasion permanecer a su lado eternamente para 
preservarla de las sombras. Olla a yerbas y tenia la piel frla. 

Supo que amarla era su destino inexorable. 


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SEGUNDA PARTE 


LAS SOMBRAS. La tierra tibia aun guarda los ultimos secretos. 

VICENTE HUIDOBRO 

Desde que trabajaba en la revista, Francisco sentia que su existencia transcurria 
en un constante sobresalto. La ciudad estaba dividida por una invisible frontera que 
debia atravesar con frecuencia. El mismo dia fotografiaba primorosos vestidos de 
muselina y encaje, atendia una nina violada por su padre en la poblacion de su 
hermano Jose y llevaba al aeropuerto la ultima lista de vlctimas para entregarla a un 
mensajero desconocido, despues de recitar la contrasena. Tenia un pie en ilusion 
obligada y otro en la realidad secreta. En cada ocasion debia acomodar su estado de 
animo a las exigencias del momento, pero al terminar la jornada, en el silencio de su 
habitation, pasaba revista a los acontecimientos y concluia que en medio del diario 
desaflo lo mas conveniente era no pensar demasiado para evitar que el miedo o la ira 
lo paralizaran. A esa hora la imagen de Irene crecia en la sombra hasta ocupar todo el 
espacio a su alrededor. 

La noche del miercoles sono con un campo de margaritas. Normalmente no 
recordaba los suenos, pero eran tan frescas las flores que desperto con la seguridad de 
haber corrido al aire libre. A media manana tropezo en la editorial con la astrologa, 
aquella senora de cabellos retintos color obstinada que adivino su fortuna. 

— Lo puedo leer en tus ojos: vienes de una noche de amor — le dijo apenas lo 
cruzo en la escalera del quinto piso. 

Francisco la invito a tomar una cerveza y a falta de otros signos cosmicos para 
ayudarla en sus predicciones, le conto su sueno. Ella le informo que las margaritas 
son serial de buena suerte, asi forzosamente algo agradable le ocurriria las proximas 
horas. 

— Porque tu estas apuntado por el dedo de la muerte — agrego, pero ya lo habia 
dicho tantas veces que al mal agiiero se le habia gastado la facultad de asustarlo. 

Tuvo mas respeto por la astrologa cuando a poco andar se cumplio el buen 
presagio e Irene lo llamo a su casa para pedirle que la invitara a cenar, porque 
deseaba ver a los Leal. 

Apenas habian estado juntos en la semana. La editora de moda quiso tomar una 
serie de fotografias en la Academia de Guerra y eso mantuvo a Francisco muy 
atareado. Esa temporada se llevaron los vestidos romanticos de lazos y vuelos y ella 
pretendia contrastarlos con la pesada maquinaria de batalla y los hombres de 
uniforme. Por su parte, el Comandante penso sacar partido de esa ocasion para 
mostrar un aspecto mas benigno de las Fuerzas Armadas y abrio sus puertas despues 
de multiplicar las medidas de seguridad. Francisco y el resto del equipo pasaron 


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varios dias en el recinto militar, al cabo de los cuales el ya no sabla si le repugnaban 
mas los himnos patrioticos y las ceremonias marciales o las tres reinas de belleza que 
posaban para sus lentes. Al entrar y salir eran sometidos a una revision minuciosa. En 
medio de una confusion de terremoto les volteaban las valijas hurgando entre los 
trajes, los zapatos y las pelucas, metlan las manos por todas partes buscando con 
maquinas electronicas cualquier indicio sospechoso. Las modelos iniciaban la jornada 
con cara de fastidio y pasaban las horas rezongando. Mario, el elegante y discreto 
peluquero siempre vestido de bianco, tenia la mision de transformarlas para cada 
foto. Lo secundaban dos ayudantes recien iniciados en la mariconeria, que 
revoloteaban como luciernagas a su alrededor. Francisco se ocupaba de las camaras y 
las pellculas, esforzandose por mantener la serenidad si en algun registro le velaban 
el rollo arruinando el trabajo del dia. 

Esa comparsa ambulante causaba algunos desajustes en la disciplina de la 
Academia, desquiciando a quienes no estaban habituados a ese espectaculo. Los 
soldados que no se excitaron con las reinas, lo hicieron con los ayudantes que les 
coqueteaban sin tregua, ante el sofoco del maestro peluquero. Mario no tenia humor 
para la chabacaneria y habia superado hacia anos cualquier tendencia a la 
promiscuidad. 

Pertenecla a la familia de once hijos de un minero del carbon. Nacio y credo en 
un pueblo gris donde el polvillo de la mina cubria cuanto habia con una impalpable y 
mortal patina de fealdad y se pegaba en los pulmones de los habitantes 
convirtiendolos en sombras de si mismos. Estaba destinado a seguir los pasos de su 
padre, su abuelo y sus hermanos, pero no sentia fuerzas para arrastrarse en las 
entranas de la tierra picando la roca viva, ni para enfrentar la mdeza de los trabajos 
mineros. Posela dedos delicados y un espiritu inclinado a la fantasia, que le 
combatieron con duras azotainas, pero esos remedios drasticos no curaron sus 
modales afeminados ni torcieron el rumbo de su naturaleza. El nino aprovechaba 
cualquier descuido para complacerse en goces solitarios que provocaban la burla 
despiadada de su medio, juntaba piedras de rio para pulirlas por el placer de ver 
brillar sus colores; recorria el triste paisaje buscando hojas secas para arreglarlas en 
artisticas composiciones; se conmovia hasta las lagrimas ante una puesta de sol, 
deseando inmovilizarla para siempre en una frase poetica o en una pintura que podia 
imaginar, pero se sentia incapaz de realizar. Solo su madre aceptaba esas rarezas sin 
ver en ellas signos de perversion, sino la evidencia de un alma diferente. Para salvarlo 
de las inmisericordes palizas de su padre, lo llevo a la parroquia como ayudante del 
sacristan, con la esperanza de disimular su dulzura de mujer entre los pollerines de la 
misa y las ofrendas de incienso. Pero el nino olvidaba los latinajos distraido con las 
particulas doradas flotando en el haz de luz de los ventanales. El cura paso por alto 
estas divagaciones y le enseno aritmetica, a leer y escribir y algunos rudimentos 


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indispensables de cultura. A los quince anos conocia practicamente de memoria los 
escasos libros de la sacristia y otros prestados por el turco del almacen con el fin de 
atraerlo a su trastienda y revelarle los mecanismos del placer entre varones. Cuando 
su padre se entero de estas visitas, lo llevo de viva fuerza al prostibulo del 
campamento acompanado por sus dos hermanos mayores. Esperaron turno junto a 
una docena de hombres impacientes por gastar su salario del viernes. Solo Mario 
percibio las cortinas inmundas y destenidas, el olor de orines y creolina el aire de 
infinito abandono de aquel lugar. Solo el se conmovib ante la tristeza de esas mujeres 
agotadas por el uso y la carencia de amor. Amenazado por sus hermanos intento 
comportarse como un macho con la prostituta que le toco en suerte pero a ella le 
basto una mirada para adivinar que a ese muchacho lo aguardaba una vida de 
escarnio y soledad. Sintio compasibn al verlo temblar de repugnancia a la vista de sus 
carnes desnudas y pidio los dejaran a solas para realizar su trabajo en paz. Cuando los 
otros salieron cerro la puerta con pestillo, se sento a su lado sobre la cama y le tomo 
la mano. 

— Esto no se puede hacer a la fuerza — dijo a Mario que lloraba aterrado — . 
Andate lejos, hijo, donde nadie te conozca porque aqui acabaran matandote. 

En toda su vida no recibio mejor consejo. Se seco el llanto y prometio no volver a 
verterlo por una hombria que en el fondo no deseaba. 

— Si no te enamoras, puedes llegar lejos — se despidio la mujer despues de 
tranquilizar al padre, salvando asi al muchacho de una zurra mas. 

Esa noche Mario hablo con su madre y le conto lo sucedido. 

Ella busco en lo mas profundo de su armario, sustrajo un atadito de billetes 
arrugados y lo puso en la mano de su hijo. Con ese dinero el tomo un tren a la capital, 
donde consiguio emplearse haciendo el aseo en una peluqueria a cambio de la comida 
y un jergon para pasar la noche en el mismo local. Estaba deslumbrado. No 
imaginaba la existencia de un mundo asi: tonos claros, perfumes delicados, voces 
risuenas, frivolidad, calor, ocio. Miraba en los espejos las manos de las profesionales 
sobre las cabelleras y se maravillaba. 

Aprendio a conocer el alma femenina viendo a las mujeres sin tapujos. En las 
noches, al quedar solo en el salon, ensayaba peinados con las pelucas y probaba 
sombras, polvos, lapices en su propia cara para adiestrarse en el arte del maquillaje y 
asi descubrio como mejorar un rostro mediante colores y pinceles. Pronto le 
permitieron ensayar con algunas clientes nuevas y a los pocos meses cortaba el 
cabello como nadie y las damas mas exigentes reclamaban sus servicios. Era capaz de 
transformar a una mujer de aspecto insignificante, valiendose del marco de un pelo 
vaporoso y el artificio de los cosmeticos sabiamente aplicados, pero, sobre todo, 
podia dar a cada una la certeza de su atractivo, porque en ultima instancia la 
hermosura no es sino una actitud. Empezo a estudiar sin tregua y a practicar con 


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audacia, ayudado por un instinto inf alible capaz de conducirlo siempre a la mejor 
solucion. Era solicitado por novias, modelos, actrices y embajadoras de Ultramar. 
Algunas senoras ricas e influyentes de la ciudad abrieron sus casas para el y por 
primera vez el hijo del minero puso el pie sobre alfombras persas, bebio te en 
porcelana transparente y aprecio el brillo de la plata labrada, las maderas pulidas, los 
delicados cristales. Con rapidez aprendio a distinguir los objetos de verdadero valor y 
decidio que no se conformaria con menos, porque su espiritu sufria con cualquier 
forma de vulgaridad. A1 internarse en el circulo del arte y la cultura supo que no 
podria retroceder jamas. Dejo en libertad su caudal creativo y su vision para los 
negocios y en pocos anos era el dueno del salon de belleza mas prestigioso de la 
capital y de una pequena tienda de antigiiedades, pantalla de traficos discretos. Se 
convirtio en experto en obras de arte, muebles finos, articulos de lujo, consultado por 
la gente de mejor position. 

Siempre estaba ocupado y de prisa, pero nunca olvido que la primera oportunidad 
para triunfar se la brindo la revista donde trabajaba Irene Beltran, por eso cuando lo 
reclamaban para un desfile o reportaje de moda y belleza, abandonaba sus otras 
labores y se presentaba equipado con su celebre maletin de las transformaciones 
donde guardaba los elementos de su trabajo. Llego a tener tanta influencia que en las 
grandes fiestas de sociedad las damas mas atrevidas maquilladas por el, lucian con 
orgullo su firma en la mejilla izquierda como un tatuaje de beduina. 

Cuando conocio a Francisco Leal, Mario era un hombre de edad mediana, con 
nariz fina y recta fruto de una operation plastica, delgado y erguido a fuerza de 
dietas, ejercicios y masajes, bronceado con luz ultravioleta, impecablemente vestido 
con la mejor ropa inglesa e italiana, culto, refinado y famoso. Se movia en ambientes 
exclusivos y con el pretexto de adquirir antigiiedades viajaba a remotas regiones. 
Vivia como un aristocrata, pero no repudiaba sus modestos origenes y siempre que se 
presentaba la ocasion de hablar de su pasado en el pueblo minero, lo hacia con altura 
y buen humor. Esa sencillez captaba la simpatia de quienes no le hubieran perdonado 
fingir una alcurnia inexistente. En el medio mas cerrado, al cual solo se accedia por 
apellidos linajudos o mucho dinero, el se impuso con su gusto exquisito y su 
capacidad de relacionarse con la gente adecuada. Ninguna reunion importante se 
consideraba un exito sin su presencia. Jamas regreso a la casa familiar ni volvio a ver 
a su padre o sus hermanos, pero todos los meses enviaba un cheque a su madre para 
proporcionarle cierto bienestar y ayudar a sus hermanas a estudiar una profesion, 
instalar un negocio o casarse con una dote. Sus inclinaciones sentimentales eran 
discretas, sin estridencias, como todo en su vida. Cuando Irene le presento a 
Francisco Leal, solo un brillo leve en sus pupilas delato su impresion. Ella lo noto y 
despues bromeaba con su amigo diciendole que se cuidara de los avances del 
peluquero si no queria terminar con un zarcillo en la oreja y hablando con voz de 


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soprano. Dos semanas despues estaban en el estudio trabajando con los nuevos 
maquillajes de la temporada, cuando aparecio el capitan Gustavo Morante en busca 
de Irene. A1 ver a Mario cambio la expresion de su rostro. El oficial sentla un repudio 
violento por los afeminados y le molestaba que su novia se moviera en un medio 
donde se rozaba con quienes calificaba de degenerados. Abstraldo pegando escarcha 
dorada en los pomulos de una hermosa modelo, a Mario le fallo su instinto para 
captar el rechazo ajeno y con una sonrisa tendio la mano al Capitan. Gustavo cruzo 
los brazos sobre el pecho mirandolo con infinito desprecio y le dijo que el no se 
involucraba con maricones. Un silencio glacial reino en el estudio. Irene, los 
ayudantes, las modelos, todos quedaron suspendidos en el desconcierto. Mario 
palidecio y una sombra desolada parecio velar sus pupilas. Entonces Francisco Leal 
dejo la camara, avanzo con lentitud y coloco una mano sobre el hombro del 
peluquero. 

— ^Sabe por que no quiere tocarlo, Capitan? Porque usted teme sus propios 
sentimientos. Tal vez en la ruda camaraderia de sus cuarteles hay mucha 
homosexualidad — dijo en su habitual tono pausado y amable. 

Antes que Gustavo Morante alcanzara a darse cuenta de la gravedad de la 
afirmacion y reaccionar de acuerdo a sus antecedentes, Irene se interpuso tomando a 
su novio del brazo y arrastrandolo fuera de la sala. Mario nunca olvido ese incidente. 
A los pocos dlas invito a Francisco a cenar. Vivla en el ultimo piso de un edificio de 
lujo. Su departamento estaba decorado en bianco y negro, en un estilo sobrio, 
moderno, original. Entre las llneas geometricas del acero y el cristal, habla tres o 
cuatro muebles barrocos muy antiguos y tapices de seda china. Sobre la mullida 
alfombra que cubria parte del piso ronroneaban dos gatos de Angora y cerca de la 
chimenea encendida con lenos de espino dormitaba un perro negro y lustroso. Adoro 
los animales, dijo Mario al darle la bienvenida, Francisco vio un balde de plata con 
hielo donde se enfriaba una botella de champana junto a dos copas, noto la suave 
penumbra, olio el aroma de la madera y el incienso quemandose en un pebetero de 
bronce, escucho el jazz en los parlantes y comprendio que era el unico invitado. Por 
un instante tuvo la tentacion de dar media vuelta y salir, para no alentar ninguna 
esperanza en su anfitrion, pero luego predomino el deseo de no herirlo y de ganar su 
amistad. Se miraron a los ojos y lo invadio una mezcla de compasion y simpatla. 

Francisco busco entre sus mejores sentimientos el mas adecuado para brindar a 
ese hombre que le ofreda su amor con timidez. Se sento a su lado sobre el sofa de 
seda cruda y acepto la copa de champana apelando a su experiencia profesional para 
navegar en esas aguas desconocidas sin cometer un desatino. Fue una noche 
inolvidable para ambos. Mario le conto su vida y en la forma mas delicada insinuo la 
pasion que se estaba instalando en su alma. Presentla una negativa, pero estaba 
demasiado conmovido para callar sus emociones, porque nunca antes un hombre lo 


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habia cautivado de ese modo. Francisco combinaba la fuerza y la seguridad viriles 
con la rara cualidad de la dulzura. Para Mario no era facil enamorarse y desconfiaba 
de los arrebatos tumultosos, causantes en el pasado de tantos sinsabores, pero en esta 
oportunidad estaba dispuesto a jugarse entero. Francisco tambien hablo de si mismo y 
sin necesidad de expresarlo abiertamente, le dio a entender la posibilidad de 
compartir una solida y profunda amistad, pero jamas un amor. A lo largo de esa noche 
descubrieron intereses comunes, se rieron, escucharon musica y bebieron toda la 
botella de champana. En un arrebato de confianza prohibido por las mas elementales 
normas de prudencia, Mario hablo de su horror por la dictadura y su voluntad para 
combatirla. Su nuevo amigo, capaz de descubrir la verdad en los ojos ajenos, le conto 
entonces su secreto. A1 despedirse, poco antes del toque de queda, se estrecharon las 
manos con firmeza, sellando asi un pacto solidario. 

A partir de esa cena, Mario y Francisco no solo compartieron el trabajo en la 
revista, sino tambien la accion furtiva. El peluquero no volvio a insinuar ninguna 
inquietud que empanara la camaraderia. Tenia una actitud transparente y Francisco 
llego a dudar de que hablara como lo hizo esa noche memorable. Irene se integro al 
pequeno grupo, aunque la dejaron al margen de toda labor clandestina, porque 
pertenecia por nacimiento y education al bando contrario, nunca manifesto 
inclinaciones por la politica y ademas era la novia de un militar. 

Ese dia en la Academia de Guerra a Mario se le agoto la tolerancia. A las medidas 
de seguridad, el calor y el mal humor colectivo, se sumaban los contorneos de sus dos 
ayudantes ante la tropa. 

— Los despedire, Francisco. Estos dos idiotas no tienen clase ni sabran adquirirla. 
Debi echarlos a la calle cuando los sorprendi abrazados en el bano de la editorial. 

Francisco Leal tambien estaba harto, principalmente porque no habia visto a Irene 
en varios dias. Durante toda la semana sus horarios no coincidieron, por eso cuando 
ella llamo para anunciar su visita a cenar, el desesperaba por verla. 

En casa de los Leal prepararon la reception con esmero. 

Hilda cocino uno de sus guisos predilectos y el Profesor compro una botella de 
vino y un ramo de las primeras flores de la temporada, porque apreciaba a la 
muchacha y sentia su presencia como una limpia brisa que barria el tedio y las 
preocupaciones. Invitaron tambien a sus otros hijos, Jose y Javier con su familia, 
porque les gustaba reunirlos al menos una vez por semana. 

Francisco terminaba de revelar un rollo de peliculas en el bano que le servia de 
laboratorio, cuando escucho llegar a Irene. Colgo las tiras de prueba, se seco las 
manos, salio cerrando la puerta con Have para preservar su trabajo de la curiosidad de 
sus sobrinos y se apresuro a recibirla. El olor de la cocina lo invadio como una 
caricia. Escucho claras voces infantiles y supuso a todos en el comedor. Entonces 
diviso a su amiga y se sintio tocado por la fortuna, porque la tela de su vestido 


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llevaba margaritas impresas y en el cabello recogido en una trenza se habia prendido 
las mismas flores. Era la slntesis de su sueno y de todos los buenos presagios de la 
astrologa. 

Hilda entro al comedor con una humeante fuente en las manos y un coro de 
exclamaciones le dio la bienvenida. 

— jMondongo! — suspiro Francisco sin vacilar, pues habria reconocido ese aroma 
de tomate y laurel hasta en las profundidades del mar. 

— jOdio el mondongo! jParece toalla! — gruno uno de los ninos. 

Francisco tomo un trozo de pan lo unto en la apetitosa salsa y se lo llevo a la boca 
mientras la madre servla los platos ayudada por su nuera. Solo Javier pareria ajeno al 
tumulto. El hermano mayor permaneda callado y ausente jugando con una cuerda. 
En los ultimos tiempos se distrala haciendo nudos. 

Nudos de marinero, de pescador, de vaquero, nudos de guia, de sedal, de estribo, 
nudos de gancho, de Have, de obenque que armaba y desarmaba con una tenacidad 
incomprensible. Al comienzo sus hijos lo observaban fascinados, pero despues 
aprendieron a imitarlo y la cuerda perdio todo interes para ellos. Se acostumbraron a 
ver a su padre ocupado en su mania, un vicio apacible que en nada molestaba a los 
demas. La unica queja provenla de su mujer, que soportaba sus manos encallecidas 
por el roce y la maldita cuerda enrollada junto a la cama por la noche como una 
serpiente domestica. 

— jNo me gusta el mondongo! — repitio el nino. 

— Come sardinas entonces — sugirio su abuela. 

— jNo! jTienen ojos! 

El cura dio un golpe con el puno sobre la mesa remeciendo la vajilla. Todos se 
inmovilizaron. 

— jBasta! Comeras lo que te sirvan. ^Sabes cuanta gente solo tiene una taza de te 
y un pan duro al dla? jEn mi barrio los ninos se desmayan de hambre en la escuela! 
— exclamo Jose. 

Hilda le toco el brazo en gesto de suplica para calmarlo y pedirle se abstuviera de 
mencionar a los hambrientos de su parroquia, porque corria el riesgo de arruinar la 
comida familiar y el hlgado de su padre. Jose inclino la cabeza, confundido ante su 
propia furia. Anos de experiencia no habian calmado por completo sus arrebatos ni su 
obsesion por la igualdad entre sus semejantes. Irene rompio la tension brindando por 
el guisado y todos la acompanaron celebrando su olor, su textura y sabor, pero sobre 
todo su origen proletario. 

— Lastima que Neruda no tenga una oda al mondongo — observo Francisco. 

— Pero tiene una al caldillo de congrio, ^quereis oirla? — ofrecio su padre 
entusiasmo. Fue acallado por una silbatina cerrada. 

El Profesor Leal ya no se ofendia por esas bromas. Sus hijos crecieron oyendolo 


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recitar de memoria y leyendo en alta voz a los clasicos, pero solo el menor se 
contagio de su exaltacion literaria. Francisco era de temperamento menos exuberante 
y preferia canalizar sus gustos a traves de la lectura disciplinada y la composicion de 
versos secretos, dejando a su padre el privilegio de declamar cuanto le viniera en 
gana. Pero ni sus hijos ni sus nietos lo toleraban ya. Solo Hilda en la intimidad de 
algun atardecer le pedla hacerlo. En esas ocasiones dejaba el tejido para escuchar 
atentamente las palabras con la misma expresion maravillada de su primer encuentro 
y calculaba los muchos anos de amor compartidos con ese hombre. Cuando estallo la 
Guerra Civil en Espana eran jovenes, estaban enamorados. A pesar de que el profesor 
Leal consideraba que la guerra era obscena, partio al frente de batalla con los 
republicanos. Su mujer tomo un atado de ropa, cerro la puerta de su morada sin mirar 
hacia atras y se traslado de aldea en aldea siguiendo sus huellas. Deseaban estar 
juntos cuando los sorprendiera la victoria, la derrota o la muerte. Un par de otonos 
despues nacio su hijo mayor en un refugio improvisado entre las ruinas de un 
convento. Su padre no pudo tenerlo en los brazos hasta tres semanas despues. En 
diciembre del mismo ano, para Navidad, una bomba destruyo el lugar donde Hilda y 
el nino se hospedaban. Al sentir el estrepito que precedio a la catastrofe, ella alcanzo 
a asegurar a la criatura en su regazo, se doblo como un libro cerrado y protegio as! la 
vida de su nino, mientras el techo se desplomaba aplastandola. Rescataron al bebe 
intacto, pero la madre tenia una profunda fractura de craneo y un brazo roto. Por 
algun tiempo su marido perdio sus senas, pero de tanto buscarla dio con ella en un 
hospital de campana, donde yacia postrada sin recordar su nombre, la memoria 
borrada sin pasado ni futuro, con el nino prendido al pecho. Al terminar la guerra el 
Profesor Leal decidio partir rumbo a Francia, pero no le permitieron sacar a la 
enferma del asilo donde se recuperaba y tuvo que robarsela durante la noche. La 
monto sobre dos tablones en cuatro ruedas, coloco al recien nacido en su brazo sano, 
los ato con una manta y los llevo a la rastra por esos caminos de pesadumbre que 
condudan al exilio. Cruzo la frontera con una mujer que no lo reconoda y cuya unica 
serial de entendimiento era cantar para su criatura. Iba sin dinero, no contaba con 
amigos y cojeaba a causa de una herida de bala en el muslo, que no consiguio hacer 
mas lento su paso cuando se trato de poner a salvo a los suyos. Como unico objeto 
personal llevaba una vieja regia de calculo heredada de su padre, que le habia servido 
en la reconstruccion de edificios y trazado de trincheras en el campo de batalla. Al 
otro lado de la frontera la policia francesa aguardaba la interminable caravana de los 
derrotados. Separaron a los hombres y los llevaron detenidos. 

El Profesor Leal se debatia como un demente tratando de explicar la situation y 
fue necesario conducirlo a culatazos con los demas a un recinto de concentration. 

Un cartero frances encontro la carretilla en un camino. Se aproximo con recelo al 
oir el llanto de un nino, quito la manta y vio a una joven con la cabeza vendada, un 


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brazo en cabestrillo y en el otro un bebe de pocas semanas llorando de frio. 

Los llevo a su casa y con su mujer se afanaron en prestarles auxilio. A traves de 
una organization de cuaqueros ingleses dedicada a la beneficencia y protection de 
los refugiados, ubico al marido en una playa cercada de alambres, donde los hombres 
pasaban el dla inactivos oteando el horizonte y dormlan por la noche enterrados en la 
arena a la espera de tiempos mejores. Leal estaba a punto de volverse loco de 
angustia pensando en Hilda y su hijo, por eso cuando oyo de labios del cartero que se 
encontraban a salvo, inclino la cabeza y por vez primera en su vida adulta lloro 
largamente. El frances aguardo mirando el mar, sin hallar una palabra o un gesto 
adecuado para ofrecerle consuelo. Al despedirse noto que temblaba, se quito el 
abrigo, se lo paso ruborizado y as! iniciaron una amistad que habrla de durar medio 
siglo. Lo ayudo a adquirir un pasaporte, arreglar su situation legal y salir del campo 
de refugiados. Entretanto su mujer brindo a Hilda toda suerte de cuidados. Era una 
persona practica y combatio la amnesia con un metodo de su propia invention. Como 
no sabla espanol, utilizaba un diccionario para nombrarle los objetos y sentimientos 
uno por uno. Sentada durante horas a su lado, tuvo la paciencia de recorrerlo 
completo de la A a la Z, repitiendo cada palabra hasta ver brillar la comprension en 
los ojos de la enferma. Poco a poco Hilda recupero la memoria perdida. El primer 
rostro que se dibujo en la niebla fue el de su marido, luego recordo el nombre de su 
hijo y por fin, como un torrente vertiginoso, acudieron a su mente los 
acontecimientos del pasado, la belleza, el valor, los amores, la risa. Tal vez fue en ese 
momento cuando tomo la decision de seleccionar sus recuerdos y borrar todo lastre 
en la nueva etapa que iniciaba, porque intuyo la necesidad de emplear toda su fuerza 
en la construction de su destino de emigrante. Era mejor eliminar las nostalgias 
dolorosas, la patria, los parientes y amigos rezagados y no hablo m s de ellos. Parecio 
olvidar la casa de piedra y en los anos siguientes fue inutil que su marido la 
mencionara. Daba la impresion de haberla suprimido por completo junto a muchas 
otras evocaciones. En cambio nunca fue mas lucida para percibir el presente y 
planificar el futuro, encarando su nueva vida con una certeza plena de entusiasmo. 

El dla en que los Leal se embarcaron rumbo a otros confines de la tierra, el 
cartero y su mujer, luciendo su ropa de domingo, acudieron al muelle a despedirlos. 
Sus pequenas figuras fueron lo ultimo en divisar cuando el barco se alejo en el mar 
abierto. Hasta que la costa de Europa se esfumo en la distancia, todos los viajeros 
permanecieron en la popa cantando canciones republicanas con la voz quebrada por 
el llanto, menos Hilda, firme en la proa, con el nino en el regazo, escudrinando el 
futuro. 

Los Leal recorrieron los caminos del destierro, se adaptaron a la pobreza, 
buscaron trabajo, hicieron amigos y se instalaron en el otro extremo del mundo 
venciendo la paralisis inicial de quienes pierden sus raices. Dieron a luz una nueva 


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fortaleza, nacida del sufrimiento y la necesidad. Para sostenerse en las dificultades 
contaron con un amor a toda prueba, tanto mas de lo que otros poseen. Cuarenta anos 
mas tarde aun mantenlan correspondencia con el cartero frances y su mujer, porque 
los cuatro conservaron el corazon generoso y la mente despejada. 

Esa noche en la mesa, el Profesor estaba en plena euforia. 

La presencia de Irene Beltran estimulaba su elocuencia. La joven lo escuchaba 
hablar sobre la solidaridad con la fascinacion de un nino frente a un teatro de titeres, 
porque aquellos discursos exaltados estaban muy lejos de su mundo. Mientras el 
apostaba a los mejores valores de la humanidad, ignorando miles de anos de historia 
que demuestran lo contrario, seguro de que una generation basta para crear una 
conciencia superior y una sociedad mejor si se establecen las condiciones 
indispensables, ella embobada dejaba enfriar la comida en su plato. El Profesor 
sostenla que el poder es perverso y lo detenta la hez de la Humanidad, porque en la 
arrebatina solo triunfan los mas violentos y sanguinarios. Es necesario, por lo mismo, 
combatir toda forma de gobierno y dejar a los hombres libres en un sistema 
igualitario. 

— Los gobiernos son intrinsecamente corruptos y deben suprimirse. Garantizan la 
libertad de los ricos basada en la propiedad y esclavizan a los demas en la miseria — 
peroraba ante la asombrada Irene. 

— Para quien huyo de una dictadura y ahora vive en otra, el odio a la autoridad es 
un inconveniente grave — anoto Jose algo fastidiado porque llevaba anos oyendo la 
misma flamlgera oratoria. 

Con el tiempo sus hijos dejaron de tomar en serio al Profesor Leal y se ocuparon 
solamente de evitar que cometiera locuras. Durante su infancia debieron secundarlo 
mas de una vez, pero apenas alcanzaron la edad adulta lo abandonaron con sus 
discursos y no volvieron a manipular la imprenta de la cocina ni a pisar las reuniones 
pollticas. Despues de la invasion sovietica de Hungria en 1956, tampoco el padre 
regreso al Partido, porque la desilusion por poco lo mata. Durante unos dlas cayo en 
una depresion alarmante, pero pronto la confianza en el destino de la humanidad 
volvio a su esplritu, llevandolo a superar el desencanto y a acomodar las dudas que lo 
martirizaban. Sin renunciar a sus ideales de justicia e igualdad, decidio que la libertad 
es el primer derecho, saco los retratos de Lenin y Marx de la sala y coloco uno de 
Mijall Bakunin. 

Desde ahora soy anarquista, anuncio. Ninguno de sus hijos supo lo que quiso 
significar y por un tiempo creyeron que se trataba de una secta religiosa o una 
agrupacion de chiflados. 

Esa ideologla, pasada de moda y barrida por los vientos de la posguerra, los tenia 
sin cuidado. Lo acusaban de ser el unico anarquista del pais y posiblemente tenian 
razon. Despues del Golpe Militar, para cuidarlo de sus propios excesos, Lrancisco 


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quito una pieza indispensable de la imprenta. Era necesario impedirle por cualquier 
medio que continuara reproduciendo sus opiniones y repartiendolas por la ciudad, 
como hizo en ocasiones anteriores. Mas tarde Jose lo convencio de que era mejor 
deshacerse de ese vejestorio inservible y se llevo la maquina a su poblacion, donde 
una vez reparada, limpia y engrasada sirvio para copiar los apuntes de la escuela 
durante el dia y los boletines de solidaridad durante la noche. 

Esa feliz precaucion salvo al Profesor Leal cuando en una redada la policia 
politica allano su barrio casa por casa. Habria sido dificil explicar la presencia de una 
imprenta en la cocina. 

Los hijos procuraban razonar con su padre explicandole que las acciones 
solitarias y disparatadas aportaban mas dano que beneficio a la causa de la 
democracia, pero al menor descuido el regresaba al peligro, impulsado por sus 
ardientes ideales. 

— Ten cuidado, papa — le suplicaban al enterarse de las consignas lanzadas contra 
la Junta Militar desde los balcones del edificio de Correo. 

— Estoy muy viejo para andar con la cola entre las piernas — replicaba impasible 
el Profesor. 

— Si algo te pasa, yo meto la cabeza en el horno y muero asfixiada — le advertia 
Hilda sin levantar la voz ni soltar el cucharon de la sopa. Su marido sospechaba que 
cumpliria lo dicho y eso le daba un minimo de prudencia, pero nunca suficiente. 

Hilda, por su parte, combatia la dictadura con metodos singulares. Su accion se 
concentraba directamente en el General, poseido segun ella por Satanas, encarnacion 
misma del mal. 

Pensaba que era posible derrocarlo mediante la plegaria sistematica y la fe al 
servicio de su causa. Con este fin asistia a veladas misticas dos veces por semana. 
Alii se encontraba con un grupo cada vez mayor de almas piadosas y firmes en su 
proposito de acabar con el tirano. Era un movimiento nacional para rezar en cadena. 
El dia fijado a la misma hora, se reunian los creyentes de todas las ciudades del pais, 
de los pueblos mas apartados, de las aldeas olvidadas por el progreso, de las prisiones 
y hasta de los botes en alta mar, para realizar un tremendo esfuerzo espiritual. La 
energia asi canalizada aplastaria estrepitosamente al General y sus secuaces. 

Jose no estaba de acuerdo con esos desvarios peligrosos y teologicamente 
errados, pero Francisco no descartaba la posibilidad de que este original recurso diera 
buen resultado, porque la sugestion obra prodigios y si el General se enteraba de esta 
arma formidable para eliminarlo, tal vez sufriera un sincope y pasara a peor vida. 
Comparaba la actividad de su madre con los extranos acontecimientos en casa de los 
Ranquileo y concluia que en tiempos de represion surgen soluciones fantasticas para 
los problemas mas ramplones. 

— Deja las oraciones, Hilda, y dedicate al vudu, que tiene mas base cientifica — 


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bromeaba el Profesor Leal. 

Tanto se burlo de ella su familia, que opto por ir a las reuniones con zapatillas de 
goma y pantalones deportivos, llevando el libro de oraciones escondido bajo la ropa. 
Deda que partla a trotar al parque, mientras continuaba imperturbable en su Improba 
tarea de combatir a la autoridad con golpes de rosario. 

En la mesa de los Leal, Irene segula con atencion las palabras del dueno de casa, 
fascinada por su sonoro acento espanol que muchos anos de vida americana no 
hablan suavizado. 

Al verlo gesticular apasionado, con los ojos brillantes y sacudido por sus 
convicciones, se sentla transportada al siglo pasado, a un oscuro sotano de 
anarquistas donde se preparaba una bomba rudimentaria para colocar al paso de una 
carroza real. 

Entretanto Francisco y Jose hablaban aparte sobre el caso de la nina violada que 
se quedo muda, mientras Hilda y su nuera se ocupaban de la cena y de los 
muchachos. Javier comla muy poco y no participaba en la conversation. Se 
encontraba cesante desde hacla mas de un ano y en el transcurso de esos meses su 
caracter cambio tornandose sombrlo, prisionero de su angustia. La familia se habituo 
a sus largos silencios, a sus ojos varios de toda curiosidad, a su barba mal afeitada y 
dejo de atosigarlo con muestras de simpatla y preocupacion que el rechazaba. Solo 
Hilda insistla en los gestos sollcitos y en preguntarle a cada rato por donde andan tus 
pensamientos, hijo. 

Por fin Francisco consiguio interrumpir el monologo de su padre y conto a la 
familia la escena de Los Riscos, cuando Evangelina sacudio al oficial como un 
plumero. Para efectuar una hazana asl, opino Hilda, es necesario estar protegida por 
Dios o por el Diablo, pero el Profesor Leal sostuvo que la joven era solo el producto 
anormal de esta sociedad desquiciada. La pobreza, el concepto del pecado, el deseo 
sexual reprimido y el aislamiento provocaban su mal. Irene rio, convencida de que la 
unica acertada en su diagnostico era Mamita Encarnacion y lo mas practico seria 
buscarle una pareja y soltarlos en el monte para que hicieran como las liebres. Jose 
estuvo de acuerdo y cuando los ninos preguntaron detalles sobre las liebres, Hilda 
desvio la atencion hacia el postre, los primeros damascos de la estacion, asegurando 
que en ningun pals de la tierra se produclan frutas tan sabrosas. Esa era la unica 
forma de nacionalismo tolerada por los Leal y el Profesor no perdio la oportunidad de 
dejarlo en claro. 

— La humanidad debe vivir en un mundo unido, donde se mezclen las razas, 
lenguas, costumbres y suenos de todos los hombres. El nacionalismo repugna a la 
razon. En nada beneficia a los pueblos. Solo sirve para que en su nombre se cometan 
los peores abusos. 

— iQue tiene que ver eso con los damascos? — pregunto Irene completamente 


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perdida por el rumbo de la conversation. 

Rieron a coro. Cualquier tema podia acabar en manifiesto ideologico, pero por 
fortuna los Leal aun no hablan perdido la capacidad de burlarse de si mismos. 
Despues del postre sirvieron un aromatico cafe traldo por Irene. A1 terminar la 
comida la joven recordo a Francisco la matanza del cerdo en casa de los Ranquileo al 
dla siguiente. Se despidio dejando a su paso una estela de buen humor que los 
envolvio a todos menos al taciturno Javier, tan absorto en su desesperanza y en sus 
nudos, que no se habia dado cuenta de su existencia. 

— Casate con ella, Francisco. 

— Tiene novio, mama. 

— Seguro tu vales mucho mas — replied Hilda, incapaz de un juicio imparcial si 
se trataba de sus hijos. 

Cuando conocio al Capitan Gustavo Morante, Francisco ya amaba tanto a Irene 
que apenas se cuido de ocultar su disgusto. En aquella epoca ni el mismo reconocia 
esa emocion arrebatada como amor y al pensar en ella lo hacia en terminos de pura 
amistad. Desde el primer encuentro con Morante se detestaron con cortesia, uno por 
el desprecio del intelectual hacia los uniformados y el otro por el mismo sentimiento 
a la inversa. El oficial lo saludo con una breve inclinacion sin ofrecerle la mano y 
Francisco noto su tono altanero que de partida establecia distancia, sin embargo se 
dulcificaba al dirigirse a su novia. No existia otra mujer para el Capitan. Desde 
temprano la senalo para convertirla en su companera, adornandola con todas las 
virtudes. Para el no contaban las emociones fugaces ni las aventuras de un dia, 
inevitables durante los largos periodos de separacion cuando las exigencias de su 
profesion lo mantenian alejado. Ninguna otra relacion dejo sedimento en su espiritu o 
recuerdo en su carne. Amaba a Irene desde siempre, aun ninos jugaban en casa de los 
abuelos despertando juntos a las primeras inquietudes de la pubertad. Francisco Leal 
temblaba al pensar en esos juegos de primos. 

Morante tenia el habito de referirse a las mujeres como damas, marcando asi la 
diferencia entre esos seres etereos y el rudo universo masculino. En su 
comportamiento social empleaba modales algo ceremoniosos en el limite de la 
pedanteria, contrastando con la forma tosca y cordial de su trato con los companeros 
de armas. Su aspecto de campeon de natation resultaba atrayente. La unica vez que 
callaron las maquinas de escribir del quinto piso de la editorial, fue cuando el 
aparecio en la sala de redaction en busca de Irene, bronceado, musculoso, soberbio. 
Encarnaba la esencia del guerrero. Las periodistas, las diagramadoras, las impasibles 
modelos y hasta los maricones levantaron los ojos de su trabajo y se inmovilizaron 
para mirarlo. Avanzo sin sonreir y con el marcharon los grandes soldados de todos los 
tiempos, Alejandro, Julio Cesar, Napoleon y las huestes de celuloide de las peliculas 
belicas. El aire se tenso en un hondo, denso y caliente suspiro. Esa fue la primera vez 


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que Francisco lo vio y muy a pesar suyo se sintio impresionado por su poderosa 
estampa. De inmediato, sin embargo, lo invadio un malestar que atribuyo a su 
desagrado por los militares, porque no podia admitir que fueran celos vulgares. 
Normalmente lo habria disimulado, porque le avergonzaban los sentimientos 
mezquinos, pero no pudo resistir la tentacion de sembrar inquietud en el espiritu de 
Irene y en los meses siguientes le manifesto a menudo su opinion sobre el estado 
catastrofico del pais desde que las Fuerzas Armadas abandonaron sus cuarteles para 
usurpar el poder. Su amiga justificaba el Golpe con los argumentos que le habia dado 
su novio; pero Francisco rebatia alegando que la dictadura no habia resuelto ningun 
problema, solo agravado los existente y creados otros, pero la represion impedia 
conocer la verdad. 

Colocaron una tapa hermetica sobre la realidad y dejaron que abajo fermentara un 
caldo atroz, juntando tanta presion que cuando estallara no habria maquinas de guerra 
ni soldado suficientes para controlarlo. Irene escuchaba distraida. Su dificultades con 
Gustavo eran de otro orden. Ella no se ajustaba al modelo de esposa de un oficial de 
alta graduation, estaba segura de no serlo nunca, aunque se diera vuelta al reves 
como un calcetin. Suponia que si no se conocieran desde la ninez, jamas se habria 
enamorado de el y posiblemente ni siquiera hubieran tenido ocasion de encontrarse, 
porque los militares viven en circulos cerrados y prefieren casarse con hijas de sus 
superiores o hermanas de sus companeros, educadas para novias inocentes y esposas 
fieles, aunque no siempre las cosas resultaran asi. Por algo se juramentaban para 
advertir al camarada si su mujer lo enganaba, obligandolo a tomar medidas antes de 
acusarlo al Alto Mando y arruinarle la carrera por cornudo. Ella consideraba 
monstruosa esa costumbre. Al principio Gustavo sostuvo que era inadmisible medir a 
hombres y mujeres con la misma vara, no solo dentro de la moral del Ejercito, sino en 
la de cualquier familia decente, porque existen diferencias biologicas innegables y 
una tradition historica y religiosa que ningun movimiento de liberation femenina 
conseguiria borrar. Eso podria acarrear grandes perjuicios a la sociedad, decia. Pero 
Gustavo se vanagloriaba de no ser machista, como la mayoria de sus amigos. La 
convivencia con ella y un ano recluido en el Polo Sur afinando sus ideas y puliendo 
asperezas de su formation acabaron por hacerle comprender la injusticia de esa doble 
moral. Ofrecio a Irene la alternativa honesta de ser fiel a su vez, puesto que la libertad 
amorosa para ambos le parecia un invento descabellado de los pueblos nordicos. 
Severo consigo mismo, tal como era con los demas riguroso en la palabra empenada, 
enamorado y generalmente exhausto por el ejercicio fisico, cumplia su parte del trato 
en circunstancias normales. Durante las separaciones prolongadas luchaba contra los 
apremios de su naturaleza empleando la fuerza de su espiritu, cautivo por una 
promesa. Sufria moralmente cuando cedia a la tentacion de una aventura. No le era 
posible vivir mucho tiempo en castidad, pero su corazon permanecia intocado, como 


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un tributo a su novia eterna. 

Para Gustavo Morante el Ejercito era una vocacion absorbente. Entro a la carrera 
deslumbrado por la vida recia, la seguridad de un futuro estable, el gusto por el 
mando y la tradicion familiar. Su padre y su abuelo fueron generales. 

Alos veintiun anos se distinguio como el alumno de mejores calificaciones de su 
grado y fue campeon de esgrima y natacion. Se especializo en artilleria y cumplio su 
deseo de mandar a la tropa y formar reclutas. Cuando Francisco Leal lo conocio, 
acababa de regresar de la Antartida, donde paso doce meses aislado bajo cielos 
inmutables, teniendo por horizonte la boveda de un cielo mercurial, iluminado por un 
sol tenue durante seis meses sin noche y otro medio ano viviendo en oscuridad 
perenne. Podia comunicarse por radio con Irene una vez por semana solo quince 
minutos, que aprovechaba para pedirle cuenta de todos sus actos, enfermo de celos y 
soledad. 

Seleccionado por el Alto Mando entre muchos candidatos por su fortaleza de 
caracter y condiciones fisicas, vivio en ese inmenso territorio desolado con otros siete 
hombres, sorteando temporales que levantaban negras olas altas como montanas, 
defendiendo sus mas preciosos tesoros: los perros esquimales y los depositos de 
combustibles, a treinta grados bajo cero, moviendose como una maquina para 
combatir el frio sideral y la nostalgia irremediable, con la unica y sagrada mision de 
mantener ondeando el pabellon nacional en aquellos parajes olvidados. Trataba de no 
pensar en Irene, pero ni el cansancio, ni el hielo, ni las pildoras del enfermero para 
burlar la lujuria, conseguian borrar de su corazon el tibio recuerdo de ella. Se distraia 
cazando focas en los meses de verano para almacenarlas en la nieve hasta el invierno 
y enganaba las horas verificando observaciones meteorologicas, midiendo mareas, 
velocidad del viento, octavos de nubes, temperatura y humedad, pronosticando 
tempestades, elevando globos sonda para adivinar las intenciones de la naturaleza 
mediante calculos trigonometricos. Paso por momentos de euforia y otros de 
depresion, pero nunca cayo en los vicios del panico y la desilusion. El aislamiento y 
el contacto con esa soberbia tierra helada templaron su caracter y su espiritu, 
tornandolo mas reflexivo. Se aficiono a la lectura y al estudio de la historia, dando a 
su pensamiento una nueva dimension. Cuando el amor lo abrumaba escribia cartas a 
Irene en un estilo diafano como el paisaje bianco que lo rodeaba, pero no podia 
enviarlas porque el unico medio de transporte era el barco que iria a recogerlo al cabo 
del ano. Regreso por fin mas delgado, con la piel casi negra por la reverberacion de la 
nieve y las manos encallecidas, loco de ansiedad. Traia doscientos noventa sobres 
cerrados y enumerados en estricto orden cronologico, que puso sobre las rodillas de 
su novia, a quien encontro distraida y volatil, mas interesada en su trabajo de 
periodista que en mitigar la impaciencia amorosa de su enamorado y en ningun caso 
proclive a leer aquel saco de correspondencia atrasada. De todos modos partieron por 


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unos dias a un discreto balneario, donde vivieron una pasion desaforada y el Capitan 
recupero el tiempo perdido en tantos meses de obligada castidad. Toda esa ausencia 
tenia como unico proposito reunir suficiente dinero para casarse con ella, porque en 
esas regiones inhospitas ganaba seis veces el sueldo normal para su grado. Lo 
apremiaba el deseo de ofrecer a Irene casa propia, muebles modernos, maquinas 
domesticas, automovil y una renta segura. Era inutil que ella manifestara desinteres 
por esas cosas y sugiriera que en vez de casarse realizaran una union a prueba, a ver 
si la suma de sus afinidades era superior a la de sus diferencias. El no tenia intencion 
de hacer experimentos perjudiciales para su carrera. La familia bien constituida era 
importante al momento de ser calificado para ascender a Mayor. Por otra parte, dentro 
de las Fuerzas Armadas, la solteria se observaba con sospecha despues de cierta edad. 
Entretanto Beatriz Alcantara, haciendo caso omiso de las vacilaciones de su hija, 
preparaba el matrimonio plena de ardor. Recorria tiendas a la caza de vajillas inglesas 
pintadas a mano con motivos de pajaros, mantelerias holandesas de lino bordado, 
ropa interior de seda francesa y otros suntuosos artlculos para el ajuar de su unica 
hija. ^Quien planchara estas cosas cuando me case, mama?, se lamentaba Irene al ver 
los encajes de Belgica, las sedas del Japon, lo hilos de Irlanda, las lanas de Escocia y 
otras impalpable telas traidas de apartadas regiones. 

Durante toda su carrera Gustavo estuvo destinado en guarniciones de provincia, 
pero iba a la capital a ver a Irene cuando le era posible. En esas ocasiones ella no se 
comunicaba con Francisco aunque hubiera trabajo urgente en la revista. Se perdia con 
su novio bailando en la penumbra de las discotecas, de la mano en teatros y paseos, 
amartelados en hoteles discretos donde se resarcian de tantos anhelos. Esto ponia a 
Francisco de un humor tortuoso. Se encerraba en su habitacion a escuchar sus 
sinfonias predilectas y deleitarse en su propia tristeza. Un dia, sin alcanzar a atajar las 
palabras, cometio la tonteria de preguntar a la joven los limites de su intimidad con el 
Novio de la Muerte. Ella rio a mas no poder. 

No pensaras que soy virgen a mi edad, respondio quitandole hasta el beneficio de 
la duda. Poco despues, Gustavo Morante fue enviado a Panama por varios meses a 
una escuela para oficiales. Su contacto con Irene se limitaba a cartas apasionadas, 
conversaciones telefonicas a larga distancia y regalos enviados en aviones militares. 
De algun modo el fantasma omnimodo de ese enamorado tenaz fue el culpable de que 
Francisco durmiera con Irene como un hermano. 

Cuando lo recordaba se daba una palmada en la frente, asombrado de su proceder. 

En cierta ocasion se quedaron en la editorial preparando un reportaje. Disponian 
del material y debian elaborarlo para el dia siguiente. Las horas volaron, no se dieron 
cuenta de que los demas empleados partian y empezaban a apagarse las luces en 
todas las oficinas. Salieron a comprar una botella de vino y algo para cenar. Como les 
gustaba trabajar con musica, pusieron un concierto en la grabadora y entre flautas y 


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violines se les paso el tiempo sin acordarse del reloj. Terminaron muy tarde y solo 
entonces a traves de la ventana les llego el silencio y la oscuridad de la noche. No se 
percibla ni el menor signo de vida, semejaba una ciudad desierta, abandonada a causa 
de un cataclismo que hubiera borrado todo rastro humano, como en las historias de 
ciencia ficcion. Hasta el aire pareda opaco e inmovil. El toque de queda, murmuraron 
al unlsono sintiendose atrapados, porque era imposible circular por las calles a esa 
hora. Francisco bendijo su suerte que le permitla quedarse con ella mas tiempo. Irene 
adivino la angustia de su madre y de Rosa y corrio al telefono a explicarles la 
situation. Despues de beber el resto del vino, escuchar el concierto dos veces y hablar 
de mil cosas, estaban muertos de fatiga y ella sugirio descansar en el divan. 

El bano del quinto piso de la editorial era un cuarto amplio de multiples 
funciones, servla de vestuario para el cambio de ropa de las modelos, de sala de 
maquillaje porque tenia un gran espejo bien iluminado y hasta de cafeteria gracias a 
una hornilla donde se calentaba agua. Era el unico sitio privado e Intimo de la revista. 
En un rincon habla un divan olvidado desde epocas lejanas. Se trataba de un mueble 
grande, forrado en brocado rojo, saturado de heridas por donde aparecian sus resortes 
oxidados desentonando con su dignidad de fin de siglo. Lo utilizaban en caso de 
jaqueca, para llorar males de amor y otras penas menores o simplemente para 
descansar si aumentaba demasiado la presion del trabajo. Alii estuvo a punto de 
desangrarse una secretaria a causa de un malhadado aborto, alii se declararon su 
pasion los ayudantes de Mario y alii mismo este los sorprendio sin pantalones sobre 
el destenido tapiz obispal. En ese divan se recostaron Irene y Francisco cubiertos por 
sus abrigos. Ella se durmio de inmediato, pero el estuvo despierto hasta la manana, 
atormentado por emociones contradictorias. No deseaba aventurarse en una relation 
que sin duda sacudiria los cimientos de su vida con una mujer que se encontraba al 
otro lado del cerco. Se sentia irremediablemente atraido hacia ella, en su presencia se 
exacerbaban todos sus sentidos y su espiritu se llenaba de alegria. Irene lo divertla, lo 
fascinaba. Bajo su apariencia voluble, inconsciente y hasta candorosa, se encontraba 
su esencia sin macula como el corazon de un fruto aguardando su tiempo de 
maduracion. Penso tambien en Gustavo Morante y su papel en el destino de Irene. 
Temio que la joven lo rechazara y no quiso arriesgar su amistad. Las palabras una vez 
dichas no pueden borrarse. Recordando mas tarde sus sentimientos durante aquella 
noche inolvidable, llego a la conclusion de que no se atrevio a insinuar su amor pues 
Irene no compartia su zozobra. Se durmio tranquila en sus brazos y no paso por su 
mente la sospecha de haber conmovido profundamente a Francisco. 

Ella vivia su amistad con frescura, sin asomo de atraccion amorosa y el prefirio 
no violentarla a la espera de que el amor la ocupara suavemente, tal como le habia 
ocurrido a el. La sentia enrollada sobre el divan, respirando apaciblemente en el 
sueno, la larga cabellera como un arabesco oscuro cubriendo su cara y sus hombros. 


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Permanecio inmovil controlando hasta el aire que inhalaba para ocultarle su 
palpitante y terrible excitacion. Por una parte lamentaba haber aceptado ese tacito 
pacto de hermandad que ataba sus manos desde hacla meses y queria lanzarse como 
un desesperado a la conquista de su cuerpo, y por otro reconoria la necesidad de 
controlar una emocion que podria apartarlo de los propositos que gobernaba esa etapa 
de su vida. Acalambrado por la tension y la ansiedad, pero dispuesto a prolongar ese 
instante para siempre, se quedo a su lado hasta olr los primeros ruidos de la calle y 
ver la luz del alba en la ventana. Irene desperto sobresaltada y por un momento no 
recordo donde se encontraba, pero luego se levanto de un solo impulso se mojo la 
cara con agua fria y salio disparada hacia su casa, dejando a Francisco olvidado como 
un huerfano. Desde ese dla le contaba a quien quisiera olr que hablan dormido juntos 
lo cual pensaba Francisco, en el sentido figurado de la expresion era 
desgraciadamente falso. 

El domingo amanecio el cielo pesado de luz y el aire turbado y espeso, como un 
adelanto del verano. En la violencia hay pocos progresos y para matar cerdos se 
empleaba el mismo metodo desde tiempos barbaros. Irene califico aquello de 
ceremonia pintoresca, porque nunca habia visto morir ni a una gallina y apenas 
conocia a los puercos en su estado natural. 

Iba dispuesta a realizar un reportaje para la revista, tan entusiasmada con su 
proyecto, que no menciono a Evangelina y sus ataques estrepitosos, como si los 
hubiera olvidado a Francisco le parecio cruzar un paraje desconocido. En esa semana 
se desato la primavera, se afirmo el verde de los campos, florecieron los aromos, esos 
arboles encantados que de lejos parecen cubiertos de abejas y de cerca marean con su 
fragancia imposible de racimos amarillos, los espinos y las moras se poblaron de 
pajaros y el aire vibraba con el zumbido de los insectos. A1 llegar a la propiedad de 
los Ranquileo la faena comenzaba. Los duenos de casa y los visitantes se activaban 
alrededor de una fogata y los ninos corrian gritando, riendo y tosiendo por el humo, 
los perros montaban guardia impacientes y alegres cerca de las cacerolas, 
presintiendo los despojos del festin. Los Ranquileo recibieron a los recien llegados 
con muestras de cortesia, pero Irene noto al punto un halito de tristeza en sus rostros. 
Bajo la apariencia cordial percibio la congoja, pero no tuvo tiempo de indagar ni de 
comentarlo con Francisco, porque en ese momento trajeron el cerdo a la rastra. Era 
un enorme animal criado para el consumo de la familia, todos los demas se vendian 
en el mercado. Un experto lo seleccionaba a los pocos dias de nacido, introduciendo 
la mano en su garganta para comprobar la ausencia de granos, garantizando asi la 
calidad de la carne. Fue alimentado durante meses con cereales y verduras, a 
diferencia de los otros, nutridos con desperdicios. Aislado, prisionero e inmovil 
aguardo su destino mientras desarrollaba abundante grasa y tiernos jamones. Ese dia 
la bestia recorrio por primera vez los doscientos metros que separaban su cochinera 


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del altar de su sacrificio, tambaleandose sobre sus cortas patas de desahuciado, ciego 
a la luz, sordo de pavor. A1 verlo Irene no pudo imaginar como le darian muerte a esa 
mole de came tan pesada como tres hombres fornidos. 

Junto a la fogata hablan colocado gruesos tablones sobre dos barriles para formar 
un meson. A1 llegar la victima, Hipolito Ranquileo se aproximo con un hacha en alto 
y le propino un golpe seco en la frente con la parte posterior de la herramienta. El 
cerdo cayo al suelo aturdido, pero no lo suficiente porque sus berridos se perdieron en 
el eco de los montes, estremeciendo los belfos de los perros que jadeaban de 
impaciencia. Varios hombres lo ataron de patas y con gran dificultad lo izaron sobre 
la mesa. Entonces actuo el experto. Era un hombre nacido con el don de matar, rara 
condition que casi nunca se da en las mujeres. Podia acertar al corazon de un solo 
movimiento aun con los ojos cerrados, pues no lo guiaba el conocimiento anatomico, 
sino la intuition del verdugo. 

Para sacrificar al animal habla hecho el viaje de lejos, especialmente invitado, 
porque si no se hacia con pericia sus lamentos de agonia podian romper los nervios 
de todos los habitantes de la region. Tomo un enorme cuchillo con cacha de hueso y 
afilada hoja de acero, lo empuno con ambas manos, como un sacerdote azteca y lo 
clavo en el cuello, llevandolo sin vacilar al centro de la vida. El cochino bramo con 
desesperacion y un chorro de sangre caliente broto de la herida salpicando a los que 
estaban cerca, formando un charco que los perros lamieron. Digna acerco un balde 
para recogerla y en pocos segundos se lleno. Flotaba en el aire un olor dulzon de 
sangre y de miedo. 

En ese instante Francisco noto que Irene no se encontraba a su lado y al buscarla 
con la mirada la descubrio inerte en el suelo. Los demas tambien la vieron y un coro 
de carcajadas celebro el desmayo. Se inclino sobre ella y la sacudio para obligarla a 
abrir los ojos. Quiero irme de aqui, suplico apenas pudo sacar la voz, pero su amigo 
insistio en quedarse hasta el final. A eso habian ido. Le recomendo aprender a 
controlar sus nervios o cambiar de oficio, eso de perder la compostura podia 
transformarse en habito y le recordo la casa embrujada donde basto el crujido de una 
puerta para que ella se desplomara livida en sus brazos. Estaba burlandose de Irene 
cuando cesaron los gemidos del animal y al comprobar que estaba bien muerto, pudo 
ella ponerse de pie. 

Pero la faena continuaba. Vertieron agua hirviendo sobre el cadaver y le rasparon 
el pelo con un hierro, dejando su piel brillante, rosada y limpia como la de un recien 
nacido, luego lo abrieron en canal y procedieron a vaciar sus visceras y cortar el 
tocino ante los ojos fascinados de los ninos y de lo perros mojados de sangre. Las 
mujeres lavaron en la acequia muchos metros de tripas, despues las rellenaron para 
fabricar morcillas y del caldo donde se cocinaban sacaron un tazon para reanimar a 
Irene. La joven vacilo ante aquella sopa de vampiros donde flotaban coagulos 


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oscuros, pero se la tomo para no hacer un desaire a sus anfitriones. Resulto deliciosa 
y con evidentes propiedades terapeuticas, porque a los pocos minutos recupero el 
color de sus mejillas y el buen animo. Pasaron el resto del dla tomando fotografias, 
comiendo y bebiendo vino de una garrafa, mientras en grandes tambores de lata se 
derretla la grasa. El tocino flotaba achicharrado en la manteca lo extralan con grandes 
coladores y lo Servian con pan. Cocinaron el hlgado y el corazon y tambien los 
ofrecieron a sus invitados. A1 atardecer todos cabeceaban, los hombres por el alcohol, 
las mujeres de cansancio, los ninos de sueno y lo perros ahltos por vez primera en sus 
vidas. Entonces Irene y Francisco recordaron que Evangelina no habla sido vista en 
todo el dia. 

— ^Donde esta Evangelina? — preguntaron a Digna Ranquileo. Ella bajo la 
cabeza sin responder. 

— Su hijo, el guardia, ^como se llama? — inquirio Irene intuyendo que algo 
anormal ocurria. 

— Pradelio del Carmen Ranquileo — replied la madre y la taza temblo en sus 
manos. 

Irene la tomo del brazo y la condujo con suavidad hacia un rincon apartado del 
patio, a esa hora envuelto en sombras Francisco quiso seguirlas, pero ella lo detuvo 
con una serial segura de que a solas con Digna tendria ocasion de establecer esa 
solida complicidad femenina. Se sentaron en dos sillas de paja frente a frente. En la 
tenue luz del crepusculo Digna Ranquileo vio el palido rostro devorado por unos ojos 
extranos delineados con lapiz negro, el cabello revuelto por la brisa esa ropa 
rescatada de otras epocas y los abalorios ruidosos en sus munecas. Supo que a pesar 
del aparente abismo que las separaba, podia contarle la verdad, porque en esencia 
eran hermanas, como finalmente lo son todas las mujeres. 

El domingo anterior durante la noche, cuando todos dormian en la casa, 
regresaron el Teniente Juan de Dios Ramirez y su subalterno, el que velo las peliculas 
de Francisco. 

— El Sargento es Faustino Rivera, hijo de mi compadre Manuel Rivera, el del 
labio leporino — explico Digna a Irene. 

Rivera permanecio en el umbral manteniendo a raya a los perros, mientras el 
Teniente entraba al dormitorio pateando los muebles y profiriendo amenazas con el 
arma en la mano. 

Coloco a la familia, aun no despierta del todo, alineada contra el muro y en 
seguida arrastro a Evangelina hacia el jeep. Lo ultimo que vieron de ella sus padres 
fue la rapida luz de su enagua blanca agitada en la oscuridad, cuando la forzaban a 
subir al vehiculo. Por un tiempo escucharon sus gritos llamandolos. Esperaron hasta 
el amanecer con el pecho oprimido y al oir el canto de los primeros gallos cabalgaron 
hasta la Tenencia. Los recibio el Cabo de guardia despues de una larga antesala y les 


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comunico que su hija habia pasado la noche en una celda, pero temprano en la 
manana salio en libertad. 

Preguntaron por Pradelio y fueron informados de su traslado a otra zona. 

— Desde entonces nada sabemos de la nina y tampoco tenemos noticias del 
Pradelio — dijo la madre. 

Buscaron a Evangelina en el pueblo, recorrieron una a una las casas de los 
campesinos de la region, detuvieron los autobuses en la carretera para preguntar a los 
choferes si la hablan visto, interrogaron al pastor protestante, al parroco, al curandero, 
a la comadrona y a cuantos encontraron a su paso, pero nadie pudo darles una pista. 
Anduvieron por todos lados, desde el rio hasta la cima de los montes sin dar con ella, 
el viento arrastro su nombre por quebradas y caminos y al cabo de cinco dlas de inutil 
peregrinaje comprendieron que habia sido tragada por la violencia. Entonces se 
pusieron ropa de luto y fueron a casa de los Flores a contar la triste nueva. Iban 
avergonzados porque en su hogar Evangelina no habia conocido sino el infortunio y 
mejor hubiera sido para ella criarse con su verdadera madre. 

— No diga eso comadre — replied la senora Flores — . ^No ve que la desgracia no 
perdona a nadie? Acuerdese que hace anos perdi a mi marido y a mis cuatro hijos, se 
los llevaron me los quitaron, tal como hicieron con Evangelina. Era su destino, 
comadre. No es suya la culpa sino mia, porque lleva en la sangre la mala suerte. 

Evangelina Flores, de quince anos, fornida y saludable, escucho a las dos mujeres 
de pie tras la silla de su madre adoptiva. Tenia el mismo rostro sereno y oscuro de 
Digna Ranquileo, sus manos cuadradas y las caderas amplias, pero no se sentia su 
hija, porque la acunaron en la infancia los brazos de la otra y sus senos la 
amamantaron al nacer. Sin embargo por alguna razon supo que la desaparecida era 
mas que una hermana, era ella misma cambiada, era su vida que la otra estaba 
viviendo y seria su propia muerte la que Evangelina Ranquileo muriera. Tal vez en 
ese instante de lucidez Evangelina Flores asumio la carga que despues la llevaria por 
el mundo pidiendo justicia. 

Todo esto compartio Digna con Irene y cuando termino de hablar se apagaban las 
ultimas chispas de la f ogata y la noche ocupaba el horizonte. Era hora de partir. Irene 
Beltran le prometio buscar a su hija en la capital y le dio la direction de su casa, para 
comunicarse si habia noticias. Se despidieron abrasandose. 

Esa noche Francisco noto algo diferente en los ojos de la joven, no encontro la 
risa ni el asombro de siempre. Sus pupilas se habian tornado oscuras y tristes, del 
tono de las hojas secas del eucalipto. Entonces el comprendio que estaba perdiendo la 
inocencia y ya nada podria evitar que se asomara a la verdad. 

Los dos amigos recorrieron los sitios habituales preguntando por Evangelina 
Ranquileo con mas tenacidad que esperanza. No eran los unicos en esos tramites. En 
los centros de prisioneros, en los retenes de policia, en el sector prohibido del 


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Hospital Psiquiatrico donde solo ingresaban los torturados irrecuperables en camisa 
de locos y los medicos de los Cuerpos de Seguridad, Irene Beltran y Francisco Leal 
fueron acompanados por muchos otros que conocian mejor la ruta del calvario y los 
guiaban. Alii, como en todas partes donde se acumula el sufrimiento, estaba presente 
la solidaridad humana como un balsamo para sobrellevar el infortunio. 

— usted a quien busca senora? — pregunto Irene en la puerta. 

— A nadie, hija. Pase tres anos tras la huella de mi marido, pero ahora se que 
descansa en paz. 

— ^Por que viene entonces? 

— Para ayudar a una amiga — replied senalando a otra mujer. 

Se habian conocido varios anos atras y juntas anduvieron todos los lugares 
posibles tocando puertas, suplicando a los funcionarios, sobornando a los soldados. 
Una tuvo mejor suerte y supo al menos que su esposo ya no la necesitaba, pero la otra 
continuaba su peregrinaje, ^como dejarla sola? Ademas estaba acostumbraba a 
esperar y pasar humillaciones, dijo, toda su vida giraba en torno a las horas de visita y 
los formularios, conocia los derroteros para comunicarse con los presos y obtener 
informacion. 

— Evangelina Ranquileo Sanchez, quince anos, detenida para interrogatorio en 
Los Riscos, nunca mas aparecio. 

— No la busquen mas, seguro se les paso la mano con ella. 

— Vayan al Ministerio de Defensa, alia hay nuevas listas. 

— Vuelvan la proxima semana a esta misma hora. 

— A las cinco hay cambio de guardia, pregunten por Antonio, el es buena persona 
y puede darles informacion. 

— Lo mejor es empezar por la Morgue, asi no pierden tiempo. 

Jose Leal tenia experiencia porque gran parte de su energia se agotaba en esos 
trajines. Usd sus contactos de cura para introducirlos donde nunca hubieran ingresado 
solos. Los acompano a la Morgue, un viejo edificio gris con aire de abandono y mal 
presagio, adecuado para la casa de los muertos. Alii iban a parar los indigentes, los 
cadaveres anonimos de los hospitales, los muertos en rinas de borrachos o asesinados 
a mansalva, las victimas de accidentes del transito y en los ultimos anos hombres y 
mujeres con los dedos cortados a la altura de las falanges, atados con alambres y con 
el rostra quemado con soplete o desfigurado a golpes, imposibles de identificar, cuyo 
destino final era una tumba sin nombre en el patio 29 del Cementerio General. Para 
entrar se necesitaba una autorizacion de la Comandancia, pero Jose iba a menudo y 
los empleados lo conocian. Su trabajo en la Vicaria consistia en averiguar la ruta de 
los desaparecidos. Mientras los abogados voluntarios intentaban sin exito un recurso 
legal para protegerlos en caso que estuvieran aun vivos, el y otros sacerdotes 
cumplian con la macabra burocracia de hurgar entre los muertos llevando sus 


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fotografias en la mano para reconocerlos. Muy rara vez se conseguia rescatar alguno 
con vida, pero con ayuda divina los curas confiaban poder entregar a las familias un 
despojo para darle sepultura. 

Advertido por su hermano de lo que iban a ver en la Morgue, Francisco rogo a 
Irene que se quedara afuera, pero encontro en ella una nueva determination, surgida 
del deseo de conocer la verdad, que la impulso a cruzar el umbral. Francisco era 
hombre resistente ante el horror debido a sus practicas en hospitales y manicomios, 
pero al salir de ese lugar se sintio descompuesto y siguio estandolo por mucho 
tiempo; as! supo como se sentla su amiga. Las camaras refrigeradas no daban abasto 
para tantos cuerpos y al no poder acomodarlos sobre las mesas, los amontonaban en 
bodegas antes destinadas a otros usos. El aire olla a formol y humedad. Las amplias 
salas sucias, con paredes manchadas, permanedan en sombra. Solo un bombillo de 
vez en cuando alumbraba los pasillos, las oficinas decrepitas y los amplios depositos. 
La desesperanza reinaba en el lugar y quienes all! pasaban su jornada estaban 
contagiados por la indiferencia, agotada ya su capacidad de lastima. Cada cual 
cumplla sus funciones manipulando la muerte como mercanda banal, conviviendo 
tan estrechamente con ella que olvidaban la vida. Vieron empleados mascar su 
merienda sobre las mesas de autopsia, otros escuchaban programas deportivos de la 
radio indiferentes a los despojos tumefactos o jugaban baraja en los depositos del 
sotano donde aguardaban los cadaveres del dla. 

Revisaron una por una las dependencias, deteniendose en las mujeres, que eran 
pocas y estaban desnudas. Francisco sentla la boca llena de saliva y la mano de Irene 
temblando en la suya. La joven estaba palida, con los ojos desencajados, deslizandose 
muda, helada, como en una inacabable pesadilla, tan impresionada que le parecla 
flotar en una neblina pestilente. 

No acababa de comprender esa vision de infierno y ni siquiera su imagination 
desenfrenada podia medir el alcance de tantos espantos. 

Francisco no retrocedia en el momenta de enfrentar la violencia, era un eslabon 
de esa larga cadena humana moviendose en la clandestinidad y conocia los 
entretelones de la dictadura. 

Nadie sospechaba su trafico de asilados, de mensajes, de dinero proveniente de 
misteriosas fuentes, de nombres, datos y pruebas acumuladas para enviar al exterior 
por si algun dia alguien decidia escribir la historia. Pero la represion no lo habia 
tocado aun, consegula deslizarse rozandola apenas, siempre al borde del abismo. Solo 
una vez, por casualidad, le echaron el guante y lo raparon. Al regresar de su 
consultorio, en la epoca en que todavia trabajaba en su oficio de psicologo, tropezo 
con una patrulla que detenia a los transeuntes. Penso en una revision rutinaria y 
extendio sus documentos, pero dos manos como garras lo bajaron de la moto y una 
metralleta le clavo el pecho. 


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— jBajate, maricdn! 

No era el unico en ese trance. Un par de muchachos en edad escolar estaban de 
rodillas en el suelo y junto a ellos lo obligaron a postrarse. Dos soldados lo apuntaron 
con sus armas y otro lo agarro por el cabello, y se lo corto, todavla le resultaba 
imposible no sentir un espasmo de impotencia e indignacion. Trato de hablar con los 
dos, pero solo gano un culatazo en la cabeza, y una herida en el cuero cabelludo. Esa 
noche regreso lleno de rabia, tan humillado como nunca lo habla estado. 

— Te advert! que andaban cortando el cabello — dijo su madre. 

— Desde este mismo momento te cortas la melena, Francisco, porque hay que 
cauzar los menos problemas posibles — mascullo su padre furioso, seguro de que 
volverian a trasquilarlo, pues no dejaban en paz a los peludos. 

Irene Beltran vivio hasta entonces en una ignorancia angelical, no por desidia sino 
porque esa era la norma en su medio. Como los demas de su clase social, se refugiaba 
en el barrio alto, los balnearios exclusivos, el esqui, los veranos en el campo. 

La verdad, las evidencias desfavorables, iban descartandolas. Le toco ver alguna 
vez a varios hombres abalanzarse sobre un peaton y a viva fuerza meterlo en el 
vehiculo; de lejos o quemando libros prohibidos; un cuerpo humano flotando en las 
turbulentas aguas, algunas noches oia el paso de las patrullas y los helicopteros 
zumbando en el cielo. 

Ver en la calle a alguien desmayado de hambre, el odio la rondaba pero no llegaba 
a entrar en el alto muro tras el cual la criaron, estaba alerta y cuando tomo la entrada 
a la Morgue dio un paso que afectaria su vida, nunca habia visto un muerto de cerca, 
habia suficientes imagenes para poblar sus peores pesadillas. 

Frente a una enorme cava refrigerada aparecio una nina de pelo claro colgada de 
un gancho, se parecia a Evangelina Ranquileo, no la reconocio. Aterrada, noto 
profundas huellas en su cuerpo, el rostro chamuscado, las manos amputadas. 

— No es Evangelina, no la mires — rogo Francisco apartando a su amiga, 
abrazandola, arrastrandola hacia la puerta, descompuesto como ella. 

Aunque el recorrido por la Morgue duro solo media hora al salir Irene Beltran ya 
no era la misma, algo se habia roto en su alma. Francisco lo adivino antes de oirle la 
primera palabra y bused ansiosamente una forma de ofrecerle consuelo La invito a 
subir a la motocicleta y enfilo a toda velocidad hacia el cerro. 

A menudo iban juntos a merendar a ese lugar. El almuerzo campestre resolvio sus 
discusiones a la hora de pagar la cuenta en el restaurante y ambos disfrutaban al aire 
libre en el esplendor de ese parque. A veces pasaban por casa de Irene para recoger a 
Cleo. La joven temia que de tanto convivir con los ancianos y vagar por los senderos 
de la residencia geriatrica, la perra perdiera el instinto y se tornara idiota, por eso le 
parecia conveniente hacerla correr un poco. En las primeras salidas el pobre animal 
viajaba aterrado, con las orejas gachas y los ojos despavoridos, agazapada entre los 


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dos sobre la moto, pero con el tiempo llego a gustarle y enloqueda de entusiasmo al 
ruido de cualquier motor. Era una bestia sin estirpe de nobleza, manchada de varios 
colores, heredera de la viveza y la astucia legadas por sus antepasados bastardos. 
Estaba unida a su ama por una tranquila lealtad. Los tres sobre el vehlculo paredan 
una entretencion de feria, Irene con sus faldas arremolinadas, sus chales, sus flecos, 
su largo pelo al viento, la perra al centro y Francisco sosteniendo en equilibrio la 
cesta con la comida. 

Ese enorme parque natural, enclavado al centro de la ciudad, tenia acceso facil, 
pero pocos lo frecuentaban y muchos ni siquiera perciblan su existencia. Francisco se 
sentla dueno del lugar y lo utilizaba cuando deseaba fotografiar paisajes: dulces 
colinas sedientas en verano, dorados canelos y robles salvajes donde anidaban las 
ardillas en otono, vasto silencio de ramas desnudas en invierno. En primavera el 
parque despertaba palpitante iluminado de mil verdes diferentes, con racimos de 
insectos entre las flores, todas sus vertientes gravidas, sus raices ansiosas, la savia 
rebosando las venas ocultas de la naturaleza. Cruzaban un puente sobre el arroyo y 
comenzaban a ascender por un sinuoso camino rodeado de jardines plantados con 
especies exoticas. A medida que subian se enmaranaban los arbustos, se borraban los 
senderos y empezaba el desbordamiento de los suaves abedules con las primeras 
hojas del ano, los macizos pinos siempre verdes, los esbeltos eucaliptos, las hayas 
rojas. El calor del mediodia evaporaba el rocio de la manana y se desprendia del 
suelo una ligera bruma velando el paisaje. En la cumbre tenlan la sensation de ser los 
unicos habitantes de ese sitio encantado. Conocian rincones ocultos, sabian ubicar los 
lugares para observar la ciudad a sus pies. A veces, cuando abajo espesaba la niebla, 
la base del cerro se perdia en una firme espuma y podian imaginar que estaban en una 
isla rodeados de harina. En cambio en los dias claros divisaban la interminable cinta 
plateada del trafico y les llegaba el bullicio como un lejano torrente. En ciertas partes 
el follaje era tan tupido y tan intenso el perfume vegetal, que les producia una turbia 
embriaguez. Ambos ocultaban esas escapadas al cerro como un secreto precioso. Sin 
haberse pues todavia previamente de acuerdo evitaban mencionarlo, para preservar su 
intimidad. 

Al salir de la Morgue Francisco penso que solo la espesa vegetation del parque, 
la humedad de la tierra y la fragancia del humus podrian distraer a su amiga del 
clamor de tantos muertos. La condujo hasta la cumbre y busco un rincon apartado y 
en sombra. Se sentaron bajo un sauce cerca del arroyo que descendia brincando entre 
las piedras. Las mechas, de un arbol caian a su alrededor formando una choza de 
ramas. 

Apoyados en el nudoso tronco se quedaron en silencio sin tocarse, pero tan 
cercanos en su emocion que paredan habitar un mismo vientre. Impregnados de 
consternacion, cada uno sumido en sus pensamientos, sentian la proximidad del otro 


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como un consuelo. El paso de las horas, la brisa del Sur, el rumor del agua, los 
pajaros amarillos y el aroma de la tierra les devolvieron lentamente el sentido de la 
realidad. 

— Deberiamos regresar a la editorial — dijo por fin Irene. 

— Deberiamos. 

Pero no se movieron. Ella cogib unas briznas de pasto y se las llevo a la boca, 
mordiendolas para chupar la savia. Se volvio a mirar a su amigo y el se hundio en sus 
brumosas pupilas. Sin pensarlo, Francisco la atrajo y busco su boca. Fue un beso 
casto, tibio, leve, sin embargo tuvo el efecto de una sacudida telurica en sus sentidos. 
Ambos percibieron la piel del otro nunca antes tan precisa y cercana, la presion de 
sus manos, la intimidad de un contacto anhelado desde el comienzo de los tiempos. 
Los invadio un calor palpitante en los huesos, en las venas, en el alma, algo que no 
conorian o hablan olvidado por completo, pues la memoria de la carne es fragil. Todo 
desaparecio a su alrededor y solo tuvieron conciencia de sus labios unidos tomando y 
recibiendo. En verdad apenas fue un beso, la sugerencia de un contacto esperado e 
inevitable pero ambos estaban seguros de que ese seria el unico beso que pudieran 
recordar hasta el fin de sus dlas y de todas las caricias la unica en dejar una huella 
certera en sus nostalgias. Supieron que dentro de anos todavla podrian evocar con 
presion el contacto humedo y calido de sus labios, el olor de pasto fresco y la 
tormentosa sensacion en sus esplritus. Aquel beso duro como un suspiro. Cuando 
Francisco abrio los ojo la joven estaba de pie recortada contra el precipicio con los 
brazos cruzados sobre el pecho. Ambos respiraban agitados, ardientes, suspendidos 
en su propio espacio, en su propio tiempo. El no se movio, conmovido por una 
emocion nueva y total hacia esa mujer, ya para siempre ligada a su destino. 

Escucho un levisimo sollozo y comprendio la lucha en el corazon de Irene, amor, 
lealtad, dudas. Vacilo en el deseo de abrazarla y el temor a ejercer presion sobre ella. 
Asi pasaron largos instantes de silencio. Irene se calmo y aproximandose con lentitud 
se arrodillo a su lado, la rodeo por la cintura y aspiro el perfume de su blusa y la 
profunda sugerencia de su cuerpo. 

— Gustavo me ha esperado toda la vida. Me casare con el. 

— No lo creo — susurro Francisco. 

La tension se aflojo poco a poco. Ella tomo entre sus manos la oscura cabeza de 
su amigo y lo miro. Sonrieron aliviados, divertidos, temblorosos, seguros de que no 
intentarian una aventura fugaz porque estaban hechos para compartir su existencia en 
su totalidad y emprender juntos la audacia de irse para siempre. 

La tarde culminaba y la verde catedral del parque estaba sombria. Era la hora del 
regreso. Descendieron como una rafaga de viento montados en la motocicleta. La 
tenebrosa vision los cadaveres no se les borraria jamas del alma, pero en esos 
momenta se sentian felices. 


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El ardor de ese beso no los abandono en muchos dias y poblo de fantasmas 
delicados sus noches, dejando su recuerdo en la piel, como una quemadura. La 
alegria de ese encuentro los transportaba levitando por la calle, los impulsaba a relr 
sin causa aparente, los despertaba sobresaltados en la mitad del sueno. Se tocaban los 
labios con las puntas de los dedo y evocaban exactamente la forma de la boca del 
otro. Irene pensaba en Gustavo y en las nuevas verdades recien aprendidas. 
Sospechaba que como todo oficial de las Fuerzas Armadas participaba en el ejercicio 
del poder, una vida secreta jamas con ella compartida. Habla dos seres diferentes en 
el cuerpo atletico tan conocido. Por primera vez tuvo miedo de el y deseo que no 
regresara jamas. 

Javier se ahorco el jueves. Esa tarde salio como todos los dlas a buscar trabajo y 
no regreso. Temprano, su mujer tuvo el presentimiento de la desgracia, mucho antes 
de que fuera hora de empezar a preocuparse. Cuando cayo la noche se instalo a 
esperarlo en el umbral de la puerta con los ojos fijos en la calle. Entonces el clamor 
de la tragedia se le hizo insoportable y tomo el telefono para llamar a sus suegros y a 
cuanto amigo conocia, pero no obtuvo la menor noticia de su marido. Acechando las 
sombras durante un tiempo infinito, evocandolo con el pensamiento, la sorprendio el 
toque de queda, pasaron las horas mas oscuras y as! vio el amanecer del viernes. Alin 
no despertaban los ninos cuando la patrulla policial freno ante la puerta de la casa. 
Habian encontrado a Javier Leal colgando de un arbol en el parque infantil. Nunca 
habia hablado de suicidio, de nadie se despidio, no dejo notas de adios, sin embargo 
ella supo sin duda alguna que se habia matado y comprendio por fin los nudos de la 
cuerda que manipulaba sin cesar. 

Fue Francisco quien retiro el cadaver y se hizo cargo de los funerales de su 
hermano. Mientras realizaba la ardua burocracia de la muerte llevaba consigo la 
vision de Javier tal como aparecio ante sus ojos sobre una mesa del Instituto Medico, 
reposando bajo la luz helada de las lamparas fluorescentes. 

Procuraba analizar las razones de ese fin brutal y adaptarse a la idea de que el 
companero de toda su vida, el amigo incondicional, el protector, ya no estaria mas en 
este mundo. Recordo las lecciones de su padre: el trabajo como fuente de orgullo. Ni 
aun durante las vacaciones existia el ocio para ellos. En el hogar de los Leal hasta los 
dias festivos se utilizaban de manera provechosa. La familia vivio momentos 
dificiles, pero jamas tuvo la idea de aceptar caridad, aunque ella viniera de quienes 
habian previamente socorrido. A1 ver sus caminos cortados, a Javier solo le quedo 
aceptar ayuda de su padre y sus hermanos, entonces prefirio irse calladamente. 

Francisco se remonto a los recuerdos lejanos, cuando su hermano mayor era un 
muchacho justiciero como el padre y sentimental como la madre. Unidos y solidarios 
crecieron los tres ninos Leal, tres contra el mundo, tres del mismo clan, respetados en 
el patio del colegio porque cada uno estaba protegido por los otros y cualquier ofensa 


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se cobraba de inmediato. Jose, el segundo, era el mas fuerte y pesado, pero el mas 
temido era Javier por su coraje y la destreza de sus punos. Tuvo una adolescencia 
tumultuosa hasta enamorarse de la primera mujer que capto su atencion. Se caso con 
ella y le fue fiel hasta su noche fatal. Hizo honor a su apellido: Leal con ella, con su 
familia, con los amigos. Amaba su trabajo de biologo y pensaba dedicarse a la 
docencia, pero las circunstancias lo encaminaron a un laboratorio comercial, donde 
en pocos anos ocupo altos cargos, porque su sentido de responsabilidad iba aparejado 
a una fertil imaginacion que le permitla adelantarse a los mas atrevidos proyectos de 
la ciencia. Sin embargo, estas condiciones de nada le sirvieron cuando se elaboraron 
las listas de las personas proscritas por la Junta Militar. Su actividad en el sindicato 
peso como un estigma a los ojos de las nuevas autoridades. Primero lo vigilaron, 
luego lo hostilizaron y por fin lo despidieron. A1 quedar sin empleo y perder la 
ilusion de conseguir otro, comenzo su deterioro. Vagaba demacrado por las noches de 
insomnio y los dlas de humillaciones. Habla golpeado muchas puertas, hecho 
antesalas, acudido a los avisos de los periodicos y al final del camino se encontraba 
abrumado por la desesperanza. Sin trabajo, perdio poco a poco su identidad. Estaba 
dispuesto a aceptar cualquier ofrecimiento, aunque la paga resultara infima, pues 
necesitaba con urgencia sentirse util. Como cesante era un marginado, un ser 
anonimo, ignorado por todos porque ya no produria y esa era la medida del valor 
humano en el mundo en que le toco vivir. En los ultimos meses abandono sus suenos, 
renuncio a sus metas, acabo considerandose un paria. Sus hijos no comprendian su 
mal humor y su melancolia permanentes, tambien ellos buscaban ocupacion lavando 
automoviles, cargando bolsas en el mercado o realizando cualquier tarea para aliviar 
el presupuesto familiar. El dla que su hijo menor coloco sobre la mesa de la cocina 
unas monedas ganadas paseando perros de ricos por el parque, Javier Leal se encogio 
como un animal acosado. Desde ese momento no volvio a mirar a nadie a los ojos y 
se hundio en la desesperanza. Carecia de animo para vestirse y a menudo pasaba 
buena parte de la jornada echado sobre la cama. Le temblaban las manos porque 
comenzo a beber a escondidas, sintiendose culpable por gastar asi un dinero esencial 
en su hogar. Los sabados realizaba el esfuerzo de presentarse en casa de sus padres 
limpio y arreglado para no angustiar mas a su familia, pero no podia borrar de su 
mirada aquella desolada expresion. La relation con su mujer se estropeo, porque en 
esas circunstancias el amor se cansa. Necesitaba consuelo, pero al mismo tiempo 
acechaba cualquier asomo de lastima para reaccionar con furia. Al comienzo ella no 
creyo que no existiera algun empleo disponible, pero luego, al saber de los miles de 
desocupados, cerro la boca y duplico los turnos en su trabajo. El cansancio de esos 
meses agoto la juventud y la belleza que atesoraba como sus unicas posesiones, pero 
no alcanzo a lamentarlo porque coma ocupada de evitar el hambre de sus hijos y el 
desamparo de su marido. 


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No pudo impedir que Javier se extraviara en la soledad. La apatia lo envolvio 
como un manto, eliminando la nocion del tiempo presente, desmigajando sus fuerzas 
y despojandolo de su valor. Actuaba como una sombra. Dejo de sentirse un hombre 
cuando vio desmoronarse su hogar y percibio que se apagaba el amor en los ojos de 
su mujer. En algun momento que su familia no pudo prever por estar demasiado 
cerca, su voluntad se quebro en forma definitiva. Desecho el deseo de vivir y tomo la 
decision de dormir su muerte. 

La tragedia impacto a los Leal como un hachazo. Hilda y el Profesor envejecieron 
de subito y su casa fue ocupada por el silencio. Hasta los pajaros bullangueros 
parecieron callar en el patio. A pesar de la rigida condena de la Iglesia Catolica a los 
suicidas, Jose oficio misa por el descanso del alma de su hermano. Por segunda vez el 
Profesor puso los pies en un templo, la primera fue al casarse y en esa ocasion estaba 
lleno de alegria, pero este trance fue diferente. Durante toda la ceremonia permanecio 
de pie, con los brazos cruzados y la boca apretada en una delgada linea, ebrio de 
afliccion. Su mujer rezaba entregada, aceptando la muerte de su hijo como otra 
prueba del destino. 

Irene asistio a las exequias desconcertada, sin acabar de entender la causa de tanta 
desdicha. Se mantuvo quieta junto a Francisco, agobiada por la pesadumbre de esa 
familia que habia llegado a amar como propia. Los conocia joviales y exultantes, 
risuenos. Ignoraba que vivian el dolor privada y dignamente. Tal vez debido a su 
ancestro Castellano, el Profesor Leal podia expresar todas las pasiones menos esa que 
le desgarraba el alma. Los hombres no Horan sino por amor, decia. Los ojos de Hilda, 
en cambio, se humedecian ante cualquier emotion: ternura, risa, nostalgia, pero el 
sufrimiento la endurecia como un cristal. Hubo pocas lagrimas en el funeral de su 
hijo mayor. 

Lo sepultaron en un pequeno lote de terreno adquirido a ultima hora. Los ritos 
resultaron improvisados y confusos, por que hasta ese dia no habian pensado en las 
exigencias de la muerte. Como todos los que aman la vida, se sentian inmortales. 

— No volveremos a Espana, mujer — decidio el Profesor Leal cuando las ultimas 
paletadas de tierra cubrieron la urna. Por primera vez en cuarenta anos acepto que 
pertenecia a ese suelo. 

La viuda de Javier Leal regreso del cementerio a su departamento, coloco sus 
escasas pertenencias en unas cajas de carton, tomo a sus hijos de la mano y se 
despidio. Partian al Sur, a la provincia donde ella nacio, porque en ese lugar la vida 
era menos dura y contaba con el apoyo de sus hermanos. No deseaba que sus ninos 
crecieran a la sombra del padre ausente. Los Leal despidieron a su nuera y a sus 
nietos, los acompanaron abatidos a la estacion, los vieron subir al tren y alejarse, sin 
creer que en tan pocos dias perdian tambien a esas criaturas que ayudaron a crecer. 
No valoraban ningun bien material, su confianza en el porvenir estaba puesta en la 


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familia. Jamas imaginaron envejecer lejos de los suyos. 

De la estacion el Profesor regreso a su hogar y sin quitarse la chaqueta ni la 
corbata de luto, se sento en una silla bajo el cerezo del patio, con los ojos perdidos. 
Tenia en las manos su vieja regia de calculo, unico objeto salvado del naufragio de la 
guerra y traldo a America. Siempre la tuvo cerca sobre la mesa de noche y solo 
permitla a los ninos jugar con ella cuando deseaba premiarlos. Los tres aprendieron a 
usarla deslizando sus piezas para calzar los numeros y se nego a remplazarla cuando 
fue sobrepasada por los adelantos electronicos. Era un tubo telescopico de bronce con 
minusculos numeros pintados en la superficie, obra de artesanos del siglo pasado. 
Alii sentado bajo el arbol, mirando las paredes de ladrillo que el mismo levantara 
para albergar a su hijo Javier, el Profesor Leal permanecio muchas horas. Esa noche 
Francisco lo condujo casi a la fuerza a su cama, pero no pudo obligarlo a comer. El 
dia siguiente fue igual. A1 tercero Hilda se seco las lagrimas y reunio la fortaleza 
siempre presente en su interior, y se dispuso a luchar por los suyos una vez mas. 

— Lo malo con tu padre es que no cree en el alma, Francisco. Por eso siente que 
ha perdido a Javier — dijo. 

Desde la cocina podian ver a traves de la ventana al Profesor en su silla girando la 
regia de calculo. Con un suspiro Hilda guardo el almuerzo en la nevera sin probarlo, 
llevo otra silla al patio y se sento bajo el cerezo con las manos sobre la falda, por vez 
primera desde tiempos inmemoriales sin ocuparlas en un tejido o una costura y asi 
estuvo inmovil durante horas. Al anochecer Francisco les suplico que comieran algo, 
pero no obtuvo respuesta. Con gran dificultad los llevo a su dormitorio y los puso en 
la cama, donde quedaron en silencio, con los ojos abiertos, desolados, como dos 
viejos perdidos. Los beso en la frente, apago la luz y deseo con toda el alma que un 
sueno profundo les aliviara la angustia. Al levantarse a la manana siguiente los vio 
instalados bajo el arbol en la misma position, con la ropa arrugada, sin lavarse ni 
comer, mudos. Tuvo que echar mano de todos sus conocimientos para controlar el 
impulso de remecerlos. Paciente, se sento a vigilar dispuesto a dejarlos llegar al fondo 
de su dolor. 

A media tarde el Profesor Leal levanto los ojos y miro a Hilda. 

— iQue te pasa, mujer? — pregunto con la voz cascada por cuatro dias de silencio. 

— Lo mismo que a ti. 

El Profesor comprendio. La conocia bien y supo que se dejaria morir en la misma 
medida en que el lo hiciera, porque despues de amarlo sin pausa durante tantos anos, 
no le permitiria partir solo. 

— Esta bien — dijo levantandose con dificultad y tendiendole una mano. 

Entraron con lentitud a la casa, apoyandose mutuamente. 

Francisco calento la sopa y la vida volvio a su rutina. 

Marginada del duelo de los Leal, Irene Beltran tomo el automovil de su madre y 


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partio sola a Los Riscos, decidida a encontrar por su cuenta a Evangelina. Habia 
prometido a Digna ayudarla en la busqueda y no queria dar la impresion de ligereza. 
Su primera parada fue en casa de los Ranquileo. 

— No siga buscando, senorita. Se la trago la tierra — dijo la madre con la 
resignation de quien ha soportado muchos quebrantos. 

Pero Irene estaba dispuesta a remover tambien la tierra, si fuera necesario, hasta 
dar con la muchacha. Mas tarde, al volver atras en el recuerdo de esos dias, se 
preguntaba que la empujo a la zona de las sombras. Sospecho desde el principio que 
tenia en los dedos la punta de un hilo y al tirarlo desenredarla una interminable 
madeja de consternation. Intula que esa santa de dudosos milagros era la frontera 
entre su mundo ordenado y la region oscura nunca antes pisada. Pensando en ello, 
concluyo que no solo la impulso la curiosidad propia de su caracter y su oficio, sino 
algo similar al vertigo. Se asomo a un pozo insondable y no pudo resistir la tentacion 
del abismo. 

El Teniente Juan de Dios Ramirez la recibio sin demora en su oficina. A ella le 
parecio menos fornido que cuando lo conocio ese domingo fatidico en casa de los 
Ranquileo y dedujo que el tamano de un hombre depende de su actitud. Ramirez se 
mostro casi amable. Llevaba la guerrera sin correaje, la cabeza descubierta y no 
cargaba armas. Sus manos estaban hinchadas, rojas, llenas de sabanones, mal de 
pobres. Resultaba dificil no reconocer a Irene, pues con ver tan solo una vez su 
cabello desordenado y sus vestidos extravagantes, cualquiera la recordaria, por eso no 
intento enganarlo y le manifesto sin preambulos su interes por Evangelina Ranquileo. 

— Fue detenida para un breve interrogatorio de rutina — dijo el oficial — . Paso esa 
noche aqui y al otro dia se fue temprano. 

Ramirez se seco el sudor de la frente. Hacia calor en su oficina. 

— ^La enviaron a la calle sin ropa? 

— La ciudadana Ranquileo tenia zapatos y un poncho. 

— Ustedes la sacaron de su cama durante la noche. Es menor de edad, ^por que no 
la devolvieron a sus padres? 

— No tengo que discutir los procedimientos de la policia con usted — replied 
secamente el Teniente. 

— ^Prefiere hacerlo con mi novio, el Capitan del Ejercito Gustavo Morante? 

— ^Que se ha imaginado? jYo solo rindo cuentas a mi superior inmediato! 

Pero Ramirez vacilo. Entre la piel y los huesos tenia inculcado el principio de 
fraternidad militar; por encima de las pequenas rivalidades entre los cuerpos armados, 
estaban los intereses sagrados de la patria y los no menos sagrados del uniforme; 
debian defenderse del cancer solapado que crecia y se multiplicaba en el seno mismo 
del pueblo; por eso habia que desconfiar siempre de los civiles, como medida de 
precaucion, y ser leal a los camaradas de armas como medida estrategica. Las Fuerzas 


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Armadas deben ser monoliticas, le habian repetido mil veces. Tambien influyo en su 
animo la evidente superioridad de clase social de la joven, porque estaba habituado a 
respetar la mas alta autoridad del dinero y de poder y ella debia poseer ambos si 
osaba interrogarlo con tal desparpajo, tratandolo como si fuera su sirviente. Busco en 
el Libro de Guardia y se lo mostro. Alii aparecia el ingreso a cuartel de Evangelina 
Ranquileo Sanchez, quince anos, detenida con motivo de prestar declaracion sobre un 
evento no autarizado en la propiedad de su familia y agravios fisicos en la persona del 
oficial Juan de Dios Ramirez. A1 pie agregaban que debido a una crisis de llanto 
decidieron cancelar el interrogatorio. Firmaba el cabo de guardia Ignacio Bravo. 

— Yo diria que se fue a la capital. Queria emplearse de domestica, como su 
hermana mayor — dijo Ramirez. 

— ^Sin dinero y medio desnuda, Teniente? ^No le parece algo extrano? 

— Esa mocosa estaba medio loca. 

— ^Puedo hablar con su hermano, Pradelio Ranquileo? 

— No. Ha sido trasladado a otra zona. 

— ^Donde? 

— Esa information es confidencial. Estamos en estado de guerra interna. 

Ella comprendio que no obtendria mas por ese conducto y como aun era 
temprano, partio al pueblo a dar una vuelta con el proposito de hablar con algunas 
personas. Queria averiguar lo que pensaban de los militares en general y del Teniente 
Ramirez en particular, pero al oir tales preguntas la gente volteaba la cabeza sin decir 
palabra y se retiraba lo mas aprisa posible. Anos de regimen autoritario impusieron la 
discretion como norma de sobrevivencia. Mientras aguardaba que un mecanico 
parchara la rueda del automovil, Irene se instalo en un parador cerca de la plaza. La 
primavera se manifestaba en el vuelo nupcial de los zorzales, el paso orondo de las 
gallinas con su sequito de polluelos, el temblor de la muchachas bajo los vestidos de 
percal. Una gata prenada entro a la posada y con dignidad se instalo bajo su mesa. 

En algunos momentos de su vida Irene se sintio golpead por la fuerza de la 
intuition. Creia escuchar las senales del futuro y suponia que el poder de la mente 
podia determinar ciertos acontecimientos. Asi se explico la aparicion del Sargento 
Faustino Rivera en el mismo sitio escogido por ella para comer. Cuando mas tarde se 
lo conto a Francisco, el expuso una teoria mas sencilla: era el unico restaurante en 
Los Riscos y a esa hora el Sargento estaba con sed. Irene lo vio entrar sudando, 
aproximarse al meson para pedir una cerveza y reconocio al punto su cara indigena, 
pomulos altos, ojos oblicuos, pelo tieso, dientes grandes y parejos. Vestia el uniforme 
y llevaba la gorra de servicio en la mano. Recordo lo poco que sabia de el por boca de 
Digna Ranquileo y decidio emplearlo a su favor. 

— ^Es usted el Sargento Rivera? — saludo. 

— A sus ordenes. 


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— ^Hijo de Manuel Rivera, el del labio leporino? 

— El mismo, para servirla. 

De all! en adelante la conversation siguio un curso facil. La joven lo invito a 
beber a su mesa y apenas lo tuvo instalado con otra cerveza en la mano, hizo presa de 
el. A1 tercer vaso era evidente que el guardia soportaba mal el alcohol y ella condujo 
el tema por los senderos de su interes. Empezo por halagarlo diciendole que habla 
nacido para ocupar cargos de responsabilidad, cualquiera podia ver eso, ella misma lo 
advirtio en casa de los Ranquileo, cuando controlo la situation con la autoridad y 
sangre frla de un verdadero jefe, energico y eficiente, no como el oficial Ramirez. 

— ^Es siempre tan atolondrado su Teniente? jMire que ponerse a disparar! Yo me 
asuste mucho... 

— Antes no era asl. No era un mal hombre, se lo aseguro — replied el Sargento. 

Lo conocla como la palma de su mano, porque trabajaba a sus ordenes desde 
hacia anos. Recien regresado de la Escuela de Oficiales, Ramirez reunla las virtudes 
de un buen militar: pulcro, intransigente, cumplidor. Conocia de memoria los codigos 
y reglamentos, no admitia fallas, revisaba el brillo del calzado, tironeaba los botones 
para comprobar su firmeza, exigia a sus subalternos mucha seriedad en el servicio y 
era obsesivo con la higiene. Personalmente vigilaba la limpieza de las letrinas y cada 
semana formaba a los hombres desnudos para detectar las enfermedades venereas y 
los piojos. Con lupa les miraba sus partes privadas y los contaminados debian 
soportar drasticos remedios y multiples humillaciones. 

— Pero no lo hacia por maldad, senorita, sino para ensenarnos a ser gente. Creo 
que en esa epoca mi Teniente tenia buen corazon. 

Rivera recordaba el primer fusilamiento como si lo estuviera viendo. Ocurrio 
cinco anos atras, a los pocos dias del Pronunciamiento Militar. Todavia hacia frio y 
esa noche llovio sin pausa, una catarata bajo del cielo para banar al mundo y dejo el 
cuartel limpio, oloroso a musgo y humedad. Al amanecer ceso la lluvia, pero el 
paisaje parecla velado por su recuerdo y entre las piedras brillaban los charcos como 
trozos de cristal. Al fondo del patio se encontraba el peloton y el Teniente Ramirez, 
muy palido, dos pasos al frente. Llevaron al prisionero entre dos guardias, 
sosteniendolo por los brazos porque no podia tenerse en pie. Al principio Rivera no 
se dio cuenta de las malas condiciones en que se encontraba y lo creyo acobardado, 
como otros que despues de andar por alii practicando la subversion para joder a la 
patria, se desmayaban en el momento de pagar sus culpas, pero en seguida se fijo 
mejor y vio que se trataba del tipo aquel al cual le aplastaron las piernas. Debian 
levantarlo en vilo para evitar el rebote de sus pies contra el empedrado. Faustino 
Rivera miro a su superior y adivino su pensamiento, porque en algunas noches de 
guardia pudieron hablar de hombre a hombre, saltandose las Jerarquias para analizar 
las causas del alzamiento militar y sus consecuencias. El pais estaba dividido por los 


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politicos antipatrioticos que debilitaron a la nation convirtiendola en facil presa para 
los enemigos externos, decia el Teniente Ramirez. El primer deber de un soldado es 
velar por la seguridad, por eso tomaron el poder, para devolver su fortaleza a la 
patria, barriendo de paso con sus adversarios internos. Rivera repudiaba la tortura, la 
consideraba lo peor de esa guerra sucia en la cual estaban sumergidos, no formaba 
parte de su profesion, no se la habian ensenado, le revolvia las tripas. Resultaba muy 
distinto dar un par de patadas a un delincuente comun como parte de la rutina, que 
martirizar a un prisionero sistematicamente. ^Por que callaban esos desgraciados? 
^Por que no hablaban al primer interrogatorio y se ahorraban tanto sufrimiento inutil? 
A1 final todos confesaban o morian, como ese que iban a fusilar. 

— jPeloton! jAteeeen. . . ! 

— Mi Teniente — susurro a su lado Faustino Rivera, entonces solo Cabo Primero. 

— jPonga al prisionero contra el muro, Primero! 

— Pero mi Teniente, no puede sostenerse. 

— jSientelo entonces! 

— ^Donde, mi Teniente? 

— Traigan una silla, carajo — y la voz se le quebro. 

Faustino Rivera se volvio al hombre a su izquierda, repitio la orden y el otro 
partio. ^Por que no lo tiran al suelo y lo matan como a un perro antes que aclare y 
podamos vernos las caras? ^Para que tanta demora? penso inquieto pues cada 
momento habia mas luz en el patio. El prisionero levanto la vista y los miro uno por 
uno con ojos asombrados de agonizante, deteniendose en Faustino. Fo reconocio, sin 
duda, porque alguna vez jugaron a la pelota en la misma cancha y alia estaba el otro 
de pie sobre los charcos helados con un fusil en las manos que le pesaba como un 
yugo, mientras el estaba aca esperando. En eso llego la silla y el Teniente ordeno 
atarlo al respaldo, porque se tambaleaba como un espantajo. El cabo se acerco con un 
panuelo. 

— No me vende los ojos, soldado — dijo el prisionero y el otro bajo la cabeza 
avergonzado, deseando que el oficial diera la orden pronto, que esa guerra acabara de 
una vez, se normalizaran los tiempos y el pudiera ir por la calle en paz saludando a 
los paisanos. 

— jApunteeen! jArrr...! — grito el Teniente. 

Por fin, penso el Cabo Primero. El que iba a morir cerro los parpados por un 
segundo, pero volvio a abrirlos para ver el cielo. Ya no tenia miedo. El Teniente 
vacilo. Desde que supo lo del fusilamiento andaba demacrado, le martillaba en la 
mente una voz antigua proveniente de su infancia, tal vez de algun maestro o de su 
confesor en el colegio de curas: todos los hombres son hermanos. Pero eso no es 
verdad, no es hermano quien siembra la violencia y la patria esta primero, lo demas 
son pendejadas y si no los matamos, ellos nos mataran a nosotros, asi dicen los 


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coroneles, o matas o mueres, es la guerra, estas cosas hay que hacerlas, amarrate los 
pantalones y no tiembles, no pienses, no sientas y sobre todo no lo mires a la cara, 
porque si lo haces estas jodido. 

— jFuego! 

La descarga sacudio el aire y quedo vibrando en el ambito helado. Un gorrion 
matutino volo aturdido. El olor a polvora y el ruido parecieron eternizarse, pero 
lentamente se instalo otra vez el silencio. El Teniente abrio los ojos: el prisionero 
estaba en la silla mirandolo erguido, sereno. Habla sangre fresca en la masa informe 
de sus pantalones, pero estaba vivo y su rostro era diafano en la luz del amanecer. 
Estaba vivo y esperaba. 

— iQue pasa, Primero? — pregunto en voz baja el oficial. 

— Disparan a las patas, mi Teniente — replied Faustino Rivera — . Los muchachos 
son de la region, se conocen, ^edmo van a matar a un amigo? 

— ahora? 

— Ahora le toca a usted, mi Teniente. 

Mudo, el oficial termino de comprender, mientras el peloton aguardaba 
observando el rorio que se evaporaba entre las piedras. Tambien el fusilado esperaba 
al otro extremo del patio, desangrandose sin prisa. 

— ^No le hablan contado, mi Teniente? Todos lo saben. 

No. No se lo hablan contado. En la Escuela de Oficiales los prepararon para 
pelear contra los palses vecinos o contra cualquier hijo de puta que invadiera el 
territorio nacional. Tambien lo entrenaron para combatir a los maleantes, perseguirlos 
sin piedad, darles caza sin tregua, para permitir a los hombres decentes, las mujeres y 
los ninos caminar tranquilos por la calle. Esa era su mision. Pero nadie le dijo que 
tendria que destrozar a un hombre amarrado para hacerlo hablar, no le ensenaron 
nada de eso y ahora el mundo se volvia al reves y debia ir y darle el tiro de gracia a 
ese infeliz que ni siquiera se quejaba. No. Nadie se lo habla dicho. 

Con disimulo el Cabo Primero le rozo el brazo para que el peloton no viera la 
vacilacion de su jefe. 

— El revolver, mi Teniente — susurro. 

Saco el arma y cruzo el patio. El eco sordo de las botas sobre el pavimento 
retumbo en las entranas de los hombres. 

Quedaron frente a frente el Teniente y el prisionero, mirandose a los ojos. Tenian 
la misma edad. El oficial levanto el brazo apuntando a la sien y sostuvo el revolver 
con las dos manos para dominar su temblor. El cielo ya claro fue lo ultimo que vio el 
condenado cuando la descarga le perforo la cabeza. 

La sangre cubrio su cara y su pecho y salpico el uniforme limpio del oficial. 

El sollozo del Teniente quedo en el aire, vibrando con el balazo, pero solo 
Faustino Rivera lo escucho. 


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— Animo, mi Teniente. Dicen que esto es como la guerra. Cuesta la primera vez, 
pero despues uno se acostumbra. 

— jVayase al carajo, Primero! 

El Cabo tenia razon y con el transcurso de los dias y las semanas les seria mucho 
mas facil matar por la patria que morir por ella. 

El Sargento Faustino Rivera termino de hablar y se seco el sudor del cuello. En la 
neblina de la embriaguez apenas distinguia las facciones de Irene Beltran, pero podia 
apreciar la armonia de sus rasgos. Miro la hora en su reloj y se sobresalto. Llevaba 
dos horas hablando con esa mujer y si no fuera porque estaba atrasado para su turno, 
le diria unas cuantas cosas mas. Sabia escuchar con atencion y se interesaba por sus 
anecdotas, no como esas senoritas fruncidas que voltean la nariz cuando un macho se 
mete unos tragos entre pecho y espalda, no senor, una real hembra es lo que parece, 
bien plantada y con ideas en la cabeza, aunque un poco escasa, no le veo grandes 
tetas y buenas ancas, no tiene donde agarrarse la hora de la verdad. 

— No era un mal hombre mi Teniente, senorita. Cambio despues, cuando le dieron 
poder y no tuvo que rendir cuentas nadie — concluyo acomodandose el uniforme y 
poniendose pie. 

Irene espero que diera media vuelta y apago la grabadora disimulada en su bolso 
sobre la silla. Arrojo los ultimos trozos de carne a la gata, pensando en Gustavo 
Morante y preguntandose si alguna vez su novio habria tenido que cruzar un patio 
con el arma en la mano para dar un tiro de gracia a un prisionero. Rechazo esas 
imagenes con desesperacion, tratando de evocar el rostro rasurado y los claros ojos de 
Gustavo, pero solo acudio a su mente el perfil de Francisco Leal cuando inclinaba a 
su lado en la mesa de trabajo su negra mirada brillando de comprension, el rictus 
infantil de su boca al sonreir y el otro gesto, apretado y duro, cuando lo golpeaba la 
evidencia de la maldad ajena. 

La Voluntad de Dios estaba profusamente iluminada, las cortinas de los salones 
abiertas y musica en el aire, porque era dia de visita y acudian los parientes y amigos 
de los ancianos a cumplir con una cita misericordiosa. De lejos la planta baja parecia 
un transatlantico anclado por error entre jardines. Los huespedes y sus visitantes 
paseaban por cubierta tomando el fresco de la noche o descansando en las poltronas 
de la terraza cual fantasmas deslucidos, almas de otro tiempo, hablando solos, 
algunos masticando el aire, otros tal vez recordando anos lejanos o buscando en su 
memoria los nombres de sus contertulios y de los hijos y nietos ausentes. A esa edad 
el recuento del pasado es como internarse en un laberinto y a veces no se consigue 
reconocer un lugar, un suceso, un ser querido y situarlo en la niebla. Las cuidadoras 
uniformadas circulaban silenciosas arropando piernas lacias, distribuyendo pildoras 
nocturnas, sirviendo tisanas a los pensionistas y refrescos a los demas. De invisibles 
parlantes escapaban los acordes juveniles de una mazurca de Chopin sin relacion 


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alguna con el lento ritmo interior de los habitantes de la casa. 

La perra salto con alegria cuando Francisco e Irene entraron al jardln. 

— Cuidado, no pises la mata de nomeolvides — recomendo ella invitando a su 
amigo a abordar la nave y conduciendolo hacia los viajeros del pasado. 

La muchacha llevaba el cabello recogido en un mono que descubria la curva de su 
nuca, vestla larga tunica de algodon, ausentes por primera vez sus ruidosas pulseras 
de cobre y bronce. Algo en su actitud extrano a Francisco, pero no supo precisarlo. 
La observo mientras paseaba entre los ancianos, risuena y cortes con todos, 
especialmente con aquellos que estaban enamorados de ella. Cada uno vivla un 
presente envuelto en la nostalgia. Irene serial 6 al hemiplejico, incapaz de sujetar una 
lapicera entre sus dedos rigidos y por eso le dictaba sus misivas. Escribla a sus 
camaradas de la infancia, a novias de muy antiguo, a parientes enterrados desde hada 
varias decadas, pero ella no enviaba esa correspondencia de lastima, para no sufrir el 
desencanto de recibirla devuelta por el correo a falta de destinatario. Inventaba 
respuestas y se las remitla al anciano para evitarle la pena de saberse solo en esta 
tierra. Tambien le presento a Francisco un abuelo demente que jamas recibla visitas. 
El viejo tenia los bolsillos llenos de calientes tesoros que cuidaba con celo: imagenes 
destenidas de muchachas en flor, tarjetas color sepia donde se insinuaban un seno 
apenas velado, una pierna atrevida luciendo una liga de cintas y encajes. Se 
aproximaron a la silla de ruedas de la viuda mas rica del reino. La mujer vestla un 
traje ajado, un chal comido de tiempo y polilla, un solo guante de Primera Comunion. 
Colgando de la silla habia bolsas plasticas repletas de chucherias y sobre sus rodillas 
descansaba una caja con botones, que ella contaba y volvla a contar para comprobar 
que ninguno faltara. Se interpuso un coronel con medallas de laton para decirles con 
susurros asmaticos que una bala de canon pulverizo medio cuerpo de esa heroica 
mujer. ^Sabe que apino un saco de monedas de oro limpiamente ganadas por ser docil 
con su marido? Imaginese joven que bruto seria para pagar por lo que podia tener 
gratis; yo aconsejo a mis reclutas que no gasten su paga en putas, porque las mujeres 
abren las piernas gustosas a la vista de un uniforme, lo digo por experiencia propia; a 
mi todavla me sobran. Antes que Francisco pudiera dilucidar aquellos misterios, se 
acerco un hombre alto y muy delgado, con tragica expresion en su rostro, a preguntar 
por su hijo, su nuera y el bebe. Irene le hablo aparte en secreto, luego lo condujo 
hacia un grupo animado y permanecio a su lado hasta verlo mas sereno. La joven 
explico a su amigo que el viejo tenia dos hijos. Uno estaba exilado al otro lado del 
planeta y solo podia comunicarse con su padre a traves de cartas cada vez mas 
distantes y frias, porque la ausencia es tan adversa como el paso del tiempo. El otro 
desaparecio con su mujer y una criatura de meses. El abuelo no tuvo la suerte de 
perder la razon y al primer descuido se escapaba a la calle en su anhelo por buscarlos. 
Irene quiso cambiar las suposiciones atroces por un dolor mas certero y le aseguro 


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tener pruebas de que ya ninguno existia. Sin embargo, el no descartaba la posibilidad 
de ver aparecer un dia al nino, porque se murmuraba de criaturas salvadas mediante 
el trafico de huerfanos. Algunos ya dados por muertos surgian de pronto en paises 
remotos adoptados por familias de otras razas, o eran ubicados en instituciones de 
caridad despues de tantos anos, que ni siquiera recordaban haber tenido padres. 

A fuerza de mentiras piadosas Irene consiguio evitar que huyera cada vez que el 
jardin quedaba sin vigilancia, pero no pudo impedirle gastar los suenos en tormentos 
irremediables y la vida inquiriendo detalles y deseando visitar las tumbas de los 
suyos. Senalo tambien a Francisco dos ancianos de pergamino y marfil meciendose 
en un sillon de hierro forjado, que apenas conocian sus propios nombres, pero habian 
tenido el acierto de enamorarse, a pesar de la oposicion tenaz de Beatriz Alcantara, 
quien consideraba aquello un relajo intolerable de las costumbres ^donde se ha visto 
que un par de viejos chochos anden besandose a escondidas? Irene, en cambio, 
defendia el derecho a esa ultima felicidad y deseaba a todos los huespedes la misma 
suerte, porque el amor los salvaria de la soledad, la peor condena de la vejez, asi es 
que dejalos en paz, mama, no mires la puerta que ella deja abierta por la noche, ni 
pongas esa cara cuando los encuentras juntos por la manana, hacen el amor, como no, 
aunque el medico diga que a su edad es imposible. 

Y por ultimo mostro a su amigo una senora tomando el fresco en la terraza, mirala 
bien, es Josefina Bianchi, la actriz, ^has oido hablar de ella? Francisco diviso a una 
dama menuda que sin duda fue una belleza y en cierta forma seguia siendolo. 

Iba en bata de levantarse y zapatillas de raso, porque se regia por los horarios de 
Paris, con una diferencia de varias horas y dos estaciones. Sobre sus hombros 
descansaba una capa de zorros raidos, provistos de pateticos ojos de vidrio y colas 
mustias. 

— Una vez Cleo atrapo la estola y cuando la rescatamos parecia arrollada por un 
tren — dijo Irene sujetando a la perra. 

La actriz guardaba baules con ropajes antiguos de sus obras favoritas, prendas sin 
uso desde medio siglo atras, que desempolvaba con frecuencia para lucirlas ante los 
ojos estupefactos de sus amigos del hogar geriatrico. Estaba en plena posesion de 
todas sus facultades, incluso de la coqueteria y no habia mermado su interes por el 
mundo, leia los periodicos y de vez en cuando iba al cine. Irene la distinguia entre los 
demas y las cuidadoras la trataban con deferencia, llamandola dona en vez de abuela. 
Para consuelo de sus ultimos dias nunca perdio su inagotable imagination, 
entretenida en sus propias fantasias carecia de tiempo y animo para ocuparse de las 
pequeneces de la existencia. En sus recuerdos no habia caos, los almacenaba en 
perfecto orden y era feliz hurgandolos. En ese aspecto tenia mejor suerte que el resto 
de los ancianos, a quienes la falta de memoria borraba episodios del pasado y creaba 
el panico de no haberlos vivido. Josefina Bianchi tenia a su haber una vida colmada y 


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su dicha mayor consistia en recordarla con precision de notario. Solo lamentaba las 
ocasiones desechadas, la mano que no tendio, las lagrimas retenidas, las bocas que no 
alcanzo a besar. Tuvo varios maridos y muchos amantes, corrio aventuras sin medir 
las consecuencias, derrocho su tiempo con alegria, pues siempre dijo que moriria de 
cien anos. Prepare su futuro con sentido practico, seleccionando ella misma el hogar 
de ancianos cuando comprendio que no podria vivir sola y encargo a un abogado la 
tarea de administrar sus ahorros para asegurarle bienestar hasta el fin de sus dias. 
Sentia por Irene Beltran un entranable afecto, porque en su juventud tuvo el cabello 
de ese mismo color fogoso y se recreaba imaginando que la joven era su biznieta o 
ella misma en la epoca de su esplendor. Abria sus baules repletos de tesoros, le 
mostraba el album de la fama y le daba a leer cartas de enamorados que por ella 
perdieron la paz del alma y el sosiego de los sentidos. Habian hecho un pacto secreto: 
el dia en que me ensucie en los calzones o ya no pueda pintarme los labios, me 
ayudaras a morir, hija, rogo Josefina Bianchi. Como es natural, Irene se lo prometio. 

— Mi madre anda de viaje, asi es que cenaremos solos — dijo Irene conduciendo a 
Francisco al segundo piso por la escalera interior. 

La planta alta se encontraba en penumbra y silenciosa porque hasta alii no 
llegaban las luces del primer piso. Y ya no se oian los parlantes de La Voluntad de 
Dios. A esa hora los visitantes se retiraban, los huespedes volvian a sus habitaciones 
y el sosiego de la noche se instalaba en la casa con sus sombras peculiares. Rosa, 
gorda y magnifica, los recibio en el vestibulo con su ancha sonrisa. Sentia debilidad 
por ese joven moreno que la saludaba con entusiasmo, le hacia bromas y era capaz de 
rodar por el suelo abrazado a la perra. Lo sentia mucho mas proximo y familiar que 
Gustavo Morante, aunque sin duda no era un buen partido para su nina. En los meses 
que lo conocia nunca le vio otro pantalon que ese gris de pana y los mismos zapatos 
con suela de goma, una lastima. Bien vestido bien recibido, pensaba, pero en seguida 
corregia con el proverbio contrario: el habito no hace al monje. 

— Enciende las luces, Irene — recomendo antes de zambullirse en la cocina. 

La sala estaba decorada con sobriedad, tapices persas, cuadros modernos y 
algunos libros de arte en estrategico desorden. Los muebles parecian comodos y la 
profusion de plantas daban frescura al ambiente. Francisco se instalo en el sofa 
pensando en la casa de sus padres, donde el unico lujo era un aparato de musica, 
mientras Irene descorchaba una botella de vino rosado. 

— iQue celebramos? — pregunto el. 

— La suerte de estar vivos — replied su amiga sin sonreir. 

La observo en silencio confirmando que algo habia cambiado en ella. La vio 
servir las copas con mano vacilante, un gesto triste en el rostro desnudo de 
maquillaje. Con la intencion de ganar tiempo e indagar en su animo, Francisco hurgo 
entre los discos y selecciono un viejo tango. Lo coloco en el tocadiscos y la voz 


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inconfundible de Gardel les llego a traves de cincuenta anos de historia. Escucharon 
en silencio, tornados de la mano, hasta que entro Rosa anunciando que la cena estaba 
servida en el comedor. 

— Espera aqul, no te muevas — pidio Irene y salio apagando las luces. 

Regreso a los pocos instantes con un candelabro de cinco velas, una aparicion 
surgida de otro siglo con su larga tunica blanca y el resplandor de las bujlas poniendo 
pinceladas metalicas en su pelo. Solemne guio a Francisco por el pasillo hasta una 
habitation que antes fuera un amplio dormitorio, ahora transformada en comedor. Los 
muebles eran demasiado grandes para las dimensiones del cuarto, pero el gusto 
certero de Beatriz Alcantara salvo el obstaculo pintando las paredes de rojo 
pompeyano en dramatico contraste con el cristal de la mesa y los tapices blancos de 
las sillas. El unico cuadro representaba una naturaleza muerta de la escuela flamenca: 
cebollas, ajos, una escopeta apoyada en un rincon y tres faisanes deplorables 
colgando de las patas. 

— No lo mires mucho o tendras pesadillas — recomendo Irene. 

Francisco brindo silenciosamente por la ausencia de Beatriz y del Novio de la 
Muerte, satisfecho de encontrarse a solas con Irene. 

— Y ahora, amiga, cuentame por que estas triste. 

— Porque hasta ahora he vivido sonando y temo despertar. 

Irene Beltran fue una nina consentida, unica hija de padres adinerados, protegida 
del roce con el mundo y hasta de las inquietudes de su propio corazon. Halagos, 
mimos, caricias, colegio ingles para senoritas, universidad catolica, mucho cuidado 
con las noticias de prensa y television, hay tanta maldad y violencia, es mejor tenerla 
al margen de esas cosas, ya sufrira mas tarde, es inevitable, pero dejemos que pase 
una infancia dichosa, duermete mi nina que tu mama esta velando. Perros de raza, 
jardines, caballo en el club, esqul en invierno y playa todo el verano, clases de danza 
para que aprenda a moverse con gracia porque camina a brincos y se desmorona 
como un contorsionista sobre los muebles; dejala en paz, Beatriz, no la atormentes. 
Es necesario, debemos formarla: radiografla de columna, limpieza de cutis, psicologo 
porque el martes sono con cienagas movedizas y desperto gritando. Es tu culpa, 
Eusebio, la malcrias con regalos de mantenida, perfumes franceses camisas de encaje, 
joyas inapropiadas para una chiquilla de su edad. La culpable eres tu, Beatriz, por ser 
tan frrvola y corta de entendimiento, Irene se viste con trapos para agredirte, ya lo 
dijo su analista. Tanto esmero para educarla, digo yo, y mira lo que nos resulta, una 
criatura estrafalaria que se burla de todo y abandona la pintura y la musica para 
dedicarse al periodismo, esa ocupacion no me gusta, es un oficio de tunantes, sin 
futuro y hasta peligroso. Bueno, mujer, pero al menos hemos conseguido que sea 
feliz; tiene la risa facil y el corazon generoso, con un poco de suerte vivira contenta 
hasta que se case y despues, cuando deba hacer frente a la tarea de vivir podra decir 


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al menos que sus padres le dieron muchos anos dichosos. Pero te fuiste, Eusebio, 
maldito seas, nos abandonaste antes que ella acabara de crecer y ahora estoy perdida, 
se me filtra la desgracia por todos los resquicios, gotea, me inunda, ya no puedo 
detenerla y cada dia es mas dificil preservar a Irene de todo mal, amen. ^Ves sus 
ojos? Siempre los tuvo errantes, por eso Rosa cree que no vivira mucho, parece estar 
despidiendose. Miralos, Eusebio, ya no son los de antes, se han llenado de sombras 
como si se asomaran a un pozo, ^donde estas, Eusebio? 

Irene midio el odio inmenso de sus padres antes que ellos mismos lo sospecharan. 
En las noches de su ninez permanecia despierta escuchando sus interminables 
reproches, con la mirada fija en la techumbre de su habitacion y una indescriptible 
ansiedad en los huesos. La desvelaba el murmullo interminable de su madre 
lloriqueando en largas confidencias por telefono con sus amigas. El sonido le llegaba 
deformado por las puertas cerradas y su propia angustia. No penetraba el sentido de 
las palabras, pero su imagination les daba significado. Sabia que hablaba de su padre. 
No dormia hasta sentir su automovil entrar al garaje y su Have en la cerradura, 
entonces se desvanecia su pesadumbre, respiraba satisfecha, cerraba los parpados y se 
sumergia en el sueno. Al entrar a su habitacion para darle el ultimo beso de la 
jornada, Eusebio Beltran encontraba a su hija dormida y se retiraba tranquilo 
creyendola feliz. Cuando la nina pudo descifrar los pequenos signos, supo que algun 
dia el acabaria por partir, como finalmente sucedio. 

Su padre era un transeunte de la vida, siempre de paso permanecia de pie 
balanceandose de quietud, su vista se perdia en la lejania, cambiaba de tema 
bruscamente en medio de la conversation, preguntaba y no oia las respuestas. Solo 
frente a ella adquiria contornos fijos. 

Irene era el unico ser que en verdad amaba y solo ella lo retuvo algunos anos. 
Estuvo a su lado en los momentos memorables de su sino de mujer, le compro el 
primer sosten, las medias nylon, los zapatos con tacon y le conto como se gestan las 
criaturas, sorprendente historia, pues Irene no podia imaginar a dos personas que se 
odiaban como sus padres haciendo aquello para traerla al mundo. 

Con el tiempo se dio cuenta de que ese hombre a quien adoraba podia ser despota 
y cruel. A su mujer la fustigaba sin tregua, senalandole la huella de cada arruga, el 
kilo de sobra en su cintura, ^has notado como te mira el chofer, Beatriz? 

Eres gusto de proletario, querida. Colocada entre ambos, Irene servia de arbitro en 
sus inacabables agresiones. ^Por que no hacen las paces y lo celebramos comiendo 
pasteles?, imploraba. Su corazon se inclinaba en favor del padre, porque la relation 
con su madre estaba tehida de rivalidades. Beatriz la observaba en sus formas 
femeninas y sacaba la cuenta regresiva de su propia edad. jQue no crezca, por Dios! 

La muchacha desperto temprano a los afanes de la vida. A los doce anos parecia 
menor, pero ya estaba sacudida por turbulencias interiores, ansias de aventura. Estas 


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emociones borrascosas perturbaban a menudo su sueno y afiebraban sus dias. Lectora 
avida e indiscriminada, a pesar del ojo avizor de su madre censurandola, echaba 
mano de cualquier libro a su alcance y los que no podia exhibir ante Beatriz, los leia a 
medianoche bajo las sabanas, alumbrandose con una linterna. Fue asi como obtuvo 
mas information de la usual en una criatura de su medio y suplia con fantasias 
romanticas, lo que la experiencia le negaba. 

Eusebio Beltran y su esposa estaban de viaje el dia en que el recien nacido cay 6 
del tragaluz. De eso hacia anos ya, pero tanto Rosa como Irene no lo olvidaron jamas. 
El chofer fue a buscar a la nina al colegio y la dejo en la puerta del jardin, porque el 
tenia otras obligaciones. Habia llovido todo el dia y a esa hora el cielo de invierno 
tenia color de plomo fundido y comenzaban a encenderse los faroles de la calle. Irene 
se sobresalto al ver su casa en penumbra, ninguna luz brillaba, todo estaba en 
silencio. Abrio con su Have y le extrano que Rosa no estuviera aguardandola como 
siempre hacia, ni atronara por la radio la novela de las seis. Dejo sus libros sobre la 
mesa de la entrada y avanzo por el pasillo sin prender las lamparas. Un vago y 
tenebroso presentimiento la impulsaba hacia delante. Se deslizo pegada a las paredes 
en puntillas, llamando a Rosa con toda la fuerza de su pensamiento. La sala estaba 
vacia, tambien el comedor y la cocina. Sin atreverse a continuar, se quedo de pie 
escuchando el ruido de tambor en su pecho, tentada de permanecer inmovil sin 
respirar siquiera, hasta el regreso del chofer. Trato de razonar diciendo que nada 
podia temer, tal vez su nana estuviera afuera o hubiera bajado al sotano. Como nunca 
antes se habia encontrado sola en la casa, el desconcierto le impedia pensar con 
claridad. A medida que transcurrian los minutos fue agachandose hasta encogerse por 
completo en un rincon. Al sentir frio en los pies se dio cuenta de que no estaba 
encendida la calef action y entonces anticipo algo grave, porque Rosa jamas 
descuidaba sus deberes. Decidida a averiguarlo, avanzo poco a poco hasta escuchar el 
primer gemido. Todas sus fibras se tensaron, desaparecio el miedo y la curiosidad 
guio sus pasos rumbo al sector de los empleados, donde tenia prohibition de poner 
los pies. 

Alii se encontraban las maquinas del agua caliente, los cuartos del lavado y 
planchado, la bodega de los licores y la despensa. Al final del corredor estaba la 
habitation de Rosa, de donde provenia un llanto sofocado. Hacia alia se encamino 
con los ojos muy abiertos y la ansiedad golpeando sus sienes. No vio luz en la ranura 
de la puerta y su fantasia visualizo escenas de horror. Las lecturas prohibidas 
acudieron a su mente con una carga de espanto y violencia: bandoleros dentro de la 
casa y Rosa botada sobre la cama con el cuello abierto en largo tajo; ratas carnivoras 
escapadas del sotano la estaban devorando; Rosa atada de pies y manos era ultrajada 
por un loco, tal como leyera en un folletin que le presto el chofer. Jamas imagino lo 
que encontro al entrar. 


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Irene movio el picaporte con cautela y empujo la hoja de la puerta lentamente. 
Introdujo la mano, palpo el muro en busca del interruptor y encendio la luz. Ante sus 
ojos encandilados por el subito resplandor, aparecio Rosa, su inmensa y amada Rosa, 
desplomada sobre una silla con los vestidos recogidos en la cintura y sus gruesas y 
morenas piernas enfundadas en medias de lana hasta las rodillas manchadas de 
sangre. Su cabeza estaba echada hacia atras y el rostro descompuesto de sufrimiento. 
En el suelo, entre sus pies, yacia una masa rojiza enrollada por una larga tripa azul 
retorcida. 

A1 verla, Rosa hizo ademan de bajarse la ropa para cubrir su vientre y trato en 
vano de incorporarse. 

— jRosa! ^Que te pasa? 

— jAndate nina! ; Sal de aqui! 

— ^Que es eso? — pregunto Irene senalando el suelo. 

La nina se aproximo a su nana, la rodeo con sus brazos, le limpio el sudor de la 
frente con su delantal del colegio y cubrio sus mejillas de besos. 

— iDe donde salio este bebe? — pregunto por fin. 

— Cayo de arriba, del tragaluz — replied Rosa mostrando una toma de aire en el 
techo — . Cayo de cabeza y murid, por eso esta lleno de sangre. 

Irene se inclino a observarlo y comprobo que no respiraba. 

No le parecio necesario explicar que algo sabia de eso y podia determinar con 
precision que se trataba de un feto de seis o siete meses, de aproximadamente un kilo 
y medio de peso, de sexo masculino, coloreado de azul debido a la falta de oxigeno, 
probablemente muerto antes de nacer. Lo unico que le sorprendio fue no haberse 
percatado antes del embarazo, pero lo atribuyo a la abundancia de las carnes de su 
nana, donde bien podia disimularse una hinchazon entre tantos rollos. 

— iQue haremos, Rosa? 

— jAy, nina! Nadie debe saberlo, ^Me juras que nunca lo diras? 

— Te lo juro. 

— Vamos a tirarlo a la basura. 

— Es una lastima acabar asi, Rosa. El pobre no tiene la culpa de haberse caido del 
tragaluz. ^Por que no lo enterramos? 

Asi lo hicieron. Apenas la mujer pudo ponerse de pie, lavarse y cambiarse de 
ropa, colocaron a la criatura dentro de una bolsa del mercado, que sellaron con tela 
adhesiva. Ocultaron la pequena urna de plastico hasta la noche y despues de 
asegurarse de que el chofer dormia, la llevaron hasta el jardin para darle sepultura. 
Cavaron un hueco profundo, colocaron al fondo el paquete con su triste contenido, lo 
cubrieron cuidadosamente, apisonaron la tierra y le rezaron una oracion. Dos dias 
despues Irene compro una mata de nomeolvides y la planto en el sitio donde dormia 
el recien nacido que cayo del tragaluz. 


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A partir de entonces se sintieron unidas por una entranable complicidad, un 
secreto que ninguna divulgo durante muchos anos, hasta series tan natural que 
empezo a asomar por casualidad en sus conversaciones. Nadie en la casa se preocupo 
de averiguar de que se trataba. Cada nuevo jardinero tenia el encargo de la nina de 
cuidar el nomeolvides y en las primaveras, cuando apareclan sus pequenas flores, las 
cortaba para hacer un ramo y dejarlo en el cuarto de su nana. 

Jugando con su primo Gustavo, Irene descubrio poco despues que los besos saben 
a fruta y que las mas torpes e inexpertas caricias puedan incendiar los sentidos. Se 
ocultaban para besarse, despertando el deseo dormido. Demoraron algunos veranos 
en alcanzar la maxima intimidad, por temor a las consecuencias y frenados por la 
rigidez del muchacho, a quien le hablan inculcado que hay dos clases de mujeres: las 
decentes para casarse y las otras para acostarse. Su prima pertenecla a las primeras. 
No sablan evitar un embarazo y solo mas tarde, cuando la ruda vida del cuartel 
instruyo al joven en los oficios de los hombres y su moral adquirio cierta flexibilidad, 
pudieron amarse sin miedo. Durante los anos siguientes maduraron juntos. El 
matrimonio seria solo una formalidad para quienes ya habian comprometido el 
futuro. 

A pesar de su novio y del prodigioso encuentro con el amor, para ella el centro del 
universo siguio siendo su padre. Conocia sus virtudes y sus grandes defectos. Lo 
sorprendio en innumerables traiciones y mentiras, lo vio cobarde y perdedor, noto 
cuando seguia con ojos de perro en celo a otras mujeres. No cultivaba ilusion 
respecto a el, pero lo amaba profundamente. 

Una tarde Irene leia en su habitacion cuando lo sintio cerca y antes de levantar la 
vista supo que era una despedida. Lo vio de pie en el umbral y tuvo la impresion de 
que era solo su fantasma, pues ya no estaba alii, se habia borrado, como siempre 
temio que sucediera. 

— Salgo un momento, hija — dijo Eusebio besandola en la frente. 

— Adios, papa — replied la muchacha segura de que no regresaria. 

Asi fue. Pasaron cuatro anos, pero mediante un sutil mecanismo de consuelo ella 
no lo dio por muerto, como los demas. 

Lo sabia vivo y eso le otorgaba cierta tranquilidad, porque tambien podia 
imaginarlo feliz en una nueva vida, sin embargo, los vientos de violencia que ahora 
sacudian su mundo la llenaban de dudas. Temia por el. 

Los dos amigos terminaron de cenar. Sus figuras se recortaban contra las paredes 
de la habitacion proyectando altas sombras que oscilaban movidas por la luz 
temblorosa de las velas. Hablaban casi en susurros para preservar la intimidad de ese 
momento. Irene conto a Lrancisco el triste negocio de la carniceria filantropica y el 
concluyo que ya nada de esa familia podia sorprenderlo. 

— Todo comenzo cuando mi padre conocio al enviado de Arabia — dijo. 


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El hombre tenia por mision de su gobierno comprar ganado ovejuno. Le 
presentaron a Eusebio Beltran en una recepcion de su embajada y al punto se hicieron 
amigos, porque ambos vivian fustigados por el mismo impetu hacia las mujeres 
hermosas y las fiestas placenteras. Despues del agape, el padre de Irene lo invito a 
continuar la parranda en casa de una dona, donde siguieron celebrando con champana 
y muchachas mercenarias hasta culminar en una bacanal estrepitosa que a otros con 
menos fortaleza habria despachado al infierno. Despertaron al dia siguiente con el 
estomago revuelto y el pensamiento confuso, pero despues de una ducha y una espesa 
sopa picante de almejas, empezaron a resucitar. Abstemio, como buen musulman, el 
arabe soporto mal la resaca del alcohol y durante horas hubo que darle compania y 
consuelo con remedios naturales, friegas de alcanfor y panos frios en la frente. Al 
atardecer eran hermanos, habian vaciado en confidencias el secreto de sus vidas. 
Entonces el extranjero sugirio a Eusebio que se hiciera cargo de la explotacion de los 
corderos, porque alii habia toneladas de dinero para quien supiera ganarlo. 

— Nunca vi una oveja en su estado natural, pero si se parecen a las vacas o a las 
gallinas, no tendre dificultad — rio Beltran. 

Ese fue el comienzo de un negocio que lo llevaria a la ruina y al olvido de si 
mismo, como vaticino su mujer mucho antes que tuviera elementos de juicio para 
suponerlo. Partio al extremo sur del continente, donde proliferan esos animales y 
procedio a instalar un matadero y un frigorifico, invirtiendo en el proyecto gran parte 
de su fortuna. Cuando todo estuvo a punto, del corazon de los paises arabes fue 
enviado un religioso musulman destinado a vigilar la faena, para que se realizara de 
acuerdo a las estrictas leyes del Coran. Debia rezar una oracion mirando a La Meca 
por cada oveja muerta y comprobar que fuese degollada de un solo tajo y desangrada 
en la forma higienica prescrita por Mahoma. Una vez santificados, limpios y 
congelados, los cadaveres eran expedidos por via aerea a su ultimo destino. En las 
primeras semanas el procedimiento se llevo a cabo con el rigor correspondiente, pero 
pronto el Iman perdio su entusiasmo inicial. Carecia de estimulos. Nadie a su 
alrededor comprendia la importancia de sus funciones, nadie siquiera hablaba su 
lengua o habia leido el Libro Santo. En cambio, estaba rodeado de rufianes 
extranjeros que mientras el salmodiaba en arabe, se reian en sus barbas y hacian 
gestos obscenos en interminable candonga. Debilitado por el clima austral, la 
nostalgia y la incomprension cultural, no tardo en quebrantarse. Eusebio Beltran, 
siempre practico, le sugirio que para no detener el trabajo grabara sus oraciones en un 
aparato a pilas. A partir de ese momento el deterioro de Iman fue a ojos vista. Su 
malestar tomo proporciones alarmantes, dejo de asistir al matadero, lo vencio el ocio, 
el juego, el sueno y el vicio del licor, todo ello prohibido por su religion, pero nadie 
es perfecto, como decia su patron para consolarlo cuando lo encontraba lamentando 
su humana miseria. 


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Las ovejas partian tiesas y frias como piedras lunares, si que nadie supiera que no 
perdian sus impurezas por la yugular y que el grabador entonaba boleros y rancheras 
en vez de la obligadas oraciones musulmanas. El asunto no habria tenido mayores 
consecuencias, si el gobierno arabe no envia, sin previo aviso, un comisionado para 
controlar al socio sudamericano. El mismo dia que este visito el lugar de los hechos y 
comprobo la forma como eran burlados los preceptos del Coran se puso termino al 
flamante negocio de los corderos y Eusebio Beltran se encontro con un mistico 
mahometano en plena crisis de arrepentimiento, pero sin ningun deseo de regresar a 
su patria por el momento, y con un cerro de ovejas congeladas sin mercado para la 
venta porque su carne no era apreciada en el pais. Fue entonces cuando funciono 
aquel aspecto esplendido de su personalidad. Se traslado con la mercaderia a la 
capital y recorrio los barrios pobres en un camion regalandola a la gente mas 
necesitada. Estaba seguro de que su iniciativa seria imitada por otros mayoristas que 
tocados en su generosidad, donarian tambien parte de sus productos a los desvalidos. 
Llego a sonar con una cadena solidaria formada por panaderos, verduleros, 
propietarios de pescaderias y abastos, empresarios de pastas, arroz y caramelos, 
importadores de te, cafe y chocolate, fabricantes de conservas, licores y quesos, en 
una palabra, cuanto industrial y comerciante existiera cederia parte de sus ganancias 
para mitigar el hambre evidente de los marginados, las viudas, los huerfanos, los 
cesantes y otros desventurados. Pero nada de eso sucedio. Los carniceros calificaron 
el gesto de payasada y los demas simplemente lo ignoraron. Como a pesar de todo 
continuo su cruzada con entusiasmo, fue amenazado de muerte por arruinarles el 
negocio y su prestigio de honrados mercaderes. Lo tildaron de comunista, lo cual 
acentuo el descalabro nervioso de Beatriz Alcantara, quien tuvo suficiente fortaleza 
para soportar las extravagancias de su marido, pero no para resistir el impacto de esa 
peligrosa acusacion. Eusebio Beltran repartia personalmente piernas y espaldillas de 
carnero en un vehiculo con grandes avisos impresos en los costados y un altoparlante 
anunciando su iniciativa. Pronto se vio asediado por la policia y por matones a 
contrata. Los empresarios de la competencia estaban decididos a acabar con el. Fue 
acosado por advertencias de burla y de muerte y a su mujer le enviaron anonimos de 
increible vileza. Cuando el transporte de la Carniceria Filantropica aparecio en la 
television y la cola de miserables se convirtio en una muchedumbre imposible de 
controlar por los guardianes del orden publico, Beatriz Alcantara perdio su ultima 
brizna de paciencia y le lanzo todo lo acumulado en una vida de rencores. Eusebio se 
fue para no volver. 

— Nunca me preocupe por mi padre, Francisco. Estaba segura de que habia huido 
de mi madre, de sus acreedores y de las malditas ovejas que empezaron a podrirse sin 
encontrar destino, pero ahora dudo de todo — dijo Irene. 

Sentia miedo por las noches, cuando en suenos se le aparecian los cuerpos lividos 


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de la Morgue, Javier Leal colgando como un fruto grotesco en la acacia del parque 
infantil, las filas interminables de mujeres preguntando por sus desaparecidos, 
Evangelina Ranquileo en camisa de dormir y descalza llamando desde las sombras y 
entre tantos fantasmas ajenos vela tambien a su padre sumergido en pantanos de odio. 

— Tal vez no huyo, sino que lo mataron o esta preso, como cree mi madre — 
suspiro Irene. 

— No hay razon para que un hombre de su position sea vlctima de la policla. 

— La razon nada tiene que ver con mis pesadillas ni con el mundo en que 
vivimos. 

En eso estaban cuando entro Rosa anunciando que una mujer preguntaba por 
Irene. Su nombre era Digna Ranquileo. 

Digna llevaba el peso del tiempo en la espalda y sus ojos se habian aclarado de 
tanto mirar el camino y esperar. Se excuso por presentarse a hora tan tardia y explico 
que actuaba impulsada por la desesperacion, pues no sabia a quien acudir. Como no 
podia dejar solos a sus ninos, le era imposible viajar durante el dia, pero esa noche 
Mamita Encarnacion ofrecio acompanarlos. La buena voluntad de la comadrona le 
permitio tomar el autobus a la capital. Irene le dio la bienvenida, la condujo a la sala 
y le ofrecio algo de cenar, pero ella solo acepto una taza de te. Se sento al borde de la 
silla con los parpados bajos, estrujando contra su regazo un bolso negro muy gastado. 
Usaba un chal sobre los hombros y su angosta falda de lana apenas cubria las medias 
enrolladas a la altura de las rodillas. Eran evidentes sus esfuerzos por veneer la 
timidez. 

— ^Ha sabido de Evangelina, senora? 

La madre nego con la cabeza y despues de una larga pausa dijo que la daba por 
perdida, todo el mundo sabia que buscar a los desaparecidos era tarea de nunca 
acabar. No venia por ella, sino por Pradelio, el hijo mayor. Bajo la voz a un susurro 
casi inaudible. 

— Esta escondido — confeso. 

Se habia fugado de la Tenencia. Debido al estado de guerra la desertion podia 
pagarse con la vida. En otros tiempos para abandonar la policia solo se requeria de 
algun tramite burocratico, pero ahora los guardias formaban parte de las Fuerzas 
Armadas y tenian el mismo compromiso de los soldados en el campo de batalla. La 
situation de Pradelio Ranquileo era peligrosa, si le daban caza lo pasaria mal, asi lo 
entendio su madre al verlo como animal acosado. Hipolito, su marido, era quien 
tomaba las decisiones importantes en la familia, pero se habia enganchado en el 
primer circo que levanto su carpa en la region. Le basto escuchar el llamado del 
bombo anunciando el espectaculo, para rescatar la maleta con los enseres de su 
profesion, incorporarse a la farandula y partir en giras por pueblos y aldeas donde era 
dificil ubicarlo. Digna tampoco se atrevio a hablar de su problema con otras personas. 


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Estuvo unos dias debatiendose en la incertidumbre, hasta que recordo su 
conversation con Irene Beltran y el interes de la periodista por el infortunio que 
abatla el hogar de los Ranquileo. 

Penso en ella como en el unico ser a quien podia acudir. 

— Tengo que sacar al Pradelio del pals — murmuro. 

— ^Por que deserto? 

La madre no lo sabla. Una noche lo vio llegar palido, desencajado, con el 
uniforme en piltrafas y la mirada de un loco. 

Se nego a hablar. Venla muy hambriento y durante largo rato estuvo comiendo 
con voracidad, llenandose la boca con cuanto encontro en la cocina: cebollas crudas, 
trozos enormes de pan, carne seca, fruta y te. Cuando se sintio satisfecho apoyo los 
brazos sobre la mesa, oculto entre ellos la cabeza y, extenuado, se durmio como una 
criatura. Digna vigilo su sueno. Por mas de una hora permanecio a su lado 
observandolo para adivinar el largo trayecto que lo condujo a ese punto de 
agotamiento y miedo. Al despertar, Pradelio no quiso ver a sus hermanos para evitar 
que en un descuido pudieran delatarlo. Su intention era huir hacia la cordillera donde 
ni los buitres dieran con el. Esa visita tenia como unico proposito despedirse de su 
madre y decirle que no volverian a verse, porque tenia una mision y pensaba llevarla 
a cabo aunque le costara la vida. 

Despues aprovecharia el verano para atravesar la frontera por un paso de 
montana. Digna Ranquileo no hizo preguntas, pues conocia a su hijo: no compartiria 
su secreto con ella ni con nadie. Se limito a recordarle que intentar el cruce sin guia 
por esos cerros infinitos aun con buen clima era una locura, porque muchos se 
pierden en los vericuetos hasta ser sorprendidos por la muerte. Despues los cubre la 
nieve y desaparecen hasta el verano siguiente, cuando algun viajero tropieza con sus 
restos. Le sugirio aguardar escondido hasta que se cansaran de buscarlo o marchar al 
Sur, donde seria mas facil escapar por las montanas bajas. 

— Dejeme en paz, madre. Hare lo que tengo que hacer y de spues me escapo como 
pueda — la interrumpio Pradelio. 

Partio a la montana guiado por Jacinto, su hermano menor quien conocia esos 
cerros como nadie. En la cima se escondio alimentandose de lagartijas, roedores, 
raices y las pocas viandas que de vez en cuando le llevaba el nino. Digna se resigno a 
verlo cumplir su destino, pero cuando el Teniente Ramirez recorrio la region casa por 
casa buscandolo, amenazando a quienes lo encubrieran y ofreciendo recompensa por 
su captura, y cuando el Sargento Faustino Rivera aparecio una noche calladamente en 
su hogar, vestido de civil, para advertirle entre susurros que si conocia el paradero del 
fugitivo le indicara que peinarian los cerros con rastrillo hasta dar con su paradero, la 
madre decidio no esperar mas. 

— El Sargento Rivera es casi de la familia, por eso tenia la obligation de pasarme 


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el aviso — aclaro Digna. 

Para una campesina cuya existencia transcurrio siempre en el sitio donde habla 
nacido y solo conoda los pueblos mas proximos, la idea de que un hijo suyo fuera a 
dar a otro pals le resultaba tan irrealizable como esconderlo en el fondo del mar. No 
podia imaginar el tamano del mundo mas alia de los confines de los montes 
delineados en el horizonte, pero sospechaba que la tierra se extendia hacia regiones 
donde se hablaban otras lenguas, vivian gentes de diversas razas en climas 
sorprendentes. Alb era facil perder el rumbo recto y ser tragado por la mala suerte, 
pero irse era mejor que morir. Habia oido de los exilados, tema frecuente en los 
ultimos anos y esperaba que Irene pudiera asilar a Pradelio. La joven trato de 
explicarle las insuperables dificultades de esta idea. Estaba descartada la audacia de 
burlar a la guardia armada, saltar una reja y meterse a mansalva en una embajada, y 
ningun diplomatico daria proteccion a un desertor de las Fuerzas Armadas, huyendo 
por oscuras razones. La unica solution consistia en ponerse en contacto con los 
hombres del Cardenal. 

— Puedo recurrir a mi hermano Jose — ofrecio por ultimo Francisco, poco 
dispuesto a arriesgar su organization introduciendo a un militar en el secreto, aunque 
fuera un pobre guardia perseguido por sus propios companeros — . La Iglesia tiene 
misteriosos caminos de salvation, pero exigire saber la verdad, senora. Necesito 
hablar con su hijo. 

Digna le explico que estaba sumido en un hoyo de la cordillera, a una altura 
donde costaba respirar y para llegar a el habia que trepar por un despenadero de 
cabras buscando pie entre piedras y arbustos. No era una excursion facil, el camino 
seria largo y duro para alguien no acostumbrado a escalar. 

— Lo intentare — dijo Francisco. 

— Si tu vas, tambien ire yo — decidio Irene. 

Esa noche la mujer se acosto timidamente en la cama que Irene improviso para 
ella y gasto las horas mirando el cielo raso con ojos aturdidos. A1 dia siguiente 
partieron los tres a Los Riscos en el automovil de Beatriz, despues que la muchacha 
sustrajo de la despensa una bolsa de provisiones para Pradelio. Francisco insinuo que 
seria dificil trepar la montana cargando ese tremendo bulto, pero ella lo miro burlona 
y el no insistio. 

Por el camino la madre les conto cuanto sabia de la suerte nefasta de Evangelina, 
desde el instante en que el Teniente y el Sargento la condujeron al jeep la misma 
noche del domingo inolvidable. Los gritos de la muchacha se dispersaron por el 
campo advirtiendo a las sombras hasta que un bofeton le cerro la boca y detuvo su 
pataleo. En la Tenencia el cabo de guardia los vio llegar y no se atrevio a hacer 
preguntas sobre la prisionera, limitandose a mirar para otro lado. En el ultimo 
instante, cuando de un manotazo el Teniente Ramirez la elevo en el aire y la llevo en 


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vilo hasta su oficina, el Sargento sintio lastima y se atrevio a pedirle que tuviera 
consideration con ella, porque estaba enferma y era la hermana de un hombre de la 
dotacion, pero su superior no le dio tiempo de continuar y cerro la puerta, atrapando 
la punta de la enagua blanca de la nina, que quedo all! prendida como una paloma 
herida. Un llanto se escucho por un rato y despues hubo silencio. 

Esa fue una interminable noche para el Sargento Faustino Rivera. No se acosto 
porque sentla el corazon agobiado. Se entretuvo conversando con el cabo de guardia, 
dio unas vueltas para asegurarse de que todo estaba en orden y luego fue a sentarse 
bajo el alero de las caballerizas a fumar sus asperos cigarrillos negros, percibiendo la 
brisa tibia de la estacion, el olor lejano de los espinos en flor y el otro dominante del 
estiercol fresco de los caballos. Era una noche estrellada y clara, arropada por un 
silencio amplio. Sin saber con certeza lo que aguardaba, permanecio alii varias horas 
hasta ver aparecer los primeros signos del alba, perceptibles para los nacidos en 
contacto con la Naturaleza y acostumbrados a madrugar. Exactamente a las cuatro y 
tres minutos, como dijo a Digna Ranquileo y repitio mas tarde sin que las amenazas 
pudieran cerrarle la boca, vio salir al Teniente Juan de Dios Ramirez con una carga en 
los brazos. A pesar de la distancia y la penumbra no dudo de que se trataba de 
Evangelina. Tambaleaba un poco el oficial, pero no de borracho, puesto que nunca 
bebia en horas de servicio. El pelo de la joven colgaba casi hasta el suelo y al pasar 
por el sendero de gravilla que conducia al estacionamiento, las puntas arrastraron los 
guijarros. Desde su lugar Rivera oyo la respiracion agitada del oficial y adivino que 
no era a causa del esfuerzo, porque el delgado cuerpo de la prisionera pesaba poco 
para el, grande, musculoso, de la prisionera pesaba poco para el, grande, musculoso, 
habituado al ejercicio. Respiraba como un fuelle porque estaba nervioso. Lo vio dejar 
a la nina sobre la plataforma de cemento usada para descargar los bultos y 
provisiones. Las luces de seguridad giraban toda la noche en lo alto de la torre en 
prevision de posibles ataques, iluminando al pasar el rostro infantil de Evangelina. 
Tenia los ojos cerrados, pero tal vez vivia, porque al Sargento le parecio que se 
quejaba. 

El Teniente se dirigio a la camioneta blanca, subio al asiento del chofer y puso el 
motor en marcha, retrocediendo con lentitud hacia el sitio donde dejara a la 
muchacha. Bajo, la levanto en sus brazos y la acomodo en la parte posterior del 
vehiculo, justo cuando el aletazo del reflector barria la escena. 

Antes de que el oficial la tapara con una Iona, Faustino Rivera observo a 
Evangelina echada de lado, con la cara cubierta por sus cabellos y los pies desnudos 
asomados entre los flecos del poncho. Su superior troto hacia el edificio, desaparecio 
tras la puerta de la cocina y un minuto mas tarde regreso con una pala y un chuzo que 
coloco junto a la joven. Luego subio a la camioneta y enfilo hacia la salida. El 
guardia del porton reconocio a su jefe, lo saludo con rigidez y abrio las pesadas 


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puertas. El vehiculo se alejo por la carretera en direction al Norte. 

El Sargento Faustino Rivera espero consultando su reloj entre dos cigarrillos, 
acuclillado en la sombra de la caballeriza. A ratos se movla para desentumecer las 
piernas y en un momenta, vencido por el sueno, cabeceo apoyado contra la pared. 
Desde all! podia ver la caseta del guardia, donde el cabo Ignacio Bravo espantaba el 
aburrimiento masturbandose, sin sospechar su presencia cercana. Al amanecer bajo la 
temperatura y el frio despabilo su somnolencia. Eran las seis y el horizonte ya estaba 
tenido por la aurora, cuando regreso la camioneta. 

El Sargento Faustino Rivera escribio cuanto habia presenciado en la mugrosa 
libreta que siempre llevaba consigo. Tenia la mania de anotar los hechos importantes 
y los triviales, sin imaginar que eso le costaria la vida pocas semanas mas tarde. 

Observo desde su escondite al oficial que descendia del vehiculo acomodandose 
las correas y la cartuchera del arma y se dirigia al edificio. El Sargento se aproximo a 
la camioneta, palpo las herramientas y comprobo que habia tierra fresca adherida en 
los cantos. No supo el significado de aquello ni cuales fueron las actividades del 
oficial durante su ausencia, asi se lo dijo claramente a Digna Ranquileo, pero 
cualquiera podia adivinar. 

El automovil conducido por Francisco Leal se detuvo en la propiedad de los 
Ranquileo. Salieron todos los ninos a saludar a su madre y a los visitantes, porque ese 
dla ninguno asistio a la escuela. Detras de ellos surgio Mamita Encarnacion con su 
pecho de paloma, su mono oscuro atravesado con horquillas y las cortas piernas 
jaspeadas de varices, una vieja formidable que habia atravesado impavida los 
desastres de la vida. 

— Entren y descansen, les servire te — dijo. 

Jacinto los condujo donde Pradelio. Era el unico que conocla el escondite de su 
hermano y habia comprendido la necesidad de guardar ese secreto a costa de su 
propia vida. Ensillaron el par de caballos de los Ranquileo, el nino e Irene monta ron 
una yegua y Francisco otra bestia dura de hocico y bastante nerviosa. Hacla mucho 
tiempo que no subla a un caballo y se sentia inseguro. Podia cabalgar sin estilo, pero 
con firmeza, gracias a que en su infancia iba al fundo de un amigo donde se 
familiarizo con la equitation. Irene, en cambio, resulto experta amazona, porque en la 
epoca de la bonanza economica de sus padres tuvo su propia jaca. 

Partieron en direction a la cordillera, subiendo por un sendero adusto y solitario. 
Nadie pasaba por alii en tiempos normales y la maleza casi lo habia borrado. A poco 
andar Jacinto les indico que no podrian seguir con los animales, deberian subir entre 
las piedras buscando las salientes del cerro para afirmarse. Ataron las bestias a unos 
arboles y comenzaron la ascension a pie, ayudandose unos a otros por las escarpadas 
laderas. La mochila con las latas de conserva pesaba como un canon en los hombros 
de Francisco. Estuvo a punto de exigir a Irene que la cargara unos metros en vista de 


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su porfia en traerla, pero tuvo lastima al verla acezando como moribunda. 

Tenia las palmas de las manos heridas por las rocas y el pantalon roto en una 
rodilla, transpiraba y a cada instante preguntaba cuanto faltaba para llegar. El nino 
siempre respondia lo mismo: ahi no mas, a la vuelta de la loma. Y asi continuaron por 
mucho tiempo bajo un sol despiadado, cansados y sedientos, hasta que Irene se 
declare incapaz de dar un solo paso mas. 

— La subida no es nada. Espere que le toque bajar — observo Jacinto. 

Miraron hacia abajo y ella lanzo un grito. Habian trepado como chivos por una 
quebrada cortada a pique, sujetandose de cualquier matorral que brotara entre las 
irregularidades del terreno. Muy lejos se adivinaban las manchas oscuras de los 
arboles donde dejaron las cabalgaduras. 

— Jamas podre bajar de aqui. Tengo vertigo... — murmuro Irene inclinandose 
seducida por el precipicio que se extendia a sus pies. 

— Si pudiste subir, tambien puedes bajar — la sujeto Francisco. 

— Animo, senorita, es ahi no mas, a la vuelta de la loma — anadio el nino. 

Irene se vio a si misma balanceandose en lo alto de un cerro, gimiendo de pavor, 
y entonces triunfo su capacidad para burlarse de todo. Hizo acopio de fuerzas, tomo a 
su amigo de la mano y anuncio que estaba dispuesta a seguir. Pensando en recogerla 
mas tarde, dejaron la bolsa con las provisiones y Francisco, libre de un peso que le 
agarrotaba los musculos, pudo ayudar a Irene. Veinte minutos despues llegaron a un 
recodo del cerro de donde surgieron de pronto las sombras de unos altos matorrales y 
el alivio de un misero hilo de agua descendiendo entre las piedras. Comprendieron 
que Pradelio escogio ese refugio a causa del manantial, sin el cual seria imposible 
sobrevivir en esos aridos montes. Se inclinaron en la vertiente para mojarse la cara, el 
pelo, la ropa. Al levantar la vista, Francisco vio primero las botas rotas, luego los 
pantalones de pano verde y en seguida el torso desnudo enrojecido por el sol. Por 
ultimo enfrento el rostro moreno de Pradelio del Carmen Ranquileo que los apuntaba 
con su arma de servicio. Le habia crecido la barba y, como algas planetarias se le 
erizaba el cabello apelmazado por el polvo y el sudor. 

— Los mando mi mama. Vienen a ayudarte — dijo Jacinto. 

Ranquileo bajo el revolver y ayudo a Irene a ponerse de pie. Los condujo a una 
cueva sombreada y fresca, cuya entrada se disimulaba con arbustos y rocas. Alii se 
tiraron de bruces al suelo, mientras el nino conducia a su hermano en busca de la 
mochila rezagada. A pesar de sus cortos anos y su escualida figura, Jacinto se veia tan 
animado como al empezar la excursion. Durante largo rato Irene y Francisco 
quedaron solos. Ella se durmio al instante. Tenia el cabello humedo y la piel 
quemada. Un insecto se poso en su cuello y avanzo hasta su mejilla, pero no lo sintio. 
Francisco movio la mano para espantarlo y rozo su cara, suave y caliente como una 
fruta de verano. Admire la armonia de sus rasgos, los reflejos de su pelo, el abandono 


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de su cuerpo en el sueno. Deseo tocarla, inclinarse para sentir su aliento, acunarla en 
sus brazos y protegerla de los presentimientos que lo atormentaban desde el inicio de 
esa aventura, pero tambien lo vencio la fatiga y se durmio. No oyo llegar a los 
hermanos Ranquileo y cuando le tocaron el hombro desperto sobresaltado. 

Pradelio era un gigante. Llamaba la atencion su enorme esqueleto inexplicable en 
una familia de gente mas bien pequena como la suya. Sentado en la cueva, abriendo 
reverente la mochila para extraer sus tesoros, acariciando un paquete de cigarrillos 
para anticipar el placer del tabaco, se vela como una criatura desproporcionada. 
Habla adelgazado mucho, tenia las mejillas hundidas y profundas ojeras enmarcaban 
sus ojos dandole un aspecto de vejez prematura. La piel estaba curtida por el sol de la 
montana, los labios agrietados y los hombros heridos con peladuras y ampollas. 
Encorvado en esa pequena boveda abierta en la roca viva, parecla un bucanero 
extraviado. Con gran precaucion, usaba sus manos, dos zarpas de unas roldas y 
sucias, como si temiera destrozar lo que tocaba. Incdmodo en su envoltura, parecla 
haber crecido de pronto, sin tiempo para habituarse a sus propias dimensiones, 
incapaz de calcular el largo y el peso de sus extremidades, chocaba contra el mundo 
en permanente busqueda de una postura adecuada. Vivio en esa estrecha guarida 
durante muchos dias, alimentandose de liebres y ratones que cazaba a pedradas. La 
unica visita era Jacinto, enlace entre su solitario confinamiento y la region de los 
vivos. Ocupaba las horas en la caza, sin emplear el arma porque debia reservarla para 
las emergencias. Fabrico una honda y el hambre le afino la punteria para matar 
pajaros y roedores a la distancia. Un tufillo agrio en un rincon de la caverna mostraba 
el sitio donde amontonaba las plumas y los pellejos secos de sus victimas, para no 
dejar rastros en el exterior. Para enganar el aburrimiento disponia de algunas novelas 
de vaqueros enviadas por su madre, que hacla durar lo mas posible pues constitulan la 
unica diversion en sus lentos dias. Se sentia como el sobreviviente de algun 
cataclismo, tan solo y desesperado que a ratos anoraba los trabajos del cuartel. 

— No debio desertar — dijo Irene sacudiendose la modorra que se le habia metido 
en el alma. 

— Si me agarran me fusilan. Tengo que asilarme, senorita. 

— Entreguese y no lo fusilaran. . . 

— Estoy jodido de todos modos. 

Francisco le explico las dificultades de obtener asilo en su caso. A1 cabo de tantos 
anos de dictadura ya nadie salia del pais por esa via. Le sugirio ocultarse por un 
tiempo, mientras el trataba de obtener documentos falsos para enviarlo a otra 
provincia donde pudiera empezar una nueva vida. Irene creyo haber escuchado mal, 
porque no podia imaginar a su amigo traficando con papeles de mentira. Pradelio 
abrio los brazos en un gesto sin esperanza y comprendieron que con esa estatura de 
cipres y esa cara de transfugo era imposible que pasara inadvertido a los ojos de la 


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poliria. 

— Diganos por que deserto — insistio Irene. 

— Por Evangelina, mi hermana. 

Y entonces, poco a poco, buscando las palabras en el agua quieta de su silencio 
habitual, interrumpiendose con largas pausas, fue desenrollando su historia. Lo que el 
gigante no dijo, Irene se lo pregunto mirandolo a los ojos y lo que callo pudieron 
adivinarlo por su rubor, por el brillo de sus lagrimas y por el temblor de sus grandes 
manos. 

Cuando empezaron a circular los rumores sobre Evangelina y el extrano mal que 
atraia a los curiosos y hacia trizas su buen nombre, colocandola en la misma categoria 
de los locos del hospicio, Pradelio Ranquileo perdio el sueno. De todos los miembros 
de su familia ella fue desde el principio la mas querida y ese sentimiento credo con el 
tiempo. Nada conmovia tanto su corazon como ensenar los primeros pasos a esa 
criatura delgada, pequena, con el pelo rubio, tan diferente a los Ranquileo. Cuando 
nacio, el era un muchacho de cortos anos, demasiado alto y fornido para su edad, 
acostumbrado a las labores de un adulto y a asumir las responsabilidades del padre 
ausente. No conocia el relajo ni la ternura. Digna pasaba la vida embarazada o 
amamantando al ultimo recien nacido lo cual no le impedia trabajar la tierra y hacer 
las labores del hogar, pero necesitaba alguien en quien apoyarse. Confiaba en su hijo 
mayor y le otorgaba autoridad frente a los demas ninos. En muchos aspectos Pradelio 
actuaba como dueno de casa. Siendo aun muy joven cumplia ese papel y ni siquiera 
cuando regresaba el padre dejaba de ejercerlo del todo. Una vez se atrevio a 
enfrentarlo durante una borrachera para impedir que se propasara con Digna y eso 
acabo de hacerlo hombre. El joven estaba dormido y desperto al escuchar un llanto 
tenue, salto de la cama y se asomo tras la cortina que separaba el rincon donde 
dormian sus padres. Vio a Hipolito con la mano en alto y a su madre encogida como 
un ovillo en el suelo, tapandose la boca para no despertar a los ninos con sus 
gemidos. Habia presenciado escenas similares algunas veces y en el fondo 
consideraba a los hombres con facultad para castigar a la mujer y a los hijos, pero en 
esa ocasion no pudo resistirlo y un velo de ira lo enceguecio. Sin pensarlo se 
abalanzo sobre su padre golpeandolo e insultandolo hasta que Digna le suplico que se 
detuviera, porque la mano levantada contra sus propios padres se convierte en piedra. 
Al dia siguiente amanecio Hipolito con el cuerpo sembrado de moretones. 

Su hijo estaba adolorido por el esfuerzo, pero ninguna de sus extremidades se 
habia petrificado, como aseguraba la tradicion popular. Fue la ultima vez que 
Hipolito uso la violencia con su familia. 

Pradelio del Carmen Ranquileo siempre tuvo presente que Evangelina no era su 
hermana. Todos la trataban como si lo fuera, pero el la vio con ojos diferentes desde 
pequena. Con el pretexto de ayudar a su madre la banaba, la mecia, le daba de comer. 


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La nina lo adoraba, aprovechando cualquier ocasion para colgarse de su cuello, 
introducirse en su cama, acurrucarse en sus brazos. Como un perro faldero lo seguia a 
todas partes, lo acosaba con sus preguntas, queria olr sus cuentos y solo se dormla 
mecida por sus canciones. Para Pradelio los juegos con Evangelina estaban cargados 
de ansiedad. Resistio multiples palizas por manosearla, pagando as! la culpa. 

Culpa por los suenos humedos donde ella lo llamaba con gestos obscenos, culpa 
por observarla escondido cuando se agachaba a orinar entre las matas, culpa por 
seguirla a la acequia a la hora del bano, culpa por inventar juegos prohibidos en los 
que se escondlan lejos de los demas acariciandose hasta la fatiga. Mediante ese 
instinto de seduccion de todas las mujeres, la nina aceptaba el secreto compartido con 
su hermano mayor y tambien actuaba con sigilo. Empleaba una mezcla de inocencia e 
impudicia, de coqueteria y recato, para enloquecerlo, para mantener sus sentidos en 
carne viva y conservarlo prisionero. La represion y vigilancia de los padres no 
hicieron sino alimentar la calentura que abrasaba la sangre de Pradelio adolescente. 
Eso lo indujo a buscar prostitutas demasiado pronto, porque no encontraba consuelo 
en los solitarios placeres de los muchachos. Evangelina aun jugaba con munecas 
cuando el ya sonaba con poseerla, calculando que el Impetu de su masculinidad podia 
atravesarla como una espada. La sentaba en sus piernas para ayudarla con sus tareas 
de la escuela y mientras buscaba la respuesta a los problemas del cuaderno, sentla sus 
huesos derretidos y algo caliente y viscoso ardiendo en sus venas; las fuerzas lo 
abandonaban, perdla el entendimiento y hasta la vida se le iba a causa de ese olor a 
humo de su pelo y de lejla de su ropa, del sudor de su cuello, del peso de su cuerpo 
encima del suyo; crela no poder resistirlos sin aullar como perro en celo, sin saltarle 
encima para devorarla, sin correr a los alamos y colgarse del cuello en una rama para 
pagar con la muerte el crimen de amar a su hermana con esa pasion de infierno. La 
nina lo presentia y se agitaba sobre sus rodillas presionando, restregando, frotando, 
hasta sentirlo gemir ahogado, apretar los nudillos contra el borde de la mesa, ponerse 
rigido y un picante y dulce aroma los envolvia a ambos. Esos juegos continuaron 
durante toda su infancia. 

Pradelio Ranquileo salio de su casa a los dieciocho ano para hacer el servicio 
militar y no regreso. 

— Me fui para no mancharme las manos con mi hermana — confeso a Irene y 
Francisco en la cueva de la montana. 

A1 terminar el servicio se enrolo de inmediato en la policia. Evangelina quedo 
frustrada, perdida, sin comprender la causa de ese abandono, abrumada por 
inquietudes que no sabia nombrar y que estuvieron en su corazon mucho antes del 
despertar de sus glandulas. Fue asi como Pradelio huyo de su destino de agricultor 
pobre, de una nina que empezaba a hacerse mujer y de los recuerdos de una infancia 
afligida por el incesto. En los anos siguientes su cuerpo alcanzo dimensiones 


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definitivas y su alma encontro cierta paz. Los cambios politicos acabaron de hacerlo 
madurar y mitigaron la tentacion de Evangelina, porque de un dia para otro dejo de 
ser un insignificante guardia rural y asumio el poder. Vio temor en los ojos ajenos y 
eso le gusto. Se sintio importante, fuerte, autoritario. La noche anterior al Golpe 
Militar le informaron que el enemigo tenia intencion de eliminar a los soldados para 
instaurar una tirania sovietica. Sin duda eran adversarios peligrosos y habiles, porque 
hasta ese dia nadie se habia dado cuenta de esos planes sangrientos, excepto los 
Comandantes de las Fuerzas Armadas, siempre vigilantes de los intereses nacionales. 
Si ellos no se adelantan, el pais estaria hundido en una guerra civil o habria sido 
ocupado por los rusos, le explico el Teniente Juan de Dios Ramirez. La accion 
oportuna y valiente de cada soldado, Ranquileo entre ellos, salvo al pueblo de un 
destino fatal. Por eso me siento orgulloso de llevar el uniforme, aunque algunas cosas 
no me gustan, cumplo las ordenes sin hacer preguntas, porque si cada soldado 
empieza a discutir las decisiones de los superiores, todo se vuelve un despelote y la 
patria se va al carajo. Me toco detener a mucha gente, no lo puedo negar, incluso 
conocidos y amigos como los Flores. Mala cosa los Flores metidos en el Sindicato 
Agricola. 

Parecian buenas personas y nadie hubiera imaginado que pensaban asaltar el 
cuartel, una idea absurda, ^como se les ocurrio esa locura a Antonio Flores y sus 
hijos? Eran gente inteligente y con instruction. Por suerte a mi Teniente Ramirez le 
avisaron los patrones de los fundos vecinos y pudo actuar a tiempo. Fue muy duro 
para mi detener a los Flores. Todavia me acuerdo de los gritos de la Evangelina 
cambiada cuando nos llevamos a los hombres de su familia. Me dolio porque es mi 
verdadera hermana, tan Ranquileo como yo. Si, hubo muchos prisioneros en esa 
epoca. Hice hablar a varios metiendolos en las caballerizas amarrados de pies y 
manos y golpeandolos sin compasion, fusilamos tambien y otras cosas que no puedo 
decir porque son secretos militares. El Teniente tenia confianza en mi, me trataba 
como a un hijo; yo lo respetaba y admiraba, era un buen jefe y me encargaba 
misiones especiales donde no sirven los debiles ni los bocones como el Sargento 
Faustino Rivera, que a la primera cerveza pierde la cabeza y empieza a hablar como 
una vieja. Me lo dijo muchas veces mi Teniente: Ranquileo, llegaras muy lejos 
porque eres tan callado como una tumba. Y valiente tambien. Callado y valiente, las 
mejores virtudes de un soldado. 

En el ejercicio de la autoridad Pradelio perdio el terror de sus propios pecados y 
pudo eludir el fantasma de Evangelina, excepto durante las visitas a su casa. Entonces 
volvia la muchacha a agitar su sangre con caricias de nina boba, pero ya no parecia 
una criatura, tenia la actitud inequivoca de una mujer. El dia en que la vio arqueada 
hacia atras, convulsionada, gimiendo en una parodia grotesca del acto sexual, le 
volvieron de golpe los calientes tormentos casi olvidados. Para apartarla de su mente 


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intento recursos desesperados, banos prolongados de agua helada al amanecer y hiel 
de polio con vinagre, para ver si el frio en los huesos y el ardor en las tripas le 
devolvian la cordura, pero todo fue inutil. Por fin se lo conto todo al Teniente Juan de 
Dios Ramirez, a quien lo unia una antigua complicidad. 

— Yo me encargo de este problema, Ranquileo — le aseguro el oficial despues de 
oir la extravagante historia — . Me gusta que mis hombres me cuenten sus 
preocupaciones. Haces bien en confiar en mi. 

El mismo dia del escandalo en casa de los Ranquileo, el Teniente Ramirez ordeno 
la detention de Pradelio en la celda de los incomunicados. No le dio explicaciones. 
Alii estuvo el guardia varios dias a pan y agua sin conocer la causa de su castigo, 
aunque supuso que guardaba relation con el comportamiento tan poco delicado de su 
hermana. Al pensar en ello no podia evitar la sonrisa. Le parecia increible que esa 
chiquilla insignificante como un gusano, esmirriada, sin senos como las mujeres, sino 
apenas dos ciruelas apuntando entre sus costillas, hubiera levantado al Teniente por el 
aire y lo sacudiera como un estropajo delante de sus subalternos. Creyo haberlo 
soiiado; tal vez el hambre, la soledad y la desesperacion lo estaban trastornando y en 
realidad aquello jamas sucedio. Pero entonces se preguntaba la causa de su 
confinamiento. 

Era la primera vez que eso le ocurria, ni siquiera durante el servicio militar sufrio 
una humiliation semejante. Fue un recluta ejemplar y habia sido un buen policia 
durante muchos anos. Ranquileo, le decia su Teniente, el uniforme debe ser tu unico 
ideal, tienes que defenderlo y confiar en tus superiores. Asi lo hizo siempre. El oficial 
le enseno a conducir los vehiculos de la Tenencia y lo convirtio en su chofer. A veces 
iban juntos a tomar unas cervezas y a visitar las chofer. A veces iban juntos a tomar 
unas cervezas y a visitar las putas de Los Riscos, como dos buenos amigos. Por eso 
se atrevio a contarle los ataques de su hermana, las piedras cayendo sobre el techo, el 
baile de las tazas y el desconcierto de los animales. Todo se lo dijo sin imaginar que 
iria con una docena de hombres armados a allanar la casa de sus padres y Evangelina 
lo pondria en ridiculo, revolcandolo en el tierral del patio. 

Ranquileo se sentia a gusto en su trabajo. Era un alma simple y le costaba tomar 
decisiones, preferia obedecer callado y le resultaba mas facil poner la responsabilidad 
de sus actos en manos ajenas. Tartamudeaba al hablar y se comia las unas hasta la 
raiz, dejando sus dedos como munones ensangrentados. 

— Antes no me las comia — se disculpo ante Irene y Francisco. 

En la ruda vida militar se sentia mucho mas feliz que en la casa de sus padres. No 
deseaba regresar al campo. En las Fuerzas Armadas encontro una carrera, un destino 
y otra familia. Tenia resistencia de buey para los turnos, los mas esforzados 
entrenamientos, las noches de guardia. Era buen camarada, capaz de ceder su radon a 
otro mas hambriento y su cobija a otro con mas frio. Aguantaba sin chistar las bromas 


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pesadas, no perdia el buen humor, sonreia complaciente cuando se burlaban de su 
esqueleto de percheron y su abultada masculinidad. Tambien se reian de su ansiedad 
por cumplir el trabajo, su respeto reverente por la sagrada institucion militar, su sueno 
de dar la vida por la bandera, como un heroe. De pronto todo eso se desplomo. No 
sabla por que se encontraba en esa celda, ni podia calcular el tiempo transcurrido. Su 
unico contacto con el mundo exterior consistla en unas cuantas palabras susurradas 
por el hombre encargado de llevarle la comida. Un par de veces le regalo cigarrillos y 
le prometio una novela de vaqueros o unas revistas deportivas, aunque no tenia luz 
para leerlas. En esos dias aprendio a vivir de murmullos, de esperanzas, de pequenos 
trucos para enganar el tedio. Alertando todos sus sentidos intentaba participar de la 
vida en el exterior; sin embargo, por momentos era tanta su soledad que se creia 
muerto. Escuchaba los ruidos de afuera, sabia cuando cambiaban la guardia, contaba 
los vehiculos entrando y saliendo del patio, afino el oido para reconocer las voces y 
los pasos desfigurados por la distancia. Procuraba dormir para pasar el tiempo de 
prisa, pero la inactividad y la angustia le espantaron el sueno. Un hombre mas 
pequeno habria podido estirarse y hacer algunos ejercicios en ese reducido espacio, 
pero Ranquileo estaba metido en una camisa de fuerza. Los piojos del colchon 
anidaron en su cabeza y se multiplicaron con rapidez. Las liendres le picaban en la 
axilas y el pubis obligandolo a rascarse hasta sangrar. Disponia de un balde para 
hacer sus necesidades y cuando se llenaba, la fetidez constituia su peor suplicio. 
Penso que el Teniente Ramirez lo tenia a prueba. Tal vez queria confirmar su 
resistencia y el temple de su caracter antes de encargarle una mision especial, por eso 
no uso el recurso de apelacion al cual tenia derecho en los tres primeros dias. Trato de 
mantenerse calmado, no quebrarse, no llorar ni gritar como hacian casi todos los 
incomunicados. Quiso dar ejemplo de fortaleza fisica y moral, para que el oficial 
apreciara sus cualidades y demostrarle que aun en las situaciones mas extremas no 
flaqueaba. Trataba de pasear en circulos para evitar los calambres y desentumecer los 
musculos, pero resultaba imposible porque su cabeza tocaba el techo y si estiraba los 
brazos golpeaba los muros. En esa celda habian confinado algunas veces hasta seis 
prisioneros, pero por muy pocos dias, nunca tantos como llevaba el, y ademas no eran 
detenidos comunes, sino enemigos de la nacion, agentes sovieticos, traidores, habia 
dicho el Teniente con toda claridad. Habituado al ejercicio y al aire libre, esa forzada 
inmovilidad del cuerpo invadia tambien su mente, se mareaba, olvidaba nombres y 
lugares, veia sombras monstruosas. Para no enloquecer cantaba a media voz. Le 
complacia hacerlo, aunque en tiempos normales se lo impedia su timidez. A 
Evangelina le gustaba oirlo y permanecia en silencio, con los ojos cerrados, como si 
oyera voces de sirenas, cantame mas, cantame mas... Durante su cautiverio pudo 
pensar mucho en ella, recordar con precision cada uno de sus gestos y la complicidad 
del deseo prohibido que compartieron desde ninos. Echaba a volar la imaginacion y 


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ponia el rostro de su hermana al recuerdo de sus mas atrevidas experiencias. Era ella 
quien se abria como una sandia madura, roja, jugosa, tibia, ella quien sudaba esa 
fragancia penetrante de mariscos, ella quien lo mordia, lo aranaba, lo chupaba, gemia, 
agonizaba de sofoco y de placer. Era en su carne compasiva donde se sumergia hasta 
perder el aliento y volverse esponja, medusa, estrella de altamar. Podia estar muchas 
horas acariciandose con el fantasma de Evangelina, pero siempre sobraban 
demasiadas. Entre esos muros el tiempo estaba detenido en un instante eterno. En 
algunos momentos llego al limite de la locura y penso estrellar la cabeza contra la 
pared hasta que el charco de sangre se deslizara por debajo de la puerta y alertara al 
guardia, a ver si al menos lo trasladaban a la enfermeria. Una tarde estaba a punto de 
hacerlo, cuando aparecio el Sargento Faustino Rivera. Abrio la trampa de la puerta de 
hierro, le paso cigarrillos, fosforos, chocolate. 

— Los muchachos te mandan saludos. Van a comprarte velas y revistas para 
entretenerte, estan preocupados por ti y quieren hablar con el Teniente a ver si te 
levanta el castigo. 

— ^Por que me tienen aqui? 

— No se. Tal vez por tu hermana. 

— Estoy bien jodido, Sargento. 

— Asi parece. Tu madre vino a preguntar por ti y tambien por Evangelina. 

— ^Evangelina? ^Que pasa con ella? 

— ^No lo sabes? 

— ?Que le pasa a mi hermana? — grito Pradelio remeciendo la puerta como un 
enajenado. 

— Yo no se nada. No grites porque si me sorprenden aqui lo voy a pagar muy 
caro, Ranquileo. No te desesperes, soy tu pariente y voy a ayudarte. Volvere pronto 
— dijo el Sargento alejandose de prisa. 

Ranquileo cayo al suelo y quien paso por el patio pudo escuchar un llanto de 
hombre que remecio las conciencias durante horas. Sus amigos nombraron una 
comision para interceder ante el oficial, pero no sacaron nada en limpio. El malestar 
cundio entre los guardias, murmuraban en los retretes, en los pasillos, en la sala de 
armas, pero el Teniente Juan de Dios Ramirez los ignoro. Entonces Faustino Rivera, 
el mas advertido, decidio poner las cosas en su sitio. Un par de dias mas tarde 
aprovecho la complicidad de la noche y la ausencia temporal del oficial para 
acercarse a la celda de los incomunicados. El vigilante lo vio llegar, al punto adivino 
sus intenciones y contribuyo haciendose el dormido, porque tambien consideraba 
injusto ese castigo. Sin cuidarse de evitar el ruido o de ser visto, el Sargento tomo la 
Have que colgaba de un clavo en la pared y se dirigio a la puerta de hierro. Saco a 
Ranquileo de su prision, le paso su ropa y su arma de reglamento con seis balas, lo 
condujo a la cocina y con su propia mano le sirvio doble racion de comida. Despues 


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le entrego un poco de dinero juntado por la tropa y fue a dejarlo lo mas lejos posible 
en un jeep del cuartel. Quienes los vieron, miraron hacia otro lado y no quisieron 
saber los detalles. Un hombre tiene derecho a vengar a su hermana, dijeron. 

Arrastrandose de noche y escondiendose inmovil en los campos durante el dia, 
paso Pradelio Ranquileo casi una semana, sin atreverse a pedir ayuda, porque 
imaginaba la rabia del Teniente al descubrir su fuga y sabla que los guardias no 
podrian desobedecer las ordenes de buscarlo por cielo y tierra. Agazapado en las 
sombras espero hasta que la impaciencia y el hambre lo llevaron por fin a la casa de 
sus padres. 

El Sargento Rivera habla estado all! y le habla contado a Digna lo mismo que a el, 
as! es que no tuvieron necesidad de hablar de ello. La venganza es asunto de machos. 
Rivera le habla dicho al despedirse que buscara a su hermana, pero en verdad quiso 
decir que la vengara, de eso estaba seguro Pradelio. 

Tenia la certeza de su muerte. No disponla de pruebas, pero conocla a su superior 
lo bastante como para suponerlo. 

— Me costara cumplir mi deber, porque si bajo de este cerro me mataran — dijo a 
Francisco e Irene en la gruta. 

— ^Por que? 

— Guardo un secreto militar. 

— Si quiere nuestra ayuda debe decirlo. 

— Nunca lo dire. 

Estaba muy agitado, transpiraba, se mordia las unas, habia en sus ojos un brillo 
despavorido, se pasaba las manos por la cara como si deseara espantar horrendos 
recuerdos. Sin duda tenia mucho mas para decir, pero estaba atado por tremendos 
lazos de silencio. Balbuceo que seria mejor morir de una vez, pues no existia 
escapatoria para el. Irene intento tranquilizarlo: no debia desesperarse, encontrarian la 
forma de ayudarlo, era cuestion de un poco de tiempo. Francisco vislumbraba en 
aquella historia varios aspectos oscuros y sentia una desconfianza instintiva; pero 
repasaba sus contactos buscando alguna solucion para salvarle la vida. 

— Si el Teniente Ramirez mato a mi hermana, yo se donde escondio su cuerpo — 
dijo Pradelio en el ultimo instante — . ^Conocen la mina abandonada de Los Riscos? 

Se interrumpio bruscamente, arrepentido de lo dicho, sin embargo, por la 
expresion de su rostro y el tono de su voz, Francisco comprendio que no hablaba de 
una posibilidad, sino de una certidumbre. Les habia dado una pista. 

Era media tarde cuando se despidieron e iniciaron el descenso, dejando a 
Ranquileo abatido, mascullando ideas de muerte. Bajar el cerro resulto tan dificil 
como subirlo, especialmente para Irene, quien miraba el abismo estremecida, pero no 
se detuvo hasta llegar al sitio donde dejaron los caballos. 

Alii respiro aliviada, miro hacia la cordillera y le parecio imposible haber trepado 


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hasta esas cimas abruptas esfumadas en el color del cielo. 

— Es suficiente por hoy. Volvere despues con algunas herramientas para ver que 
hay en esa mina — decidio Francisco. 

— Y yo contigo — dijo Irene. 

Se miraron y comprendieron que ambos aceptaban llegar al llmite de esa aventura 
que podia conducirlos a la muerte y mas alia. 

Beatriz Alcantara avanzo taconeando con altanerla sobre el pulido linoleo del 
aeropuerto, siguiendo al cargador que llevaba sus maletas azules. Vestla un traje 
escotado de lino color tomate y llevaba la melena recogida en la nuca, porque no le 
alcanzo el animo para un arreglo mas esmerado. Dos grandes perlas barrocas en sus 
orejas resaltaban el tono de azucar quemada de su piel y el brillo de sus ojos pardos 
iluminados por un nuevo bienestar. Varias horas de vuelo en un asiento incomodo, 
teniendo por vecina a una monja gallega no le quitaron la alegrla de su ultimo 
encuentro con Michel Se sentia otra mujer, rejuvenecida, liviana. El orgullo de quien 
se cree hermosa daba a su andar un ritmo insolente. A su paso se volvian los ojos de 
los hombres y ninguno sospechaba su verdadera edad. Todavia se podia escotar 
tranquila sin huellas delatoras en los pechos ni flacidez en los brazos, sus piernas 
tenian suaves contornos y la linea de la espalda mantenia su altivez. El soplo del mar 
habia dado un aire festivo a su rostro, disimulando a pinceladas las finas arrugas de 
sus parpados y su boca. Solo sus manos, manchadas y con surco a pesar de los 
ungiientos magicos, delataban el paso del tiempo. Estaba satisfecha de su cuerpo. Lo 
consideraba obra suya y no de la naturaleza, porque era el producto acabado de su 
enorme fuerza de voluntad, el resultado de anos de dieta, ejercicios, masajes, 
relajacion yoga y avances de la cosmetologia. En su maletin llevaba ampolletas de 
aceite para los senos, colageno para el cuello, lociones y cremas de hormonas para el 
cutis, extracto de placenta y vison para el cabello, capsulas de jalea real y polen de la 
eterna juventud, maquinas, cepillos y esponjas de crin para la elasticidad de sus 
tejidos. Es una pelea perdida, mama, la edad es inexorable y lo unico que puedes 
lograr es retrasar un poco las evidencias. ^Vale la pena tanto esfuerzo? Cuando se 
tendia al sol en las arenas tibias de alguna playa tropical, sin mas ropa que un 
triangulo d tela en el sexo y se comparaba con mujeres veinte, anos menores, sonreia 
orgullosa. Si, hija, vale la pena. A veces, al entrar en un salon, percibia el aire cargado 
de envidia y deseo, entonces sabia que sus afanes daban resultados. Pero era sobre 
todo en los brazos de Michel donde adquiria la certeza de que su cuerpo constituia un 
capital rentable, pues le proporcionaba el mayor deleite. 

Michel encarnaba su lujo secreto, la confirmation de su propia estima, la causa de 
su mas intima vanidad. Era tanto menor que podia pasar por su hijo, alto, de anchas 
espaldas y angostas caderas de torero, el pelo destenido por el exceso de sol, los ojos 
claros, un dulce acento al hablar y toda la sabiduria necesaria a la hora del amor. La 


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vida ociosa, el deporte y la falta de ataduras imprimlan una sonrisa perenne en su 
rostro y le daban una disposition juguetona para el placer. 

Vegetariano, abstemio, enemigo del tabaco, careda por completo de pretensiones 
intelectuales y obtenla sus mayores goces de las diversiones al aire libre y los 
encuentros amorosos. 

Dulce, tierno, sencillo y siempre de buen humor, vivla en otra dimension, como 
un arcangel caldo a la tierra por error. Se ingeniaba para que su existencia 
transcurriera en eternas vacaciones. Se conocieron en una playa de cimbreantes 
palmeras y cuando se estrecharon para bailar la primera vez en la penumbra del hotel, 
comprendieron que era inevitable un encuentro mas Intimo. Esa misma noche, 
Beatriz le abrio la puerta de su habitation sintiendose como una adolescente. Estaba 
algo atemorizada porque temla que descubriera pequenos signos delatores de su edad 
escapados a su implacable vigilancia, pero Michel no le dio tiempo para esas 
inquietudes. Encendio la luz dispuesto a conocerla por completo, mientras la besaba 
con labios expertos y la despojaba de todos sus adornos: las perlas barrocas, las 
sortijas de brillantes, las pulseras de marfil, hasta dejarla desnuda y vulnerable. 
Entonces ella suspiro tranquila, porque en la expresion de los ojos de su amante tuvo 
la confirmation de su belleza. Olvido el transcurso de los anos, el desgaste de la 
lucha y el aburrimiento que otros hombres sembraron en su animo. Compartieron una 
alegre relacion y no la llamaron amor. 

La proximidad de Michel excitaba a Beatriz hasta el extremo de hacerla olvidar 
todas sus preocupaciones. Ese hombre tenia la facultad sobrenatural de borrar con sus 
besos a los ancianos decrepitos de La Voluntad de Dios, las extravagancias de su hija 
y las dificultades economicas. Junto a el solo existla el presente. Aspiraba su aroma 
de animal joven, su limpio aliento, el sudor de su piel lisa, el rastro salobre de mar en 
su cabello. Palpaba su cuerpo, el vello aspero del pecho, la suavidad de sus mejillas 
recien afeitadas, la fuera de su abrazo, la firmeza renovada de su sexo. Nunca antes 
fue amada ni poselda asi. La relacion con su marido estuvo tenida de rencores 
acumulados y rechazos involuntarios y sus amantes ocasionales eran hombres 
mayores que suplian su falta de vigor con artes de simulation. No deseaba recordar 
sus cabellos ralos, sus cuerpos flacidos, sus olores pernicioso de tabaco y licor, sus 
penes esforzados, sus regalos mezquinos, sus promesas inutiles. Michel no mentia. 
Nunca le dijo te amo, sino me gustas, me siento bien a tu lado, quiero hace el amor 
contigo. Era prodigo en la cama, ocupado de brindarle alegria, satisfacer sus 
caprichos, inventarle nuevas urgencias. 

Michel representaba el lado oculto y mas luminoso de su existencia. Era 
imposible compartir ese secreto, porque nadie habria comprendido su pasion por un 
hombre tanto menor. Podia imaginar los comentarios entre sus amistades: Beatriz 
perdio el juicio por un muchacho, un extranjero que seguramente la explota y la 


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despojara de todo su dinero, deberia sentir vergiienza a su edad. Nadie creeria en la 
ternura y la risa compartidas, en su amistad, en que el jamas pedla nada y no aceptaba 
obsequios. Se reunlan un par de veces al ano en cualquier punto del mapa para vivir 
unos dlas de ilusion y regresar luego con el cuerpo agradecido y el alma alborozada. 
Beatriz Alcantara retomaba las riendas de su trabajo, asumla sus cargas y volvla a las 
relaciones elegantes con sus pretendientes habituales, viudos, divorciados, maridos 
infieles, seductores endemicos que la agasajaban con sus atenciones sin rozar su 
corazon. 

Cruzo la puerta vidriada que separaba el sector restringido del aeropuerto y al otro 
lado vio a su hija confundida con la muchedumbre. La acompanaba ese fotografo que 
en los ultimos meses no se separaba de ella, ^como se llamaba? No pudo impedir una 
mueca de disgusto al ver a Irene tan descuidada en su apariencia. Al menos cuando 
usaba su ropa de gitana demostraba alguna originalidad, pero con esos pantalones 
arrugados y el cabello recogido en una cola pareria una maestra rural. Al acercarse 
advirtio otros signos inquietantes, pero no alcanzo a precisarlos. Habia un aire de 
tristeza en sus ojos, un rictus ansioso en su boca, pero no pudo indagar mas en el 
trajln de colocar las valijas en el automovil y emprender el camino a casa. 

— Traje ropa muy fina para tu ajuar, hija. 

— Tal vez no llegue a usarla, mama. 

— iQue quieres decir? ^Paso algo con tu novio? 

Beatriz observo a Francisco Leal de soslayo y estuvo a punto de lanzar un 
comentario mordaz, pero decidio callarse hasta el momento de estar a solas con Irene. 
Respiro a todo pulmon y luego exhalo el aire en seis tiempos, relajando los musculos 
del cuello y vaciando su esplritu de toda agresividad, para colocarse en sintonla 
positiva, como le ensenara su profesor de yoga. Tan pronto se sintio mejor pudo 
gozar del hermoso espectaculo de la ciudad en primavera, las calles limpias, las 
paredes recien pintadas, la gente cortes y disciplinada, eso habia que agradecer a las 
autoridades, todo bajo control y muy bien vigilado. Observo los escaparates de las 
tiendas atiborradas de mercaderlas exoticas nunca antes consumidas en el pals, los 
lujosos edificios con piscinas rodeadas de palmeras enanas en las azoteas, caracoles 
de cemento albergando comercios de fantasia para los caprichos de los nuevos ricos y 
altas murallas ocultando la region de la pobreza, donde la vida transcurrla fuera del 
orden del tiempo y las leyes de Dios. 

Ante la imposibilidad de eliminar la miseria, se prohibio mencionarla. Las 
noticias de la prensa eran tranquilizadoras, vivian en un reino encantado. Eran 
completamente falsos los rumores de mujeres y ninos asaltando panaderias 
impulsados por el hambre. Las malas nuevas provenian solo del exterior, donde el 
mundo se debatla en problemas irremediables que no tocaban a la benemerita patria. 
Por las calles circulaban automoviles japoneses tan delicados que parecian 


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desechables y las enormes motocicletas negras con tubos cromados de los ejecutivos, 
en todas las esquinas habla avisos de publicidad ofreciendo departamentos exclusivos 
para gente especial, los viajes de Marco Polo a credito y los ultimos adelantos de la 
electronica. Proliferaban los sitios de diversion con las luces encendidas y las puertas 
vigiladas hasta el toque de queda. 

Se comentaba la opulencia, el milagro economico, los capitales extranjeros 
atraldos a raudales por las bondades del regimen. A los descontentos se les calificaba 
de antipatriotas pues la felicidad era obligatoria. Mediante una ley de segregation no 
escrita, pero conocida por todos, funcionaban dos palses en el mismo territorio 
nacional, uno de la elite dorada y poderosa y otro de la masa marginada y silenciosa. 

Es el costo social, determinaban los jovenes economistas de la nueva escuela y asi 
lo repetian los medios de comunicacion. 

El automovil se detuvo en un semaforo y tres harapientas criaturas se 
aproximaron a limpiar el parabrisas, ofrecer estampas religiosas, paquetes de agujas o 
simplemente pedir limosna. Irene y Francisco intercambiaron una mirada, porque 
ambos estaban pensando lo mismo. 

— Cada dia hay mas pobres — dijo Irene. 

— ^Vas a comenzar tambien con esa cantinela? En todos lados hay mendigos. Lo 
que pasa es que aqui la gente no quiere trabajar, este es un pais de flojos — refuto 
Beatriz. 

— No hay trabajo para todos, mama. 

— ^Que quieres? ^Que no haya diferencia entre los pobres y la gente decente? 

Irene se sonrojo sin atreverse a mirar a Francisco, pero su madre continuo 
imperturbable. 

— Esta es una etapa de transition, pronto vendran tiempos mejores. A1 menos 
tenemos orden, ^no? Por lo demas la democracia conduce al caos, asi lo ha dicho mil 
veces el General. 

Hicieron el resto del trayecto en silencio. Al llegar a la casa Francisco subio el 
equipaje al segundo piso, donde aguardaba Rosa con las luces encendidas. 
Agradecida por sus atenciones, Beatriz lo invito a cenar con ellas. Era su primer gesto 
cordial y el acepto de inmediato. 

— Sirve la comida temprano, Rosa, porque tenemos una sorpresa en La Voluntad 
de Dios — dijo Irene. 

A petition suya Beatriz habia adquirido en el viaje pequenos regalos para los 
ancianos y el personal de servicio. Irene compro pasteles y prepare ponche de frutas 
para una celebration. Despues de la cena bajaron al primer piso, donde los huespedes 
esperaban vestidos con su mejor ropa, las cuidaldoras lucian delantales almidonados 
y las primeras flores de la estacion rebasaban los jarrones para dar la bienvenida a la 
patrona. 


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Josefina Bianchi, la actriz, anuncio que los deleitaria con una representation 
teatral. Francisco capto un guino de Irene, comprendio que participaba en el secreto y 
quiso retirarse antes de que fuera tarde, porque sufria con el ridlculo ajeno, pero su 
amiga no le dio tiempo de improvisar una disculpa. 

Lo obligo a tomar asiento junto a Rosa y su madre en las sillas de la terraza y 
desaparecio con Josefina al interior de la casa. 

Esperaron algunos minutos muy incomodos para Francisco. 

Beatriz hatia comentarios banales sobre los sitios visitados en su viaje, mientras 
las cuidadoras ponlan los asientos frente al ventanal del comedor. Los huespedes se 
acomodaron arrebozados en chalecos y mantas, porque la edad avanzada hiela los 
huesos y ni siquiera la tibieza de una noche de primavera puede mitigar el frio senil. 
Se apagaron los focos del jardln, los acordes de una antigua sonata inundaron el aire 
y se desplazaron las cortinas. Por un instante Francisco vacilo entre el pudor que lo 
impulsaba a escapar y el hechizo de ese espectaculo inusitado. Ante sus ojos aparecio 
un escenario banado de luz, como un acuario en la oscuridad. El unico mobiliario del 
amplio espacio vatio era un sillon de brocado amarillo junto a una lampara de 
pedestal con pantalla de pergamino, que formaba un tirculo de oro en el cual se 
destacaba una figura intacta del pasado, un esplritu decimononico. Al principio no 
reconocio a Josefina Bianchi y creyo que era Irene, pues en aquel rostro se hablan 
esfumado los estragos del tiempo. Languidez, seduction, armonla en cada uno de sus 
gestos. 

Vestia un suntuoso ropaje de volantes plisados y encajes color marfil, destenido, 
arrugado, pero aun esplendido a pesar de la ceniza de los anos y la travesia por 
arcones y baules. Desde la distancia se percibia el suave crujido de la seda. Mas que 
sentada, la actriz parecia flotar con la ligereza de un insecto, desmayada, sensual, 
eternamente femenina. Y antes que Francisco alcanzara a reponerse de la sorpresa, 
callo la musica en los parlantes y la Dama de las Camelias dejo oir su voz sin edad, 
entonces el perdio su resistencia y se abandono a la magia de la representation. A sus 
oidos llegaba la tragedia de la cortesana, su largo lamento sin estridencias y por eso 
mas conmovedor. Con una mano ella rechazaba al amado invisible y con el gesto de 
la otra lo llamaba, le suplicaba, su voz acariciaba. Los ancianos parecian 
inmovilizados en sus recuerdos, ausentes y silenciosos. Las empleadas desconcertada 
por aquella mujer tan fragil y leve que un soplo podia tranformar en polvo, sentian el 
pecho oprimido. Nadie pudo sustraerse al hechizo. 

Francisco sintio en el hombro la mano de Irene, pero fue incapaz de volverse, 
seducido por el espectaculo. Cuando un acceso de tos, parte de la actuation o efecto 
de la decrepitud puso fin a las palabras de la inmortal enamorada, le ardian los ojos, a 
punto de llorar. Invadido por la melancolia, no pudo aplaudir con los demas. Dejo su 
silla y camino hasta el fondo del jardin al lugar mas sombrio, seguido por la perra 


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trotando a sus pies. Desde alii observo el lento desplazamiento de los ancianos y sus 
cuidadoras que bebian ponche y abrian sus obsequios con dedos titubeantes, mientras 
Margarita Gautier, de golpe envejecida cien anos, buscaba a su Armando Duval 
sosteniendo en una mano un abanico de plumas y en la otra un pastel de crema. 
Fantasmas que se deslizaban entre las sillas y vagaban por los senderos orillados de 
macrocarpa, el perfume intenso de los jazmines, el resplandor amarillo de las 
lamparas, todo contribuia a una sensacion de ensueno. El aire de la noche parecia 
saturado de presagios. 

Irene busco a su amigo y al divisarlo se aproximo sonriendo. Entonces noto la 
expresion de su cara e intuyo las emociones que lo embargaban. Apoyo la frente en el 
pecho de Francisco y su cabello indomito le acaricio la boca. 

— iQue estas pensando? 

El pensaba en sus padres. Dentro de algunos anos alcanzarian la edad de los 
huespedes de La Voluntad de Dios que como ellos, habian traido hijos al mundo y 
trabajado sin tregua para darles apoyo. Nunca sonaron terminar sus dias y esperar la 
muerte atendidos por manos mercenarias. Los Leal vivian en tribu desde siempre, 
compartiendo pobreza, alegria sufrimiento y esperanza, ligados por lazos de sangre y 
de responsabilidad. Quedaban aun muchas familias asi; tal vez los ancianos que esa 
noche presenciaron el acto de Josefina Bianchi no se diferenciaban de sus padres, sin 
embargo, estaban solos. Eran las victimas olvidadas del viento que disperso a las 
gentes en todas direcciones, los rezagados de la diaspora, los que quedaban atras sin 
espacio propio, sin un sitio en los nuevos tiempos. No conservaban nietos cerca para 
cuidar o ver crecer, hijos para ayudar en la tarea de vivir, no tenian un jardin para 
plantar semillas ni un canario que cantara al atardecer. Su ocupacion era evitar la 
muerte pensando siempre en ella, anticipandola, temiendola. 

Francisco juro para sus adentros que eso jamas ocurriria con sus padres. Repitio 
la promesa en voz alta con los labios ocultos en el cabello de Irene. 


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TERCERA PARTE 


DULCE PATRIA. Yo viajo con nuestro territorio y siguen viviendo conmigo, 

alia lejos, las esencias longitudinales de mi patria. 

PABLO NERUDA. 

Tiempo despues Irene y Francisco se preguntarian en que exacto momento se 
torcio el rumbo de sus vidas y senalarian ese lunes funesto cuando entraron a la mina 
abandonada de Los Riscos. Pero tal vez fuera antes, ese domingo en que conocieron a 
Evangelina Ranquileo, o la tarde aquella cuando prometieron a Digna ayudarla en la 
busqueda de la muchacha perdida, o bien sus caminos estaban trazados desde el 
principio y no pudieron sino recorrerlos. 

Partieron a la mina en la motocicleta — mas practica en terrenos escarpados que el 
automovil — llevando algunas herramientas, un termo con cafe caliente y el equipo 
fotografico, sin mencionar a nadie el proposito del viaje, dominados ambos por la 
sensacion de estar cometiendo una insensatez. Desde que tomaron la decision de 
introducirse durante la noche en un campo desconocido para abrir la mina, los dos 
sabian que la temeridad podia costarles la vida. 

Estudiaron el piano hasta conocerlo de memoria y tener la certeza de que podian 
llegar a destino sin hacer preguntas que levantaran sospechas. Nada habia de 
peligroso en esa campina de suaves colinas, pero al internarse en los escarpados 
senderos de los cerros, donde caian a pique las sombras mucho antes de la puesta del 
sol, el paisaje se torno agreste y solitario y el eco devolvio sus pensamientos 
agrandados por el grito lejano del aguila. Inquieto, Francisco midio la imprudencia de 
arrastrar a su amiga en una aventura cuyo puerto ignoraba. 

— No me llevas a ninguna parte. Soy yo quien te lleva a ti — se burlo ella y tal vez 
tenia razon. 

Un letrero roido por el oxido, pero aiin legible, anunciaba que la zona era recinto 
custodiado y el paso estaba prohibido. 

Unas lineas de alambre de puas cercaba el acceso con aire amenazante y por un 
momento los jovenes tuvieron la tentacion de aferrarse a ese pretexto para retroceder, 
pero en seguida depusieron los subterfugios y buscaron una rotura en la telarana de 
alambres para pasar con la moto. El aviso y el cerco contribuyeron a confirmarles la 
corazonada de que alii algo habia por descubrir. Tal como planearon, la noche se les 
echo encima justo cuando llegaron a su destino, facilitando el secreto de sus idas y 
venidas. La entrada de la mina era un hoyo asomado en el cerro como una boca muda 
gritando sin voz. Estaba tapado con piedras, tierra apisonada y una mezcla de 
albanileria. Tuvieron la impresion de que nadie circulaba por esos parajes desde hacia 
anos. La soledad se habia instalado para quedarse, borrando las huellas del sendero y 


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el recuerdo de la vida. Escondieron la motocicleta bajo unos matorrales y en seguida 
recorrieron el lugar en todas direcciones para cerciorarse de que no habla vigilancia. 
La inspeccion los tranquilizo, porque no vieron rastros humanos en los alrededores, 
solo una choza de lastima abandonada al viento y a la maleza, a unos cien metros de 
la mina. Media techumbre se la habla llevado el viento, una pared yacla en el suelo y 
la vegetacion invadla el interior, cubriendo todo con una alfombra de pasto silvestre. 
Tanto desierto y olvido en un sitio cercano a Los Riscos y a la carretera, les parecio 
bastante extrano. 

— Tengo miedo — susurro Irene. 

— Yo tambien. 

Abrieron el termo y bebieron un largo trago de cafe, que les reconforto el cuerpo 
y el alma. Bromearon con la idea de que todo eso era un juego y trataron de 
contagiarse uno a otro con la creencia de que nada malo podia ocurrirles, protegidos 
como estaban por algun espiritu benefactor. Era una clara noche de luna y pronto se 
acostumbraron a la penumbra. 

Tomaron el pico y la linterna y se dirigieron al socavon. No habian visto jamas 
una mina por dentro y la imaginaban como una caverna hundida en la tierra a 
tremenda profundidad. Erancisco recordo que la tradicion prohibia la presencia de 
mujeres en las minas, porque acarrean desastres subterraneos, pero Irene se burl 6 de 
esa supersticion, decidida a seguir adelante de todos modos. 

Francisco ataco la entrada con su herramienta. Tenia escasa habilidad para los 
trabajos rudos, apenas sabia usar el pico y comprendio que la labor seria mas larga de 
lo previsto. Su amiga no intento ayudarlo, sino que se sento en una roca, arropada en 
su chaleco, defendiendose de la brisa que corria entre los cerros encajonados. 
Cualquier sonido extrano la sobresaltaba. Temia la presencia de alimanas o, peor aun 
de soldados acechando en las cercanias. Al principio procuraron no hacer ni el menor 
ruido, pero pronto se resignaron a lo inevitable, porque el golpe del hierro contra las 
piedras se difundia por los montes cercanos, lo atrapaba el eco y lo repetia mil veces. 
Si hubiera patrullaje en la zona, como indicaba el aviso, no tendrian escapatoria. 
Antes de media hora, Francisco tenia los dedos agarrotados y las palmas llenas de 
ampollas, pero su esfuerzo dio como resultado una abertura a partir de la cual 
pudieron remover a mano el material suelto. Irene lo ayudo y pronto lograron abrir un 
boquete amplio para deslizarse al interior. 

— Las damas primero — bromeo Francisco senalando el hueco. 

Por toda respuesta ella le entrego la linterna y retrocedio un par de pasos. El joven 
introdujo la cabeza y los brazos en el agujero iluminando la cavidad. Una rafaga de 
aire fetido golpeo sus narices. Estuvo a punto de desistir, pero penso que no habia 
llegado hasta alii para abandonar la empresa antes de empezarla. El haz de luz recorto 
un circulo en las tinieblas y aparecio una boveda estrecha. No se parecia en nada a lo 


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imaginado: era una camara cavada en las duras entrana del monte, de la cual partlan 
dos tuneles angostos, bloqueado con escombros. Aun existlan los andamiajes de 
madera para evitar los derrumbes en la epoca de explotacion del mineral pero el 
tiempo los habla carcomido y estaban tan podrida que algunos se sostenlan en su sitio 
por milagro y bastaria un soplo para romper su delicado equilibro. Ilumino el interior 
para reconocer el terreno antes de introducir el resto del cuerpo. De pronto un bulto 
fugaz rozo sus brazos a pocos centlmetros de su cara. Dio un grito, mas sorprendido 
que asustado y la linterna rodo de sus manos. Desde afuera Irene lo escucho y 
temiendo algo atroz, lo tomo de las piernas y comenzo a tirar de el. 

— ^Que paso? — exclamo con el alma en la boca. 

— Nada, solo una rata. 

— jVamonos de aqul! Esto no me gusta nada... 

— Espera, dare un vistazo adentro. 

Francisco paso a traves del agujero deslizando el cuerpo con precaucion para 
evitar las piedras filudas y desaparecio tragado por la boca del cerro. Irene vio al 
negro socavon envolver a su amigo y tuvo un sobresalto de angustia, a pesar de que la 
razon le advertla que los peligros no estaban dentro de la mina, sino afuera. Si eran 
sorprendidos podlan esperar una bala en la nuca y una discreta sepultura all! mismo. 
Por motivos menores moria la gente. Recordo los cuentos de aparecidos relatados por 
Rosa en su infancia: el diablo instalado en los espejos para asustar a las vanidosas; el 
Coco cargando un saco repleto de criaturas secuestradas; los perros con escamas de 
cocodrilo en el lomo y pezunas de macho cabrio; hombres de dos cabezas acechando 
en los rincones para atrapar a las muchachas que duermen con las manos debajo de 
las sabanas. Historias truculentas para provocar sus pesadillas, pero cuya fascinacion 
era tal, que no podia dejar de escucharlas y se las pedla a Rosa, temblando de miedo, 
deseosa de taparse los oldos y cerrar los ojos para no saber y al mismo tiempo urgida 
de averiguar los menores detalles: si el demonio va desnudo, si el Coco huele mal, si 
los perritos falderos tambien se convierten en bestias pavorosas, si los bicefalos 
entran en los cuartos protegidos por la imagen de la Virgen. Esa noche ante el 
boquete de la mina, Irene volvio a sufrir esa mezcla de espanto y atraccion de la 
epoca remota cuando la nana la aterrorizaba con sus fabulas. Por fin decidio seguir a 
Francisco y se metio a traves del hueco con facilidad, porque era pequena y agil. 
Necesito apenas unos segundos para habituarse a la penumbra. El olor le parecio 
insoportable, como si aspirara un veneno mortal. Se quito el panuelo de gitana que 
llevaba atado a la cintura y se cubrio media cara. 

Los amigos recorrieron la caverna descubriendo dos pasajes. El de la derecha 
parecia sellado solo con escombros y tierra suelta, en cambio el otro estaba tapiado 
con un trabajo de albanileria. Optaron por lo mas simple y comenzaron a mover los 
penascos y apartar la tierra del primero. Mientras sacaban material, la pestilencia iba 


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en aumento y a menudo debian asomar la cabeza al exterior por el orificio de la 
entrada para respirar una bocanada de aire puro, que les llegaba limpio y sano como 
un chorro de agua f re sea. 

— ^Que buscamos exactamente? — pregunto Irene cuando sintio arder las manos 
desolladas. 

— No lo se — replied Francisco y siguieron trabajando en silencio, porque la 
vibracion de sus voces movla los andamiajes podridos. 

La aprension se apodero de ambos. Miraban por encima del hombro el espacio 
negro a sus espaldas, imaginaban ojos observandolos, sombras movedizas, susurros 
provenientes de las profundidades. 

Olan crujir las viejas maderas y sentlan entre sus pies las carreras furtivas de los 
roedores. El aire era denso y pesado. 

Irene tomo una roca y la movio con todas sus fuerzas para desprenderla. Forcejeo 
un poco, consiguio quitarla y rodo a sus pies, apareciendo una brecha oscura junto a 
la luz de la linterna. Sin pensarlo metio la mano para tantear el interior y en ese 
instante un grito terrible broto de sus entranas y sacudio la boveda, rebotando contra 
las paredes en un eco sordo y extrano que no reconocio como su propia voz. Se 
estrecho contra Francisco, quien la protegio arrinconandola contra el muro en el 
momento en que una viga se desprendla del techo cayendo con estrepito. 
Permanecieron abrazados, con los ojos cerrados, casi sin respirar por un tiempo 
eterno, y cuando por fin retorno el silencio y se aplaco el polvo levantado por el 
derrumbe, pudieron recuperar la linterna y comprobar que la salida estaba libre. Sin 
soltar a Irene, Francisco dirigio la luz hacia el lugar donde habla removido la roca y 
surgio el primer hallazgo de esa cueva llena de espantos. Era una mano humana, o 
mas bien lo que quedaba de ella. 

Arrastro a la muchacha fuera de la mina y la apreto contra su pecho, obligandola 
a respirar a bocanadas el aire puro de la noche. Cuando la sintio algo mas tranquila 
trajo el termo y le sirvio cafe. Estaba descompuesta, muda, temblando, incapaz de 
sostener la taza en sus dedos. El le dio de beber como a un enfermo, le acaricio el 
cabello, trato de calmarla explicandole que hablan encontrado lo que buscaban, 
seguramente se trataba de Evangelina Ranquileo y si bien era macabro, no encerraba 
amenaza alguna, se trataba solo de un cadaver. Aunque las palabras carecian de 
significado para ella, demasiado impresionada para reconocerlas como su propio 
idioma, la cadencia de la voz la arrullo consolandola un poco. Mucho despues, 
cuando estuvo mas serena, Francisco decidio terminar su trabajo. 

— Esperame aqui. Vuelvo a la mina por unos minutos, ^puedes quedarte sola? 

La joven asintio en silencio y recogiendo las piernas como un nino hundio la cara 
entre las rodillas, procurando no pensar, no oir, no ver, ni siquiera respirar, 
suspendida en la mayor angustia, mientras el regresaba a la sepultura llevando la 


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camara fotografica y el panuelo atado en la cara. 

Francisco acabo de quitar piedras y remover la tierra, hasta descubrir el cuerpo 
completo de Evangelina Ranquileo Sanchez. La reconocio por el claro tono de su 
pelo. Un poncho la envolvla a medias, iba descalza y vestla algo similar a una enagua 
o una camisa de dormir. Se encontraba en tal estado de deterioro, pudriendose en 
caldos donde los gusanos se nutrian, fermentando en su propia desolacion, que el 
debio recurrir a un portentoso esfuerzo para controlar las nauseas y seguir adelante. 
No era hombre de perder el control con facilidad, habia hecho practicas profesionales 
con cadaveres y podia dominar su estomago, pero hasta entonces nunca estuvo frente 
a un espectaculo semejante. La sordidez del entorno, la penetrante fetidez y el temor 
acumulado contribulan a descomponerlo. No podia respirar. A toda prisa tomo varias 
fotograflas sin ocuparse del encuadre ni medir la distancia, apurado porque en cada 
chispazo de luz blanca iluminando la escena, una arcada se atravesaba en su garganta. 
Se apresuro en terminar lo antes posible y escapo de ese sepulcro. 

A1 aire libre solto la maquina y la linterna y se dejo caer por tierra de rodillas, con 
la cabeza gacha, procurando relajarse y controlar las sacudidas de su estomago. Tenia 
el olor adherido a su piel como una peste y trabada en su retina la imagen de 
Evangelina cocinandose en su ultima consternacion. 

Irene tuvo que ayudarlo a ponerse de pie. 

— ^Que haremos ahora? 

— Cerrar la mina, despues veremos — decidio el apenas consiguio librar la voz de 
la garra ardiente que le oprimia el pecho. 

Acumularon las mismas piedras en el boquete, trabajando de prisa, atolondrados y 
nerviosos, como si al clausurarlo pudieran borrar su contenido y retroceder en el 
tiempo hasta el momento en que aun ignoraban la verdad y podian permanecer 
inocentes en el lado luminoso de la realidad, lejos de aquel descubrimiento. Francisco 
tomo a su amiga de la mano y la condujo hacia la choza en ruinas, unico refugio 
visible en la colina. 

La noche era apacible. En la luz virginal se esfumaba el paisaje, se perdian los 
perfiles de los cerros y de los grandes eucaliptos envueltos en sombra. La choza se 
levantaba sobre la colina apenas visible en la suave penumbra, brotada del suelo 
como un fruto natural. En comparacion con la mina, su interior parecio a los jovenes 
tan acogedor como un nido. Se acomodaron en un rincon sobre la hierba salvaje 
mirando el cielo estrellado en cuya boveda infinita brillaba una luna de leche. Irene 
coloco la cabeza sobre el hombro de Francisco y lloro toda su congoja. El la rodeo 
con un brazo y asi estuvieron mucho tiempo, horas quizas, buscando en la quietud y 
el silencio, alivio para lo que habian descubierto, fuerzas para lo que deberian 
soportar. Descansaron juntos escuchando el leve rumor de las hojas de los arbustos 
movidas por la brisa, el grito cercano de las aves nocturnas y el sigiloso trafico de las 


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liebres en los pastizales. 

Poco a poco se aflojo el nudo que oprimia el esplritu de Francisco. Percibio la 
belleza del cielo, la suavidad de la tierra, el olor intenso del campo, el roce de Irene 
contra su cuerpo. 

Adivino sus contornos y tomo conciencia del peso de su cabeza en su brazo, la 
curva de su cadera contra la suya, los rizos acariciandole el cuello, la impalpable 
delicadeza de su blusa de seda casi tan fina como la textura de su piel. Recordo el dla 
en que la conocio, cuando su sonrisa lo deslumbro. Desde entonces la amaba y todas 
las locuras que lo condujeron a esa caverna eran solo pretextos para llegar finalmente 
a ese instante precioso en que la tenia para el, proxima, abandonada, vulnerable. 
Sintio el deseo como una oleada apremiante y poderosa. El aire se atasco en su pecho 
y su corazon se disparo en frenetico galope. Olvido al novio tenaz, a Beatriz 
Alcantara, su incierto destino y todos los obstaculos entre los dos. Irene serla suya 
porque as! estaba escrito desde el comienzo del mundo. 

Ella note el cambio en su respiration, levanto la cara y lo miro. En la tenue 
claridad de la luna cada uno adivino el amor en los ojos del otro. La tibia proximidad 
de Irene envolvio a Francisco como un manto misericordioso. Cerro los parpados y la 
atrajo buscando sus labios, abriendolos en un beso absolute cargado de promesas, 
sintesis de todas las esperanzas, largo, humedo, calido beso, desaflo a la muerte, 
caricia, fuego, suspiro, lamento, sollozo de amor. Recorrio su boca, bebio su saliva, 
aspiro su aliento, dispuesto a prolongar aquel momento hasta el fin de sus dias, 
sacudido por el huracan de sus sentidos, seguro de haber vivido hasta entonces nada 
mas que para esa noche prodigiosa en la cual se hundiria para siempre en la mas 
profunda intimidad de esa mujer. Irene miel y sombra, Irene papel de arroz, durazno, 
espuma, ay Irene la espiral de tus orejas, el olor de tu cuello, las palomas de tus 
manos, Irene, sentir este amor, esta pasion que nos quema en la misma hoguera, 
sonandote despierto, deseandote dormido, vida mia, mujer mia, Irene mia. No supo 
cuanto mas le dijo ni que susurro ella en ese murmullo sin pausa, ese manantial de 
palabras al oido, ese rio de gemidos y sofocos de quienes hacen el amor amando. 

En un destello de cordura el comprendio que no debia ceder al impulso de rodar 
con ella sobre la tierra quitandole la ropa con violencia y reventando sus costuras en 
la urgencia de su delirio. Temia que la noche fuera muy corta y la vida tambien para 
agotar ese vendaval. Con lentitud y cierta torpeza, porque le temblaban las manos, 
abrio uno por uno los botones de su blusa y descubrio el hueco tibio de sus axilas, la 
curva de sus hombros, los senos pequenos y la nuez de sus pezones, tal como los 
habia intuido al sentir su roce en la espalda cuando viajaban en la moto, al verla 
inclinada sobre la mesa de diagramacion, al estrecharla en el abrazo de un beso 
inolvidable. En la concavidad de sus palmas anidaron dos golondrinas tibias y 
secretas nacidas a la medida de sus manos y la piel de la joven, azul de luna, se 


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estremecio al contacto. La levanto por la cintura, ella de pie y el arrodillado, busco el 
calor oculto entre sus pechos, fragancia de madera, almendra y canela; desato las 
cintas de sus sandalias y aparecieron sus pies de nina, que acaricio reconociendolos, 
porque los habla sonado inocentes y leves. Le abrio el cierre del pantalon y lo bajo 
revelando el terso camino de su vientre, la sombra de su ombligo, la larga llnea de la 
espalda que recorrio con dedos fervorosos, sus muslos firmes cubiertos de una 
impalpable pelusa dorada. La vio desnuda contra el infinito y con los labios trazo sus 
caminos, cavo sus tuneles, subio sus colinas, anduvo sus valles y as! dibujo los mapas 
necesarios de su geografla. Ella se arrodillo tambien y al mover la cabeza bailaron los 
oscuros mechones sobre sus hombros, perdidos en el color de la noche. Cuando 
Francisco se quito la ropa fueron como el primer hombre y la primera mujer antes del 
secreto original. No habla espacio para otros, lejos se encontraba la fealdad del 
mundo o la inminencia del fin, solo existla la luz de ese encuentro. 

Irene no habla amado asl, ignoraba aquella entrega sin barreras, temores ni 
reservas, no recordaba haber sentido tanto gozo, comunicacion profunda, 
reciprocidad. Maravillada, descubrla la forma nueva y sorprendente del cuerpo de su 
amigo, su calor, su sabor, su aroma, lo exploraba conquistandolo palmo a palmo, 
sembrandolo de caricias recien inventadas. Nunca habla disfrutado con tanta alegria 
la fiesta de los sentidos, tomame, poseeme, recibeme, porque asi, del mismo modo, te 
tomo, te poseo, te recibo yo. Oculto el rostro en su pecho aspirando la tibieza de su 
piel, pero el la aparto levemente para mirarla. El espejo negro y brillante de sus ojos 
devolvio su propia imagen embellecida por el amor compartido. Paso a paso iniciaron 
las etapas de un rito imperecedero. Ella lo acogio y el se abandono, sumergiendose en 
sus mas privados jardines, anticipandose cada uno al ritmo del otro, avanzando hacia 
el mismo fin. Francisco sonrio en completa dicha, porque habia encontrado a la mujer 
perseguida en sus fantasias desde la adolescencia y buscada en cada cuerpo a lo largo 
de muchos anos: la amiga, la hermana, la amante, la companera. 

Largamente, sin apuro, en la paz de la noche habito en ella deteniendose en el 
umbral de cada sensacion, saludando al placer, tomando posesion al tiempo que se 
entregaba. Mucho despues, cuando sintio vibrar el cuerpo de ella como un delicado 
instrumento y un hondo suspiro salio de su boca para alimentar la suya, una 
formidable represa estallo en su vientre y la fuerza de ese torrente lo sacudio, 
inundando a Irene de aguas felices. 

Permanecieron estrechamente unidos en tranquilo reposo, descubriendo el amor 
en plenitud, respirando y palpitando al unisono hasta que la intimidad renovo su 
deseo. Ella lo sintio crecer de nuevo en su interior y busco sus labios en interminable 
beso. Con el cielo por testigo, aranados por los guijarros, cubiertos de polvo y hojas 
secas aplastadas en el desorden del amor, premiados por un inagotable ardor, una 
desaforada pasion, retozaron bajo la luna hasta que el alma se les fue en suspiros y 


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sudores y murieron, por ultimo, abrazados, con los labios juntos, sonando el mismo 
sueno. Hablan iniciado una inexorable travesla. 

Despertaron con las primeras luces de la manana y el alboroto de los gorriones, 
deslumbrados por el encuentro de los cuerpos y la complicidad del esplritu. Entonces 
recordaron el cadaver de la mina y recuperaron el sentido de la realidad. 

Con la arrogancia del amor compartido, pero aun temblorosos y asombrados, se 
vistieron, subieron a la motocicleta y recorrieron el camino a casa de los Ranquileo. 
Inclinada sobre la artesa de madera, la mujer lavaba la ropa restregandola con cepillo 
de cerdas. Sus anchos pies firmemente plantados sobre una tabla para no pisar el 
barrial, las manos pesadas trabajando con energla, frotaba, estrujaba y luego colocaba 
los trapos en un balde, donde se amontonaban para despues enjuagarlos en el agua 
corriente de la acequia. 

Estaba sola, porque a esa hora los hijos iban a la escuela. El verano se insinuaba 
en las frutas pintonas, el escandalo de las flores, las siestas sofocadas y las mariposas 
blancas volando en todas direcciones como panuelos arrastrados por la brisa. 
Bandadas de pajaros invadlan los campos uniendo sus trinos al rumor continuo de las 
abejas y los tabanos. Nada de eso percibla Digna, con los brazos hundidos en la 
lavaza, ajena a todo lo que no fuera su dura labor. 

El rugido de la moto y el coro de los perros llamaron su atencion y levanto la 
vista. 

Vio a la periodista y su inseparable companero, el de la camara fotografica, 
avanzar por el patio ignorando los ladridos. 

Se seco las manos en el delantal y les salio al encuentro sin sonrelr, porque aun 
antes de mirarlos a los ojos adivino las malas noticias. Irene Beltran la estrecho en un 
abrazo tlmido, unica formula de condolencia que se le ocurrio. La madre entendio de 
inmediato. No hubo lagrimas en sus ojos, acostumbrados a tan diversas penas. Apreto 
la boca en gesto desolado y un ronco suspiro se escapo de su pecho antes de que 
pudiera atajarlo. Tosio para ocultar esa debilidad y apartando un mechon de su frente, 
serial 6 a los jovenes que la siguieran al interior de la casa. Se sentaron los tres 
alrededor de la mesa y durante unos minutos estuvieron en silencio, hasta que Irene 
reunio las palabras para dedrselo. 

— Creo que la encontramos... — murmuro. 

Y le conto lo que vieron en la mina, sin detenerse en los detalles atroces y 
dejando en el aire la duda de que esos restos pudieran ser de otra persona. Pero Digna 
descarto esa esperanza, porque desde hada muchos dlas aguardaba las pruebas de la 
muerte de su hija. Lo sabla por el duelo que se instalo en su corazon desde la noche 
en que se la llevaron y por el conocimiento acumulado en tantos anos de dictadura. 

— Nunca devuelven a los que se llevan — dijo. 

— Esto no tiene nada que ver con la polltica, senora, es un crimen vulgar — 


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replied Francisco. 

— Es lo mismo. La mato el Teniente Ramirez y el es dueno de la ley ^que puedo 
hacer yo? 

Tambien Irene y Francisco sospechaban del oficial. Pensaban que detuvo a 
Evangelina para cobrarle de alguna manera la humillacion que le hizo pasar ante los 
ojos de tantos testigos. Tal vez intentaba retenerla solo un par de dias, pero no calculo 
la fragilidad de su prisionera y se le paso la mano en el castigo. Cuando vio los 
estragos cambio de idea y decidio esconder su cuerpo en la mina y falsear el Libro de 
Guardia para protegerse de cualquier investigation. Pero aquellas eran solo 
conjeturas. Habia un largo camino por andar hasta llegar al fondo de ese secreto. 
Mientras los jovenes se lavaban en la acequia, Digna Ranquileo preparo desayuno. 
Ocupada en los gestos rituales de avivar el fuego, hervir agua y acomodar platos y 
tazas, disimulaba su tristeza. Sentia un gran pudor de sus emociones. 

Al oler el pan caliente, Irene y Francisco comprendieron cuanto apetito sentian, 
porque no habian probado alimento desde el dia anterior. Comieron con lentitud. Se 
miraban reconociendose, sonreian recordando la fiesta recien vivida, se tocaban las 
manos en mutua promesa. A pesar de la tragedia que los envolvia, estaban plenos de 
una paz egoista, como si hubieran encajado las piezas del rompecabezas de sus vidas 
y pudieran por fin vislumbrar sus destinos. Se creian a salvo de todo mal, amparados 
por el encanto de ese nuevo amor. 

— Hay que avisar a Pradelio para que no siga buscando a su hermana — sugirio 
Irene. 

— Yo subire a la montana. Esperame aqui, para que descanses un poco y 
acompanes a la senora Digna — decidio Francisco. 

Despues de comer beso a su amiga y partio en la moto. 

Recordaba el camino y llego sin tropiezos al mismo lugar donde antes dejaron los 
caballos, cuando fueron con Jacinto la primera vez. Alii coloco la moto entre los 
arboles y empezo a subir a pie. Confiaba en su sentido de orientation para encontrar 
el refugio sin muchos rodeos, pero pronto se dio cuenta de que no seria tan facil, 
porque en esos dias el aspecto del paisaje habia cambiado. Los primeros calores del 
verano golpeaban las laderas de los cerros quemando la vegetation y anticipando la 
sed de la tierra. Los colores se tornaban palidos, deslucidos. Francisco no reconocio 
los puntos de referencia que habia fijado en su memoria y se dejo guiar por el 
instinto. 

A mitad del camino se detuvo angustiado, seguro de haber perdido el rumbo, 
porque le parecia pasar y volver a pasar por el mismo sitio. Si no fuera porque iba 
subiendo, habria jurado que giraba en circulos. Estaba agotado por la tension 
acumulada en los ultimos dias y por la noche anterior en la mina. Evitaba, siempre 
que fuera posible, poner a prueba sus nervios con acciones impulsivas. En su trabajo 


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en la clandestinidad debia sortear peligros y correr riesgos; pero preferia hacer planes 
meticulosos y cenirse a ellos. No le gustaban los sobresaltos. Sin embargo, sentla que 
ya era inutil hacer calculos, porque la vida se le estaba volviendo un caos. Estaba 
acostumbrado a sentir la violencia suspendida en el aire como un gas solapado, al 
cual un chispazo podia hacer estallar en inagotable incendio, pero como tantos otros 
en la misma situacion, no pensaba en ello. Trataba de organizar su existencia dentro 
de cierta normalidad. Pero alll, en la soledad de la montana, comprendio que habla 
cruzado una frontera invisible y entrado en una nueva y terrible dimension. 

Al acercarse el mediodia, el calor se torno de lava. No habia alguna vegetacion 
misericordiosa donde buscar amparo. 

Aprovecho una saliente en las rocas y se acomodo para descansar un poco, 
buscando recuperar el ritmo de su corazon. 

Carajo, seria mejor volver antes de caerme aqui extenuado. 

Se seco el sudor de la cara y siguio subiendo cada vez con mas lentitud y mayores 
pausas. Por fin diviso una vertiente insignificante que descendia turbia entre las 
piedras y lanzo un suspira de alivio, porque estaba seguro de que el rastro de agua lo 
llevaria hasta el refugio de Pradelio Ranquileo. Se mojo el cuello y la cabeza, 
sintiendo el ardor del sol en la piel. Trepo los ultimos metros, encontro el nacimiento 
del arroyo y busco la cueva entre los matorrales, llamado a gritos a Pradelio. Nadie 
respondio. El lugar estaba seco, la tierra agrietada y los arbustos cubiertos de un 
polvo que daba a todo el paisaje un color de arcilla vieja. Apartando unas ramas 
aparecio el boquete de la gruta y no tuvo necesidad de entrar para saber que estaba 
desierta. Recorrio los alrededores sin encontrar huellas del fugitivo y supuso que 
debio partir varios dias antes, porque no quedaban rastros de comida ni marcas en el 
suelo barrido por el viento. Dentro de la cueva hallo latas vacias y unos libros de 
vaqueros con las paginas amarillas y sobadas, como unicos indicios de que por alii 
hubiera pasado alguien. Cuanto dejo el hermano de Evangelina estaba en cuidadoso 
orden, como corresponde a una persona habituada a la disciplina militar. Reviso esas 
pobres pertenencias en busca de algun signo, algun mensaje. No habia senales de 
violencia y dedujo que los soldados no habian dado con el; sin duda alcanzo a 
marcharse a tiempo, tal vez bajo al valle y procuro alejarse de la Zona o se aventuro a 
traves de la cordillera en un intento por alcanzar la frontera. 

Francisco Leal se sento en la gruta y hojeo los libros. Eran ediciones populares de 
bolsillo, con burdas ilustraciones, adquiridas en tiendas de libros usados o en kioscos 
de revistas. 

Sonrio ante el alimento intelectual de Pradelio Ranquileo: el Llanero Solitario, 
Hopalong Cassidy y otros heroes del oeste norteamericano defensores miticos de la 
justicia, protectores del desvalido contra los malvados. Recordo su conversacion 
durante el encuentro anterior, el orgullo de ese hombre por el arma que llevaba al 


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cinto. El revolver, los correajes, las botas, eran los mismos de los valientes de sus 
historietas, los elementos magicos que pueden convertir a un tipo insignificante en el 
dueno de la vida y de la muerte, que pueden darle un lugar en este mundo. Tan 
importantes eran para ti, Pradelio, que cuando te los quitaron, solo la certeza de tu 
inocencia y la esperanza de recuperarlos te permitieron seguir viviendo. 

Te hicieron creer que tenlas poder, te martillaron el cerebro con el ruido de 
altoparlantes en el cuartel, te lo ordenaron en nombre de la patria y as! te dieron tu 
dosis de culpa, para que no puedas lavarte las manos y permanezcas atado para 
siempre por eslabones de sangre, pobre Ranquileo. 

Sentado en la gruta, Francisco Leal recordo su propia emocion la unica vez que 
tuvo un arma en la mano. Paso por la adolescencia sin mayores perturbaciones, mas 
interesado en la lectura que en la militancia polltica, como una reaccion contra la 
imprenta clandestina y los inflamados discursos libertarios de su padre. Sin embargo, 
al terminar el bachillerato lo recluto un grupusculo extremista, atrayendolo con el 
sueno de una revolucion. Muchas veces volvio atras en la memoria para preguntarse 
sobre la fascinacion de la violencia, ese vertigo irresistible hacia la guerra y la 
muerte. Tenia dieciseis anos cuando partio al sur con unos guerrilleros novatos, a 
entrenarse en una incierta insurrection y una Gran Marcha a alguna parte. Siete u 
ocho muchachos mas necesitados de una ninera que de un fusil, formaban aquella 
escualida tropa, al mando de un jefe tres anos mayor, unico conocedor de las reglas 
del juego. A Francisco no lo impulsaba el deseo de implantar las teorias de Mao en 
America Latina, porque ni siquiera se habia dado el trabajo de leerlas, sino una 
simple y pedestre ansia de aventura. Queria alejarse de la tutela de sus padres. 
Dispuesto a probar que ya era un hombre, abandono una noche su casa sin decir 
adios, llevando en su morral solo un cuchillo de explorador, un par de medias de lana 
y un cuaderno para escribir versos. Su familia lo busco hasta con la policia y cuando 
por fin logro averiguar sus pasos, no pudo consolarse de semejante desgracia. El 
Profesor Leal cerro la boca y se sumio en la melancolia, herido en el alma por la 
ingratitud de ese hijo que partio sin explicaciones. Su madre vistio habito de la 
Virgen de Lourdes, clamando al cielo la devolucion de su preferido. Para ella, 
cuidadosa de su apariencia y pendiente de la moda para subir o bajar los ruedos de las 
faldas, agregar pinzas o quitar alforzas, aquello debio significar un enorme sacrificio. 
Su marido, quien al principio se dispuso a poner en practica su experiencia 
pedagogica y esperar sin perder la calma el retorno espontaneo de Francisco, al ver a 
su mujer con la blanca tunica y el cordon celeste de Lourdes, perdio la paciencia. En 
un impulso incontrolable se los arranco a tirones del cuerpo, vociferando contra la 
barbarie y amenazando con marcharse de la casa, del pais y de America si volvia a 
presentarse con ese adefesio. Luego, sacudio su reconcomio, echo mano a su exaltado 
caracter y partio en busca del hijo perdido. Durante dias recorrio los senderos de los 


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burros, indagando a cada sombra que cruzo en su camino y mientras marchaba de 
aldea en aldea, de cerro en cerro, acumulaba furia y hacia planes para propinar al 
muchacho la unica paliza de su vida. Por fin alguien le indico que en los bosques se 
olan de vez en cuando tiros de fusil y solian surgir de alii unos jovenes mugrientos a 
mendigar comida y robar gallinas, pero en verdad nadie pensaba que fueran el primer 
esbozo de un proyecto revolucionario para todo el continente, sino tan solo una secta 
de religion hereje inspirada en la India, como otras ya vistas en esos parajes. Esos 
datos bastaron al Profesor Leal para dar con el campamento de los guerrilleros. Al 
verlos cubiertos de harapos, sucios y melenudos, comiendo porotos en lata y sardinas 
anejas, ejercitandose con un rifle de la Primera Guerra Mundial, picados por las 
avispas y otros bichos del monte, se le paso de golpe toda la rabia y lo invadio la 
compasion siempre presente en su animo. Una disciplinada militancia polltica lo 
induda a considerar la violencia y el terrorismo como un error estrategico, sobre todo 
en un pals donde se podia alcanzar el cambio social por otros medios. Estaba 
convencido de que los grupusculos armados no tenlan la menor oportunidad de exito. 

Esos jovenes solo lograrlan la intervention del ejercito regular para masacrarlos. 
La revolucion, decia, debe provenir de un pueblo que despierta, toma conciencia de 
sus derechos y de su fuerza, asume la libertad y se pone en marcha, pero jamas de 
siete ninos burgueses jugando a la guerra. 

Francisco estaba en cuclillas junto a una pequena fogata calentando agua, cuando 
vio aparecer entre los arboles una figura irreconocible. Era un viejo vestido de traje 
oscuro y corbata, lleno de polvo y abrojos, con una barba crecida de tres dlas y el 
pelo revuelto, llevando un pequeno maletln negro en una mano y en la otra una rama 
seca para apoyarse. El muchacho se puso de pie, sorprendido, y a su alrededor sus 
companeros lo imitaron. Entonces cayo en cuenta de quien era. 

Recordaba a su padre como un hombronazo formidable con ojos apasionados y 
vozarron de orador, pero en ningun caso como ese ser gastado y triste que avanzaba 
cojeando, la espalda encorvada, los zapatos entierrados. 

— jPapa! — alcanzo a decir antes que el sollozo le cortara la voz. 

El Profesor Leal, soltando el rustico baston y la pequena maleta, abrio los brazos. 
Su hijo salto por encima de la hoguera, paso corriendo delante de sus asombrados 
camaradas y se estrecho contra su padre, comprobando de paso que ya no podia 
refugiarse en su pecho, porque media media cabeza mas y era mucho mas fornido. 

— Tu madre te espera. 

— Voy. 

Mientras el muchacho buscaba sus cosas, el Profesor aprovecho la ocasion para 
endilgar un discurso a los demas, argumentando que si querian una revolucion debian 
proceder dentro de ciertas normas y jamas mediante la improvisation. 

— No improvisamos, somos pekinistas — dijo uno. 


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— Estais locos. Lo que sirve para los chinos no funciona aqui — replied el 
Profesor categoricamente. 

Mucho mas tarde esos mismos jovenes irian por montes, sierras y selvas 
repartiendo balas y consignas asiaticas en pueblos olvidados por la historia 
americana. Pero eso no lo podia sospechar el Profesor cuando se llevo a su hijo del 
campamento. Los muchachos los vieron alejarse abrazados y se encogieron de 
hombros. 

Durante el viaje en tren de vuelta a casa, el padre se mantuvo silencioso 
observando a Francisco. A1 llegar a la estacion le zampo en pocas palabras todo el 
contenido de su corazon. 

— Espero que no se repita. En el futuro te dare un correazo por cada lagrima de tu 
madre, ^te parece justo? 

— SI, papa. 

En el fondo Francisco estaba satisfecho de encontrarse de vuelta en su hogar. 
Poco despues, curado definitivamente de la tentacion guerrillera, se sumergio en los 
textos de psicologia fascinado por aquel juego de ilusionismo, de ideas contenidas 
dentro de otras y estas a su vez en otras, en un desafio sin fin. 

Lo absorbio tambien la literatura y se perdio seducido en la obra de los escritores 
latinoamericanos, dandose cuenta de que vivia en un pais en miniatura, una mancha 
en el mapa, inmerso en un vasto y prodigioso continente donde el progreso llega con 
centurias de atraso: tierra de huracanes, terremotos, rios anchos como mares, selvas 
tan tupidas que no penetra la luz del sol; un suelo en cuyo humus eterno se arrastran 
animales mitologicos y viven seres humanos inmutables desde el origen del mundo; 
una desquiciada geografia donde se nace con una estrella en la frente, signo de lo 
maravilloso, region encantada de tremendas cordilleras donde el aire es delgado 
como un velo, desiertos absolutos, umbrosos bosques y serenos valles. Alii se 
mezclan todas las razas en el crisol de la violencia: indios emplumados, viajeros de 
lejanas republicas, negros caminantes, chinos llegados de contrabando en cajones de 
manzanas, turcos confundidos, muchachas de fuego, frailes, profetas y tiranos, todos 
codo a codo, los vivos y los fantasmas de aquellos que a lo largo de siglos pisaron esa 
tierra bendita por tantas pasiones. En todas partes estan los hombres y mujeres 
americanos, padeciendo en los canaverales, temblando de fiebre en las minas de 
estano y plata, perdidos bajo las aguas mariscando perlas y sobreviviendo, a pesar de 
todo, en las prisiones. 

En busca de otras vivencias, cuando Francisco termino su carrera decidio 
perfeccionarla con estudios en el extranjero, lo cual desconcerto un poco a sus padres, 
pero aceptaron financiarlo y tuvieron la delicadeza de callar sus advertencias sobre la 
perversidad que acecha a los jovenes cuando viajan solos. Paso algunos anos fuera, al 
termino de los cuales obtuvo un doctorado y un aceptable dominio del ingles. Para 


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subsistir lavaba platos en un restaurante y fotografiaba parrandas de poca monta en 
los barrios de inmigrantes. 

Entretanto su pais estaba en plena ebullicion politica y para el ano de su regreso 
ganaba las elecciones un candidato socialista. A pesar de los pronosticos pesimistas y 
las conspiraciones para impedirlo, se sento en el sillon de los presidentes ante el 
estupor de la embajada norteamericana. Francisco nunca habia visto a su padre tan 
dichoso. 

— ^Ves, hijo? No era necesario tu fusil. 

— Tu eres anarquista, viejo. Tu partido no esta en el gobierno — se burlaba 
Francisco. 

— jEsas son sutilezas! Eo importante es que el pueblo tiene el poder y jamas 
podran arrebatarselo. 

Como siempre, estaba en la luna. El dia del Golpe Militar creyo que se trataba de 
un grupo de sublevados a quienes las Fuerzas Armadas leales a la constitution y la 
republica dominarian rapidamente. Varios anos despues seguia esperando lo mismo. 
Combatia a la dictadura con metodos estrafalarios. En pleno auge de la represion, 
cuando habilitaron hasta los estadios y las escuelas para encerrar millares de 
prisioneros politicos, el Profesor Leal imprimio unos volantes en su cocina, subio al 
ultimo piso del edificio del Correo y los lanzo a la calle. Soplaba viento favorable y 
su mision fue exitosa, porque algunos ejemplares aterrizaron en el Ministerio de 
Defensa. El texto contenia ciertas opiniones que le parecieron apropiadas al momento 
historico. 

La education de los militares, desde el soldado raso hasta las mas altas jerarquias, 
los convierte necesariamente en los enemigos de la sociedad civil y el pueblo. Incluso 
su uniforme, con todos esos adornos ridiculos que distinguen los regimientos y los 
grados, todas esas tonterias infantiles que ocupan buena parte de su existencia y les 
haria parecer payasos si no estuvieran siempre amenazantes, todo ello les separa de la 
sociedad. Ese atavio y sus mil ceremonias pueriles, entre las que transcurre su vida 
sin mas objetivo que entrenarse para la matanza y la destruction, serian humillantes 
para hombres que no hubieran perdido el sentimiento de la dignidad humana. 
Moririan de vergiienza si no hubieran llegado, mediante una sistematica perversion 
de las ideas, a hacerlo fuente de vanidad. La obediencia pasiva es su mayor virtud. 

Sometidos a una disciplina despotica, acaban sintiendo horror de cualquiera que 
se mueva libremente. Quieren imponer a la fuerza la disciplina brutal, el orden 
estupido del que ellos mismos son victimas. 

No se puede amar el servicio militar sin detestar al pueblo. 

BAKUNIN. 

Si le hubiera dado un segundo pensamiento o consultado una opinion mas 
experta, el Profesor Leal se habria dado cuenta de que era un texto demasiado extenso 


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para lanzarlo al aire, porque antes de que alguien alcanzara a leer la mitad seria 
detenido. Pero era tanta su admiracion por el padre del anarquismo, que nada dijo de 
sus planes. Su mujer y sus hijos se enteraron a las veinticuatro horas, cuando la 
prensa, la radio y la television difundieron un bando militar y el lo recorto para 
conservarlo en su album. 

BANDO N° 19: 

1. Se advierte a la ciudadanla que las Fuerzas Armadas no toleraran 
manifestaciones publicas de ningun tipo. 

2. El ciudadano Bakunin, firmante de un panfleto lesivo al sagrado honor de las 
Fuerzas Armadas, debera presentarse voluntariamente hasta las 16,30 horas de hoy en 
el Ministerio de Defensa. 

3. La no presentacion significara que se pone al margen de lo dispuesto por la 
Junta de Comandantes en Jefe, con las consecuencias faciles de prever. 

Ese mismo dla los tres hermanos Leal decidieron sacar la imprenta de la cocina 
para evitar que su padre cayera en las trampas de su apasionado idealismo. A partir de 
entonces procuraron darle pocos motivos de inquietud. Ninguno le conto sus 
actividades en la oposicion, pero no pudieron impedir que cuando se llevaron 
detenido a Jose con varios curas y monjas de la Vicaria, el Profesor Leal se sentara en 
la Plaza de Armas con una pancarta en las manos: En este momento estan torturando 
a mi hijo. Si Javier y Francisco no llegan a tiempo para cogerlo de los brazos y 
llevarselo de alii, se hubiera empapado de gasolina y prendido fuego como un bonzo 
ante los ojos de quienes se habian juntado a compadecerlo. 

Francisco entro en contacto con grupos organizados para sacar profugos por una 
frontera e introducir miembros de la oposicion por otra. Movilizaba dinero para 
ayudar a los sobrevivientes escondidos y comprar alimentos y medicinas, recopilaba 
informacion para enviar al extranjero oculta en suela de frailes y pelucas de munecas. 
Cumplio algunas misiones casi imposibles: fotografio parte de los archivos 
confidenciales de la Policia Politica y puso en microfilm las cedulas de identidad de 
los torturadores, pensando que algun dia ese material contribuiria a hacer justicia. 
Solo compartio ese secreto con Jose, quien no deseaba escuchar nombres, lugares ni 
otros detalles, porque ya habia comprobado cuan dificil es callar ante ciertos 
apremios. 

Por estar unidos en la complicidad de tareas similares, Francisco penso en su 
hermano cuando estaba en la gruta de Pradelio Ranquileo. Lamento no haber 
solicitado antes su ayuda. 

Si el fugitivo se habia internado en la region silenciosa de las montanas, no 
encontrarian su pista, y si habia bajado al valle a cumplir su venganza y era arrestado, 


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seria imposible prestarle socorro. 

Francisco se sacudio el cansancio, empapo su ropa para refrescarse y empezo el 
descenso con el calor de la siesta pesando como un fardo sobre su cabeza, cegandolo 
por momentos con puntos multicolores que bailaban ante sus pupilas. Por fin alcanzo 
el sitio donde dejo la motocicleta y alii encontro a Irene aguardandolo. Su amiga, 
demasiado impaciente para esperarlo en casa de los Ranquileo, atajo al primer 
carreton de verduras que atino a pasar y le pidio que la encaminara. Se abrazaron 
ansiosos. Ella lo condujo hacia la sombra benefica de los arboles, donde habia 
emparejado el suelo quitando los guijarros. Lo ayudo a recostarse y mientras el 
descansaba tratando de dominar el temblor de sus piernas, ella le limpio el sudor con 
un panuelo, partio un melon que le habia regalado Digna y le dio a comer, 
desprendiendo los trozos con los dientes y colocandolos en su boca con un beso. La 
fruta estaba tibia y demasiado dulce, pero a el le parecio que cada bocado era un 
remedio prodigioso, capaz de anular la fatiga y combatir el desaliento. Cuando del 
melon no quedaron sino las cascaras mordidas, Irene empapo el panuelo en un charco 
y se limpiaron. Bajo el sol inmisericorde de las tres renovaron las promesas 
susurradas la noche anterior, acariciandose con una sabiduria recien aprendida. 

A pesar de la dicha de ese amor apenas estrenado, Irene no apartaba de su 
memoria la vision de la mina. 

— dComo supo Pradelio donde estaba el cuerpo de su hermana? — se preguntaba. 

En realidad Francisco no habia pensado en ello ni le parecio el momento 
adecuado para hacerlo. Se sentia extenuado y su unico deseo era dormir unos minutos 
para sacudir el mareo, pero ella no le dio tiempo. Sentada, con las piernas cruzadas 
como un faquir, hablaba de prisa, saltando de una idea a otra, como siempre hacia. En 
ese preciso detalle, creia ella, se encontraba la clave de algunos misterios 
fundamentales. 

Mientras su amigo reunia fuerzas e intentaba despejar la mente, ella navegaba por 
el tema sorteando dudas y buscando respuestas, hasta concluir enfaticamente que 
Pradelio Ranquileo conocia la mina de Los Riscos porque antes estuvo alii con el 
Teniente Juan de Dios Ramirez. Debieron utilizarla para esconder algo. El guardia 
sabia que era un sitio seguro y suponia que su superior volveria a usarlo en caso de 
necesidad. 

— No entiendo nada — dijo Francisco con la mirada de un sonambulo sorprendido 
en plena marcha. 

— Es muy simple. Vamos a la mina y cavamos el otro tunel. 

Tal vez encontremos una sorpresa. 

Despues Francisco recordaria ese momento con una sonrisa, porque mientras el 
circulo del terror se cerraba sobre ellos, su sentimiento dominante era el deseo de 
abrazar a Irene. 


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Olvidando los muertos que empezaban a brotar del suelo como matas silvestres y 
el miedo a ser detenidos o asesinados, su mente estaba ocupada en el inagotable afan 
de hacer el amor. 

Mas importante que aclarar la marana por donde avanzaban a tientas, le pareda 
buscar un sitio comodo para jugar con ella; mas poderosa que el cansancio, el calor y 
la sed, era la urgencia de estrecharla entre sus brazos, rodearla, aspirarla, sentirla 
dentro de su propia piel, poseerla entre los arboles all! mismo junto al camino, a la 
vista de quien atinara a pasar. Por fortuna Irene tenia las ideas mas lucidas. Tienes 
fiebre, le dijo cuando intento tenderla sobre la yerba. Tirandolo por la ropa lo condujo 
hasta la moto y lo convencio de partir, trepandose detras, abrazada a su cintura, 
soplandole ordenes perentorias y palabras de intimidad al oido, hasta que las 
sacudidas del vehlculo y la luz blanca del sol atenuaron los impetus pasionales de su 
amigo y le devolvieron su calma habitual. 

Y as! enfilaron de nuevo hacia la mina de Los Riscos. 

Era de noche cuando Irene y Francisco llegaron a casa de los Leal. Hilda 
terminaba de preparar una tortilla de papas y el intenso aroma del cafe recien colado 
impregnaba la cocina. Al quitar la imprenta, esa amplia habitacion lucio por vez 
primera sus proporciones reales y todos pudieron apreciar su encanto: los viejos 
muebles de madera con cubierta de marmol, la nevera anticuada y al centro la mesa 
de mil usos donde se reunia la familia. En invierno constituia el lugar mas tibio y 
acogedor del mundo. Alii, junto a la maquina de coser, la radio y la television, 
encontraban la luz y el calor de una estufa a kerosen, del homo y de la plancha. Para 
Francisco no existia otro sitio mejor. Los mas gratos recuerdos de su infancia 
transcurrieron en ese cuarto jugando, estudiando, hablando horas por telefono con 
alguna novia de trenzas escolares, mientras su madre, entonces joven y muy hermosa, 
se ocupaba de sus quehaceres canturreando aires de su Espana lejana. El ambiente 
siempre olia a yerbas frescas y especias para sazonar guisados y fritangas. Se 
mezclaban en deliciosa armonia ramos de romero, hojas de laurel, dientes de ajo, 
bulbos de cebolla con las fragancias mas sutiles de la canela, el clavo de olor y la 
vainilla, el anis y el chocolate para hornear panes y bizcochuelos. 

Esa noche Hilda colaba unas cucharadas de autentico cafe regalo de Irene Beltran. 
Esa ocasion merecia sacar de la alacena las pequenas tazas de porcelana de su 
coleccion, toda diferentes y tan delicadas como suspiros. El olor de la cafetera fue lo 
primero que percibieron los jovenes al abrir la puerta y los guio al corazon de la casa. 

Al entrar, Francisco se sintio envuelto por la tibieza del ambiente, la misma de su 
infancia, cuando era un nino delgado y debil, victima de los juegos bruscos de otras 
criaturas mas fuertes y despiadadas. Operado a los pocos meses de nacido por una 
malformation congenita en una pierna, su madre fue el pilar de su ninez, criandolo a 
la sombra de sus faldas, amamantandolo hasta mas alia del plazo normal y 


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cargandolo en la espalda, en brazos o apoyado en su cadera como un apendice de su 
propio cuerpo, hasta que sus huesos sanaron del todo y pudo valerse solo. Llegaba del 
colegio arrastrando el pesado bolson de sus utiles y anticipandose al encuentro con su 
madre en la cocina, donde lo aguardaba con la merienda y su tranquila sonrisa de 
bienvenida. Ese recuerdo dejo una huella imperecedera en su esplritu y a lo largo de 
su existencia, cada vez que necesitaba recuperar la certeza de la infancia, reconstrula 
en su memoria los detalles precisos de esa habitation, slmbolo de la presencia 
totalitaria del amor materno. Esa noche tuvo la misma sensation al verla moviendo la 
sarten con la tortilla y tarareando a media voz. Su padre estaba inclinado sobre sus 
cuadernos corrigiendo examenes, iluminado por la lampara del techo. 

El aspecto de los recien llegados alarmo a los esposos Leal. 

Los jovenes estaban demacrados, con la ropa arrugada y sucia, una extrana 
expresion en la mirada. 

— ^Que os pasa? — pregunto el Profesor. 

— Encontramos una tumba clandestina. Hay muchos cadaveres adentro — replied 
Francisco. 

— jCono! — exclamo su padre, primera palabrota en su vida delante de su mujer. 

Hilda se llevo el pano de cocina a la boca y abrio sus redondos ojos azules con 
espanto, pasando por alto la groseria de su marido. 

— jVirgen Santlsima! — fue lo unico que atino a balbucear. 

— Creo que son vlctimas de la poliria — dijo Irene. 

— ^Desaparecidos? 

— Puede ser — dijo Francisco sacando de su bolsa unos rollos de pellcula y 
poniendolos sobre la mesa — . Tome algunas fotograflas... 

Hilda se persigno con gesto automatico. Irene se desplomo sobre una silla en el 
llmite de su resistencia, mientras el Profesor Leal se paseaba a grandes trancos sin 
encontrar en su amplio y exaltado vocabulario palabras adecuadas. Tenia 
predisposicion a la grandilocuencia, pero aquello tuvo el efecto de dejarlo mudo. 

Irene y Francisco contaron lo ocurrido. Llegaron a la mina de Los Riscos a media 
tarde, fatigados y hambrientos, pero dispuestos a investigar a fondo, aferrados a la 
esperanza de que una vez resueltos los enigmas podrlan regresar a la normalidad y 
amarse tranquilos. A plena luz del dia el sitio nada tenia de siniestro, pero el recuerdo 
de Evangelina los obligo a aproximarse con reticencia. Francisco quiso entrar solo, 
pero Irene estaba decidida a veneer la repugnancia y ayudarlo a abrir segundo pasaje 
para acabar pronto y salir de alii lo antes posible. Removieron con facilidad los 
escombros y las piedras de la entrada, partieron el panuelo en dos pedazos, los ataron 
sus rostros para protegerse del insoportable hedor y se introdujeron en la primera 
camara. No fue necesario encender linterna. El sol entraba por el boquete alumbrando 
con luz difusa el cuerpo de Evangelina Ranquileo, que Francisco cubrio con el 


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poncho para sustraerlo a la vista de su amiga. 

Irene necesito apoyarse en la pared para mantener el equilibrio. Le fallaban las 
piernas. Trato de pensar en el jardln de su casa cuando floreria el nomeolvides sobre 
la tumba del recien nacido que cayo del tragaluz, o en las frutas madura apiladas en 
grandes canastos los dlas del mercado. Francisco le rogo que saliera, pero ella logro 
dominar su estomago tomando del suelo un trozo de hierro, ataco la delgada capa de 
cemento que tapaba el tunel. El la secundo en la tarea con el pico. La mezcla de 
albanileria debio ser hecha por manos inexpertas, porque al menor esfuerzo se 
desprendla en finas partlculas. A la pestilencia se sumo el aire enrarecido por el polvo 
y el cemento suspendidos en una nube densa, pero no retrocedieron, porque con cada 
golpe adquirran mayor certeza de que tras ese obstaculo algo aguardaba por ellos, una 
verdad escondida por muy largo tiempo. Diez minutos mas tarde desenterraron unos 
pedazos de tela y unas osamentas. Era un torax de hombre cubierto con una camisa 
de color claro y un chaleco azul. Mientras se asentaba un poco el tierral, encendieron 
la linterna para examinar esos huesos y comprobar sin lugar a dudas su procedencia 
humana. Basto picar un poco mas escombro y entonces rodo a sus pies un craneo con 
un mechon de pelo adherido aun en la frente. Irene no pudo resistir mas y salio 
trastabillando de la mina, mientras Francisco segula cavando sin pensar, como una 
silenciosa maquina. Fueron surgiendo nuevos restos y entonces comprendio que 
hablan dado con una tumba llena de cadaveres, enterrados desde hada quien sabla 
cuanto tiempo, a juzgar por el estado en que estaban. Los pedazos brotaban de la 
tierra entremezclados con ropa en jirones y manchada con una sustancia oscura y 
aceitosa. Antes de retirarse, Francisco tomo algunas fotos, con toda tranquilidad y 
precision, como si se moviera en suenos, porque habia traspasado la frontera de su 
propio asombro. Lo extraordinario acabo por parecerle natural y descubrio cierta 
logica en la situation, como si la violencia hubiera estado alb esperandolo siempre. 
Esos muertos surgidos de la tierra con las manos descarnadas y la frente perforada 
por una bala, aguardaban desde hada mucho, llamandolo sin cesar, pero hasta 
entonces no tuvo oidos para escucharlos. Trastornado, se sorprendio hablando en alta 
voz para explicarles su retraso, con el sentimiento de haber fallado a una cita. Desde 
el exterior Irene lo llamo, devolviendole el sentido de la realidad. Salio de la mina 
arrastrando el alma. 

Entre los dos cerraron la entrada dejandola en apariencia tal como estaba cuando 
la encontraron. Durante unos minutos descansaron aspirando el aire puro a todo 
pulmon, estrechandose la mano y oyendo los latidos desenfrenados de sus corazones. 
La respiration agitada y el temblor de sus cuerpos les recordaban que al menos ellos 
seguian con vida. El sol se escondio en los cerros y el cielo se torno color petroleo. 
Subieron a la motocicleta y partieron rumbo a la ciudad. 

— ahora que haremos? — pregunto el Profesor Leal cuando terminaron el 


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relato. 

Largamente discutieron la mejor forma de encarar el asunto, descartando la idea 
de recurrir a la ley, que habria sido como poner el cuello en un lazo corredizo. 
Suponlan que Pradelio Ranquileo sabia que su hermana estaba en la mina, porque el 
mismo habla utilizado ese sitio para esconder los otros crimenes. Avisar a las 
autoridades podia significar que tambien Irene y Francisco desaparecieran en pocas 
horas y la mina de Los Riscos se cubriera de nuevas paletadas de tierra. 

Justicia era solo un termino olvidado del lenguaje que ya casi no se empleaba, 
porque tenia visos subversivos, como la palabra libertad. Los militares tenian 
impunidad para todos sus trajines, lo cual ocasionaba contratiempos al mismo 
gobierno, porque cada rama de las Fuerzas Armadas disponia de su propio sistema de 
seguridad, ademas de la Policia Politica, convertida en maximo poder del Estado, al 
margen de todo control. El celo profesional de quienes se ocupaban de esos oficios 
producia errores lamentables y perdida de eficiencia. Ocurria con cierta frecuencia 
que dos o tres grupos se disputaran al mismo prisionero para interrogarlo por causas 
opuestas, o que se confundieran los agentes infiltrados y acabaran los del mismo 
bando liquidandose entre ellos. 

— jDios mio! ^Cdrno se os ocurrio meteros en aquella mina? — suspiro Hilda. 

— Habeis hecho lo correcto. Ahora hay que ver como saldreis de este lio — 
replied el Profesor. 

— Lo unico que se me ocurre es denunciarlo por la prensa — sugirio Irene 
pensando en las escasas revistas de oposicion que aun circulaban. 

— Ire manana con las fotografias decidio Francisco. 

— No llegareis lejos. Os mataran en la primera esquina — aseguro el Profesor 
Leal. 

Sin embargo, todos estuvieron de acuerdo en que la idea no era descabellada. La 
mejor solucion consistia en gritar la noticia al viento, mandarla a recorrer el mundo 
remeciendo conciencias y sacudiendo hasta los mismos cimientos de la patria. 
Entonces Hilda, usando su incontestable sentido comun, les recordo que la Iglesia era 
la unica entidad en pie, todas las demas organizaciones habian sido disueltas y 
barridas por la represion. Con su ayuda existia una oportunidad ante lo imposible, de 
destapar la mina sin perder la vida en el intento. Acordaron colocar ese secreto en las 
manos del Cardenal. 

Francisco consiguio un taxi para llevar a Irene a su casa antes del toque de queda, 
a la joven ya no le quedaban fuerzas para sujetarse en el asiento trasero de la moto. El 
se acosto tarde, porque tuvo que revelar las peliculas. Durmio mal, dando vueltas 
desesperadas en su cama, viendo en las sombras el rostro de Evangelina rodeada de 
huesos amarillos sonando como castanuelas. Grito en suenos y desperto con Hilda a 
su lado. 


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— Te prepare tilo, hijo, bebelo. 

— Creo que me hace falta algo mas fuerte. . . 

— Tu calla y obedece, que para eso tienes madre — le ordeno ella sonriendo. 

Francisco se sento en la cama, soplo la infusion y empezo a beberla a sorbos 
lentos, mientras ella lo observaba sin disimulo. 

— ^Que me miras tanto, mama? 

— No me has contado todo lo que paso ayer. Irene y tu habeis hecho el amor, ^no 
es cierto? 

— jCaramba! ^Tienes que meterte en todo? 

— Tengo derecho a saberlo. 

— Ya estoy viejo para rendirte cuentas — rio Francisco. 

— Mira, quiero advertirte que esa es una joven decente. Espero que tengas buenas 
intenciones con ella o vamos a pelear mucho tu y yo. ^Me has entendido? Y ahora 
acaba tu tilo y si tienes la conciencia limpia dormiras como un bendito — concluyo 
Hilda mientras le acomodaba las cobijas. 

Francisco la vio salir, despues de dejar la puerta abierta para olrlo si la llamaba, y 
sintio la misma ternura de su infancia cuando esa mujer se sentaba en su cama para 
acariciarlo con mano leve hasta que se dormla. Hablan transcurrido muchos anos 
desde entonces, pero segula tratandolo con la misma impertinente solicitud, 
ignorando que a menudo el debia afeitarse dos veces al dla, su doctorado en 
psicologla y el hecho de que podia levantarla del suelo con un solo brazo. Se burlaba 
de ella, pero no hacla nada por cambiar el habito de ese carino desfachatado. Se 
sentla dueno de un privilegio y esperaba gozarlo mientras fuera posible. La relation 
de ambos, iniciada en el instante de la gestation y fortalecida por el reconocimiento 
de los mutuos defectos y virtudes, era un precioso don que esperaban prolongar mas 
alia de la muerte de cualquiera de los dos. El resto de la noche durmio profundamente 
y al despertar no recordo sus suenos. Se dio una larga lucha caliente, tomo el 
desayuno preparado con los ultimos vestigios del cafe importado y partio con las 
fotos en su bolso rumbo a la poblacion donde vivla su hermano. 

Jose Leal era plomero. Cuando no estaba trabajando con el soplete y la Have 
inglesa, se mantenla ocupado en multiples actividades para la comunidad de pobres 
donde escogio vivir, de acuerdo a su incurable vocation de servir al projimo. Vivia en 
un barrio populoso y extenso, invisible desde el camino tapado por murallas y una 
hilera de alamos apuntando al cielo con sus ramas desnudas, porque ni la vegetation 
crecia sana en ese sector. Detras de aquella discreta pantalla habia calles de polvo y 
torrido calor en verano, de lodo y lluvia en invierno, viviendas construidas con 
material de desecho, basura, ropa tendida, peleas de perros. Agrupados en las 
esquinas, los hombres ociosos dejaban pasar las horas, mientras los nihos jugaban 
con la chatarra y las mujeres se afanaban por combatir el deterioro. Era un mundo de 


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escasez y penuria, donde el unico consuelo seguro era la solidaridad. Aqul nadie se 
muere de hambre, porque al pisar el llmite del desaliento, siempre se tiende una mano 
amiga, deda Jose Leal para explicar las ollas comunes en las que un grupo de vednos 
echaba lo que cada quien podia aportar a la sopa de todos. Los allegados vivlan 
adheridos a las familias, porque eran mas pobres que los pobres y no poselan ni 
siquiera un techo. 

En los comedores de los ninos, la Iglesia repartla una portion de comida diaria a 
los mas pequenos. Tantos anos viendo lo mismo, no hablan endureddo los 
sentimientos del cura ante la fila de criaturas reden lavadas y peinadas esperando 
turno para ingresar al galpon, donde aguardaban los platos de aluminio colocados 
sobre largos mesones, mientras sus hermanos mayores, para quienes no alcanzaba la 
caridad, merodeaban esperando alguna sobra. Dos o tres mujeres se encargaban de 
cocinar los alimentos conseguidos por los curas a punta de suplicas y amenazas 
espirituales. Ademas de servir las raciones, ellas vigilaban que los ninos comieran su 
parte, porque muchos ocultaban la comida y el pan para llevarlos a sus casas, donde 
el resto de la familia no tenia para el puchero, sino algunas verduras recogidas en los 
botaderos del mercado y un hueso hervido varias veces para dar al caldo un ligero 
sabor. 

Jose vivia en un rancho de madera similar a muchos otros, aunque mas amplio 
porque tambien prestaba servicios de oficina para atender los problemas temporales y 
espirituales de ese rebano desolado. Francisco se turnaba alii con un abogado y un 
medico para asesorar a los pobladores en sus conflictos, enfermedades y 
desesperanzas, sintiendose a menudo inutiles, porque no habia solution para el 
cumulo de tragedias que debian afrontar. 

Francisco encontro a su hermano listo para salir, vestido con bragas de obrero y 
un pesado maletin con sus herramientas. Despues de cerciorarse de que se 
encontraban solos, Francisco abrio su bolso. Mientras el cura observaba las 
fotografias, tornandose por instantes mas palido, procedio a contarle la historia, 
empezando por Evangelina Ranquileo y sus ataques de santidad, que el conocia a 
medias cuando ayudo a buscarla en la Morgue, y terminando en el momento cuando 
rodaron a sus pies los restos cuyas imagenes tenia en la mano. Solo omitio el nombre 
de Irene Beltran para mantenerla al margen de las consecuencias. 

Jose Leal escucho hasta el final y luego permanecio largo rato en silencio, la vista 
fija en el suelo, en actitud de meditation. Su hermano adivino que intentaba 
controlarse. En su juventud cualquier forma de abuso, injusticia o maldad, le producia 
un corrientazo electrico, cegandolo de ira. Los anos de sacerdocio y el electrico, 
cegandolo de ira. Los anos de sacerdocio y el temple de su caracter le dieron fuerzas 
para dominar esos arrebatos y con un metodico ejercicio de humildad aceptar el 
mundo como una obra imperfecta en la cual Dios pone a prueba las almas. Por fin 


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levanto la cara. Su rostro habia recuperado la serenidad y su voz sono tranquila. 

— Hablare con el Cardenal — dijo. 

— Dios nos ampare en la batalla que debemos emprender — dijo el Cardenal. 

— As! sea — anadio Jose Leal. 

El prelado sostuvo una vez mas las fotograflas con las puntas de los de dos, 
observando los trapos sucios, las cuencas sin ojos, las manos agarrotadas. Para quien 
no lo conoda, el Cardenal resultaba siempre una sorpresa. A la distancia en los actos 
publicos, en las pantallas de television y cuando oficiaba misa en la Catedral, con sus 
paramentos bordados en oro y plata y su corte de acolitos, pareda esbelto y elegante. 

Pero en realidad era un hombre bajo, fornido, tosco, con pesadas manos de 
campesino, que hablaba muy poco y casi siempre en tono brusco, mas por timidez 
que por descortesla. Su temperamento silencioso era notorio en presencia de mujeres 
y en reuniones sociales, en cambio en el ejercicio de su trabajo no daba muestras de 
ello. Tenia pocos amigos, pues la experiencia le habia ensenado que en su cargo la 
reserva es una virtud indispensable. Los pocos que lograban penetrar en el clrculo de 
su intimidad, aseguraban que poseia un caracter afable, propio de la gente del campo. 
Provenia de una numerosa familia provinciana. De la casa de sus padres guardaba el 
recuerdo de los esplendidos almuerzos, la enorme mesa donde se sentaban una 
docena de hermanos, los vinos anejos embotellados en el patio y guardados durante 
anos en las bodegas. Le quedo para siempre la aficion por las suculentas sopas de 
verdura, los pasteles de malz, los hervidos de gallina, las cazuelas de mariscos y 
sobre todo los dulces caseros. Las monjas que atendlan su residencia se esmeraban en 
copiar las recetas de su madre y mandarle al comedor los mismos platos de su ninez. 
Aunque no se jactaba de haber ganado su amistad, Jose Leal lo conoda a traves de su 
trabajo en la Vicarla, donde a menudo estuvieron en contacto, unidos por el mismo 
deseo compasivo de llevar solidaridad humana alia donde el amor divino pareda 
ausente. En su presencia experimentaba cada vez el desconcierto del primer 
encuentro, porque en su mente conservaba la imagen de un hombre de porte 
distinguido, diferente a ese anciano macizo con mas aspecto de aldeano que de 
principe de la Iglesia. Sentia por el una gran admiration, pero se cuidaba de 
manifestarla, porque el Cardenal no toleraba ninguna forma de halago. Mucho antes 
que el resto del pais pudiera apreciarlo en su verdadera dimension, Jose Leal tenia 
pruebas del coraj e, la voluntad y la astucia que mas tarde demostro al enfrentarse a la 
dictadura. Ni la campana de hostilidades, ni los curas y monjas en prision, ni las 
advertencias de Roma, consiguieron desviarlo de sus propositos. 

El jefe de la Iglesia se echo al hombro la carga de defender a las victimas del 
nuevo orden, colocando su formidable organization al servicio de los perseguidos. Si 
la situation se ponia peligrosa, cambiaba su estrategia, respaldado por dos mil anos 
de prudencia y conocimiento del poder. Asi evitaba un enfrentamiento abierto entre 


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los representantes de Cristo y los del General. En algunas ocasiones daba la 
impresidn de retroceder, pero pronto se advertla que era solo una maniobra polltica de 
emergencia. No se desviaba un apice de su tarea de amparar viudas y huerfanos, 
socorrer presos, contar muertos y remplazar la justicia por caridad, donde era 
necesario. Por esas y muchas otras razones, Jose lo considero la linica esperanza para 
desenterrar el secreto de Los Riscos. 

En ese momento se encontraban en la oficina del Cardenal. 

Sobre la pesada mesa de madera antigua se destacaban las fotograflas banadas por 
la luz que a raudales entraba a traves de los vidrios. Desde su silla, el visitante podia 
apreciar en la ventana el llmpido cielo de primavera y las copas de los arboles 
centenarios de la calle. La habitacion estaba decorada con muebles oscuros y 
anaqueles con libros. En las paredes desnudas solo habla una cruz de alambres de 
puas, enviada de regalo por los detenidos de un campo de concentration. Sobre una 
mesa con ruedas estaba servido el te en grandes tazas de loza blanca, acompanado por 
masas de hojaldre y mermelada provenientes del convento de las carmelitas. Jose 
Leal bebio el ultimo sorbo de te y recogio las fotograflas, colocandolas dentro de su 
maletin de plomero. El Cardenal presiono un timbre y de inmediato aparecio su 
secretario. 

— Por favor, cite hoy mismo a las personas de esta lista — ordeno entregandole 
una hoja donde su perfecta caligrafia habia anotado una serie de nombres. El 
secretario salio y el sacerdote se volvio hacia Jose — . ^Como supo esta historia, padre 
Leal? 

— Ya se lo dije, Eminencia. Es un secreto de confesion — sonrio Jose dando a 
entender que no deseaba hablar de ello. 

— Si la policia decide interrogarlo, no aceptara esa respuesta. 

— Correre ese riesgo. 

— Espero que no sea necesario. Entiendo que usted ha sido detenido un par de 
veces, ^no es asi? 

— Si, Eminencia. 

— No debe llamar la atencion. Prefiero que por el momento no se de a notar. 

— Estoy muy interesado en esto y deseo llegar hasta el final si usted me lo 
permite — replied Jose enrojeciendo. 

El anciano lo miro inquisitivamente durante algunos segundos, buscando sus 
motivos mas profundos. Habia trabajado con el por anos y lo consideraba un 
elemento valioso dentro de la Vicaria, donde se requeria gente fuerte, valiente y de 
corazon generoso como ese hombre vestido de obrero que sostenia sobre las rodillas 
una maleta llena de maldad. La recta mirada del sacerdote lo convencio de que no 
actuaba impulsado por la curiosidad o la soberbia, sino por el afan de encontrar la 
verdad. 


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— Tenga cuidado, Padre Leal, no solo por usted, sino tambien por la posicion de 
la Iglesia. No deseamos una guerra con el gobierno, ^comprende? 

— Perfectamente, Eminencia. 

— Venga esta tarde a la reunion que he convocado. Si Dios lo permite, manana 
usted abrira esa mina. 

El Cardenal se levanto de su sillon y acompano al visitante hasta la puerta, 
caminando lentamente con una mano apoyada en el brazo musculoso de ese hombre 
que, como el, habla elegido la dura mision de amar al projimo mas que a si mismo. 

— Vaya con Dios — lo despidio el anciano, estrechando su mano con energla, 
antes de que Jose iniciara el gesto de besarle el anillo. 

Al anochecer se reunio en la oficina del Cardenal un grupo de personas escogidas. 
El hecho no paso inadvertido a los ojos de la Policia Polltica y de los Cuerpos de 
Seguridad del Estado, quienes informaron al General en persona, pero no se 
atrevieron a impedirlo por instrucciones precisas de evitar conflictos con la Iglesia, 
carajo, estos curas malditos se meten donde nadie los manda, ^por que no se ocupan 
del alma y nos dejan a nosotros el gobierno? Pero dejenlos, no sea cosa que tengamos 
otro lio, dijo el General furioso, y averigiien que diablos estan tramando para 
ponernos el parche antes de la herida, antes que esos desgraciados empiecen a 
disparar pastorales desde el pulpito para joder a la patria y no quede mas remedio que 
darles una leccion, aunque eso no me haria ninguna gracia, yo soy catolico, 
apostolico, romano y observante. No pienso pelearme con Dios. 

No supieron lo hablado esa noche, a pesar de los microfonos comprados en tierras 
biblicas, que al ser colocados a tres cuadras de distancia, podian captar hasta los 
suspiros y jadeos de las parejas enamoradas en los hoteles lejanos; a pesar de los 
telefonos intervenidos de todo el mundo para escuchar hasta la ultima intencion 
murmurada en la vasta prision del territorio nacional; a pesar de los agentes 
infiltrados en la misma residencia episcopal vestidos de exterminadores de 
cucarachas, repartidores de almacen, jardineros y hasta cojos, ciegos y epilepticos 
apostados en la puerta pidiendo limosna y bendicion al paso de las sotanas. Se 
esmeraron los Cuerpos de Seguridad, pero solo averiguaron que durante muchas 
horas permanecieron tras la puerta cerrada las personas de esta lista, mi General, y 
luego salieron de la oficina para entrar al comedor, donde se sirvio caldillo marino, 
ternera asada con papas al perejil y de postre una... jvaya al grano, Coronel, no me 
de recetas de cocina sino lo que hablaron! Ni la menor idea, mi General, pero si le 
parece podemos interrogar al secretario. jNo sea imbecil, Coronel! 

A medianoche se despidieron en la puerta de la residencia del Cardenal las 
personas citadas, ante la mirada atenta de la policia apostada sin disimulo en la calle. 
Todos sabian que a partir de ese momento sus vidas corrian peligro, pero ninguno 
vacilo, estaban habituados a caminar al borde de un abismo. Desde hacia anos 


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trabajaban para la Iglesia. Menos Jose Leal, todos eran laicos y algunos tan 
descreldos que nunca tuvieron contacto con la religion hasta el Golpe Militar, cuando 
se unieron en el inevitable compromiso de resistir en la sombra. A1 quedar solo, el 
Cardenal apago las luces y se dirigio a su habitation. Habia despachado temprano a 
su secretario y a todo el personal de servicio, porque no le gustaba que trasnochara. 
Los anos le habia acortado el sueno y preferia recogerse tarde, pasando sus veladas en 
la oficina dedicado al trabajo. Recorrio la casa verificando que las puertas estuvieran 
cerradas y los postigos corridos, porque desde el ultimo estallido de bomba en su 
jardin tomaba algunas precauciones. Rechazo de piano la oferta del General de 
ponerle un equipo de guardaespaldas y tampoco acepto un grupo de jovenes 
voluntarios catolicos para velar por su seguridad. Estaba convencido de que se vive 
hasta la hora senalada y ni un instante menos o mas. Por otra parte, decia, los 
representantes de la Iglesia no pueden ir por el mundo en carros blindados y con 
chalecos antibala como los politicos, los jefes de la mafia y los tiranos. Si tenia exito 
cualquiera de los atentados contra su persona, pronto otro sacerdote ocuparia su lugar 
para continuar su obra. Eso le daba una gran tranquilidad. 

Entro en su dormitorio, cerro la gruesa puerta de madera, se quito la ropa y se 
coloco el camison de dormir. Recien en ese momento sintio el cansancio y el peso de 
la responsabilidad asumida, pero no se permitio ninguna duda. Se arrodillo en su 
reclinatorio, hundio la cara entre las manos y hablo con Dios tal como hacia en cada 
instante de su vida, con la certeza profunda de ser escuchado y encontrar respuesta a 
sus interrogantes. Nunca le fallo. A veces la voz de su Creador tardaba en hacerse oir 
o se manifestaba a traves de tortuosos senderos, pero jamas enmudecia del todo. 
Durante largo rato estuvo sumido en la oration hasta que sintio los pies de hielo y la 
carga de los anos abrumandole la espalda. Recordo que ya no estaba en edad de 
exigir tanto esfuerzo a sus huesos y se sumio en la cama con un suspiro satisfecho, 
porque el Senor habia aprobado sus decisiones. 

Amanecio un miercoles asoleado como dia de pleno verano. 

La comision llego a Los Riscos en tres automoviles, dirigida por el Obispo 
Auxiliar y guiados por Jose Leal, quien habia marcado la ruta en un mapa segiin las 
instrucciones de su hermano. Los periodistas, los representantes de organismos 
internacionales y los abogados eran observados a la distancia por los agentes del 
General que desde la noche anterior no les perdian el rastro. 

Irene quiso ser de la partida a nombre de su revista, pero Francisco se lo impidio. 
Elios no contaban con protection, como era el caso del resto de la comitiva, cuya 
position ofrecia cierta seguridad. Si eran relacionados con el descubrimiento de los 
cadaveres, no habria esperanza de salir con vida y eso podia ocurrirles, porque ambos 
estuvieron presentes cuando Evangelina levanto por los aires al Teniente Ramirez, los 
vieron rondar preguntando por la joven desaparecida y mantuvieron contacto con la 


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familia Ranquileo. 

En las cercanlas de la mina se detuvieron los coches. Jose Leal fue el primero en 
arremeter contra los escombros de la entrada, aprovechando sus brazos de oso y su 
entrenamiento en labores pesadas. Los otros lo imitaron y en pocos minutos hicieron 
un hueco mientras a lo lejos los Cuerpos de Seguridad se comunicaban por radio para 
informarle que los sospechosos se encuentran violando la mina clausurada a pesar de 
los letreros de advertencia, esperamos instrucciones mi General, cambio y fuera. 
Limltense a observar, tal como les ordene y no se les ocurra intervenir, pase lo que 
pase no se metan con ellos, cambio y fuera. 

Decidido a tomar la iniciativa, el Obispo Auxiliar fue el primero en entrar a la 
mina. No era agil, pero logro contorsionarse como una mangosta para introducir las 
piernas y luego deslizar el resto del cuerpo al interior. La pestilencia lo golpeo como 
un mazazo, pero no fue hasta que sus ojos se acostumbraron a la penumbra y diviso 
los restos de Evangelina Ranquileo, que lanzo la exclamacion que atrajo a los demas. 
Le ayudaron a salir, lo pusieron en pie y lo condujeron a la sombra de los arboles para 
que recuperara el aliento. Entretanto Jose Leal improviso antorchas de papel de 
periodico enrollado, sugirio a todos cubrirse la cara con panuelos y los condujo uno 
por uno a la sepultura, donde semiarrodillados cada uno de los presentes pudo ver el 
cuerpo en descomposicion de la muchacha y el surtidero de huesos entrelazados, 
cabellos, harapos. Bastaba remover un poco las piedras y rodaban nuevos restos 
humanos. Al salir nadie se sintio capaz de hablar, temblorosos, llvidos, se miraban 
tratando de comprender la magnitud del hallazgo. Jose Leal fue el unico con animo 
suficiente para cerrar la entrada, pensando en los perros que podrian husmear entre 
los huesos o que, advertidos por el boquete abierto, los autores de esos crlmenes se 
supieran descubiertos e hicieran desaparecer las pruebas, precaucion inutil, porque a 
doscientos metros, dentro de un furgon, la poliria los espiaba con catalejos traldos de 
Europa y maquinas de rayos infrarrojos llegadas de los Estados del Norte lo cual 
permitio al Coronel enterarse del contenido de la mina casi al mismo tiempo que el 
Obispo Auxiliar; pero las instrucciones de mi General son clarisimas: no se metan 
con los curas, esperen que den el proximo paso a ver que mierda se proponen, 
despues de todo no son sino unos pocos muertos desconocidos. 

La comision regreso a la ciudad temprano y despues de jurar no hacer 
comentarios, se disperso hasta la tarde, cuando debia reunirse de nuevo con el 
Cardenal para rendirle cuentas de su gestion. 

Esa noche la luz del Arzobispado permanecio encendida hasta el amanecer, ante 
el desconcierto de los soplones trepados en los arboles de la calle con sus aparatos 
adquiridos en el Lejano Oriente para ver en la oscuridad a traves de las paredes, pero 
aun no sabemos que se proponen, mi General, ya empezo el toque de queda y siguen 
hablando y tomando cafe, si usted lo ordena entramos, allanamos y detenemos a todo 


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el mundo, ^que dice? jHombres, no sean huevones! 

A1 amanecer se dispersaron los visitantes y el prelado los despidio en la puerta. 
Solo el se vela imperterrito porque su alma estaba en paz y no conocla el temor. Se 
acosto un rato y despues del desayuno llamo por telefono al presidente de la Corte 
Suprema para solicitarle que recibiera en la mayor brevedad posible a tres enviados 
suyos, portadores de una carta de gran importancia. Una hora despues el sobre estaba 
en manos del juez, quien deseaba encontrarse en otro extremo del mundo, lejos de esa 
bomba de tiempo que inevitablemente explotarla: 

Senor Presidente de la Corte Suprema Presente. 

Senor Presidente: Dias atras una persona comunico a un sacerdote, bajo secreto 
de confesion, tener conocimiento y haber comprobado la existencia de varios 
cadaveres que se encuentran en un lugar cuya ubicacion le proporciono. Ese 
sacerdote, autorizado por quien le informaba, puso los antecedentes en conocimiento 
de las autoridades eclesiasticas. 

Con el objeto de verificar la informacion, en el dia de ayer una comision 
integrada por quienes suscriben, los senores directores de las revistas Acontecer y 
Semana, respectivamente, asi como funcionarios de la Oficina de Derechos 
Humanos, alcanzamos hasta el lugar senalado por el informante. Se trata de una 
antigua mina, actualmente abandonada, en los faldeos de los cerros proximos a la 
localidad de Los Riscos. 

Llegados al lugar, despues de remover material arido que tapaba la boca de la 
mina, hemos comprobado la existencia de restos humanos que corresponderian a un 
numero indeterminado de personas. Verificada esta circunstancia hemos interrumpido 
nuestra inspection del sitio, pues nuestro objetivo consistio solamente en apreciar la 
seriedad de la denuncia recibida y no podemos avanzar mas en una tarea propia de 
investigacion judicial. 

Sin embargo, estimamos que las caracteristicas del lugar y la ubicacion de los 
restos cuya existencia hemos constatado, hacen verosimil la informacion sobre la 
eventual existencia de alto numero de victimas. 

La alarma publica que pueden provocar estos antecedentes, nos ha inducido a 
ponerlos directamente en conocimiento de la mas alta autoridad judicial del pais, a fin 
de que el Excmo. Tribunal adopte las medidas para una rapida y exhaustiva 
investigacion. 

Saludan atentamente al Sr. Presidente, 

Alvaro Urbaneja (Obispo Auxiliar) 
Jesus Valdovinos (Vicario Episcopal) 
Eulogio Garcia de la Rosa (Abogado) 


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El juez conocia al Cardenal. Adivino que no se trataba de una escaramuza, sino 
que estaba dispuesto a dar la batalla de frente. En ese caso debla contar con todos los 
ases en la manga, pues era demasiado astuto como para no ponerle ese monton de 
huesos entre las manos y emplazarlo a aplicar la ley sin estar muy seguro. No se 
requeria gran experiencia para concluir que los autores de esos crimenes actuaron 
amparados por el sistema represivo y por eso la Iglesia intervema sin confiar en la 
Justicia. Se seco el sudor de la frente y el cuello, echo mano de sus plldoras para el 
sofoco y la taquicardia temiendo que habla llegado su hora de la verdad despues de 
tantos anos de sortear la justicia de acuerdo a las instrucciones del General, de tantos 
anos perdiendo expedientes y enredando a los abogados de la Vicaria en una marana 
burocratica, de tantos anos fabricando leyes con efecto retroactivo para delitos recien 
inventados; hubiera sido mejor retirarme a tiempo, jubilarme cuando todavla 
resultaba posible hacerlo con dignidad, irme a cultivar mis rosas en paz y pasar a la 
historia sin esta carga de culpas y vergiienzas que no me dejan dormir y me asedian 
durante el dla en cada descuido, a pesar de que no lo hice por ambicion personal, sino 
por servir a la patria tal como me lo pidio el General a pocos dlas de asumir el 
mando; pero ahora es tarde, esa maldita mina se abre ante mis pies como mi propia 
tumba y esos muertos no podran ser callados como tantos otros si el Cardenal decidio 
intervenir; debi retirarme el dia del Pronunciamiento Militar, cuando bombardearon 
el Palacio de los Presidentes, encarcelaron a los ministros, disolvieron el Congreso y 
los ojos del mundo esperaban que alguien diera la cara para defender la Constitucion; 
ese mismo dia debi irme a la casa alegando que estaba viejo y enfermo, eso debi 
hacer en vez de ponerme a las ordenes de la Junta de Comandantes y empezar la 
purga en mis propios tribunales. 

El primer impulso del Presidente de la Corte Suprema fue llamar al Cardenal y 
proponerle un acuerdo, pero en seguida comprendio que el asunto sobrepasaba su 
capacidad de negociacion. Tomo el telefono, marco el numero secreto y se comunico 
directamente con el General. 

Trazaron un circulo de hierro, cascos y botas alrededor de la mina de Los Riscos, 
pero no pudieron impedir que el rumor volara incontrolable de boca en boca, de casa 
en casa, de valle en valle, hasta que se supo en todas partes y un hondo 
estremecimiento sacudio a la patria. Los soldados mantuvieron alejados a los 
curiosos, pero no se atrevieron a cortar el paso al Cardenal y su comitiva, como 
hicieron con los periodistas y los observadores de las potencias extranjeras, atraidos 
por el escandalo de aquella masacre. A las ocho de la manana del viernes el personal 
del Departamento de Investigaciones, con mascarillas y guantes de goma, procedio a 
la extraccion de las terribles pruebas, por instrucciones de la Corte Suprema, que a su 
vez las recibio del General: abran la maldita mina saquen el monton de muertos y 
aseguren a la opinion publica que castigaremos a los culpables, despues veremos, la 


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gente tiene mala memoria. Llegaron en una camioneta con grandes bolsas de plastico 
amarillo y un equipo de albaniles para remover los escombros. Anotaron todo en 
estricto orden y concierto: un cuerpo humano de sexo femenino en avanzado estado 
de descomposicion, cubierto con una manta oscura, un zapato, restos de pelo, huesos 
de una extremidad inferior, un omoplato, humero vertebras, un tronco con ambas 
extremidades superiores, un pantalon, dos craneos, uno completo y otro sin 
mandibula, una pieza dentaria con tapaduras de metal, mas vertebras restos de 
costillas, un tronco con trozos de ropa, camisa y medias de diversos colores, una 
cresta illaca y varias osamentas mas, todo lo cual completo treinta y ocho bolsas 
debidamente selladas, numeradas y transportadas a la camioneta. Tuvieron que 
realizar varios viajes para llevarlas al Instituto Medico. El Ministro en Visita conto al 
ojo catorce cadaveres a juzgar por el numero de cabezas encontradas, pero no de 
cascarto la atrocidad de que al cavar con mayor esmero aparecieran otros cuerpos 
ocultos bajo capas sucesivas de tiempo tierra. Alguien hizo la broma macabra de que 
si escarbaban un poco mas surgirian esqueletos de conquistadores, momias de incas y 
fosiles de Cromagnon, pero nadie sonrio porque la pesadumbre se habia instalado en 
todos los animos. 

Desde temprano empezo a llegar la gente, acercandose hasta el llmite marcado 
por los fusiles y se apostaron detras los soldados. Primero fueron las viudas y los 
huerfanos de la region, cada uno con un trapo negro atado al brazo izquierdo en serial 
de duelo, mas tarde acudieron los demas, casi todos campesinos de la localidad de 
Los Riscos. Cerca del mediodla llegaron autobuses de los barrios marginales de la 
capital. La afliccion flotaba en el aire como un anticipo de tormenta, inmovilizando a 
los pajaros en su vuelo. Muchas horas aguardaron bajo un sol llvido que esfumaba los 
contornos de las cosas y los colores del mundo, mientras las bolsas iban llenandose. 
A la distancia intentaban reconocer un zapato, una camisa, un mechon de cabellos. 
Los que poselan mejor vista pasaban el dato a los demas: aparecio otro craneo, este 
tiene pelo canoso, podrla ser del compadre Llores, ^se acuerdan de el? Ahora cierran 
otro bulto, pero no han terminado, estan sacando mas, dicen que se llevaran los restos 
a la Morgue y alia podremos mirarlos de cerca, iy eso cuanto cuesta? No lo se, algo 
tendremos que pagar, ^cobran por reconocer a sus propios muertos? No, hombre, eso 
debe ser gratis. Toda la tarde se fue juntando gente hasta formar una muchedumbre 
sobre la colina, oyendo el sonido de las palas y los picos hurgando la tierra, el ir y 
venir de la camioneta oficial, el trafico de polirias, funcionarios y abogados, los 
motines de los periodistas que no tuvieron permiso para acercarse. Al ponerse el sol 
se elevo un coro de voces para cantar una oracion funebre. Hubo quien armo una 
improvisada tienda de mantas, dispuesto a quedarse all! por tiempo indefinido, pero 
los guardias lo corrieron a culatazos antes que otros imitaran su idea. Eso fue poco 
antes de la aparicion del Cardenal, quien cruzo la barrera de soldados en el coche del 


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arzobispado haciendo caso omiso de las senales de detenerse, bajo del vehlculo y 
echo a andar a grandes trancos para colocarse frente a la camioneta, donde estuvo 
contando las bolsas con ojos implacables mientras el Ministro en Visita improvisaba 
explicaciones. Cuando partio la ultima carga de bultos de plastico amarillo y la 
poliria ordeno desalojar la zona, ya habla caldo la noche y la gente echo a andar en la 
oscuridad emprendiendo el regreso. Unos a otros se contaban su drama particular, 
comprobando que todas las desgracias eran similares. 

A1 dla siguiente en las oficinas del Instituto Medico se agolpaban los viajeros de 
todas partes del pals con la esperanza de identificar a sus muertos, pero les 
impidieron el paso hasta nueva orden, como indico el General, porque una cosa es 
desenterrar cadaveres y otra muy distinta exhibirlos para que todo el mundo los vea 
como si esto fuera una feria, que se han imaginado estos pendejos, echele tierra a este 
asunto, Coronel, antes que se me acabe la paciencia. 

— que hacemos con la opinion publica, los diplomaticos y la prensa, mi 
General? 

— Lo de siempre, Coronel. En la guerra no se cambia de estrategia. Hay que 
aprender de los emperadores romanos... 

En la calle de la Vicaria se sentaron cientos de personas con los retratos de sus 
seres perdidos en la mano, murmurando incansables, ^donde estan? Mientras, un 
grupo de curas obreros y monjas en pantalones ayunaban en la Catedral apoyando el 
clamor de todos. El domingo en los pulpitos se leyo la pastoral redactada por el 
Cardenal y por primera vez en tan largo y sombrio tiempo, la gente se atrevio a 
volverse hacia el vecino para llorar en compama. Se llamaban para comentar los 
casos multiplicados hasta perder la cuenta. Organizaron una procesion para rezar por 
las victimas y antes que las autoridades alcanzaran a darse cuenta de lo ocurrido, una 
muchedumbre incontenible avanzo por las calles llevando banderas y carteles donde 
pedian libertad, pan y justicia. Comenzo como tenues hilos humanos brotando de las 
poblaciones marginales. Se juntaron poco a poco, se engrosaron las filas, se apretaron 
en compacta masa y fueron cantando a toda voz los himnos religiosos y las consignas 
politicas calladas por tantos anos que ya las creian para siempre olvidadas. Se 
aglomero el pueblo en iglesias y cementerios, unicos sitios donde hasta entonces la 
policia no entraba con sus equipos de guerra. 

— ?Que hacemos con ellos, mi General? 

— Lo de siempre, Coronel — replied desde las profundidades del bunker. 

Entretanto la television porfiaba con sus programas habituales de musica ligera, 
concursos, sorteos y peliculas de amor y risa. Los periodicos entregaban los 
resultados de los juegos de pelota y el noticiario mostraba al Jefe Supremo de la 
nacion cortando la cinta de una nueva sede bancaria. 

Pero en pocos dias el anuncio del hallazgo en la mina y las fotografias de los 


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cadaveres circulaban por el mundo a traves de los teletipos. Las agendas de prensa se 
apoderaron de ellas y las enviaron de vuelta a su pals de origen, donde fue imposible 
sofocar por mas tiempo el escandalo, a pesar de la censura y de las explicadones 
fantasticas de las autoridades. Todos vieron en sus pantallas al engolado locutor 
leyendo la version oficial: eran terroristas ejecutados por sus propios secuaces; pero 
nadie dudo que se trataba de prisioneros politicos asesinados. El horror se comento 
entre pilas de verduras y frutas en los mercados, entre alumnos y maestros en las 
escuelas, entre los obreros en las fabricas y hasta en los cerrados salones de la 
burguesia, donde para algunos fue una sorpresa des cubrir que algo marchaba muy 
mal en el pals. El murmullo temeroso que durante tantos anos anduvo escondiendose 
detras de las puertas y los postigos cerrados, por primera vez salio a la calle gritando 
a voces y ese lamento, aumentado por mil casos nuevos surgidos a la luz, sacudio a 
todos los esplritus. Solo los mas indolentes pudieron, una vez mas, ignorar los signos 
y continuar impasibles. Beatriz Alcantara fue una de ellos. 

El lunes a la hora del desayuno, Beatriz encontro a su hija leyendo el periodico en 
la cocina y noto sus brazos cubiertos de ronchas. 

— jTienes peste! 

— Es alergia, mama. 

— dComo lo sabes? 

— Me lo dijo Francisco. 

— jAhora los fotografos diagnostican! ^Donde iremos a parar? 

Irene no respondio y su madre observo de cerca las ronchas comprobando que en 
verdad no pareclan contagiosas y posiblemente el tipo ese tuviera razon, era solo una 
eruption provocada por la primavera. Tranquilizada, tomo una parte de la prensa para 
darle un vistazo y sus ojos tropezaron con el enorme titular encabezando la primera 
pagina: Desaparecidos ;Ja! ;Ja! ;Ja! Sorbio su jugo de naranja algo sorprendida, 
porque incluso para una persona como ella, eso resultaba chocante. Sin embargo, 
estaba harta de escuchar por todos lados el cuento de Los Riscos y aprovecho la 
oportunidad para comentarlo con Rosa y su hija: hechos como aquel eran logicos en 
una guerra como la librada por los patrioticos militares contra el cancer marxista, en 
todas las batallas existen bajas, lo mejor es olvidar el pasado y construir el futuro, 
hacer borron y cuenta nueva, no hablar mas de desaparecidos, darlos simplemente por 
muertos y resolver de una vez los problemas legales. 

— ^Por que no haces lo mismo con papa? — pregunto Irene rascandose a dos 
manos. 

Beatriz ignoro el sarcasmo. Estaba leyendo el articulo en voz alta: Lo importante 
es avanzar en el camino del progreso procurando cicatrizar las heridas y superar 
animosidades, para lo cual no ayuda la rebusca de cadaveres. Gracias a las acciones 
emprendidas por las Fuerzas Armadas, fue posible programar la nueva etapa que 


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vive la nacion. El periodo de emergencia felizmente superado se caracterizo por el 
ejercicio de amplisimas facultades de la autoridad establecida, que actuaba en 
diversos niveles con todo el poder necesario para imponer el orden y restablecer la 
convivencia civica. 

— Estoy totalmente de acuerdo — agrego Beatriz — . ^Cual es el afan de identificar 
esos cuerpos de la mina y buscar culpables? Eso ocurrio hace varios anos, son 
muertos anejos. 

Por fin gozaban de bienestar, podlan comprar a su regalado antojo, no como antes 
que deblan hacer cola hasta para un miserable polio, ahora resultaba facil conseguir 
servicio domestico y se acabo la efervescencia socialista, tan perjudicial en el pasado. 
El pueblo debiera trabajar mas y hablar menos de polltica. Tal como dijo 
brillantemente el Coronel Espinoza y ella memorizo: Luchemos juntos por este pais 
tan Undo, que dene un sol tan Undo, cosas tan lindasy una libertad tan linda. 

Rosa se encogio de hombros en el lavaplatos e Irene sintio aumentar el escozor en 
todo su cuerpo. 

— No te rasques, te haras dano y cuando llegue Gustavo pareceras una leprosa. 

— Gustavo volvio anoche, mama. 

— i Ah! por que no me lo hablas dicho? ^ Cuando se casan? 

— Nunca — respondio Irene. 

Beatriz se quedo con la taza a media altura entre el platillo y los labios. Conoda a 
su hija lo suficiente como para saber cuando sus decisiones eran irrevocables. El 
brillo de sus ojos y el tono de su voz le indicaron que la causa de esa alergia no era un 
problema amoroso, sino de otra Indole. Paso revista a los ultimos dlas y dedujo que 
algo anormal aconteda en la vida de Irene. No tenia los horarios habituales, 
desaparecla durante el dla y regresaba descompuesta de fatiga y con el automdvil 
cubierto de polvo, habla abandonado sus faldas gitanas y sus abalorios de pitonisa 
para vestirse como un muchacho, comla poco y en las noches despertaba gritando; sin 
embargo, Beatriz estuvo lejos de relacionar esos signos con la mina de Los Riscos. 
Quiso averiguar mas, pero la joven termino de pie su cafe y partio diciendo que 
realizaria un reportaje fuera de la ciudad y no regresaria hasta el anochecer. 

— jEl fotografo tiene la culpa, estoy segura! — exclamo Beatriz cuando su hija 
salio. 

— Adonde el corazon se inclina, el pie camina — replied Rosa. 

— Le compre un ajuar de lujo y ahora me sale con esta novedad. jTantos anos de 
amores con Gustavo para pelearse a ultima hora! 

— No hay mal que por bien no venga, senora. 

— jYa no te aguanto, Rosa! — salio Beatriz con un portazo. 

Nada dijo Rosa de cuanto habia visto la noche anterior, cuando regreso el Capitan 
despues de tantos meses de ausencia y la nina Irene lo recibio como a un 


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desconocido, me basto ver su cara para saber que lo mejor seria despedirme del 
vestido de novia y mis planes de criar ninos rubios de ojos azules en los dlas de mi 
vejez. El hombre propone y Dios dispone. Si una mujer ofrece la mejilla para que su 
novio no la bese en la boca, hasta un ciego puede ver que que ya no siente amor; si lo 
lleva al salon, se sienta lo mas lejos posible y lo queda mirando en silencio, es que 
piensa dedrselo all! mismo sin rodeos, tal como tuvo que olrlo el Capitan: lo siento 
mucho, pero no me casare contigo porque estoy amando a otro; as! se lo dijo y el 
nada respondio, pobre, me da lastima, se sonrojo mucho y le temblaba la barbilla 
como una criatura a punto de echarse a llorar, yo lo vi por el resquicio de la puerta 
entreabierta y no lo hice por curiosidad, Dios me libre, sino porque tengo derecho a 
conocer los problemas de mi chiquilla, si no, ^como la podre ayudar? No en balde la 
he cuidado y querido mucho mas que su propia madre. Se me encogio el corazon 
cuando vi a ese muchacho sentado en el borde del sofa con los paquetes envueltos en 
papel de regalo, su pelo recien cortado, sin saber donde meter ese amor que anduvo 
juntando todos estos anos para Irene; buenmozo me parecio, alto y elegante como un 
principe, bien vestido como siempre anda el, tieso como un palo de escoba, un 
verdadero caballero, pero de poco le vale su pinta de galan, porque la nina no se fija 
en esas cosas y menos ahora que esta enamorada del fotografo; camaron que se 
duerme se lo lleva la corriente, no debio irse Gustavo dejandola sola por tantos 
meses. Yo no entiendo a estas parejas modernas, en mis tiempos no habla tanta 
libertad y todo funcionaba como es debido: la mujer callada en su casa. Las novias 
esperaban bordando sabanas y no andaban encaramadas al anca de las motocicletas 
de otros hombres; eso debio prevenirlo el Capitan en vez de partir de viaje tan 
tranquilo, yo lo vi desde el principio y se lo dije ausencias causan olvidos; pero nadie 
me hizo caso, me miraron con lastima, como si yo fuera una estupida, pero no tengo 
ni un pelo de tonta, mas sabe el diablo por viejo que por diablo. Creo que Gustavo 
adivino que estaba frito, no habia nada que hacer, ese amor estaba muerto y 
enterrado. Le sudaba las manos cuando puso sus paquetes sobre la mesa de la sala 
pregunto si aquella decision era definitiva, escucho la respuesta y se marcho sin mirar 
hacia atras y sin averiguar el nombre de su rival, como si en el fondo supiera que no 
podia ser sino Lrancisco Leal. Estoy amando a otro, fue todo lo que dijo Irene y debe 
haber sido suficiente, porque basto para hacer trizas un noviazgo que duraba no me 
acuerdo cuantos anos. Estoy amando a otro, dijo mi nina, y sus ojos brillaron con una 
luz que nunca antes vi en ellos. 

Al cabo de una semana la noticia de Los Riscos habia cedido su lugar a otras, 
barrida por el afan de alimentar la curiosidad del publico con tragedias nuevas. Tal 
como pronostico el General, el escandalo empezaba a olvidarse, ya no ocupaba la 
primera pagina de los periodicos y solo aparecia en algunas revistas opositoras de 
circulation restringida. Asi las cosas, Irene decidio buscar pruebas y agregar detalles 


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al caso para mantener vivo el interes con la esperanza de que el clamor popular fuera 
mas fuerte que el miedo. Senalar a los asesinos y encontrar los nombres de los 
cadaveres se convirtio para ella en una obsesion. Sabia que un paso en falso o un 
reves de la suerte bastarian para acabar con su vida, pero estaba resuelta a impedir 
que los crimenes fueran borrados por el silencio de la censura y la complicidad de los 
jueces. A pesar de la promesa hecha a Francisco de permanecer en la sombra, se 
sintio atrapada en su propia exaltation. 

Cuando Irene llamo al Sargento Faustino Rivera para invitarlo a almorzar con el 
pretexto de un reportaje sobre accidentes en las carreteras, conocia sus riesgos, por lo 
mismo partio sin advertir a nadie, con la sensation de dar un paso temerario, pero 
ineludible. La larga pausa del Sargento al responder en el telefono, puso en claro que 
sospechaba que era solo una excusa para abordar otros temas, pero tambien para el 
los muertos de la mina constituian una pesadilla y deseaba compartirla. 

Se citaron a dos cuadras de la plaza del pueblo, en el mismo parador donde antes 
se encontraran. El olor a carbon y carne asada invadia las calles adyacentes. En la 
puerta, amparado bajo un alero de tejas, el Sargento esperaba vestido de civil. Irene 
tuvo alguna dificultad en reconocerlo, pero el la recordaba con precision e hizo el 
primer gesto de saludo. Se jactaba de ser hombre observador, acostumbrado a retener 
los mas pequenos detalles, indispensable virtud en su profesion de policia. Noto los 
cambios en la apariencia de la joven y se pregunto donde quedaron sus pulseras 
escandalosas, sus faldas de vuelos y el dramatico maquillaje de sus ojos que tanto lo 
impactaron cuando la conocio. La mujer que tenia delante, con el cabello recogido en 
una trenza, pantalon de dril y un enorme bolso colgando al hombro, apenas guardaba 
alguna semejanza con la imagen anterior. Se instalaron en una discreta mesa al fondo 
del patio, bajo la sombra de tupidas trinitarias. 

Durante la sopa, que Irene Beltran no probo, el Sargento menciono algunas 
estadisticas sobre las victimas del transito en esa region, sin dejar de examinar a su 
anfitriona con rabillo del ojo. Noto su impaciencia, pero no le dio pie para derivar la 
conversation por el sendero deseado hasta estar bien seguro de sus intenciones. La 
aparicion de un cochino dorado y crujiente, reposando en un lecho de papas con una 
zanahoria en el hocico y ramas de perejil en las orejas, trajo a la memoria de Irene el 
cerdo faenado en casa de los Ranquileo y una oleada de nausea subio por su garganta. 
Los sobresaltos de su estomago la atormentaban desde el dia que entro a la mina. 
Apenas se llevaba algo a la boca volvia a ver el cuerpo en descomposicion, a percibir 
el inolvidable hedor, a estremecerse con el mismo espanto de aquella noche. 

Agradecio ese momento de silencio y procure apartar la vista de los bigotes 
manchados de grasa tibia y los grandes dientes de su invitado. 

— Supongo que esta enterado de los muertos en la mina Los Riscos — dijo por 
ultimo buscando una forma directa de empezar el tema. 


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— Afirmativo, senorita. 

— Dicen que uno de ellos es Evangelina Ranquileo. 

El hombre se sirvio otro vaso de vino y se echo a la boca un nuevo trozo de 
lechon. Ella presintio que tenia la situation bajo control, porque si Faustino Rivera no 
tuviese intenciones de hablar, habria rechazado la entrevista. El hecho de estar alii era 
prueba suficiente de su buena disposition. Le dio tiempo de tragar algunos bocados y 
en seguida puso a funcionar sus trucos de periodista y su coqueteria natural, para 
obligarlo a soltar la lengua. 

— A los revoltosos hay que joderlos, con perdon de la palabra, senorita. Esa 
mision nos corresponde a nosotros y un alto honor cumplirla. Los civiles se sublevan 
con cualquier pretexto, hay que desconfiar de ellos y aplicarles mano dura como dice 
mi Teniente Ramirez. Pero tampoco se trata de matar sin legalidad, porque esto seria 
una carniceria. 

— no lo ha sido, Sargento? 

No, el no esta de acuerdo, son calumnias de los traidores a la patria, infamias de 
los sovieticos para desprestigiar al gobierno de mi General, es el colmo prestar 
atencion a esos rumores; unos pocos cadaveres hallados en el fondo de una mina no 
significa que todos los uniformados sean asesinos; el no niega la existencia de 
algunos fanaticos, pero no es justo echar la culpa a todos y, ademas, es preferible 
algunos abusos a que las Fuerzas Armadas vuelvan a los cuarteles, abandonando al 
pais en manos de los politicos. 

— ^Sabe lo que pasaria si mi General cayera, ni Dios lo permita? Se levantarian 
los marxistas y pasarian a cuchillo a todos los soldados con sus mujeres y ninos. Nos 
tienen senalados. A todos nos matarian. Ese es el pago por cumplir con nuestro deber. 

Irene lo escuchaba en silencio, pero al cabo de un rato se le agoto la paciencia y 
decidio acorralarlo de una vez por toda. 

— Oiga, Sargento, dejese de rodeos. ^Por que no me dice lo que tiene en mente? 

Y entonces el hombre, como si hubiera estado esperando esa serial, bajo sus 
defensas y le repitio lo que antes contara a Pradelio Ranquileo sobre la suerte de su 
hermana y le hablo de sus sospechas, nunca antes formuladas en voz alta. Volvio a 
esa madrugada fatidica, cuando el Teniente Juan de Dios Ramirez regreso al reten 
despues de llevarse a la prisionera. Ese dia faltaba una bala en su revolver. Era 
obligation informar al cabo de guardia cuando disparaban las armas de servicio, para 
dejar constancia en un libro especial de armamento. Durante los primeros meses 
despues del Pronunciamiento Militar, explico el Sargento, hubo desorden en los 
registros, pues resultaba imposible llevar la cuenta de cada munition disparada por 
los fusiles, las carabinas y los revolveres de la Tenencia, pero apenas las cosas se 
normalizaron, volvieron a las antiguas rutinas. Por eso cuando el Teniente tuvo que 
dar una explication, dijo que habia matado a un perro rabioso. Tambien escribio en el 


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Libro de Guardia que la muchacha fue puesta en libertad a las siete de la manana, 
retirandose por su voluntad. 

— Lo cual no es cierto, senorita, segun consta en mi libreta de anotaciones — 
agrego el Sargento con la boca llena de comida, pasandole una pequena agenda de 
sobadas tapas — . Mire aqul esta todo, tambien puse que nos veriamos hoy y escribi 
nuestra conversation hace un par de semanas, ^se acuerda? Yo no olvido nada, todo 
se puede leer aqul. 

A1 tomar la libreta Irene tuvo la impresion de que pesaba como una piedra. La 
observo aterrada, sintiendo con nitidez el impacto del presentimiento. Estuvo a punto 
de rogarle que la destruyera, pero aparto esa idea de su mente, esforzandose por 
actuar en forma razonable. Durante los ultimos dlas habia tenido con frecuencia esos 
inexplicables impulsos que la indudan a dudar de su cordura. 

El Sargento le conto que el Teniente Ramirez firmo su declaration y ordeno al 
Cabo Ignacio Bravo hacer lo mismo. Nada dijo de haberse llevado a Evangelina 
Ranquileo durante la noche ni sus hombres se lo preguntaron, porque conoclan de 
sobra su mala disposition y no deseaban ir a parar a la celda de los incomunicados, 
como Pradelio. 

— Era un buen muchacho, Ranquileo — dijo el Sargento. 

— cEra? 

— Dicen que murio. 

Irene Beltran ahogo una exclamation de desaliento. La noticia desbarataba sus 
planes. Su paso siguiente era encontrar a Pradelio Ranquileo y convencerlo de 
presentarse ante los tribunales. Era tal vez el unico testigo de lo ocurrido en Los 
Riscos dispuesto a declarar contra el Teniente y a explicar los asesinatos, porque su 
deseo de vengar a su hermana podrla veneer el miedo a las consecuencias. El 
Sargento repitio el rumor de que Pradelio habia caldo por un barranco en la montana, 
aunque en honor a la verdad el no estaba seguro, pues nadie vio su cadaver. Al 
comenzar la segunda botella de vino, Rivera ya habia depuesto toda prudencia y 
empezo a enhebrar sus sospechas, lo primero es la patria, pero en este caso no esta en 
juego y la justicia pasa antes, digo yo, aunque a mi me amenacen, pierda mi carrera y 
acabe arando la tierra como mis hermanos. Estoy decidido a llegar hasta el fin, ire a 
la Corte, jurare sobre la bandera y la Biblia, le contare la verdad a la prensa. Por eso 
anote todo en mi libreta: la fecha, la hora, todos los pormenores. Siempre la llevo 
debajo de la camiseta, me gusta sentirla contra el pecho y hasta duermo con ella 
porque una vez me la quisieron robar. Estas anotaciones valen oro, senorita, son las 
pruebas que otros quisieran borrar, pero ya se lo dije, yo nunca olvido. Se la mostrare 
al juez si es necesario, porque Pradelio y Evangelina merecen justicia, eran mis 
parientes. 

El Sargento puede imaginar lo ocurrido la noche de la desaparicion de Evangelina 


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como si lo viera en una pelicula. El Teniente Ramirez condujo por la carretera 
silbando, siempre silba cuando esta nervioso; iria pensando en el camino, aunque 
conoce bien la region y sabe que a esa hora no encontraria otros vehiculos. Es un 
conductor prudente. Calcula que cuatro o cinco minutos despues de cruzar el porton y 
despedirse con un gesto del Cabo Ignacio Bravo, de guardia en la puerta, llego a la 
carretera principal y tomo la direccion al Norte. Algunos kilometros mas alia se 
desvio por el camino a la mina, una ruta mala, sin pavimento y llena de huecos, por 
eso regreso con la camioneta mugrienta y las ruedas embarradas. Supone que el 
oficial eligio un sitio apropiado para detenerse lo mas cerca posible de la mina. No 
apago las luces porque necesitaba las dos manos libres y la linterna le resultaba 
incomoda. 

Fue a la parte trasera, quito la Iona y vio la silueta de la muchacha. Debe haber 
sonreido con ese gesto torcido que sus subalternos conocen y temen. Aparto el pelo 
del rostro de Evangelina y pudo apreciar su perfil, el cuello, los hombros los senos de 
colegiala. Le parecio que a pesar de los hematomas y las costras se veia hermosa, 
como todas las jovenes bajo las estrellas. Sintio un calor conocido entre las piernas y 
respiro agitadamente, se rio socarron, que bestia soy murmuro. 

— Disculpe mi franqueza, senorita — se interrumpio Faustino Rivera chupando 
los ultimos huesos del almuerzo. 

El Teniente Juan de Dios Ramirez toco el pecho de la joven y tal vez comprobo 
que aun respiraba. Tanto mejor para el tanto peor para ella. El Sargento parece estar 
viendo con sus propios ojos cuando su superior, maldito sea, saco el arma y la coloco 
sobre la caja de herramientas junto a la linterna, se abrio el cinturon de cuero y el 
cierre de los pantalones y se abalanzo sobre ella con una violencia inutil, pues no 
encontro resistencia. La penetro apresuradamente, aplastandola contra el piso 
metalico de la camioneta, estrujando, aranando, mordiendo a la nina perdida bajo la 
mole de sus ochenta kilos, los correajes del uniforme, las pesadas botas, recuperando 
asi el orgullo de macho que ella le arrebato ese domingo en el patio de su casa. Piensa 
en ello el Sargento Rivera y se descompone, porque tiene una hija de la misma edad 
de Evangelina. Cuando termino debe haber descansado sobre la prisionera hasta notar 
que ella no hacia el menor movimiento, no se quejaba y tenia los ojos abiertos fijos 
en el cielo, asombrados de su propia muerte. Entonces se acomodo la ropa, la tomo 
por los pies y la halo hasta el suelo. Busco la linterna y el arma, dirigio el haz de luz 
hacia la cabeza, acerco el canon del revolver y despues de quitar el seguro disparo a 
quemarropa, recordando aquella manana lejana en que con un gesto similar dio el tiro 
de gracia a su primer fusilado. Con el chuzo y la pala despejo la entrada de la mina, 
llevo el cadaver envuelto en el poncho, lo introdujo de cualquier manera 
arrastrandolo hasta el tunel de la derecha, lo tapo con escombros y piedras y luego se 
retiro. 


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Antes de irse volvio a cerrar la entrada de la mina, con el pie emparejo la tierra 
para cubrir la mancha oscura y los pedazos de materia blanda salpicados en el sitio 
del disparo y recorrio cuidadosamente el lugar hasta encontrar el casquillo de la bala, 
que guardo en el bolsillo de su guerrera para dar cuenta al control de municiones, de 
acuerdo al reglamento. En ese instante debio inventar el cuento del perro rabioso. 
Plego la Iona, la puso en la parte posterior de la camioneta, junto las herramientas, se 
acomodo el revolver en la cartuchera y echo una ultima mirada a su alrededor para 
verificar que no habla rastros de su accion. Subio al vehlculo y enfilo por la carretera 
rumbo a la Tenencia. Iba silbando. 

— Como le dije, senorita, siempre silba cuando esta nervioso — termino el 
Sargento Rivera — . Admito no tener pruebas de cuanto le he contado, pero podria 
jurar por la memoria de mi santa madre, que en paz descanse, que las cosas 
ocurrieron mas o menos asl. 

— ^Quienes son los otros muertos de la mina? ^Quien los mato? 

— No se. Pregunte a los campesinos de la zona. Por aqul desaparecieron muchos. 
Vaya donde la familia Flores. . . 

— ^Esta seguro de que se atreve a repetir en un juicio todo esto que ha dicho? 

— SI. Estoy seguro. El peritaje ballstico y la autopsia de Evangelina probaran que 
tengo razon. 

Irene pago la cuenta, con disimulo coloco la grabadora en su bolso y se despidio 
de su invitado. Al estrechar su mano sintio el mismo malestar irracional que la 
invadiera al tomar la libreta. No pudo mirarlo a los ojos. 

El Sargento Faustino Rivera no alcanzo a prestar declaration ante el juez, porque 
esa misma noche lo arrollo una camioneta blanca que se dio a la fuga, matandolo en 
forma instantanea. El unico testigo presencial, el Cabo Ignacio Bravo, aseguro que 
todo sucedio muy rapido y no alcanzo a fijarse en la placa del vehlculo ni en el 
conductor. La libreta nunca aparecio. 

Irene busco la casa de los Flores. Era de madera y planchas de cine, igual a todas 
las demas de por alii. La propiedad formaba parte de un asentamiento de agricultores 
pobres que se beneficiaron con algunas hectareas de tierra durante la reforma agraria, 
pero a quienes despues se las quitaron, dejandoles solo los pequenos huertos 
familiares. El largo camino que cruzaba el valle uniendo las parcelas, fue trazado por 
los campesinos con el trabajo de toda la comunidad, incluso de los ancianos y los 
ninos, que contribuyeron acarreando piedras. 

Por alii entraron los vehlculos militares allanando una por una todas las viviendas. 
Alinearon a los hombres en una fila interminable, seleccionaron uno de cada cinco al 
azar y lo fusilaron como escarmiento, dispararon contra los animales, incendiaron los 
potreros y se fueron dejando atras un reguero de sangre y estropicio. En ese lugar 
escaseaban las criaturas porque en muchos hogares faltaba el hombre desde hacia 


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varios anos. Los pocos nacimientos eran celebrados con emotion y los ninos recibian 
los nombres de los muertos, para que nadie pudiera olvidarlos. 

A1 llegar, Irene creyo que la casa se encontraba deshabitada, tal era su aspecto de 
desolation y tristeza. Estuvo un rato llamando sin olr siquiera el ladrido de un perro. 
Iba a dar media vuelta y marcharse, cuando surgio entre los arboles un mujer gris, 
apenas visible en el paisaje y le informo que la senora Flores y su hija estaban en el 
mercado, donde vendian hortalizas. 

A pocos pasos de la plaza de Los Riscos se alzaba el mercado como una 
explosion de bullicio y color. Irene busco entre las pilas de fmtas de la estacion, 
duraznos, melones, sandias, atraveso laberintos de verduras frescas, montanas de 
papa y maiz tierno, mesones de espuelas, estribos, monturas y sombreros de paja, 
hileras de alfareria roja y negra, jaulas de gallinas y conejos, en medio del escandalo 
de pregones y regateos, mas adentro estaban los puestos de came, fiambres, pescados, 
mariscos, toda suerte de quesos, un desenfreno de aromas y sabores. Lo recorrio 
lentamente en todas direcciones gustandolo con la mirada, husmeando esas fragancias 
de la tierra y del mar, deteniendose para probar una de las primeras uvas, una fresa 
madura, una almeja viva en su concha de madreperla, un suave pastel de hojaldre 
preparado por la mismas manos que lo vendian. Fascinada, penso que nada terrible 
cabia en un mundo donde florecia una abundancia como aquella. Pero entonces dio 
por fin con Evangelina Flores y recordo por que se encontraba alii. 

Era tanto el parecido entre la muchacha y Digna Ranquilea que Irene se sintio de 
inmediato a sus anchas con ella, como si la conociera de antes y hubiese tenido 
ocasion de estimarla como a su madre y todos sus hermanos, tenia el pelo liso y 
negro, la piel clara y los ojos grandes muy oscuros. Corta de piernas, de contextura 
robusta, energica y saludable, se movia con vitalidad y hablaba con certeza y 
sencillez, acentuando sus palabras con amplios gestos de las manos. Se diferenciaba 
de su madre, Digna Ranquileo, en el caracter jovial y el aplomo para emitir opiniones 
sin temor. Parecia mayor, mucho mas madura y desarrollada que la otra Evangelina, 
la que ocupo su destino por error y murid en su lugar. El sufrimiento acumulado en 
sus quince anos de vida, lejos de marcarla con la resignacion, la doto de brios. A1 
sonreir, su rostro de facciones toscas se transformaba y resplandecia. Era suave y 
carinosa con su madre adoptiva, a quien trataba con aire protector, como si deseara 
preservarla de nuevas penas. Atendian juntas un minusculo local donde vendian los 
productos de su huerto. 

Sentada en un taburete de mimbre, Evangelina conto su historia. Su familia fue 
mas castigada que otras, porque poco despues del primer allanamiento les cayo 
encima la policia. 

En los anos posteriores los hijos sobrevivientes comprobaron cuan inutil resultaba 
buscar a los que se llevaron y cuan peligroso era hablar de ellos. Pero la nina poseia 


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un alma indomita. 

A1 saber del descubrimiento de los cuerpos en la mina de Los Riscos, tuvo la 
esperanza de conseguir noticias de su padre y sus hermanos adoptivos, por eso 
recibio a la periodista desconocida y se dispuso a hablar. Su madre, en cambio, se 
mantuvo apartada y en silencio, observando a Irene con desconfianza. 

— Los Flores no son mis padres, pero me criaron, por eso los quiero como si lo 
fueran — explico la joven. 

Podia poner fecha a la aparicion de la desdicha en su vida. Un dia de octubre, 
cinco anos atras, entro por el camino del asentamiento un jeep de la guardia y se 
detuvo ante la casa. Iban a detener a Antonio Flores. A Pradelio Ranquileo le toco 
cumplir la orden. Golpeo la puerta sonrojado de vergiienza, porque a esa familia lo 
unian lazos del destino, tan fuertes como los de sangre. Respetuosamente explico que 
se trataba de un interrogatorio de rutina, permitio al prisionero abrigarse con un 
chaleco y lo condujo sin tocarlo hasta el vehiculo. La senora Flores y sus hijos 
pudieron ver al patron de la vina Los Aromos sentado junto al asiento del chofer y se 
extranaron, porque nunca tuvieron problemas con el, ni siquiera durante la epoca 
tumultuosa de la reforma agraria, por eso no podian imaginar la causa de esa 
delacion. Despues que se llevaron a Antonio Flores, acudieron los vecinos a consolar 
a la familia y la casa se atesto de gente. Hubo muchos testigos cuando media hora 
mas tarde aparecio una camioneta repleta de guardias armados. Descendieron con 
maniobras de combate y gritos de abordaje, para apresar a los cuatro hermanos 
mayores. Golpeados, medio aturdidos, a la rastra, los subieron en el vehiculo y de 
ellos no quedo sino una polvareda en el camino. 

Los que observaron lo sucedido quedaron atonitos ante esas muestras de 
brutalidad, porque ninguno de los hermanos tenia antecedentes politicos y su unico 
error conocido consistia en haberse afiliado al sindicato. Uno de ellos ni siquiera 
vivia en la zona, trabajaba como obrero de la construction en la capital y ese dia 
visitaba a sus padres. Los campesinos pensaron en una equivocation y se sentaron a 
esperar que los devolvieran. Podian identificar a los guardias, los conocian a todos 
por sus nombres, habian nacido en la region y asistido a la misma escuela. Pradelio 
Ranquileo no formaba parte del segundo grupo y especularon que lo habian dejado 
vigilando a Antonio Flores en la Tenencia. A el se dirigieron mas tarde para hacerle 
algunas preguntas, fuera de sus horas de servicio, pero no pudieron aclarar nada, 
porque al hijo mayor de los Ranquileo era imposible sacarle una palabra. 

— Hasta entonces nuestra vida fue tranquila. Heramos gente de trabajo y nada nos 
faltaba. Mi padre tenia un buen caballo y estaba ahorrando para comprar un tractor. 
Pero nos cayo encima la autoridad y todo eso cambio — dijo Evangelina Flores. 

— La desgracia se lleva en la sangre — murmuro la senora Flores pensando en esa 
mina maldita donde tal vez habia servido de sepulcro a los suyos. 


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Los buscaron. Durante meses hicieron la peregrination obligada de quienes 
seguian el rastro de sus desaparecidos. Fueron de una parte a otra preguntando 
inutilmente y solo recibieron el consejo de considerarlos muertos y firmar una 
declaration legal, as! tendrian derecho a subsidio de orfandad y de viudez. 

Puede encontrar otro marido, senora, usted todavla es bien parecida, le dedan. 
Los tramites eran largos, engorrosos y caros. Consumieron todos sus ahorros y se 
endeudaron. Los papeles se perdlan en las ofidnas de la capital y con el paso del 
tiempo su esperanza iba esfumandose como un diseno antiguo. Los hijos que 
quedaron vivos debieron abandonar la escuela y buscar trabajo en los fundos vecinos, 
pero no los aceptaron porque estaban senalados. Hicieron paquetes con sus mlseros 
bienes y partieron por diversos caminos en busca de otros lugares donde nadie 
conociera su infortunio. La familia se disperso y a la vuelta de los anos solo quedo 
con la senora Flores una nina cambiada. Evangelina tenia diez anos cuando 
detuvieron a su padre y a sus hermanos adoptivos. Cada vez que cerraba los ojos 
volvla a ver ese instante cuando los arrastraban sangrando. Perdio el pelo, adelgazo, 
caminaba dormida y parecla flotar idiotizada cuando estaba despierta, atrayendo la 
burla de otros ninos en la escuela. Pensando en la conveniencia de sacarla de ese sitio 
lleno de tan malos recuerdos, la senora Flores la envio a otro pueblo a casa de un tlo, 
prospero comerciante en lena y carbon, quien podia ofrecerle mejor forma de vida, 
pero la muchacha no pudo soportar la falta de amor y su estado empeoro. La llevaron 
de regreso a lo que quedaba de su hogar. Por un tiempo largo nada pudo consolarla, 
pero cuando cumplio doce anos y tuvo su primera menstruation, sacudio 
definitivamente la tristeza, maduro de subito y amanecio una manana transformada 
en mujer. 

Suya fue la idea de vender el caballo y poner un puesto de verduras en el mercado 
de Los Riscos y suya tambien la decision de no seguir enviando comida, ropa y 
dinero por intermedio de los militares a sus parientes perdidos, ya que en todo ese 
tiempo no hubo pruebas de que se encontraran vivos. 

La joven trabajaba diez horas diarias vendiendo y transportando hortalizas y 
frutas y en las seis restantes antes de caer extenuada a la cama, estudiaba en los 
cuadernos preparados por la maestra como un favor especial. No volvio a llorar y 
comenzo a hablar en pasado de su padre y sus hermanos, para habituar poco a poco a 
su madre a la idea de no verlos nunca mas. 

Cuando abrieron la mina ella estaba detras de los soldados con su cinta negra 
atada al brazo, perdida en la multitud. Vio de lejos las grandes bolsas amarillas y 
afino los ojos para distinguir algun indicio. Alguien le hablo de la imposibilidad de 
identificar los restos sin un estudio de las piezas dentarias y de cada trozo de hueso o 
de ropa encontrados, pero ella estaba segura que si podia verlos de cerca su corazon 
le indicaria si eran ellos. 


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— ^Puede llevarme donde los tienen ahora? — pidio a Irene Beltran. 

— Hare lo posible, pero no es facil. 

— ^Por que no nos devuelven a los nuestros? Solo queremos una tumba para que 
descansen tranquilos, para ponerles flores, rezarles, acompanarlos el dia de todos los 
muertos... 

— ^Sabes quien detuvo a tu padre y tus hermanos? — pregunto Irene. 

— El Teniente Juan de Dios Ramirez y nueve hombres de su dotacion — replied 
sin vacilar Evangelina Flores. 

Treinta horas despues de la muerte del Sargento Faustino Rivera, Irene fue 
baleada en la puerta de la editorial. Salia de su trabajo, tarde ya, cuando un automovil 
estacionado en la acera de enfrente puso el motor en marcha, acelero y paso por su 
lado como un viento fatidico disparando una rafaga de metralla antes de perderse en 
el trafico. Irene sintio un golpe formidable en el centro de su vida y no supo lo que 
habia ocurrido. Se desplomo sin un grito. Todo el aire se vacio de su alma y el dolor 
la ocupo enteramente. Tuvo un instante de lucidez en el cual alcanzo a palpar la 
sangre creciendo a su alrededor en un charco incontenible y en seguida se hundio en 
el sueno. 

El portero y otros testigos del hecho tampoco se dieron cuenta de lo sucedido. 
Oyeron los disparos y no supieron identificarlos, pensando en una explosion de motor 
o el paso de un avion, pero al verla caer corrieron a socorrerla. Diez minutos mas 
tarde Irene iba en una ambulancia con ruido de sirenas y luces encendidas. Llevaba 
innumerables perforaciones de bala en el vientre por donde se le escapaba la vida a 
borbotones. 

Francisco Leal se entero por casualidad un par de horas mas tarde, cuando llamo a 
su casa para invitarla a cenar, porque habian pasado varios dias sin encontrarse a 
solas y el amor ya lo ahogaba. Llorando en el telefono, Rosa le comunico la noticia. 
Esa fue la noche mas larga de su existencia. La paso sentado junto a Beatriz en un 
banco del pasillo de la clinica frente a la puerta de Terapia Intensiva, donde su amada 
deambulaba perdida en las sombras de la agonia. Despues de varias horas en el 
quirofano, nadie pensaba que sobreviviria. Conectada a media docena de tubos y 
cables aguardaba su muerte. 

Los cirujanos la habian abierto en canal y recorrido sus visceras descubriendo 
despues de cada puntada un nuevo orificio para remendar. Le colocaron litros de 
sangre y suero, la atosigaron de antibioticos y por ultimo la crucificaron sobre una 
cama con el suplicio permanente de las sondas, manteniendola sumida en la niebla de 
la inconsciencia para que soportara su martirio. Con la complicidad del medico de 
turno, compadecido de tanto dolor, Francisco pudo verla por algunos minutos. Estaba 
desnuda, transparente, flotando en la luz difusa y blanca de la sala, con un respirador 
conectado a un tubo traqueal, cables que la unian a un monitor cardiaco donde una 


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serial apenas perceptible conservaba la esperanza, varias agujas en sus venas, tan 
palida como la sabana, con dos lunas moradas en los ojos y una masa compacta de 
vendajes en el vientre por donde surgian los tentaculos de los drenajes abdominales. 
Un grito mudo se atraveso en el pecho de Francisco y alii permanecio por mucho 
tiempo. 

— jEs tu culpa! jDesde que apareciste en la vida de mi hija empezaron los 
problemas! — lo acuso Beatriz apenas lo vio. 

Estaba destrozada, fuera de control. Francisco tuvo hacia ella un impulso de 
simpatia, porque por primera vez la veia sin artificios, en carne viva, humana, dolida, 
cercana. La senora se dejo caer en un banco y lloro hasta vaciar todas sus lagrimas. 
No entendia lo ocurrido. Deseaba creer que era un acto de delincuencia comun, como 
aseguro la policia, porque no soportaba la idea de que a su hija pudieran perseguirla 
por razones politicas. No tenia la menor idea de su participacion en el hallazgo de los 
cuerpos en la mina y no queria imaginarla mezclada en turbios asuntos contra la 
autoridad. Francisco fue a buscar un par de tazas de te y se sentaron juntos a beberlas 
en silencio, unidos por la misma sensacion de naufragio. 

Como muchos otros durante el gobierno anterior, Beatriz Alcantara habia salido a 
la calle golpeando cacerolas en serial de protesta. Propicio el Golpe Militar porque le 
parecia mil veces preferible a un regimen socialista y cuando bombardearon desde el 
aire el antiguo Palacio de los Presidentes, ella descorcho una botella de champana 
para celebrarlo. Ardia de fervor patriotico, pero su entusiasmo no le alcanzo para 
donar sus joyas al fondo de reconstruccion nacional, pues temio verlas adornando a 
las esposas de coroneles, como rumoreaban las malas lenguas. Se acomodo al nuevo 
sistema como si hubiera nacido en el y aprendio a no mencionar lo que era mejor no 
saber. La ignorancia le resultaba indispensable para la paz del alma. Esa noche 
nefasta en la clinica, Francisco estuvo a punto de hablarle de Evangelina Ranquileo, 
los muertos de Los Riscos, los millares de victimas y su propia hija, pero tuvo 
lastima. No quiso aprovechar ese momento en el cual se encontraba convulsionada, 
para destrozarle los esquemas que hasta entonces la sostuvieron. Se limito a preguntar 
por Irene por sus anos de infancia y adolescencia, complaciendose en las pequenas 
anecdotas, solicitando detalles minimos, con la curiosidad de los enamorados por 
todo lo que atane al escogido. 

Hablaron del pasado y entre confidencias y lagrimas transcurrieron las horas. 

Dos veces durante aquella noche de tormentos estuvo Irene tan cerca de la 
muerte, que devolverla al mundo de los vivos fue una proeza. Mientras los medicos 
se afanaban a su alrededor para reactivar su corazon con descargas electricas, 
Francisco Leal sintio que se le iba la razon y retrocedia a la edad mas antigua, la 
caverna, la oscuridad, la ignorancia, el terror. Vio fuerzas maleficas arrastrando a 
Irene hacia las sombras y penso, desesperado, que solo la magia, el azar o una 


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intervention divina impedirian su muerte. Deseo rezar, pero las palabras aprendidas 
en la infancia de boca de su madre no acudieron a su memoria. Desquiciado, intento 
rescatarla mediante la fuerza de su pasion. Exorcizo a la fatalidad con el recuerdo de 
su goce, oponiendo a las tinieblas de la agonia la luz de su encuentro. Rogo por un 
milagro, para que su propia salud, su sangre y su alma pasaran a ella y la ayudaran a 
vivir. Repitio su nombre mil veces suplicandole no darse por vencida y seguir 
luchando, le hablo en secreto desde el banco del pasillo, lloro abiertamente y se sintio 
agobiado por el peso de siglos esperandola, buscandola, deseandola, amandola, 
recordando sus pecas, sus pies inocentes, el humo de sus pupilas, el aroma de su ropa, 
la seda de su piel, la linea de su cintura, el cristal de su risa y el tranquilo abandono 
con que reposaba en sus brazos despues del placer. Y asi estuvo como un insensato 
murmurando entre dientes y sufriendo sin consuelo, hasta que aparecieron las luces 
del alba, desperto la clinica, oyo los ruidos de las puertas al batirse, los ascensores, 
las pisadas de las zapatillas, los instrumentos golpeando sobre las bandejas metalicas 
y el sonido de su propio corazon desbocado; sintio entonces la mano de Beatriz 
Alcantara en la suya y recordo su presencia. Se miraron extenuados. Habian pasado 
esas horas en condiciones similares. Ella tenia la cara estragada, nada quedaba de su 
maquillaje y eran visibles las finas cicatrices de su cirugia plastica, sus ojos estaban 
hinchados, el pelo lacio de sudor y la blusa arrugada. 

— ^La amas, hijo? — pregunto. 

— Mucho — respondio Francisco Leal. 

Entonces se abrazaron. Por fin descubrian un lenguaje comun. 

Tres dias anduvo Irene Beltran por las fronteras de la muerte, al cabo de los 
cuales emergio de la inconsciencia suplicando con la mirada que la dejaran luchar por 
sus propios medios o morir con dignidad. Le quitaron el respirador y poco a poco se 
estabilizaron el aire en sus pulmones y el ritmo de la sangre en sus venas, entonces la 
trasladaron a una habitation donde Francisco Leal pudo quedarse a su lado. La joven 
se encontraba sumida en el sopor de las drogas, perdida en la bruma de sus pesadillas, 
pero reconocia su presencia y cuando el se alejaba lo llamaba con voz debil y 
desvalida como un recien nacido. 

Esa tarde aparecio Gustavo Morante en la clinica. Se habia enterado al leer la 
cronica policial, donde fue publicada la noticia con mucho atraso, entre otros hechos 
de sangre, atribuyendo el atentado a delincuentes comunes. Solo Beatriz Alcantara se 
aferro a esa version de lo sucedido, igual como considero que el allanamiento de su 
casa era una extravagancia de la policia. El Capitan, sin embargo, no tuvo dudas. 
Consiguio permiso para viajar desde la guarnicion donde estaba destinado, para 
visitar a su antigua novia. Se presento vestido de civil, obediente a una 
recomendacion del Alto Mando, que no deseaba uniformes en la calle para evitar la 
impresion de un pais ocupado. Toco la puerta de la habitation y Francisco le abrio, 


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sorprendido de verlo. Se midieron con los ojos, averiguando cada uno las intenciones 
del otro, hasta que un suspiro de la enferma los atrajo precipitadamente a su lado. 
Irene se encontraba inmovil sobre la alta cama, como una doncella de marmol bianco 
esculpida en su propio sarcofago. Solo el follaje vivo de su cabello conservaba la luz. 
Sus brazos estaban marcados por las agujas y las sondas, respiraba apenas, tenia los 
ojos cerrados y a traves de sus parpados se trasluclan sombras oscuras. Gustavo 
Morante sintio una descarga de horror que lo recorrio entero y lo dejo tembloroso, al 
ver a esa mujer, cuya frescura lo enamorara, reducida a un pobre cuerpo lacerado a 
punto de evaporarse en el aire irreal del cuarto. 

— ^Vivira? — balbuceo . 

Hacla varios dlas con sus noches que Francisco Leal la vigilaba y se habia 
habituado a descifrar los mas leves signos de mejoria, llevaba la cuenta de sus 
suspiros, media sus suenos, observaba sus gestos fugaces. Estaba euforico porque ella 
respiraba sin ayuda de una maquina y podia mover con liviandad las puntas de los 
dedos, pero se dio cuenta que para el Capitan — ausente cuando ella agonizaba — esa 
vision era un golpe despiadado. Olvido por completo que el otro era un oficial del 
Ejercito y solo pudo verlo como un hombre sufriendo por la mujer que el tambien 
amaba. 

— Quiero saber lo que paso — pidio Morante inclinando la cabeza, descompuesto. 

Y Francisco Leal se lo conto, sin omitir su propia participation en el 
descubrimiento de los cadaveres, esperando que el amor por Irene superase la lealtad 
al uniforme. El mismo dia del atentado varios hombres armados irrumpieron en la 
casa de la joven dando vueltas a todo cuanto encontraron a su paso, desde los 
colchones que destriparon a cuchillo, hasta los frascos de cosmeticos y los recipientes 
de la cocina vaciados sobre el piso. Se llevaron su grabadora, sus apuntes, su agenda 
y su libreta de direcciones. Antes de partir dieron un balazo gratuito a Cleo, 
abandonandola agonica en un charco de sangre. Beatriz no se encontraba alii, porque 
en ese momento velaba en el pasillo de la clinica a su hija moribunda. Rosa intento 
detenerlos, pero recibio un culatazo en el pecho que la dejo sin voz y sin aire hasta 
que partieron, entonces acogio a la perra en su delantal y la acuno para que muriera 
acompanada. Los hombres dieron un vistazo rapido en La Voluntad de Dios 
sembrando el panico entre los huespedes y las cuidadoras, pero se retiraron de prisa al 
comprender que esos ancianos aterrados estaban al margen de la vida y por lo tanto 
tambien de la politica. A la manana siguiente allanaron el local de la revista y 
requisaron cuanto se hallaba en el escritorio de Irene Beltran, incluso la cinta de su 
vieja maquina de escribir y el papel carbon usado. Francisco tambien conto al 
Capitan de Evangelina Ranquileo, la muerte inoportuna del Sargento Rivera, la 
desaparicion de Pradelio y la familia Flores, las masacres de campesinos, el Teniente 
Juan de Dios Ramirez y todo lo demas que acudio a su mente, poniendo de lado la 


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prudencia que llevo como una segunda piel durante varios anos. Vacio la rabia 
acumulada en tanto tiempo de silencio y le mostro la otra cara del gobierno — la que 
el oficial no vela porque se hallaba fuera del cerco — sin olvidar a los torturados, a los 
muertos, a los pobres de solemnidad y a los ricos repartiendose la patria como un 
negocio mas, mientras el Capitan, palido y mudo, escuchaba lo que jamas habrla 
tolerado que se dijera en su presencia. 

En la mente de Morante se estrellaban las palabras de Francisco con otras 
aprendidas en sus cursos de guerra. Por vez primera se encontraba junto a las 
victimas del regimen, no entre quienes ejerdan el poder absoluto, y le tocaba sufrirlo 
donde mas lo heria, en esa muchacha adorada, inmovil entre la sabanas, cuya imagen 
estremeda su alma como una campana repicando a muerto. No habia dejado de 
quererla ni un solo instante a lo largo de su vida y jamas la amo tanto como en ese 
momento, cuando ya la habia perdido. Recordo esos ano creciendo juntos y sus 
planes de casarse y hacerla feliz. Silenciosamente le fue diciendo todo aquello que no 
tuvieron ocasion de hablar antes. Le reprocho su falta de confianza en el, ^por que no 
se lo conto? La habria ayudado y con sus propias manos hubiera abierto la maldita 
tumba, no solo por acompanarla, sino tambien por el honor de las Fuerzas Armadas. 
Esos crimenes no podian quedar impunes, porque entonces la sociedad se iba al 
diablo y no tendria sentido haber tornado las armas para derrocar al gobierno anterior 
acusandolo de ilegalidad, si ellos mismos ejerdan el poder fuera de toda ley y moral. 
Los responsables de esas irregularidades son unos cuantos oficiales que debian ser 
castigados, Pero la pureza de la Institution esta intacta Irene, en nuestras fila hay 
muchos hombres como yo, dispuestos a luchar por la verdad, a remover escombros 
hasta sacar toda la basura y dejar el pellejo por la patria si fuera necesario. Me has 
traicionado, amor, tal vez nunca me quisiste como yo a ti y por eso me dejaste sin 
darme oportunidad de probar que no soy complice de esas barbaridades, tengo las 
manos limpias, siempre actue con buena intention, tu me conoces; estuve en el Polo 
Sur durante el Pronunciamiento, mi trabajo son las computadoras, las pizarras, los 
archivos confidenciales, la estrategia, no he disparado el arma de reglamento excepto 
en las practicas de tiro. Creia que el pais necesitaba un receso politico, orden y 
disciplina para veneer la miseria. ^Como iba a imaginar que el pueblo nos odia? Te lo 
he dicho muchas veces, Irene, este proceso es duro, pero superaremos la crisis. 

Aunque ya no estoy tan seguro, tal vez ya es hora de volver a los cuarteles y 
restituir la democracia. ^Donde estaba yo que no vi la realidad? ^Como no me lo 
dijiste a tiempo? No era necesario recibir una rafaga de balas para abrirme los ojos, 
no tenias que irte dejandome este amor desmesurado y la vida por delante para vivirla 
sin ti. Desde nina perseguias la verdad, por eso te amo tanto y por eso mismo ahora 
estas aqui muriendote callada. 

El Capitan estuvo largo rato observando a Irene. La luz de la ventana se esfumo y 


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el cuarto se hundio suavemente en la penumbra, desdibujando el contorno de las 
cosas y transformando a la joven en una mancha leve sobre la cama. Morante estaba 
despidiendose, convencido de que nunca amaria a nadie como a ella, y reuniendo 
fuerzas para la tarea a enfrentar. Se inclino para besar sus labios agrietados, 
deteniendose en la caricia, grabando en su recuerdo ese rostra atormentado, aspirando 
el olor a medicamentos de su piel, adivinando la forma delicada de su cuerpo, 
rozando esos cabellos insurrectos. Cuando salio, el Novio de la Muerte tenia los ojos 
secos, la mirada dura y el corazon resuelto. La amaria para siempre y no volverla a 
verla nunca mas. 

— No la dejen sola, porque vendran a rematarla. Yo no puedo protegerla. Hay que 
sacarla de aqul y esconderla — fue todo lo que dijo. 

— Esta bien — replied Francisco. 

Se estrecharon las manos con firmeza, largamente. 

Los progresos de Irene fueron muy lentos, parecia que jamas se restableceria del 
todo, sufria grandes dolores. Francisco se adueno de su cuerpo para cuidarlo con el 
mismo esmero puesto antes en darle placer. No se movla de su lado durante el dia y 
por las noches se acostaba en un sofa junto a su cama. Normalmente tenia el sueno 
tranquilo y pesado, pero en ese tiempo afino el oido como animal furtivo. Despertaba 
alerta al escuchar un cambio en su respiracion, un movimiento, un quejido. 

Esa semana dejaron de alimentarla por las venas y tomo un plato de caldo. 
Francisco se lo dio a cucharadas con el alma torcida. Al notar su ansiedad, ella sonrio 
como no lo habia hecho en mucho tiempo, con ese gesto coqueto que lo cautivara 
desde el instante mismo de conocerla. Enloquecido de alegria, salio brincando por los 
pasillos de la clinica, se lanzo a la calle, cruzo zigzagueando entre los automoviles y 
se dejo caer sobre el cesped de la plaza. Roto el dique de la emocion contenida por 
tantos dias, reia y lloraba sin disimulo ante la vista asombrada de nineras y jubilados 
que a esa hora paseaban al sol. Hasta alia fue a buscarlo su madre para compartir su 
gozo. Hilda pasaba muchas horas tejiendo silenciosa junto a la enferma y 
acomodando poco a poco su espiritu a la idea de que tambien su hijo menor partiria, 
porque nunca mas seria igual la vida para el ni para la mujer que amaba. Por su parte, 
el Profesor Leal llevo a Irene sus conciertos para llenarle el cuarto de musica y 
devolverle el contentamiento de vivir. La visitaba todos los dias y se sentaba a 
contarle historias felices, sin mencionar jamas la guerra de Espana, su paso por el 
campo de concentration, la rudeza del exilio ni otros temas penosos. Su carino por 
ella le alcanzaba incluso para tolera a Beatriz Alcantara sin perder el buen humor. 

Poco despues Irene dio algunos pasos, sostenida por Francisco. La palidez de su 
rostro daba la medida de su malestar pero pidio que le redujeran los calmantes, 
porque necesitaba recuperar la claridad del pensamiento y el interes por el mundo. 

Francisco llego a conocer a Irene tanto como a si mismo. 


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En esas largas noches de insomnio, se contaron sus vidas. No les quedo ni un 
recuerdo del pasado, ni un sueno del presente, ni un plan para el futuro, sin compartir. 
Hicieron entrega de todos sus secretos, se abandonaron mas alia de los llmites flsicos, 
entregandose tambien el esplritu. El la lavaba con una esponja, la friccionaba con 
agua de colonia, cepillaba sus cabellos para desenredar los rizos rebeldes, la movla 
para cambiarle las sabanas, le daba de comer, adivinaba sus menores urgencias. En 
cada pequeno servicio, en cada gesto, en cada mirada la recibla y la hada suya. 
Nunca percibio en ella un resquicio de pudor, le daba sin reservas su cuerpo 
atormentado por las miserias de la enfermedad. Irene lo necesitaba como el aire y la 
luz, lo reclamaba, le pareda natural tenerlo a su lado dla y noche. Si el salla de la 
habitation, ella fijaba los ojos en la puerta esperandolo. Si un dolor la agobiaba, 
buscaba su mano y murmuraba su nombre pidiendo ayuda. Abrieron todas sus 
compuertas y eso creo entre ambos un vinculo indisoluble, que los ayudaba a soportar 
el miedo, instalado en sus vidas como una presencia maldita. 

Tan pronto Irene tuvo autorizacion para recibir visitas, aparecieron sus amigos de 
la revista. Llego la astrologa envuelta en una tunica teatral, con sus negras mechas 
colgando a la espalda y un misterioso frasco de regalo. 

— Frotenla de pies a cabeza con este ungiiento. Es un remedio infalible contra la 
debilidad del cuerpo — recomendo. 

Fue inutil explicarle que la causa de esa postracion eran balas de metralla. Insistio 
en culpar al zodiaco: Escorpion llama a la muerte. Tampoco sirvio recordarle que 
Irene no pertenecia a ese signo. 

En la clinica se hicieron presentes periodistas, diagramadores, dibujantes, reinas 
de belleza y tambien la senora del aseo provista de unas bolsas de te y un paquete de 
azucar para la enferma. Nunca antes habia puesto los pies en una clinica privada y 
creyo necesario cooperar con algun alimento, pensando que alii los pacientes sufrian 
hambre, como en los hospitales de los pobres. 

— Asi da gusto morirse, senorita Irene exclamo la mujer deslumbrada ante el 
cuarto asoleado, las flores sobre la mesa y la television. 

Los huespedes de La Voluntad de Dios en estado de movilizarse, se turnaron para 
acudir a verla, acompanados por las cuidadoras. La ausencia de la joven se sintio en 
la residencia geriatrica como un prolongado apagon de luz. Los ancianos 
languidecieron esperando sus bombones, sus cartas, sus bromas. Se enteraron de su 
desgracia, pero algunos la olvidaron al instante, porque no podian retener las malas 
nuevas en sus mentes huidizas. Josefina Bianchi fue la unica en comprender 
exactamente lo ocurrido. Insistio en ir a menudo a la clinica, llevando siempre un 
obsequio para Irene: una flor del jardin, un antiguo chal de sus baules, un verso 
escrito con su elegante letra inglesa. Aparecia flotando envuelta en tules palidos o en 
encajes anejos, perfumada a rosas, diafana como un fantasma de otro tiempo. 


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Sorprendidos, los medicos y enfermeras se detenian en sus trajines para verla pasar. 

A1 dia siguiente que Irene fue baleada, antes de que fuera publicada en la prensa, 
la noticia llego por secretos conducto a oidos de Mario. De inmediato se presento 
para ofrecer su ayuda. Fue el primero en darse cuenta de que la clinica estaba 
vigilada. Dia y noche un automovil de vidrios oscuros se apostaba en la calle y cerca 
de la entrada del edificio rondaban impasibles los agentes de la policia secreta, 
inconfundibles en sus nuevas pintas de bluyin, camisa deportiva y chaqueta de falso 
cuero abultada por las armas. A pesar de su presencia, Francisco atribuyo el atentado 
a grupos paramilitares o al mismo Teniente Ramirez, porque si hubiera una orden 
oficial de eliminar a Irene, simplemente habrian entrado pateando puertas hasta el 
mismo quirofano para rematarla. En cambio esa vigilancia disimulada indicaba que 
no podian darse el lujo de actuar con escandalo y preferian aguardar el momento 
oportuno para dar fin a su trabajo. Mario habia adquirido experiencia en esos asuntos 
durantes sus trabajos clandestinos y se ocupo de elaborar un plan de fuga para Irene 
en el instante mismo en que ella pudiera ponerse de pie. 

Entretanto Beatriz Alcantara porfiaba que la metralla que estuvo a punto de 
acabar con su hija, iba destinada a otra persona. 

— Son cosas del hampa — decia — . Quisieron matar a un delincuente y las balas 
hirieron a Irene. 

Paso dias llamando por telefono a sus amistades para contarles su version de los 
hechos. No deseaba que hubiera la menor duda sobre su hija. De paso les dio noticias 
de su marido, a quien por fin, despues de varios anos de busqueda y tantos tormentos 
intimos, los detectives consiguieron ubicar en la vasta extension del mundo. Eusebio 
Beltran, fastidiado de la enorme mansion, los reproches de su mujer, la carne de oveja 
y el apremio de sus acreedores, partio esa tarde y a poco andar comprendio que aun le 
quedaban muchos anos de existencia y no era tarde para comenzar de nuevo. 
Siguiendo el impulso de su espiritu aventurero, partio al Caribe con un llamativo 
seuddnimo y escaso dinero en el bolsillo, pero con el cerebro lleno de magnificas 
ideas. Por un tiempo vivio como gitano y en algunos momentos llego a temer que se 
lo tragara la fiebre del olvido. Sin embargo, su buen olfato para detectar fortuna lo 
transformo en hombre adinerado mediante su maquina para cosechar cocos. Ese 
aparato estrafalario, que tan poco tenia de cientifico cuando lo disend, produjo 
entusiasmo en un millonario local. Al poco tiempo las regiones tropicales estaban 
pobladas de tumbacocos sacudiendo palmeras con sus tentaculos articulados y 
Beltran pudo darse otra vez aquellos lujos perturbadores a los cuales estaba 
acostumbrado y que solo los ricos pueden comprar. Era feliz. Se amancebo con una 
muchacha treinta anos menor, morena y culona, siempre dispuesta al placer y la risa. 

— Legalmente este desgraciado sigue siendo mi marido. Le quitare hasta el aire 
que respira, para eso existen buenos abogados — aseguraba Beatriz Alcantara a sus 


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amigas, mas preocupada por la forma de echarle el guante a ese enemigo escurridizo, 
que de la salud de su hija. Se sentla satisfecha de probar que Eusebio Beltran era un 
sinvergiienza pero de ningun modo un izquierdista, como afirmaban sus 
calumniadores. 

Beatriz no se entero de los sucesos del pals porque en la prensa solo lela las 
noticias agradables. No tuvo idea que identificaron los cadaveres de la mina de Los 
Riscos mediante el estudio de las dentaduras y otras senas particulares. Perteneclan a 
campesinos de la region, detenidos por el Teniente Ramirez poco despues del Golpe 
Militar, y a Evangelina Ranquileo, a quien se le atribuian pequenos milagros. Ignore 
el clamor publico que sacudio a la nacion a pesar de la censura y que recorrio ambos 
hemisferios poniendo otra vez en primer piano el tema de los desaparecidos bajo las 
dictaduras latinoamericanas. Fue la unica que al escuchar de nuevo el golpeteo de las 
cacerolas resonando en diferentes barrios de la ciudad, creyo que apoyaban la accion 
de los militares, como en tiempos del gobierno anterior, incapaz de comprender que 
el puebla se valia del mismo recurso contra quienes lo inventaron. Cuando oyo 
comentar que un grupo de juristas respaldaba a los familiares de los muertos en una 
querella contra el Teniente Ramirez y sus hombres por delitos de allanamiento, 
secuestro, apremios ilegitimos y homicidios calificados, senalo al Cardenal como 
responsable de esa monstruosidad y opino que el Papa debiera destituirlo, porque el 
campo de accion de la Iglesia debe ser solo espiritual y en ningun caso los sordidos 
acontecimientos terrenales. 

— Acusan a ese pobre Teniente de los asesinatos, Rosa, pero nadie piensa que 
ayudo a librarnos del comunismo — comento la senora esa manana en la cocina. 

— Tarde o temprano el que la hace la paga — replied Rosa imperturbable mientras 
observaba por la ventana las primeras flores del nomeolvides. 

Llevaron ante los tribunales al Teniente Juan de Dios Ramirez y a varios hombres 
de su tropa. Nuevamente los crimenes de Los Riscos hicieron noticia en los 
periodicos, porque por primera vez desde el Golpe Militar comparecian ante un juez 
miembros de las Fuerzas Armadas. Un soplo de alivio recorrio al pais a lo largo y a lo 
ancho, la gente imagino una fisura en la monolitica organizacion que ejercia el poder 
y sonaron con el fin de la dictadura. Entretanto, el General, imperturbable, colocaba 
la piedra inaugural al monumento a Los Salvadores de La Patria, sin que asomaran 
sus intenciones ocultas tras los lentes oscuros. No respondia a las cautelosas 
preguntas de los reporteros y hacia un gesto despectivo si el tema era mencionado en 
su presencia. Quince cadaveres en una mina no justificaban tanta bulla y cuando 
surgieron otras denuncias y aparecieron nuevas tumbas, fosas comunes en los 
cementerios, entierros en los caminos, bolsas en la costa arrastradas por las olas, 
cenizas, esqueletos, trozos humanos y hasta cuerpos de ninos con una bala entre los 
ojos acusados de mamar en el pecho materno doctrinas exoticas, lesivas a la 


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soberania nacional y a los mas altos valores de la familia, la propiedad y la tradicion, 
se encogio de hombros tranquilamente, porque lo primero es la patria yam! que me 
juzgue la Historia. 

— que hacemos con el llo que se esta armando, mi General? 

— Lo de siempre, Coronel — respondio desde su sauna, tres pisos por debajo de la 
tierra. 

La declaracion del Teniente en el juicio fue publicada en grandes titulares y sirvio 
a Irene Beltran para recuperar de golpe los deseos de vivir y de luchar. 

El Jefe de la Tenencia de Los Riscos manifesto ante la Corte que poco despues 
del Pronunciamiento, el patron del fundo Los Aromos acuso a la familia Flores de 
constituir un peligro para la seguridad nacional, porque estaba vinculada a un partido 
de izquierda. 

Eran activistas y planeaban un ataque al cuartel, por eso procedi a detenerlos, Su 
Senoria. Arreste a cinco miembros de esa casa y a nueve sujetos mas por diversas 
culpas, desde la posesion de armas hasta el uso de marihuana. Me guie por una lista 
encontrada en poder de Antonio Flores. Tambien halle un piano de la Tenencia, 
prueba de sus malas intenciones. Los interrogamos de acuerdo a los procedimientos 
usuales y obtuvimos su confesion: habian recibido instruccion terrorista de agentes 
extranjeros infiltrados en el pais por las fronteras del mar, pero fueron incapaces de 
dar detalles y sus testimonios me parecieron contradictorios, usted sabe como es esa 
gente, Senoria. Terminamos con ellos pasada la medianoche y entonces ordene 
remitirlos al estadio en la capital, usado para esa fecha como campo de prisioneros. 

En el ultimo momento uno de los presos pidio hablar conmigo y asi me entere de 
que los sospechosos habian incurrido en el delito de ocultar armas en una mina 
abandonada. Los monte en un camion y los lleve al sitio senalado. Cuando el camino 
se torno intransitable, descendimos con los activistas atados con ligaduras en los 
brazos, bajo estricta vigilancia y emprendimos la marcha a pie. Al avanzar en la 
oscuridad fuimos victimas de un repentino ataque con armas de fuego proveniente de 
distintos puntos, no teniendo otra alternativa que dar orden a mis hombres de 
defenderse. No puedo darle muchos detalles porque estaba oscuro. Solo le puedo 
asegurar que hubo un nutrido intercambio de disparos por varios minutos, al cabo de 
los cuales ceso la balacera y pude reorganizar a mi tropa. Iniciamos la busqueda de 
los detenidos pensando que habrian escapado, pero los vimos en tierra, todos 
muertos, dispersos por aqui y por alia. No puedo precisar si murieron a causa de los 
proyectiles nuestros o de los atacantes. Despues de meditar resolvi hacer lo mas 
atinado, a fin de evitar represalias contra mis hombres y sus familias. Ocultamos los 
cuerpos en la mina y acto seguido cerramos la entrada con escombros, piedras y 
tierra. No efectuamos obra de albanileria, de modo que sobre ese punto no puedo 
declarar. Una vez cerrado el boquete, nos juramentamos para guardar el secreto. 


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Acepto mi responsabilidad como jefe del grupo y debo aclarar que no hubo heridos 
entre el personal a mi cargo, tan solo aranazos de menor cuantia por arrastrarnos en 
terreno abrupto. Ordene registrar los alrededores en busca de los atacantes, pero no 
encontramos sus rastros y tampoco vainillas de las balas. Admito haber faltado a la 
verdad al escribir en mi informe que los prisioneros fueron remitidos a la capital, pero 
le repito que lo hice para proteger a mis hombres de una eventual venganza. Esa 
noche fallecieron catorce sujetos. Me ha sorprendido que mencionen tambien a una 
ciudadana presuntamente llamada Evangelina Ranquileo Sanchez. Ella estuvo 
detenida en la Tenencia de Los Riscos durante algunas horas, pero fue puesta en 
libertad como consta en el Libro de Guardia. Es todo cuanto puedo decir, Senor Juez. 

Esta version de lo ocurrido produjo en la Corte la misma incredulidad que en la 
opinion publica. Como le resultaba imposible aceptarla sin ponerse en ridiculo, el 
juez se declare incompetente y el juicio paso a un tribunal militar. 

Entre sus sabanas de convaleciente, Irene Beltran vio alejarse las posibilidades de 
castigar a los culpables y pidio a Francisco ir de inmediato a La Voluntad de Dios. 

— Llevale esta nota mia a Josefina Bianchi — suplico la joven — . Ella me guarda 
algo importante y si se salvo del allanamiento, te lo entregara. 

Pero el no pensaba dejarla sola y ante su insistencia le conto que los vigilaban. 
Hasta ese momento se lo habia ocultado para no asustarla mas, pero se dio cuenta de 
que ella ya lo sabia, pues no dio senales de sorpresa. En su interior, Irene habia 
aceptado la muerte como una cercana posibilidad y comprendia que eludirla seria 
dificil. Solo cuando aparecieron Hilda y el Profesor Leal para remplazarlo junto a la 
enferma, Francisco partio a visitar a la anciana. 

Rosa le dio la bienvenida moviendose con mucha dificultad porque tenia tres 
costillas rotas. Habia adelgazado y se veia cansada. Lo condujo a traves del jardin y 
le senalo al pasar la tierra recien removida donde enterro a Cleo, cerca de la tumba 
del nino que cay 6 del tragaluz. 

Josefina Bianchi se encontraba en su habitation recostada entre almohadones. 
Vestia una camisa de amplias mangas trabajadas a bolillo y feston, una mantilla 
primorosa en los hombros y una cinta en la nuca sosteniendo su mono de nieve. Al 
alcance de su mano habia un espejo de plata labrada y una bandeja atiborrada de 
pomos con polvos de arroz, pinceles de pelo de marta, cremas de ceraficas 
tonalidades, hisopos de pluma de cisne, horquillas de hueso y carey. Estaba 
maquillandose, tarea delicada que cumplia desde hacia sesenta y tantos anos, sin 
faltar un solo dia. En la clara luz de la manana, su rostro surgia como una mascara 
japonesa en la cual un pulso vacilante estampo el trazo purpura de la boca. Sus 
parpados temblaban, azules, verdes, plateados, sobre la alba superficie empolvada. 
Por breves instantes la vieja actriz no reconocio a Francisco, sumida en un sueno 
remoto, tal vez entre las bambalinas de un teatro antes de levantarse el telon en una 


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noche de estreno. Vacilaron sus pupilas perdidas en el pasado y lentamente su espiritu 
regreso al presente. Sonrio y dos hileras de perfectos dientes de artificio 
rejuvenecieron su expresion. 

Durante los meses de amistad con Irene, Francisco aprendio a conocer las 
peculiaridades de los ancianos y as! descubrio que el afecto es la unica clave para 
comunicarse con ellos porque la razon es un laberinto donde se extravlan con 
facilidad. 

Se sento al borde de la cama y acaricio la mano de Josefina Bianchi, 
acomodandose a su tiempo Intimo. Era inutil apurarla. Ella evoco la epoca esplendida 
de su existencia, cuando la platea se llenaba con sus admiradores y en su camerino 
resplandedan los ramos de flores, cuando recorria el continente en giras tumultuosas 
y se necesitaban cinco cargadores para subir y bajar su equipaje de los barcos y los 
trenes. 

— ^Que paso, hijo? ^Donde estan el vino, los besos, la risa? ^Donde los hombres 
que me amaron? las multitudes que me aplaudieron? 

— Todo esta aqul, en su memoria, Josefina. 

— Soy vieja, pero no idiota. Me doy cuenta de que estoy sola. 

Noto el maletln de la camara fotografica y quiso posar para dejar un recuerdo 
suyo cuando hubiera muerto. Se adorno con collares de falsos diamantes, lazos de 
terciopelo, velos color malva, su abanico de plumas y una sonrisa de otro siglo. 
Mantuvo la postura por unos minutos, pero se canso muy pronto, cerro los ojos y se 
recosto respirando con dificultad. 

— ^ Cuando vuelve Irene? 

— No lo se. Le mando esta nota. Dice que usted guarda algo para ella. 

La anciana tomo el papel con sus dedos de encaje y lo apreto contra su pecho sin 
leerlo. 

— ^Tu eres el marido de Irene? 

— No, soy su enamorado — replied Francisco. 

— jMenos mal! Entonces a ti te lo puedo decir. Irene es como un pajaro, no tiene 
sentido de permanencia. 

— Yo tengo suficiente para los dos — rid Francisco. 

Ella accedio a entregarle tres cintas grabadas que tenia ocultas en una cartera de 
bade bordada con mostacillas. Irene nunca pudo justificar el haberlas confiado a la 
actriz. La unica razon para hacerlo fue un impulso de generosidad. No podia saber 
que intentarlan asesinarla y allanarlan su casa y su oficina buscandolas, pero 
sospechaba su valor como evidencia. 

Se las paso a la anciana para convertirla en complice de algo que aun no era un 
misterio y darle asi un sentido a su vida. 

Fue un gesto espontaneo como tantos otros hacia los huespedes de La Voluntad de 


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Dios, tal como celebraba cumpleanos inexistentes, organizaba juegos, inventaba 
representaciones teatrales, hacia regalos o escribia cartas de familiares imaginarios. 
Cierta noche visito a Josefina Bianchi y la encontro triste, murmurando que preferia 
morir, pues ya no tenia amor y nadie la necesitaba. Su cuerpo se habla deteriorado en 
el ultimo invierno y al verse achacosa y gastada cala en frecuentes depresiones, 
aunque jamas le fallaron la prudencia y la memoria. Irene quiso darle algo que 
desviara su atencion de la soledad y la proyectara hacia otros intereses, por eso le 
paso las cintas advirtiendole su importancia y pidiendole que las escondiera. Esta 
mision encanto a la vieja dama. Se seco las lagrimas y prometio mantenerse viva y 
saludable para ayudarla. Crela que custodiaba un secreto de amor. Asi, lo que empezo 
como un juego termino cumpliendo un proposito y las grabaciones no solo se 
salvaron de la curiosidad de Beatriz Alcantara, sino tambien de la requisition 
policial. 

— Dile a Irene que venga. Prometio ayudarme en la hora de mi muerte — dijo 
Josefina Bianchi. 

— No ha llegado aun ese momenta. Usted puede vivir mucho mas, esta sana y 
fuerte. 

— Escucha, muchacho, he vivido como una senora y asl quiero morir. Me siento 
un poco cansada. Necesito a Irene. 

— No podra venir ahora. 

— Lo malo con la vejez es que nadie nos respeta, nos tratan como ninos porfiados. 
Hice mi vida a mi manera. Nada me falto. ^Por que privarme de una muerte limpia? 

Francisco le beso las manos con carino y respeto. Al salir vio a los huespedes en 
el jardin atendidos por las cuidadoras, decrepitos, solitarios en sus sillas de ruedas, 
con sus chales de lana y sus mezquindades, sordos, casi ciegos, momificados, 
sobreviviendo apenas muy lejos del presente y de la realidad. 

Se aproximo para despedirse. El coronel, con sus medallas de laton prendidas al 
pecho saludaba como siempre al pabellon nacional flameando solo para sus ojos. La 
viuda mas pobre del reino apretaba en su regazo una caja de lata con algun mlsero 
tesoro. El hemiplejico seguia esperando el correo por la fuerza de la costumbre, 
aunque en el fondo adivino desde el principio que Irene inventaba las respuestas para 
darle alegria, mientras el fingla creer sus mentiras piadosas para no defraudarla. 
Cuando ella dejo de ir a La Voluntad de Dios, quedo sin nada para sonar. Otro 
anciano detuvo a Francisco en la puerta. 

— Oiga, joven, ahora que estan abriendo tumbas, ^cree que apareceran mi hijo, mi 
nuera y el bebe? 

Francisco Leal no supo responder y huyo de ese mundo de abuelos pateticos. 

Las cintas grabadas por Irene Beltran contenian sus conversaciones con Digna y 
Pradelio Ranquileo, el Sargento Faustino Rivera y Evangelina Flores. 


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— Llevaselas al Cardenal para que las usen en el juicio de los guardias — pidio a 
Francisco. 

— Tu voz esta en ellas, Irene. Si te identifican sera tu condena de muerte. 

— A ml me mataran de todos modos, si pueden hacerlo. Debes entregarlas. 

— Antes tengo que ponerte a salvo. 

— Entonces llama a Mario, porque esta misma tarde salgo de aqui. 

Al anochecer aparecio el peluquero con su celebre maletin de las 
transformaciones y se encerro con ellos en la habitation de la clinica, donde procedio 
a cortarles y cambiarles de color los cabellos, modificarles el arco de las cejas, 
probarles lentes, maquillajes, bigotes y toda suerte de artificios de su profesion, hasta 
convertirlos en seres diferentes. Los jovenes se miraron asombrados, sin reconocerse 
bajo esas mascaras, sonriendo incredulos porque con ese nuevo aspecto casi deberian 
aprender a amarse desde el principio. 

— ^Puedes caminar, Irene? — pregunto Mario. 

— No lo se. 

— Tendras que hacerlo sin ayuda. Vamos, nina, ponte de pie... 

Irene se bajo lentamente de la cama sin aceptar el brazo de sus amigos. Mario le 
quito la camisa de dormir reprimiendo una exclamation ante su vientre cubierto de 
vendajes y las manchas rojas del desinfectante en el pecho y los muslos. Extrajo de su 
prodigioso maletin un relleno de espuma plastica para simular un embarazo y lo 
sujeto a los hombros y la entrepierna, porque ella no habria resistido llevarlo atado a 
la cintura. En seguida la vistio con un traje maternal rosado, la calzo con sandalias de 
tacon bajo y con un beso de buena suerte se despidio. 

Mas tarde Irene y Francisco salieron de la clinica sin llamar la atencion del 
personal que los habia atendido durante ese tiempo, pasaron frente al vehiculo de 
vidrios oscuros estacionado en la calle, caminaron sin prisa hasta la esquina y alii 
subieron al automdvil del peluquero. 

— Se ocultaran en mi casa hasta que puedan viajar — determino Mario. 

Los condujo a su apartamento, abrio la puerta de bronce y cristal, aparto los gatos 
de Angora, ordeno al perro echarse en un rincon y se inclino con graciosa reverencia 
para darles la bienvenida, pero no alcanzo a completar el gesto, porque Irene cayo 
sobre la alfombra sin un suspiro. Francisco la levanto en brazos y siguio a su anfitrion 
hacia el cuarto que les habia asignado, donde una cama ancha con delicadas sabanas 
de hilo acogio a la enferma. 

— Arriesgas la vida por nosotros — dijo Francisco conmovido. 

— Preparare cafe, a todos nos hace falta — replied Mario saliendo. 

Irene paso varios dias recuperando sus fuerzas en ese ambiente refinado y 
tranquilo, donde Mario y Francisco se turnaban para cuidarla. El dueno de casa quiso 
distraerla con lecturas frivolas, juegos de naipes y las interminables anecdotas 


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acumuladas en su vida, historias del salon de belleza, de sus amores, sus viajes y sus 
tormentos en la epoca en que era solo el hijo repudiado de un minero. Cuando noto 
que a ella le gustaban los animales, instalo en su habitation al perrazo negro y los 
gatos, cambiando el tema si ella preguntaba por Cleo, porque no deseaba darle a 
conocer su triste fin. Cocino para su amiga dietas de enferma, velo su sueno y 
secundo a Francisco en las curaciones. Clausuro las ventanas del departamento, 
corrio las pesadas cortinas, sustrajo los periodicos y apago la television para que el 
desorden del exterior no la perturbara. Si aullaban las sirenas de los carros policiales, 
pasaban zumbando los helicopteros como pajaros prehistoricos, sonaban a lo lejos las 
cacerolas golpeadas o el tableteo de las ametralladoras, aumentaba el volumen de la 
musica para que no los oyera. Disolvia barbituricos en su sopa para obligarla a 
descansar y se abstenia de mencionar en su presencia los acontecimientos que 
convulsionaban la paz de opereta de la dictadura. 

Fue Mario quien llevo a Beatriz Alcantara la noticia de que su hija ya no estaba 
en la clinica. Tenia intention de explicarle la necesidad de sacarla del pais para salvar 
su vida, pero en la primera frase vio su incapacidad para hacerse cargo de la 
situation. La senora habitaba un mundo irreal donde esas desgracias estaban anuladas 
por decreto. Prefirio decirle que Irene y Francisco habian viajado para disfrutar de 
unas breves vacaciones, historia inverosimil, dado el estado de salud de la muchacha, 
pero la madre la creyo porque cualquier pretexto le servia. Mario la observo sin 
piedad, irritado ante aquella mujer egoista, indiferente, refugiada en una elegancia de 
ritos y formulas, en ese salon hermetico donde no entraban los rumores del 
descontento. La imagino a la deriva sobre una balsa con sus ancianos olvidados y 
decrepitos en un mar inmovil. Como ellos, Beatriz estaba fuera de la realidad, habia 
perdido su lugar en este mundo. Su infima seguridad podia desmoronarse en un 
instante, soplada por el huracan furioso de los nuevos tiempos. La imagen esbelta 
enfundada en seda y gamuza, le resulto enganosa, como reflejada en un espejo de 
feria. Salio de alii sin despedirse. 

Fiel a su costumbre, afuera aguardaba Rosa escuchando la conversation a traves 
de la puerta. Le hizo senas de seguirla a la cocina. 

— ^Que P asa con m i nina? ^Donde esta? 

— Se encuentra en peligro. Tendremos que ayudarla para que parta de aqui. 

— ^Exilada? 

—Si. 

— jDios me la cuide y me la proteja! ^Volvere a verla algun dia? 

— Cuando se venga abajo esta dictadura, Irene regresara. 

— Dele esto de mi parte — suplico Rosa entregandole un pequeno envoltorio — . 
Es tierra de su jardin, para que la acompane donde vaya. Y, por favor, digale que 
florecio el nomeolvides. . . 


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Jose Leal acompano a Evangelina Flores a reconocer los restos de su padre y sus 
hermanos. Irene le habla hablado de ella y le pidio su ayuda, porque estaba segura de 
que la muchacha la necesitarla. As! fue. En el patio del Departamento de 
Investigaciones, sobre dos largos mesones de madera rustica, hablan desplegado el 
contenido de las bolsas amarillas: ropa destrozada, pedazos de huesos, mechones de 
cabellos una Have oxidada, un peine. Evangelina Flores recorrio lentamente la terrible 
exposition, senalando en silencio cada despojo conocido: ese chaleco azul, ese zapato 
roto, esa cabeza con pocos dientes. Tres veces paso delante de las mesas observando 
con cuidado, hasta encontrar algo de cada uno de los suyos y probar asi que los cinco 
se encontraban alb, ninguno faltaba. Solo el sudor que le empapaba la blusa delataba 
el tremendo esfuerzo que le costaba cada paso. A su lado caminaban el cura, sin 
atreverse a tocarla y dos funcionarios del Juzgado tomando notas. Por ultimo la joven 
leyo y firmo la declaration con mano firme y salio del patio a grandes trancos, con la 
cabeza erguida. En la calle, despues de oir el porton cerrarse a sus espaldas, recupero 
por breves instantes su aspecto de nina campesina. Jose Leal la abrazo. 

— Llora criatura, te hace bien — le dijo. 

— ^Llorar? despues, Padre. Ahora tengo mucho que hacer — replied ella y 
sacudiendose las lagrimas de un manotazo partio de prisa. 

Dos dias mas tarde fue citada ante el Tribunal Militar para prestar testimonio 
sobre los presuntos asesinos. Se presento con su ropa de trabajo y una cinta negra 
atada al brazo, la misma que usd cuando abrieron la mina de Los Riscos y su 
intuicion le advirtio que habia llegado la hora de vestir luto. 

El juicio se llevo a cabo en privado. No le permitieron la compania de su madre, 
de Jose Leal, ni del abogado de la Vicaria asignado por el Cardenal. Un soldado la 
condujo sola por un ancho pasillo donde el eco de las pisadas vibraba con sonido de 
campana, hasta la sala de sesiones de la Corte. Era una enorme habitacion bien 
iluminada, sin mas adorno que una bandera y un retrato en colores del General con la 
banda de los presidentes terciada en el pecho. 

Evangelina avanzo sin muestras de temor hasta colocarse frente al alto estrado de 
los oficiales. Los miro uno por uno directamente a los ojos y con voz clara repitio la 
historia que antes contara a Irene Beltran, sin que las intimidaciones consiguieran 
cambiar su version. Serial 6 sin vacilar al Teniente Juan de Dios Ramirez y a cada 
hombre que participo en la detention de su familia, porque durante esos anos los 
habia llevado grabados a fuego en la memoria. 

— Puede retirarse, ciudadana. Permanecer a disposition de este Tribunal. No 
puede abandonar la ciudad — ordeno un Coronel. 

El mismo soldado la guio hasta la salida. Afuera la esperaba Jose Leal y juntos 
echaron a andar por la calle. El sacerdote se dio cuenta de que un automovil los 
seguia y como estaba preparado para esa eventualidad, tomo a la joven de un brazo y 


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corrio con ella empujandola, arrastrandola, mezclandose con la muchedumbre. Busco 
refugio en la primera iglesia que surgio a su paso y desde all! se comunico con el 
Cardenal. 

Evangelina Flores fue sustralda del zarpazo de la represion y sacada del pals en 
las sombras de la noche. Tenia una mision que cumplir. En los anos siguientes olvido 
el campo apacible donde nacio, para ir por el mundo denunciando la tragedia de su 
patria. Se presento en la asamblea de las Naciones Unidas, en ruedas de prensa, en 
foros de television, en congresos, en universidades, en todas partes, para hablar de los 
desaparecidos y para impedir que el olvido borrara a esos hombres, mujeres y ninos 
tragados por la violencia. 

Una vez identificados los cadaveres de Los Riscos, sus familiares rogaron que se 
los devolvieran para sepultarlos con decencia, pero se los negaron por temor al 
desorden publico. No deseaban mas disturbios. Entonces los deudos de esas y otras 
vlctimas surgidas de nuevas tumbas clandestinas, entraron en tropel a la Catedral, se 
instalaron frente al altar mayor y anunciaron una huelga de hambre desde ese mismo 
instante hasta que escucharan sus peticiones. Habian perdido el miedo y sin 
vacilaciones arriesgaban la vida, lo ultimo que les quedaba, porque de todo lo demas 
habian sido despojados. 

— ^Que significa este despelote, Coronel? 

— Preguntan por sus desaparecidos, mi General. 

— Digales que no estan ni vivos ni muertos. 

— que hacemos con los huelguistas, mi General? 

— Lo de siempre, Coronel, no me moleste con pendejadas. 

La policia intento sacarlos del templo con chorros de agua y gases lacrimogenos, 
pero el Cardenal se planto en la puerta junto a otras personas que ayunaban en gesto 
solidario, mientras observadores de la Cruz Roja, de la Comision de Derechos 
Humanos y de la prensa internacional fotografiaban la escena. A los tres dlas la 
presion se hizo insostenible y el rumor de la calle atraveso los muros del bunker 
presidencial. De muy mala gana el General ordeno la devolution de los cuerpos; sin 
embargo, en el ultimo momento, cuando las familias aguardaban con guirnaldas de 
flores y cirios encendidos por orden superior los carros funerarios desviaron la ruta 
ingresaron solapados por la puerta trasera del cementerio y vaciaron las bolsas en una 
fosa comun. Solo el cadaver de Evangelina Ranquileo Sanchez, todavia en la Morgue 
en proceso de autopsia, pudo ser recuperado por sus padres. Lo llevaron a la 
parroquia del Padre Cirilo, donde recibio una modesta sepultura. La muchacha tuvo 
al menos una tumba y no le faltaron flores frescas, porque los campesinos de la zona 
confiaban en sus pequenos milagros. 

La mina de Los Riscos se convirtio en lugar de peregrination. Una interminable 
fila encabezada por Jose Leal acudia en romeria. Iban a pie, cantando himnos de misa 


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y consignas de rebelion, llevando cruces, antorchas y los retratos de sus muertos. A1 
dia siguiente el Ejercito cerro el sitio con una alta alambrada de puas y un porton de 
hierro, pero ni los cercos espinudos ni los soldados apostados con nidos de 
ametralladoras pudieron impedir las procesiones. Entonces usaron carga de dinamita 
para borrar la mina del paisaje, pretendiendo eliminarla tambien de la Historia. 

Francisco y Jose Leal entregaron las grabaciones de Irene al Cardenal. Sablan que 
tan pronto llegaran a manos del Tribunal Militar, la joven seria identificada y 
detenida. Por esa deblan ponerla en lugar seguro lo antes posible. 

— dCuantos dlas necesitan para huir? — pregunto el prelado. 

— Una semana hasta que pueda caminar sin ayuda. 

As! lo acordaron. El Cardenal hizo reproducir las cintas y siete dlas despues 
distribuyo las copias entre la prensa y entrego los originales al fiscal. Cuando 
quisieron eliminar las pruebas, ya era tarde, porque las entrevistas apareclan 
publicadas en los periodicos y daban la vuelta al mundo, levantando una oleada de 
repudio unanime. En el extranjero el nombre del General fue escarnecido y sus 
embaj adores recibieron lluvia de tomates y huevos podridos cada vez que asomaban 
en publico. Desafiada por tanto alboroto, la justicia militar declaro culpables de 
homicidio al Teniente Juan de Dios Ramirez y a los hombres de su tropa que 
participaron en la matanza, basandose en sus testimonios contradictories, en las 
pruebas de laboratorio para determinar la forma como ocurrieron los hechos y en las 
grabaciones de Irene Beltran. La periodista fue citada a declarar en repetidas 
oportunidades y la Policia Politica la busco con esmero, pero no pudo hallarla. 

La satisfaccion provocada por la sentencia duro solo unas horas, hasta que los 
culpables fueron puestos en libertad, amparados por un decreto de amnistia 
improvisado en el ultimo instante. El furor popular se tradujo en manifestaciones 
callejeras tan turbulentas, que ni siquiera los grupos de choque de la Policia y los 
equipos de guerra del Ejercito pudieron controlar a la gente volcada en las calles. 
Ante el monumento en construccion de Los Salvadores de la Patria, el pueblo solto 
un enorme cerdo adornado con escarapelas, banda terciada, capa de gala y gorra de 
general. La bestia corrio despavorida en medio de la muchedumbre que la escupia, la 
pateaba y la insultaba ante los ojos furibundos de los soldados, quienes emplearon 
toda su destreza para atajar al puerco y rescatar los sacros emblemas pisoteados y 
acabaron por fin matandolo a tiros entre gritos, palos y ulular de sirenas. Del animal 
no quedo sino su gran cadaver humillado en un charco de sangre negra donde 
navegaban sus insignias, su quepis y su capa de tirano. 

El Teniente Ramirez fue ascendido a capitan. Circulaba satisfecho por todas 
partes con la conciencia quieta, hasta que se entero de que por los caminos del sur 
vagaba un gigante cubierto de harapos, hambriento y con ojos extraviados, en busca 
del asesino de su hermana. Nadie le presto atencion, es un loco, decian. Pero el oficial 


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conoria la venganza pendiente sobre su cabeza y perdio el sueno. No habria paz para 
el mientras Pradelio Ranquileo permaneciera con vida. 

Lejos de la capital, en una guarnicion de provincia, Gustavo Morante seguia 
atentamente los acontecimientos, se informaba y ponia en marcha su plan. Cuando 
tuvo todas las evidencias de la ilegitimidad del regimen, se movio en secreto entre sus 
companeros de armas. Habia perdido sus ilusiones, convencido de que la dictadura no 
era una etapa provisoria en el camino del desarrollo, sino la etapa final en el camino 
de la injusticia. No soportaba mas la maquinaria represiva a la cual sirviera con 
lealtad pensando siempre en los intereses de la patria. El terror, lejos de propiciar el 
orden como le ensenaron en los cursos para oficiales, habia sembrado un odio cuya 
cosecha seria fatalmente mayor violencia. Sus anos de carrera militar le dieron un 
profundo conocimiento de la Institucion y decidio emplearlo para derrocar al 
General. Consideraba que esa tarea correspondia a los oficiales jovenes. Creia no ser 
el unico en albergar esas inquietudes, porque el fracaso economico, la acentuada 
desigualdad social, la brutalidad del sistema y la corrupcion de los jerarcas, hacian 
meditar a otros militares. Estaba convencido de que habia otros como el, deseosos de 
lavar la imagen de las Fuerzas Armadas y sacarla del hoyo donde estaban metidas. 
Un hombre menos audaz y apasionado, tal vez habria conseguido su objetivo, pero 
Morante tenia tanta urgencia por obedecer los impulsos de su corazon, que cometio el 
error de subestimar al Servicio de Inteligencia, cuyos tentaculos conoria de sobra. 
Fue detenido y sobrevivio setenta y dos horas. Ni los mas expertos pudieron obligarlo 
a delatar los nombres de otros implicados en la rebelion, en vista de lo cual lo 
degradaron y su cadaver fue simbdlicamente fusilado por la espalda al amanecer, 
como escarmiento. A pesar de las precauciones, la historia se filtro. Cuando Francisco 
Feal se entero de lo ocurrido, penso con respeto en el Novio de la Muerte. Si en las 
filas existen hombres asi comento, aun hay esperanza. Fa insurreccion no podra ser 
siempre controlada, crecera y se multiplicara dentro de los cuarteles, hasta que no 
alcancen las balas para aplastarla. Entonces los soldados se uniran a la gente de la 
calle y del dolor asumido y la violencia superada, podra surgir una nueva patria. 

— jSuenas, hijo! Aunque haya militares como ese Morante, en esencia las Fuerzas 
Armadas no cambian. El militarismo ya ha causado demasiados males a la 
humanidad. Debe ser eliminado — replied el Profesor Feal. 

Por fin Irene Beltran estuvo en condiciones de movilizarse. Jose Feal obtuvo 
pasaportes falsos para ella y Francisco, a los cuales pegaron las fotografias de sus 
nuevas caras. Estaban irreconocibles. Ella llevaba el cabello corto, tenido, y lentes de 
contacto para cambiar el color de sus pupilas. El usaba un bigote tupido y anteojos. 
Al principio se miraron haciendo esfuerzos para reconocerse, pero muy pronto se 
acostumbraron a esos disfraces y ambos olvidaron los rostros de los cuales se 
enamoraron. Francisco se sorprendio tratando de recordar el tono del pelo de Irene, 


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que tanto lo fascinara. Les habia llegado el momento de abandonar el mundo 
conocido y formar parte de esa inmensa oleada transhumante propia de su tiempo: 
desterrados, emigrantes, exilados, refugiados. 

La vlspera de la partida, los Leal fueron a despedirse de los fugitivos. Mario 
preparo la cena encerrado en la cocina durante horas, sin permitir a nadie participar 
en sus afanes. 

Arreglo la mesa con flores y frutas, coloco su mejor mantel, dispuesto a mitigar 
un poco la tragedia que a todos envolvla. 

Eligio musica discreta, encendio velas, puso a helar el vino, fingiendo una euforia 
que estaba muy lejos de sentir. Pero era imposible eludir el tema de la proxima 
separation y de los peligros acechando a la pareja tan pronto pusiera los pies fuera de 
ese refugio. 

— Cuando paseis la frontera, hijos, creo que debeis ir a nuestra casa en Teruel — 
dijo de pronto Hilda Leal, ante la sorpresa de todos, porque pensaban que ese 
recuerdo era uno de tantos borrados por la amnesia. 

Pero ella nada habia olvidado. Les conto de la sombra inmensa del macizo de 
Albarracln recortado en el crepusculo, similar a esos cerros al pie de los cuales se 
extendia la patria adoptiva; de los vinedos desnudos, tristes y retorcidos en invierno, 
juntando savia para el estallido de la uva en verano; de esa naturaleza seca y abrupta 
acordonada de montanas, y de la casa que un dia dejara para seguir a su hombre a la 
guerra, noble y tosca morada de piedra, madera y tejas, pequenas ventanas 
aherrojadas, una alta chimenea con platos de ceramica mudejar incrustados en el 
muro como ojos observando a traves de los anos. Recordaba con precision el olor de 
la lena al encender el fuego por las tardes, la fragancia de los jazmines y la 
hierbabuena bajo la ventana, la frescura del agua del pozo, el arcon de la lenceria, las 
mantas de lana sobre las camas. A su evocation siguio un largo silencio, como si su 
espiritu se hubiera trasladado al antiguo hogar. 

— La casa todavia es nuestra. Esta esperando por vosotros — dijo por fin, 
suprimiendo con esas palabras el tiempo transcurrido y la distancia. 

Francisco cavilo en el destino caprichoso que obligo a sus padres a abandonar el 
lugar natal para ir al exilio y que tantos anos mas tarde tal vez se lo devolvia a el por 
igual motivo. Se imagino abriendo la puerta, con el mismo gesto empleado por su 
madre casi medio siglo atras para cerrarla, y sintio que en todo ese tiempo habian 
andado en circulos. Su padre le adivino el pensamiento y hablo del significado que 
tuvo para ellos dejar la tierra propia y buscar otros horizontes; necesitaron coraje para 
enfrentar los sufrimientos, para caer, sacar fuerzas del espiritu y volver a levantarse 
una y mil veces, para adaptarse y sobrevivir entre extranos. Se instalaron firmes y 
decididos en cada sitio que pisaron, aunque fuera por una semana o un mes, pues 
nada agota tanto la fortaleza interior como lo transitorio. 


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— Solo tendreis el presente. No perdais energla llorando por el ayer o sonando 
con el manana. La nostalgia desgasta y aniquila, es el vicio de los desterrados. Debeis 
estableceros como si fuera para siempre, hay que tener sentido de permanencia — 
concluyo el Profesor Leal y su hijo recordo las mismas palabras en boca de la vieja 
actriz. 

El Profesor llevo aparte a Francisco. Estaba muy conmovido, lo abrazo con ojos 
afligidos, temblando. Saco del bolsillo un pequeno objeto y se lo paso avergonzado: 
era su regia de calculo, unico tesoro para simbolizar el desamparo y el dolor de esa 
separation. 

— Es solo un recuerdo, hijo. No sirve para calcular la vida — dijo con voz ronca. 

En verdad as! lo sentla. A1 final del largo camino de su existencia, se daba cuenta 
de la inutilidad de sus calculos. Nunca imagino encontrarse un dla cansado y triste 
con un hijo en la tumba, otro en el exilio, los nietos distantes en un pueblo perdido y 
Jose, el unico cercano, amenazado por la Poliria Polltica. Francisco recordo a los 
viejos de La Voluntad de Dios y se inclino a besar su frente, deseando con 
vehemencia poder torcer los designios de la fatalidad para que sus padres no murieran 
solitarios. 

A1 notar los animos decaldos, Mario decidio servir la cena. 

De pie alrededor de la mesa, los ojos humedos y las manos crispadas, levantaron 
juntos sus copas. 

— Brindo por Irene y Francisco. La suerte os acompane, hijos — dijo el Profesor 
Leal. 

— Y yo brindo para que vuestro amor crezca dla a dla — agrego Hilda sin 
mirarlos, para no mostrar su pena. 

Durante un rato hicieron el esfuerzo de parecer festivos alabaron los refinados 
guisos y agradecieron las atenciones de ese noble amigo, pero pronto el desaliento se 
extendio como una sombra, cubriendolos a todos. En el comedor solo se oia el sonido 
de los cubiertos y el cristal. 

Hilda, sentada junto a su hijo mas querido, lo fijaba con la vista, grabando para 
siempre en su memoria los rasgos de su cara, la expresion de su mirada, las finas 
arrugas alrededor de los ojos, la forma alargada y firme de sus manos. Sostenia entre 
sus dedos el cuchillo y el tenedor, pero su plato estaba intacto. Severa con su propio 
dolor, contenia las lagrimas, pero no podia ocultar su afliccion. Francisco rodeo con 
un brazo los hombros de su madre y la beso en la sien, tan emocionado como ella. 

— Si algo malo te sucede, hijo, no podre resistirlo — susurro Hilda a su oido. 

— Nada malo ocurrira, mama, quedate tranquila. 

— dCuando nos veremos de nuevo? 

— Pronto, estoy seguro. Hasta entonces estaremos juntos en espiritu, como 
siempre hemos estado... 


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La cena termino sin ruido. Permanecieron sentados en la sala mirandose, 
sonriendo sin alegria, hasta que la proximidad del toque de queda marco el instante 
de la despedida. Francisco los guio hasta la puerta. A esa hora la calle estaba vacia y 
silenciosa, los postigos cerrados, ninguna luz en las ventanas vecinas, sus voces y sus 
pasos produrian un eco sordo que vibraba como un mal presagio en ese ambito 
desolado. Debian apresurarse para llegar a tiempo a su casa. Tensos, callados, se 
estrecharon por ultima vez. Padre e hijo se unieron en largo y fuerte abrazo pleno de 
mudas promesas y advertencias. Luego Francisco sintio entre sus brazos a su madre, 
pequena y fragil, su rostro adorado perdido en su pecho, el llanto por fin desbordado, 
sus manos delgadas estmjando convulsas la tela de su chaqueta, aferrada como un 
nino desesperado. Jose la separo, obligandola a dar media vuelta y a andar sin mirar 
hacia atras. Francisco vio alejarse por la calle sombria las figuras de sus padres, 
vacilantes, vulnerables, encogidas. La de su hermano, en cambio, le parecio solida y 
decidida, la de un hombre que conoce sus riesgos y asume su destino. Cuando se 
perdieron en la esquina, un ronco sollozo de adios atraveso su pecho y todas las 
lagrimas contenidas en esa terrible noche acudieron de golpe a sus ojos. Se desplomo 
en el umbral de la puerta con la cara entre las manos, sacudido por la mas honda 
tristeza. Alb lo encontro Irene y en silencio se sento a su lado. 

Francisco Leal nunca se ocupo de llevar la cuenta de los desesperados que ayudo 
durante esos anos. A1 comienzo actuaba solo, pero poco a poco se formo a su 
alrededor un grupo de amigos incondicionales, unidos todos en el mismo empeno de 
esconder perseguidos, asilarlos cuando fuera posible o llevarlos a traves de la frontera 
por diversos caminos. A1 principio aquello fue para el solo una labor humanitaria y en 
cierta forma ineludible, pero con el tiempo se transformo en una pasion. Esquivaba 
los riesgos con una emocion confusa, mezcla de rabia y de feroz alegria. Sentia el 
vertigo de los jugadores, una provocacion constante al destino, pero ni aun en los 
momentos de mayor audacia perdia de vista sus virtudes de hombre cauto, porque 
sabia que cualquier arrebato se pagaba con la vida. Planeaba cada accion hasta el 
menor detalle y procuraba llevarla a cabo sin sorpresa, eso le permitio sobrevivir al 
filo del abismo por mas tiempo que otros. La Policia Politica nada sospechaba de su 
pequena organizacion. Mario y su hermano Jose trabajaban a menudo con el. En las 
ocasiones en que detuvieron al cura lo interrogaron solo por sus actividades en la 
Vicaria y en su poblacion, donde eran muy notorios sus reclamos de justicia y su 
valor para hacer frente a la autoridad. 

Por su parte, el maestro peluquero poseia una formidable pantalla. A su salon de 
belleza acudian las esposas de los coroneles y con cierta frecuencia lo recogia una 
limusina blindada para conducirlo al palacio subterraneo, donde lo esperaba la 
Primera Dama en sus aposentos de fausto y oropel. La asesoraba en la eleccion de su 
vestuario y sus joyas, creaba nuevos peinados para acentuar la altivez del poder y 


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daba su opinion sobre la raffia romana, el marmol faraonico y las lamparas de cristal 
cortado traidos del extranjero para decorar la mansion. A las recepciones de Mario 
acudian los personajes destacados del regimen y tras los biombos Coromandel de su 
tienda de antigiiedades se realizaban negociaciones con jovenes bien dotados para los 
placeres prohibidos. La Policia Politica cumplia la orden de protegerlo en sus 
contrabandos, sus tratos, su surtidero de discretos vicios, sin imaginar que el 
distinguido estilista se burlaba de ella en sus narices. 

Francisco habia dirigido a su grupo en tareas dificiles, pero nunca penso que un 
dia lo utilizaria para salvar su propia vida y la de Irene. 

Eran las ocho de la manana cuando llego una camioneta cargada de plantas 
exoticas y arboles enanos para las terraza de Mario. Tres empleados vestidos con 
bragas, cascos y mascarillas de fumigacion, descargaron filodendros del tropico, 
camelias en flor y naranjos chinos, luego conectaron las mangueras a los tanques de 
insecticida y procedieron a desinfectar la matas cubriendose los rostros con los 
protectores. Mientras uno se instalo de vigia en el pasillo, a una serial del dueno de la 
casa los otros dos se quitaron la ropa de trabajo. Irene y Francisco se vistieron con 
ellas y se taparon las caras con las mascaras, bajaron sin prisa a reunirse con el chofer 
y partieron sin que nadie les diera una segunda mirada. Gastaron un rato dando un par 
de vueltas por la ciudad, de un taxi en otro hasta ser recogidos en una esquina por una 
abuela con aspecto de sincera inocencia, quien les entrego las Haves y los 
documentos de un pequeno automovil. 

— Hasta aqui vamos bien. ^Como te sientes? — pregunto Francisco 
acomodandose en el volante. 

— Muy bien — replied Irene, tan palida que parecia a punto de convertirse en 
niebla. 

Salieron de la ciudad por la carretera al Sur. Su plan consistia en localizar un paso 
de montana y cruzar la frontera antes que el cerco de la represion se cerrara 
inexorable sobre ellos. El nombre y la descripcion de Irene Beltran ya estaba en 
manos de la autoridad a lo largo y ancho del territorio nacional y sabian que tampoco 
en las dictaduras vecinas estarian a salvo, porque intercambiaban informacion, presos 
y cadaveres. En esas transacciones a veces sobraban muertos por un lado y cedulas de 
identidad por el otro, produciendo confusion en el momento de reconocer a las 
victimas. Asi hubo detenido en un pais que aparecian asesinados en otro con nombre 
ajeno, y deudos que recibieron a un desconocido para sepultar. Aunque tambien al 
otro lado contaban con ayuda, Francisco sabia que deberian moverse de prisa hacia 
cualquier democracia del continente o alcanzar su objetivo final, la madre patria, 
como acabaron llamando a Espana los que huian de America. 

Hicieron el camino en dos etapas, porque Irene estaba aun muy debil y no 
soportaria tantas horas inmovil, mareada, adolorida, pobre amor mio, has adelgazado 


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mucho durante las ultimas semanas, perdiste el tono dorado de tus pecas al sol, pero 
estas tan linda como siempre, a pesar de que te cortaron tu largo pelo de reina. No se 
como ayudarte, quisiera echarme al hombro tu sufrimiento, tus incertidumbres; 
maldita suerte, que nos lleva dando tumbos con el miedo prendido en las entranas. 
Irene, como quisiera devolverte a los tiempos despreocupados cuando paseabamos 
con Cleo por el cerro, cuando nos sentabamos bajo los arboles a observar la ciudad a 
nuestros pies, mientras beblamos vino en la cima del mundo sintiendonos libres y 
eternos; entonces no imaginaba que hoy te llevaria por esta interminable ruta de 
pesadilla con todos los sentidos en ascuas, pendiente de cada ruido, viajando, 
sospechando. Desde el instante terrible en que esa rafaga de balas estuvo a punto de 
partirte en dos, no encuentro reposo ni despierto ni dormido, Irene, tengo que ser 
fuerte, enorme, invencible, para que nada pueda danarte, para mantenerte protegida 
del dolor y la violencia. Cuando te veo asl, vencida por la fatiga, apoyada en el 
respaldo, abandonada a las sacudidas del coche, con los ojos cerrados, una ansiedad 
tremenda me oprime el pecho, ansias de cuidarte, temor de perderte, deseos de 
permanecer a tu lado para siempre y preservarte de todo mal, velar tu sueno, darte 
dlas felices... 

Al anochecer se detuvieron en un pequeno hotel de provincia. La debilidad de la 
joven, sus pasos vacilantes y ese aire de sonambula que se le habla metido en los 
huesos, conmovieron al gerente, quien los acompano hasta la habitation e insistio en 
servirles algun alimento. Francisco quito la ropa a Irene, acomodo los vendajes 
ligeros que llevaba como protection y la ayudo a acostarse. Trajeron una sopa y un 
vaso de vino caliente con azucar y canela, pero ella no pudo ni mirarlos, estaba 
extenuada. Francisco se tendio a su lado y ella echo los brazos alrededor de su 
cuerpo, puso la cabeza en su hombro, suspiro y de inmediato se hundio en el sueno. 
El no se movio, sonriendo en la oscuridad, dichoso como siempre cuando estaban 
juntos. Esa intimidad que compartlan desde hacla algunas semanas, segula 
pareciendole un prodigio. Conoda a esa mujer en sus mas sutiles secretos, no tenlan 
misterio para el sus ojos de humo que se volvlan salvajes en el placer y se 
humededan agradecidos al realizar el inventario de su amor, tantas veces la habla 
recorrido, que podia dibujarla de memoria y estaba seguro de que hasta el final de su 
vida podrla evocar esa suave y firme geografia; pero cada vez que la tenia entre sus 
brazos, lo embargaba la misma emotion sofocada del primer encuentro. 

Al dla siguiente Irene amanecio de tan buen animo como si hubiera pasado la 
noche retozando, pero toda su buena voluntad no fue suficiente para disimular el 
color de cera de su piel y los clrculos de enferma alrededor de los ojos. Francisco le 
sirvio un desayuno abundante, a ver si recuperaba un poco las fuerzas, pero ella casi 
no lo probo. Estaba mirando por la ventana y sacando la cuenta de que la primavera 
se habia terminado. Despues de haber estado tanto tiempo en los territorios de la 


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muerte, la vida habia adquirido para ella otro valor. Percibla maravillada los 
contornos del mundo y agradeda las pequenas cosas de cada dla. 

Temprano, porque tendrlan que hacer muchas horas de viaje, subieron al coche y 
partieron. Atravesaron un pueblo borracho de luz, cruzado por las carretas de 
verduras, los vendedores de chucherias, las bicicletas y los destartalados autobuses 
cargados hasta el techo. Sonaron las campanas de la parroquia y dos viejas ataviadas 
de negro avanzaron por la calle con sus velos postumos y sus libros de viuda. Una fila 
de escolares paso con su maestra rumbo a la plaza cantando caballito bianco llevame 
de aqui, llevame a mi tierra, donde yo nad. En el aire ondeaban un olor delicado de 
pan recien horneado y un coro de cigarras y zorzales. Todo se vela limpio, ordenado, 
tranquilo, las gentes ocupadas en sus labores cotidianas en un clima de paz. Por un 
momento dudaron de su cordura. Tal vez eran vlctimas de un delirio, de una atroz 
fantasia y en realidad ningun peligro los amenazaba. Se preguntaron si no estarlan 
huyendo de sus propias sombras. Pero entonces palparon los documentos falsos 
quemando en sus bolsillos, vieron sus rostros transformados y recordaron el clamor 
de la mina. No estaban dementes. Era el mundo el que se habia trastornado. 

Tantas horas rodaron por esos caminos eternos, que perdieron la capacidad de ver 
el paisaje y al final del dla todo les parecla igual. Se sentlan como un par de 
naufragos astrales. 

Solo los controles policiales en las alcabalas de la carretera interrumpieron su 
viaje. Cada vez al entregar los papeles sentlan el miedo como una descarga electrica 
que los dejaba sudorosos y lacios. Los guardias ojeaban distraldos las fotograflas y 
les hacian senas de seguir. Pero en un puesto los obligaron a descender, los retuvieron 
diez minutos contestando preguntas perentorias, revisaron el coche por todos lados y 
cuando Irene estaba a punto de gritar, segura de haber sido finalmente atrapados, el 
Sargento los autorizo para continuar. 

— Tengan cuidado, en esta zona hay terroristas — les recomendo. 

Por largo rato no pudieron hablar. Nunca hablan sentido el peligro tan cercano y 
preciso. 

— El panico es mas fuerte que el amor y el odio — concluyo Irene asombrada. 

A partir de ese momento asumieron el miedo con animo burlon, bromeando para 
ahorrarse inquietudes inutiles. Francisco adivino que ese era el unico recato de Irene. 
Ella desconocla cualquier forma de timidez o vergiienza, se entregaba a sus 
emociones limpiamente, en pleno uso de su libertad. Pero en su interior existia un 
reducto de extremo pudor. Se sonrojaba ante aquellas flaquezas que le resultaban 
intolerables en los demas e inadmisibles en ella. Ese terror descubierto en su propio 
espiritu la llenaba de bochorno e intentaba ocultarlo tambien a los ojos de Francisco. 
Era un temor profundo, totalitario, que en nada semejaba al susto esencial que 
enfrento algunas veces y del cual se defendia con la risa. No fingia valor ante 


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aquellos espantos simples, como la masacre de un cerdo o el crujir de una puerta en 
una casa embrujada, sin embargo la avergonzaba ese sentimiento nuevo adherido a su 
piel, invadiendola, haciendola gritar dormida y temblar despierta. Por momentos era 
tan fuerte la impresion de pesadilla, que no estaba segura si vivia sonando o sonaba 
que estaba viviendo. 

En esos instantes fugaces, cuando se asomaba al umbral de su pudor, de su miedo, 
era cuando Francisco mas la amaba. 

Abandonaron por ultimo la carretera principal y se internaron por el camino de las 
montanas, hasta alcanzar un antiguo establecimiento termal, que en epocas pasadas 
fue celebre por sus aguas milagrosas, pero al que la farmacopea moderna habia 
hundido en el olvido. El edificio conservaba el recuerdo de un pasado esplendoroso, 
cuando a principios de siglo acogia a las familias distinguidas y a los extranjeros 
llegados de lejos en busca de salud. El abandono no destruyo el encanto de sus 
amplios salones con balaustradas y frisos, de sus muebles antiguos, de sus lamparas 
de bronce y de sus cortinajes de fleco y pompon. Les asignaron una habitacion 
provista de una cama enorme, un armario, una mesa y dos sillas elementales. La 
electricidad se cortaba a cierta hora y despues habia que circular con velas. Al 
ponerse el sol, descendia bruscamente la temperatura, como siempre sucede en esas 
alturas, y entonces encendian las chimeneas con aromaticos troncos de espino. Por las 
ventanas entraba un olor picante y aspero de hojas secas y estiercol quemados en el 
patio. Aparte de ellos mismos y del personal administrativo, los habitantes del lugar 
eran pacientes aquejados de diversos males o jubilados en tratamiento de consuelo. 
Todo alii era lento y suave, desde los pasos de los huespedes deslizandose por los 
corredores, hasta el sonido ritmico de las maquinas bombeando agua y barro curativo 
hacia las grande s baneras de marmol y hierro. 

Durante el dia, una fila de esperanzados trepaba por el borde de un despenadero 
hasta las fumarolas, apoyandose en sus bastones, envueltos en sabanas palidas, como 
remotos espiritus. 

Mas arriba, en los faldeos del volcan, brotaban charcas de agua caliente y 
columnas de espeso vapor sulfuroso, donde los enfermos se sentaban, perdidos en la 
bruma. Al atardecer sonaba una campana en el hotel y su vibrante llamado retumbaba 
en los parajes de montana, en los precipicios, en las ocultas madrigueras. Era la serial 
de regreso para los reumaticos, los artriticos, los ulcerados, los hipocondriacos, los 
alergicos y los viejos irremediables. Las comidas se Servian en horarios exactos en un 
vasto comedor donde cantaban las corrientes de aire y se paseaban los olores de la 
cocina. 

— Lo linico malo es que no estamos de luna de miel — observo Irene encantada 
con el lugar, temiendo que apareciera demasiado pronto su contacto, para llevarlos a 
traves de la frontera. 


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Agotados por la fatiga del viaje, se abrazaron estrechamente sobre el lecho 
fundamental que les toco en suerte y perdieron de inmediato la nocion del tiempo. 
Los desperto la primera luz de una madrugada radiante. Francisco comprobo aliviado 
que Irene se vela de mucho mejor aspecto y hasta anuncio que tenia un hambre de 
marinero. Se vistieron despues de hacer el amor con alegre parsimonia y salieron a 
tomar el aire de la cordillera. Muy temprano comenzaba el trafico impasible de los 
huespedes rumbo a las termas. Mientras los demas intentaban sanarse, los jovenes 
ocuparon las horas disponibles en amarse con besos furtivos y promesas eternas. Se 
amaron paseando por los asperos senderos del volcan, se amaron sentados sobre el 
humus fragante del bosque, se amaron en susurros entre las brumosas espirales 
amarillas de las fumarolas, hasta que al mediodia aparecio un montanes con toscas 
botas de piel, poncho negro y sombrero alon, llevando tres cabalgaduras y una mala 
noticia. 

— Encontraron su pista. Tienen que partir ahora mismo. 

— quien agarraron? — pregunto Francisco temiendo por su hermano, por 
Mario o por cualquier otro amigo. 

— A ninguno. El gerente del hotel donde estuvieron anteanoche sospecho de 
ustedes y los delato. 

— ^Podras montar a caballo, Irene? 

— Si — sonrio ella. 

Francisco enrollo una firme faja alrededor de la cintura de su amiga, para que 
soportara mejor el bamboleo de la cabalgata. Acomodaron el equipaje y 
emprendieron la marcha en fila india por un sendero apenas visible que conducia a un 
paso olvidado entre dos puestos fronterizos, antigua ruta de contrabandistas, ya 
olvidada. Cuando la huella desaparecio del todo, tragada por esa naturaleza indomita, 
el baqueano se oriento por unas senales talladas en los arboles. No era la primera vez 
— ni seria la ultima — que usaba esa via tortuosa para salvar perseguidos. Alerces, 
tepas, robles, manios, custodiaban el paso de los viajeros y en algunas partes su 
follaje se juntaba en lo alto formando una impenetrable cupula verde. 

Avanzaron durante horas sin detenerse. En todo el trayecto no se cruzaron con 
ningun ser humano; era una soledad humeda, fria, sin margenes, un laberinto vegetal 
por el cual iban como unicos andantes. Pronto pudieron tocar los grandes manchones 
de nieve rezagada del invierno. Penetraron las nubes bajas y por un tiempo los rodeo 
una espuma impalpable que borraba el mundo. Al salir aparecio de subito ante sus 
ojos el majestuoso espectaculo de la cordillera ondulando hasta el infinito con sus 
picachos morados, sus volcanes coronados de blancura, sus barrancos y quebradas, 
cuyas paredes de hielo se derretian en verano. De vez en cuando divisaban una cruz 
marcando el sitio donde algun viajero dejo la vida, abatido por la desolacion y alii el 
montanes se persignaba, reverente, para consolar al anima. 


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Adelante cabalgaba el guia, detras iba Irene y cerraba la fila Francisco, sin quitar 
los ojos de su amada, alerta a cualquier signo de fatiga o de dolor, pero la joven no 
daba muestras de cansancio. Se dejaba llevar por el paso sereno de la mula, los ojos 
perdidos en la prodigiosa naturaleza que la rodeaba, el alma en lagrimas. Iba 
despidiendose de su pals. Junto a su pecho, bajo la ropa, tenia la pequena bolsa con 
tierra de su jardln que Rosa le enviara para plantar un nomeolvides al otro lado del 
mar. Pensaba en la magnitud de su perdida. No volverla a recorrer las calles de su 
infancia, ni a olr el dulce acento de su lengua criolla; no verla el perfil de sus montes 
al atardecer, no la arrullarla el canto de sus propios rlos, no tendrla el aroma de 
albahaca en su cocina ni de la lluvia evaporandose en el techo de su casa. No solo 
perdla a Rosa, su madre, los amigos, el trabajo y su pasado. Perdla su patria. 

— Mi pals..., mi pais... — sollozo. Francisco apuro a su caballo y colocandose a 
su lado le tomo la mano. 

Al caer la oscuridad decidieron acampar para pasar la noche, porque no se podia 
avanzar sin luz en aquel dedalo de cerros, de laderas escarpadas, de tremendos 
despenaderos y honduras insondables. No se atrevieron a encender una fogata, 
temiendo que hubiera patrullas de vigilancia en las cercanlas de la frontera. El guia 
compartio con ellos la carne salada y seca, la galleta dura y el aguardiente de sus 
alforjas. Se abrigaron lo mejor posible con los pesados ponchos y se acurrucaron 
entre los animales, abrazados como tres hermanos, pero de todos modos el frio se les 
introdujo en los huesos y en el alma. Toda la noche temblaron bajo un cielo de luto, 
de ceniza, de negro hielo, rodeados de susurros, de suaves silbidos, de las infinitas 
voces del bosque. 

Por fin amanecio. Avanzo la aurora como una flor de fuego y retrocedio 
lentamente la oscuridad. El cielo se aclaro y la abrumadora belleza del paisaje surgio 
ante sus ojos como un mundo recien nacido. Se pusieron de pie, sacudieron la 
escarcha de sus mantas, movieron los miembros entumecidos y bebieron el resto del 
aguardiente para volver a la vida. 

— Alii esta la frontera — dijo el guia senalando un punto en la distancia. 

— Entonces aqui nos separamos — decidio Francisco — . Al otro lado habra 
amigos esperandonos. 

— Deberan pasar a pie. Sigan las marcas de los arboles y no podran perderse, es 
un camino seguro. Buena suerte, companeros... 

Se despidieron con un abrazo. El baqueano se volvio con las bestias y los jovenes 
echaron a andar hacia la linea invisible que dividia esa inmensa cadena de montanas 
y volcanes. Se sentian pequenos, solos y vulnerables, dos navegantes desolados en un 
mar de cimas y nubes, en un silencio lunar; pero tambien sentian que su amor habia 
adquirido una nueva y formidable dimension y seria su unica fuente de fortaleza en el 
exilio. 


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En la luz dorada del amanecer se detuvieron para ver su tierra por ultima vez. 

— £ Volveremos? — murmuro Irene. 

— Volveremos — replied Francisco. 

Y en los anos que siguieron, esa palabra senalaria sus destinos: volveremos, 
volveremos... 


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ISABEL ALLENDE (Lima, 1942). Escritora chilena. Hija de un diplomatico chileno 
que le inculcb su aficion por las letras, Isabel Allende curso estudios de periodismo. 
Mientras se iniciaba en la escritura de obras de teatro y cuentos infantiles, trabajo 
como redactora y columnista en la prensa escrita y la television. 

En 1960 Isabel Allende entro a formar parte de la seccion chilena de la FAO, la 
organization de las Naciones Unidas que se ocupa de la mejora del nivel de vida de 
la poblacion mediante un exhaustivo aprovechamiento de las posibilidades de cada 
zona. En 1962 contrajo matrimonio con Miguel Frias, del que habria de divorciarse 
en 1987, despues de haber tenido dos hijos: Paula -que fallecio, victima del cancer, en 
1992- y Nicolas. En 1973, tras el golpe militar chileno encabezado por el general 
Pinochet, en el que murio su tio, el presidente Salvador Allende, abandono su pais y 
se instalo en Caracas, donde inicio su produccion literaria. 

La primera gran novela de Isabel Allende, La casa de los espiritus, proxima al 
llamado «realismo magico» fue publicada en 1982. Fueron precisamente el ambiente 
y los sucesos previos que condujeron al golpe militar los materiales narrativos que 
dieron forma esta obra, con la que se consagro definitivamente como una de las 
grandes escritoras hispanoamericanas de todos los tiempos. 

Once anos despues de su primera salida a la calle, el exito de la historia 
pergenada por Isabel Allende recibio un poderoso impulso de proyeccion 
internacional merced a la adaptacion cinematografica realizada por el cineasta sueco 
Bille August (The house of the spirits, 1993), quien conto con la colaboracion de la 
propia autora para elaborar el guion, y con un prestigioso elenco de interpretes en el 


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que figuraban Meryl Streep, Glenn Close, Jeremy Irons, Winona Ryder, Antonio 
Banderas y Vanessa Redgrave. 

A esta gran obra les siguieron otras, entre la que destacan De Amor Y De Sombra, 
(Eva Luna (1987), El plan infinito (1991), Paula (1994), Afrodita (1998), Hija de la 
fortuna (1999), Retrato en sepia (2000) y el libro de memorias Mi pais inventado 
(2003). Sus obras, que ocupan siempre los primeros puestos en las listas de ventas no 
solo americanas sino tambien europeas, han sido traducidas a mas de 25 idiomas. 


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